Capítulo 39: ¿Me sirves una taza de café?
El sol entraba por la ventana, los dos jóvenes estaban tumbados en su respectivo lugar. Ingrid abrió poco a poco los ojos y se puso boca arriba con cuidado. Se frotó los ojos y miró a Gorka, de repente le entraron unas ganas terribles de ir a por un vaso de agua fría o hirviendo para lanzarselo sobre encima pero, prefería aprovechar el momento ahora que estaba dormido.
Ingrid se fue levantando poco a poco, miró que las alarmas de la casa no estuviesen activadas y decidió irse al baño para darse una ducha. Cogió ropa limpia y se adentró en el interior, después cerró con pestillo la puerta.
"Tengo una tarjeta de crédito para mí sola, ¿porqué no iba a poner en práctica mi plan? Así esta sabandija se tragará sus palabras. Yo puedo, yo quiero y yo lo consigo", pensó.
Poco a poco se quitó la ropa y se metió en la ducha durante un rato. Cogió el gel de ducha y se untó de arriba a abajo para así oler a rosas. A pesar de todo, tenía que buscar un momento para ella y así reflexionar en los próximos movimientos que tenía en mente. Al rato, se lavó el pelo bien, se enjuagó y salió de la ducha rodeada de una toalla. Se puso en frente del espejo y se miró fijamente mientras se acariciaba el rostro y cada zona significativa de su cuerpo.Por consiguiente, se echó crema corporal, se peinó y se vistió. Un minuto después, salió del cuarto de baño y de su habitación, se dirigió al cuarto de la ropa sucia, al depositar su ropa en el lavadero fue directa a la cocina.
Cuando ya estaba dentro de la cocina, encendió el gas y preparó una mini jarrita de café bien cargado. Mientras eso se hacía, se preparó un plato con fruta junto a un tenedor y lo puso sobre la mesa. Tras terminar de prepararse el café, apagó el fuego, se sirvió una buena taza y se sentó.
Empezó a degustar su desayuno justo en el momento en el que Gorka entró con cara de sueño, se sentó al lado de ella y miró lo que había sobre la mesa.
—Buenos días —la saludó Gorka aún con el pijama puesto.
—Buenos días —seguía comiendo sin ofrecerle ni un pedacito.
—Qué rico —dijo mientras cogía un trozo de fruta del plato de Ingrid y se lo echaba en la boca.
— ¿El qué? —lo miró descaradamente y se acercó el plato más a ella—. ¿No te han enseñado que no se toca en un plato ajeno? Ay no —se rascó la mejilla—. Olvidé que no sabes pedir permiso.
—Me refería a ti tonta, la que está rica eres tu —abrió más los ojos—, pero lastima que tu no me quites el hambre en ese sentido. ¿Lo normal es que me alimente bien, no?
—Si, pero sin tocar mi desayuno —dijo firmemente.
—Perdone usted señorita —puso las manos sobre la mesa—. ¿Dónde está mi café? —miró alrededor y depositó la vista en la cafetera.
—Ni idea, sin hacer supongo —terminó de comerse la fruta y se bebió su taza de café.
—¿Cómo? —reaccionó él incrédulo.
—¿Qué pasa? —le preguntó ella.
—¿Y mi desayuno? —volvió a insistir a ver si le servía algo.
—Sin preparar también.
—¿Me estás tomando el pelo? —intentó averiguar sus intenciones.
—No.
—Pero si allí hay más café —señaló la cafetera—, solo tienes que ponerme una taza y hacerme una tostada.
—No soy tu sirvienta, rey —lo acechó—. Si tu quieres desayunar, es fácil. Preparatelo.
—Oye, más de un día te lo he preparado yo y no te has quejado. Si ahora empiezas a hacerme el desayuno de vez en cuando, no te vas a atrofiar —se lo echó en cara.
—Nadie te lo pidió, así que no me lo eches en cara —se defendió.
—Ponme café porfa, solo te pido eso.
—He dicho que no —se mantuvo firme.
—¿Entonces para quién es todo ese café? —se mostró curioso.
