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Capítulo 42: Cambios sorpresa.

Fer y Gorka seguían mirándola fijamente, por este motivo la criatura rebelde tuvo que saltar.

—¿Qué? ¿Tengo monos en la cara? —se cruzó de brazos.

—No, no —contestó el empleado de confianza—, esto va a ser divertido —le guiñó el ojo a Gorka

—Si.. pudieras —la miró atentamente—, ¿qué?

—Nada —miró a Fer—. Fernando, el de los huevos colgando —lo señaló—. ¿Qué va a ser divertido?

—Pues el rato que te tenga que vigilar, veo que no te hace gracia. —la miró—. Qué confiancitas, ya con bromas —dijo divertido—. ¿Es una presa?

—Si no le hace que se joda —dijo firme Gorka—. Ella es así.. más o menos.

—Y sino que se joda él porque a mi no es que me haga  gracia, es que no me hace ni puta gracia —recalcó la palabra más ofensiva de la frase—. Presa, dice..

—Es graciosilla la niña —se tapó la boca Fer para no reírse.

—¿Graciosa? —se rió—, si tu lo dices Fernandito. Ya has visto qué bien me trata.

—Ya veo, si es así de normal en la cama toda una fiera —dijo de broma.

—Uy que va, allí es súper sosa —bromeó también.

—Te voy a enseñar yo a ti lo que es ser sosa, niñato de mierda.

—Bueno, bueno antes de que te saque los ojos me la voy a llevar —señaló a Ingrid—. ¿Tenemos horario para traerla?

—¿Qué? Me parece flipante todo.. Ni que fuese esto un colegio con horarios establecidos —comentó bajito—. Yo tardaré lo que quiera..

—No, yo creo que al final alargaré mis horas aquí. Así que cuando acabéis, venís o por el contrario, si termino antes que vosotros ya me uniré al plan.

—Ok, perfecto —se dirigió a la puerta y la abrió—. ¿Vamos señorita?

—Sí —asintió con todas sus cosas junto a ella.

—¿Y mi beso futura esposa? —sonrió pícaro.

Ingrid no le hizo ni caso, salió sin despedirse y Fer se quedó mirando a Gorka.

—Es dura, ¿eh? Ninguna así antes te había retado tanto —se mofó.

—Por eso me vuelve tan loco, ya te contaré por audio como la conocí y eso —se despidió con la mano.

—Se ve, espero tu mensaje —se despidió con la mano también—. Hasta dentro de un rato, no te estreses mucho compadre.

Fer salió de la oficina y se unió junto a la chiquilla mientras Gorka le enviaba un audio a Fer contándole todo de pe a pa. Por otro lado, Fer condujo hasta la salida a Ingrid.

—¿Dónde quiere ir? Me dijo Gorka algo de ropa de niños, bueno más bien que quería ir a una tienda de esas —se interesó.

—¿Eso le dijo?

—Si —señaló la tienda más cercana.

—Primero, tutéame —se apartó el pelo de la cara—. Segundo, hubo cambio de planes. Vamos a ir a otro sitio.

—¿Dónde? Déjame llamarlo, tengo que decírselo —metió en el bolsillo su mano para sacar su teléfono pero Ingrid se lo impidió.

—No le vas a decir nada, además luego se va a enterar.

—Pero es que debo.. —intentó concluir la frase pero otra vez lo interrumpió.

—Ahora no, tranquilo que si te echa alguna bronca yo seré quien diga que no querías. Diré cómo fue todo —lo miró mal.

Fer asintió un poco disconforme.

—¿Y dónde quieres ir?

—Vi cerca un salón de belleza y tiendas —señaló la zona—. Así que quiero ir allí.

—Vayamos —le hizo un gesto para que se pusiera en camino.

Ingrid se puso en camino y él la siguió a su vera.

—¿Dónde entramos primero?

—A la tienda de ropa, pero no puedes mirar lo que coja —hizo una mueca—. No quiero que le digas nada a tu jefe sobre lo que cojo.

—Está bien, aunque seguro que le gusta.

—Ese ya no es mi problema —entró a una tienda con ropa elegante e informal. Seguidamente, él se adentró en el interior también.

—Hola, ¿en qué os puedo ayudar? —les preguntó la dependienta a los dos.

—Hola —saludó Fer.

—Necesito renovarme el armario, ¿me puedes ayudar?

—Si, claro —sonrió—. ¿Qué estilo busca?

—Bueno, yo mientras me siento aquí en esta sillita. Así no molesto —se sentó en una silla en la que podía ver todos los movimientos que hacía Ingrid en la tienda, incluso a la empleada o a alguna compradora compulsivo.

—Ok —dijo dirigiéndose a él—. Ropa de toda clase: Deporte, formal, informal, elegante y bueno ropa íntima y para dormir.

—Sígame, yo le muestro cosas y se lo prueba en el probador.

—Me parece bien —comentó Ingrid.

La dependienta le enseñó cada extremo de la tienda asesorándola también con los zapatos y complementos. Después de hacer una amplia selección, cogieron muchas prendas de ropa de todos los estilos. Un rato después, Ingrid entró al probador y se probó toda la ropa. Eligieron lo que se iba a llevar y lo llevó la dependienta detrás del mostrador.

Ingrid se puso la ropa que llevaba y se acercó al lugar donde se encontraba la empleada.

—Dime lo que vale, me lo llevo todo.

