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Capítulo 37: Planes.

Los niños terminaron de merendar, se limpiaron las manos y miraron a sus padres adoptivos.

—¿No merendais papis? —preguntó la niña de sus ojos.

Gorka e Ingrid se miraron y enseguida dirigieron la mirada a la pequeña.

—Si, ahora vamos.

Gorka cogió un sándwich y se lo cedió a Ingrid. Esta lo cogió y empezó a comérselo.

—Gracias —le dijo educadamente.

—De nada —cogió el suyo y empezó a comérselo.

—Bueno, ¿y qué planes tenéis para hoy? —le preguntó Ingrid a los pequeños.

—No sé.. —dijo dubitativo el renacuajo.

—Yo tampoco, lo que hiciesen los otros niños pero.. ahora no queremos ir con ellos.

—¿Porqué? —les cuestionó Gorka.

—Porque queremos estar un rato con vosotros. Al menos hasta que os vayáis.. —miró a ambos Vera.

—Y si os decimos.. ¿qué queremos pasar el resto de la tarde con vosotros? —les planteó Gorka como si ya fuese una decisión tomada—. Podemos ir al cine o a algún sitio que queráis.

—Wiii, ¿ por qué no nos quedamos aquí en el cuarto y jugamos a algo? —preguntó Naím.

—Yo me adapto a lo que vosotros digáis —participó Ingrid.

—Yo también, ¿tenéis algún juego? —miró a la niña Ingrid—. ¿Tu qué opinas, quieres?

—Si quiero, tenemos varios puzzles y el de Bob Sponja —se bajó de la cama, cogió los juegos y los puso en la cama.

—Éstos son.

—¿De qué va el de Bob Sponja? —preguntó curioso Gorka.

—Pues aún no lo sé, no lo estrenamos nosotros —confesó Noa.

Gorka y Ingrid se rieron al no esperarse esa respuesta. Gorka, se percató de la risa de Ingrid y la miró. Sin embargo ella al ver que se había dado cuenta dejó de reírse y evitó mantenerle la mirada.

Hasta evitándome la condenada es bonita, pensó Gorka.

—Vaya eso no nos lo esperábamos —dijo el "patriarca" mientras se terminaba la merienda.

—Yo tampoco —añadió Ingrid—. Creía que habíais jugado ya.

—Es nuevo, jugaron ellos primero por eso no le hacíamos caso —esclareció Naím.

—Guay peque.

Ingrid terminó la merienda y recogió los desperdicios de Gorka también. En ese instante volvió a entrar Conso.

—¿Estaba todo rico? ¿Merendaron bien mis amores? —preguntó la empleada cariñosamente.

Asintieron los cuatro esbozando una amplia sonrisa.

—Muchas gracias, de verdad —volvió a agradecerle Ingrid mientras Conso cogía la bandeja con todo.

—Tengo algo que deciros —los preparó Conso.

—¿El qué? —Gorka la miró a los ojos.

—¿Qué planes tenéis para esta noche? —preguntó Consolación.

—Pues íbamos a salir a cenar con ellos, si se puede —propuso Ingrid.

—Buen plan, lo decía por si queríais cenar aquí con ellos —insinuó.

—A mi me da igual —contestó Gorka—, lo que diga mi niña.

Las miradas de las tres personitas se dirigieron hacia Ingrid.

—¿Tu qué dices? ¿Prefieres salir fuera a cenar? —interrogó Conso a Ingrid de nuevo.

—Pues me da igual también, lo que decidan los niños —se quedó pensativa—. Además, tendremos más ocasiones disponibles para salir con ellos, así que si quieren aquí no habrá problema.

—¿Queréis salir o cenar aquí niños? —les preguntó Gorka.

—Aquí —contestaron los dos simultáneamente.

—Okey, pues otro día damos una vuelta e incluso te puedes venir con nosotros Conso —sugirió Gorka.

—Eso sí, aceptamos con una condición —miró a Conso—. No vamos a quedarnos aquí sin hacer nada para que nos lo deis todo hecho, así que yo me ofrezco a ayudaros en la cocina.

—No hace falta, de verdad —intentó convencerla—, vosotros sois nuestros invitados. No hace falta que lo aclare una vez más —señaló a Gorka—. Además, él es el dueño de todo y tu también, ya bastante hacéis.

—Si no aceptas, no nos quedaremos —dijo firme y concisa—, me gustaría ayudaros y así conozco más el ambiente.

—Ingrid lleva razón, lo mínimo es que aportemos con algo aparte del dinero —apoyó la idea de su futura parienta.

—Está bien mis generales —esbozó una sonrisa e hizo el gesto típico que realizan los generales ante sus superiores.

—Exagerada —se rio Gorka.

—Bueno, pues cuando se acerque la hora de la cena te busco Ingrid.

—Te estaré esperando, ¿eh? —la provocó Ingrid—. Al contrario, con la ayuda de mis dos espías te buscaré por todos los lados.

—Y dale con dos —tosió—, tres nena —le echó una mirada asesina a Ingrid—. Yo también formo parte del combo.

—No será del de antes —se carcajeó y los presentes se quedaron sin entender ni papa.

—Ay, calla no me lo recuerdes —se acarició el bolsillo—, aún me duele.

Ingrid se mofó de él.

—Cuanto secretito teneis vosotros dos, ¿eh? —se metió en la conversación Conso.

—Alguno que otro, si —le sacó la lengua—, no te lo vamos a negar.

—Ya me contareis en otra ocasión —miró a la puerta—. Lo dicho, me las piro vampiro.

—¡Vampiro! —hicieron el gesto de volar los niños de forma divertida.

—Hasta luego —sonrió Ingrid.

Conso salió y los tres se miraron.

—¿Qué hacemos? ¿Jugamos a los otros juegos? —se interesó la niña.

—Pues, yo propongo algo mejor —recomendó Gorkita.

—Te escuchamos —dijo Ingrid.

—Puesto que somos vampiritos —se levantó lentamente de la cama y se abalanzó sobre Ingrid quedando uno encima del otro—. ¡Toca bocaditos y guerra de cosquillas a mamá! ¡Venir los dos!

Ingrid se quedó perpleja, cuando quiso hacer fuerza en contra él no pudo porque ya tenía a los niños encima también. Gorka aprovechó la ocasión y le dio un bocado en el cuello mientras a la vez los tres monstruitos le hacían cosquillas.

Me las vas a pagar, pensó ella.

—Ay ya, soltarme —dijo muerta de la risa—. Yo no soy una vampirita, vosotros sí —los señaló.

—Eres mamá vampirita —siguió el niño haciéndola reír.

—¡Nuestra mamá vampirita!

—Oye, como me lie a daros bocados yo también —empezó a hacerle cosquillas a los niños—. ¡Os vais a cagar! —los amenazó de broma.

—¡Ay qué peste! —se tapó Gorka la nariz—, qué mal huele —bromeó.

—¡Tonto! —le propinó un codazo sin darle a los niños—. Quita de encima, besugo que ahora me voy a vengar yo.

Gorka se desternilló y con cuidado de no hacerles daños, se puso a un lado. Los niños hicieron lo mismo y es cuando Ingrid se puso encima de los pequeñajos para hacerles cosquillas.

El afectado mayor los vio como si fueran una familia y se puso sobre Ingrid para hacerla rabiar entre risas.

—Qué agustito caí, que buen colchón —sonrió de manera malvada.

—¡Pero bueno! Que te crees tu que soy yo —sin parar de hacerles cosquillas.

—¿Mi colchón personal? —le acarició la nuca con el aliento.

—En tus sueños —sacó las garras Ingrid.


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