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Capítulo 36: Una merienda con explicaciones.

Ya en el interior del cuarto, Ingrid y Gorka se quedaron mirando cada detalle de la habitación que tenían los niños. Era como un mini palacio de millonarios y por lo que se veía, solo tenían dos camas.

—Ya hemos llegado —anunció Gorka.

—Y sin perdernos —sonrió Ingrid.

Los niños aplaudieron entusiasmados al ver que sus padres estaban viendo el espacio donde pasaban muchas horas.

—¿A qué es grande y bonito? —los interrogó la niña.

—Muy bonito —señaló Ingrid.

—Aquí podemos jugar, estudiar y hacer todo lo que queramos sin que nadie nos moleste —comentó el niño.

—¿Así? —reaccionó Gorka—. Por lo que veo, solo hay dos camas —depositó la vista en Ingrid—, creía que compartíais cuarto con otros compañeritos.

—No, papá —negó con la cabeza Naím—, aquí estuvimos desde que nos trajiste. No dormimos nunca con otros niños salvo que vayamos a algún campamento.

Gorka bajó al pequeño de sus brazos e Ingrid hizo lo mismo.

—Me gusta mucho eso —sonrió levemente—. Mi principe y mi princesa no se merecían menos.

Los cuatro se sentaron en la cama a petición de los enanos.

—¿Cuándo viviréis con nosotros? —preguntó Vera.

Gorka miró a Ingrid a los ojos y los niños se dieron cuenta de ello. Les dieron un codazo a cada uno.

—Eo, ¿porqué no decís nada? —se interesó el niño.

—Esto.. es que es complicado —comentó Ingrid.

Gorka asintió ante las palabras de ella.

—Queremos que vengáis aquí, porfa —estiró Vera de su jersey para llamar la atención.

—No podemos vivir aquí mi niña.

Noa y Naím cambiaron su rostro completamente.

—¿Porqué? —los niños volvieron a reaccionar entristecidos.

—Porque esto es un sitio solo para niños y dónde os cuidan. Prometo que vendremos todas las veces que podamos, ¿vale? —intentó conformarlos Ingrid.

—¿Y porqué no nos lleváis con vosotros a casa? —volvió a insistir el niño.

—Porfis —juntó la niña las manos para pedirlo con un por favor.

—Ahora estamos pasando por una época complicada y no nos podemos encargar de vosotros tanto como nos gustaría —hizo una pausa—. Pero, cuando mamá se haya hecho con el manejo de todo y estemos los dos bien asentados. Intentaremos que os vengáis con nosotros.

—Eso es, tenéis que hacerle caso a papá —intentó que lo entendieran—. Para mí muchas cosas son nuevas en esta nueva vida que nos espera, cuando ya lo tengamos todo en orden vendremos a por vosotros.

—Recordad lo que os dije, el proceso es bastante largo y complicado.

—El proceso de adopción —recordó Vera.

—¡Claro! Primero tenemos que poner en marcha unos asuntos legales para que seáis nuestros hijos ante la ley y luego ya el resto —les explicó Gorka.

—Lo que dice papá es cierto. Además.. —dejó la frase sin concluir.

Los niños la miraron expectantes.

—Supongo que querréis una habitación bien bonita para estar, ¿verdad? Para acomodarlo todo también necesitamos más tiempo —espetó Ingrid.

—¿Veis? Esa es otra de las razones. Cuando vayáis a casa ya tendréis dos cuartos bien chulos, uno para cada uno por supuesto pero eso no se hace de la noche a la mañana —esclareció Gorka.

Vera y Naím se miraron poco conformes pero lo aceptaron.

—Está bien —rechistó el niño—. Ojalá sea pronto.

—¿Os han comprado ropita nueva o necesitáis algo? Pedirnoslo sinvergüenza, ¿eh? Que para eso estamos —evitó el anterior tema Ingrid.

—Si, papá les dio dinero y nos compraron muchas cosas. Juguetes, ropa y cosas para el aseo personal —aclaró.

—Estupendo, aún así un día nos iremos los tres de compras. Lo prometo —hizo el gesto para respaldar bien su comentario.

—¿Cómo que los tres? ¿Y yo qué? ¿Acaso estoy aquí pintado? —refunfuñó Gorka.

—Tu con que nos dejes la cartera vamos bien —dijo Ingrid.

—¿Papá podrá venir? —preguntó el niño.

—Eso, queremos que también venga él.

—Bueno entonces iremos los cuatro —dijo con segundas.

—¡¡Bien!! Ha aceptado —hizo un gesto típico de victoria Gorka.

—Los niños, yo y tu cartera —se rió en su cara.

—Ni lo sueñes, y se dice: los niños, la cartera y yo analfabeta —se burló él.

Noa y Giovanni se rieron también.

—Venga va, tu tambien puedes venir —aceptó Ingrid—. Y analfabeta tu vecina, alcornoque —se defendió.

—Oi, oi como se pone la mami. ¿Tiene carácter eh? —les dijo a los niños—. Por cierto, ¿no tenías que darles algo?

—Si, de hecho ahora mismo lo pensaba hacer —metió la mano en su bolso y empezó a rebuscar.

—¿Qué es? —preguntó curioso el niño.

—Ahora lo verás —dijo Gorka para que no se pusieran nerviosos.

Ingrid sacó las dos piruletas del bolso y después lo cerró.

—Una para tí —se la dió a Naím—. Y otra, para tí —se la acercó a la pequeña.

—Qué rica, ¿puedo comérmela mamí? Es la hora de la merienda —pidió el niño.

—Mi favorita, gracias mamá —sonrió Vera mientras le quitaba el envoltorio.

—Eh, ¿qué se dice nene? —le dio un codazo a Naím.

—Ay, gracias mami.

—De nada pequeñajos, y si os la podeis comer pero solo por la hora que es. No os acostumbreis a comer estas cosas con la hora de la cena cerquita —propuso ella.

—Asi me gusta enano —le susurró al pequeño orgulloso de su comportamiento.

Los niños asintieron, se comieron la piruleta y tiraron a la basura el envoltorio. Antes de volverse a sentar Conso entró con una bandeja con cuatro sándwiches de jamón y queso, más una un vaso de zumo para los cuatro.

—¡A merendar se ha dicho! —puso en la mesita la merienda y miró a los futuros padres—. ¿Necesitáis algo más? Os he traído un tentempié también a vosotros. Si queréis otra cosa solo tenéis que pedirmelo —sonrió—. Estáis en vuestra casa.

—Muchas gracias por el detalle Conso, no tenías porque haberte molestado —agradeció Gorka.

Los niños fueron al baño a lavarse las manos y volvieron. Sin esperar a nadie empezaron a merendar.

—Gracias de verdad. Por mí así está bien, si Ingrid necesita algo pues ya te lo pediremos —afirmó también—. Con la forma como nos cuidas así jamás querremos irnos de aquí.

—Ay hijo, si por mi fuera sabes que no te irias —manifestó Conso.

Gorka la acercó a él y la abrazó.

—Que aproveche bonitos —dijo Conso a todos.

—Gracias —agradeció Ingrid—. ¿Por qué no meriendas con nosotros?

—Ya merendé en la cocina, voy a seguir con mis cosas. En un ratito vuelvo —les sirvió lo que faltaba y salió.

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