—Le queda genial, hemos tenido mucho gusto en escoger cada cosa —dijo amable.

—Si, muchas gracias por la ayuda —sacó la tarjeta de crédito del bolso y se la dio.

La trabajadora sumó el precio de todas las prendas, las metió en bolsas y le dio el ticket total cuando ya se lo había cobrado con la tarjeta. Acto seguido, le hizo un gesto a Fer para que se levantara, él se acercó y cogió las bolsas.

—Joder, te has llevado media tienda —se empezó a reír.

—No, eso me lo llevaré otro día. Porque pienso volver —miró sonriente a la empleada mientras guardaba la tarjeta.

—Cuando quiera, aquí la esperaré —asintió.

—Gracias, hasta otra —dijo Ingrid guiñándole un ojo.

Ingrid salió junto a Fer de la tienda.

—¿Lo llevamos al coche? —preguntó él—. Lo digo para no subir a la oficina con todo esto y luego bajar.

—No, vamos a ir directamente al otro sitio —se puso en marcha hasta el salón de belleza y él la acompañó.

Entraron y se dirigieron al primer mostrador que vieron para pedir cita.

—Hola —dijo la chica que estaba detrás del mostrador—. ¿Tiene cita previa?

—Hola —la saludó—. No, me gustaría pedir una. ¿Puede ser?

—¡Por supuesto! —miró la agenda—. De hecho, ahora está tranquila la cosa. Tienen hueco, si desea puede pasar ahora.

—Me encantaría —sonrió.

—Acuérdate de la hora —le recordó Fer.

—Y tu acuérdate de que no tengo horarios —le sonrió con mucha cara.

—¿Entonces, quiere pasar? ¿Qué servicio desea?

Fer resopló y las miró.

—Si, me gustaría hablarlo en privado —señaló a Fer—. ¿Puede esperarme aquí?

—Si, aquí mismo.

—Pero antes tengo que ver dónde se va a encontrar ella por seguridad —le guiñó el ojo a Ingrid.

—¿Seguridad? Todo esto tiene la máxima precaución. No debe de preocuparse —le contestó confundida.

—Yo me entiendo, así que las acompaño y cuando haya visto todo vuelvo aquí —quiso asegurarse.

—No es necesario, Fernando Pancho López ah no, el de los huevos colgando —se metió con él.

—Ay qué divertida es la novela de Mi marido tiene más familia —comentó la empleada riéndose y ellos se quedaron mirándola—. Disculpen, acompáñenme.

—Entra entra, que en unas horas te toca noche loca —le devolvió el zas bien dado, sabía que no le iba a hacer nada de gracia.

Los tres entraron al lugar vip, Fer revisó cada rincón y al estar seguro de que no había peligro salió de la sala y se sentó en el sofá de la recepción con las bolsas en mano.

—Dígame qué se quiere hacer —sugirió varias opciones—. Manicura, pedicura, algo en peluquería o maquillaje.

—Lo quiero todo, servicio de depilación láser también.

—Perfecto, voy a avisar a las encargadas y empezamos —dijo mientras las avisaba por un aparatito.

—Puedo pedirle un favor?

—Sí, dígame —asintió.

—¿Puede pedirle a mi amigo una bolsa roja? Me gustaría ponerme otra ropa cuando esté lista.

—Si, ahora mismo voy —fue hacía donde se encontraba el joven, volvió y se la cedió.

Ingrid cogió la bolsa.

—Muchas gracias.

—Póngase cómoda, en nada vienen para empezar con todo —le informó señalando una camilla—. Yo estaré fuera.

La recepcionista salió de la sala y enseguida entró la chica del láser.

—¿Qué desea hacerse? ¿Algo específico o un completo?

—Completo, por favor.

Cuando terminó con la sesión de depilación, vino la maquilladora e hizo que se sentase en el sillón de peluquería. Por un rato estuvo sugiriéndole los maquillajes que le irían hasta que se decidieron por uno y se puso la empleada manos a la obra.

Como una hora más tarde, terminaron la sesión de maquillaje y dieron comienzo a la sesión de manicura y pedicura. Para concluir la visita, la peluquera dio con el peinado (y unas cuantas cosas más) que encajaba con ella a la perfección y la peinó como una diosa.

—Ya está lista —le ofreció a Ingrid un espejo para que se viese por detrás.

—¡Me encanta! Diste en el clavo, es lo que yo quería —dijo orgullosa y feliz—. Muchas gracias por tu trabajo.

Ingrid se levantó después de que le echaran la laca y la peluquera empezó a recoger todo.

—¿Dónde hay un aseo?

—Allí —señaló la asalariada.

—Gracias, hasta otra —se despidió, cogió el bolso y la bolsa. Entró en el servicio, se cambió de ropa, metió lo que llevaba puesto en la bolsa roja y se dirigió como una reina hacía la recepción dónde se encontraban la chica que les había recibido y el propio Fer.

—¡Pero que bella! —gritó la recepcionista.

—Mil gracias bonita, tienes unas compañeras que hacen milagros. Cuando puedas, la cuenta por favor —sacó la tarjeta y se la cedió sonriente.

Fer al escuchar el alboroto alzó la vista y se quedó boquiabierto cuando vio a Ingrid. Se levantó de la impresión, se acercó y le quitó la bolsa.

—Ahora mismo —dijo orgullosa mientras le cobraba y le devolvía—.. Mire si está preciosa que hasta el joven se quedó sin palabras. No dice ni mu.

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