—Para mí, además no exageres —negó con la cabeza—. Tampoco hay tanto.
Gorka resopló mientras Ingrid recogía lo que ella ensució, lo fregó y lo colocó.
—Bueno, pero para una taza más si hay.
—No seas pesado, anda —cogió otra taza y depositó dentro el contenido restante del líquido que había en la cafetera. Se acercó a la mesa y se lo sirvió con dos cucharaditas de azúcar.
—Gracias, ¿y la tostada? —le recordó.
—Eso ya si lo quieres te lo haces tu, por hoy ya te he servido bastante —le aclaró mientras le acercaba un cruasán de chocolate de una bolsa que había en un extremo—. Confórmate con esto.
—Gracias —no insistió más y empezó a comerse su desayuno.
—¿Qué haremos hoy?
—Iremos a la Passione Prohibita en un rato, haré una cosilla y ya lo que tu quieras, aunque no olvido que tenemos algunas cosas pendientes —expuso mientras se acababa el desayuno.
—¿Iremos? ¿Yo también estoy incluida? —se interesó ella con ganas de empezar con su plan.
—Claro —asintió—. A lo mejor está tu oficina ya preparada, ¿no tienes ganas de verla?
—Supongo —respondió.
—Espero que lo hayan puesto todo a tu gusto —se levantó, fregó lo suyo y lo colocó.
—A ver, por cierto..
Gorka se giró y la miró.
—¿Te va a llevar mucho rato estar allí? —le preguntó.
—Pues no sé, como una hora más o menos. ¿Porqué? —se volvió a sentar en la silla.
—Pues, es que.. vi una tienda que me gustó mucho de juguetes. Bueno, más bien de niños —hizo una pausa—, y me gustaría entrar a ver que hay —se excusó, aunque no fuese en verdad esa la intención.
—¿Quieres estrenar ya la tarjeta, eh pillina? —sonrió.
—¿Puedo?
—Si, pero no irás sola —comentó.
—Pero si tu no puedes muchacho, ¿con quién quieres que vaya? —le interrogó ella—. Además, voy a ir justo al lado de la oficina, no me voy a ir más lejos.
—Irá mi guardaespaldas, no me fío de ti del todo —aclaró—. No me importa que me dejes sin dinero, lo que no quiero es que te escapes de mí.
—No lo haré —dijo con desgana—, confía en mí una sola vez.
—Por el momento no, ya cuando te active el localizador en el móvil..pues quizás.
—¿Localizador en el móvil? Joder, que no soy una delincuente —se quejó.
—Yo sé lo que digo, así que podrás ir dónde quieras pero con alguien de mi confianza —la miró a los ojos—, y si no quieres aceptarlo pues bueno. Harás un tour por nuestra empresa y te aburrirás como una ostra.
—Ok, acepto —aceptó la propuesta—. Pero igualmente, otro día tendré que hacer el tour por la empresa. ¿Vale?
—Me parece bien —se volvió a levantar de la silla—. Voy a ducharme, ¿te tienes que duchar tu primero o lo haces en otra ducha?
—Ya lo hice mientras dormías, pero igualmente iré a vestirme.
—Vale, pues voy yo a prepararme y cuando estemos listos pues nos vamos hacía allí.
Gorka abrió de una caja fuerte que tenía en la cocina y sacó un juego de llaves, lo puso sobre la mesa y volvió a cerrarla. La puso al alcance de ella y se quedó atento a su reacción.
—¿Y eso? ¿De qué son estas llaves? —abrió los ojos al ver tanta llave junta.
—Del orfanato, de nuestra casa, de la passione prohibita incluido tu despacho, del coche y alguna más que hay —le explicó—. Ya cumplí mi palabra de la primera, así que ya puedes estar contenta.
—Qué sorpresa —cogió el juego de llaves—, lo guardaré con el resto.
—Guárdalas bien, bueno yo voy al lío.
Gorka salió de la cocina, cogió lo que le hacía falta y se metió en la ducha. Por otro lado, Ingrid se quedó un segundo mirando todas las llaves junto a los letreritos.
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