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Capítulo 30: Razones.

Gorka se puso delante del jefe del establecimiento plantándole cara.

—Y si lo amenazo, ¿qué? Además, más le vale no meterse conmigo porque lo que digo lo cumplo —le advirtió.

—No le tengo miedo a un desvergonzado como tú, seguro vas de mafioso y no llegas ni a una mierda —gritó malhumorado—. Y trate mejor a su esposa.

—¿Desvergonzado? Pero tu te has visto vegestorio.. —levantó el puño con intención de pegarle pero captó la mirada asesina de Ingrid, y no lo hizo—. Métete en tus asuntos mejor ah, y lo mejor será que te preocupes por la plantilla que tiene. Deja mucho de desear.

—¡Fuera de aquí!

Todos los clientes miraban la escena pasmados y atemorizados. Ingrid se puso en medio de los dos, le cogió la mano a Gorka y salieron de ahí.

—No me lo puedo creer —dijo avergonzada Ingrid.

—¿Pero tu te has visto como se ha puesto el imbécil ese?

—¿Y has visto cómo te has puesto tu por nada?

—¿Por nada, enserio? Si me he puesto así es por ti. Y ya lo del anciano mierdoso ese lo que me faltaba —resopló Gorka.

—Pero no te puedes comportar así, ¡joder! Habéis dado un escándalo en toda regla. Jamás he sentido tanta vergüenza.. —le soltó la mano.

—Es que no lo puedo evitar y menos si tu estas por medio.

—Entonces, cada vez que salgamos va a ser así, ¿no? Porque para eso no salgo de la cárcel donde me tienes —dijo agitada.

—No —dijo cortante.

—Pues ya me has demostrado cómo te comportas.

—Yo no me comporto así salvo que me toquen las narices, y te lo digo yo que hoy me han tocado los huevos pero a dos manos —se defendió.

—Vaya, con eso me acabas de dejar claro que como me miren los hombres, vas a buscarles follón. ¡¡Qué vida me espera!! —le gritó.

—Si te estaba comiendo con la mirada, fijo que hasta el tanga te había quitado ya con los ojos de desesperado que tenía. Y eso, solo lo puedo hacer yo.

—Si miran no es tu problema, es el mío. Es mi cuerpo no el tuyo —reaccionó ella.

—Paso de repetirte lo que es mío o no, cuando ya eres mayorcita y te lo tenías que saber al dedillo.

Gorka la cogió del brazo y la llevó al coche, se subieron y empezó a conducir.

—Esto es insoportable. Te lo juro.. —susurró decaída.

—¿Para ti nada mas? Para mi todo esto tampoco es fácil. Yo ya no sé que hacer para ganarme tu aprecio. Según tu todo lo hago mal.

—Y es que todo lo haces mal, no se puede tener un poco de tranquilidad ni en un bar. No puedo más.. —lo miró de reojo.

—Solo intento poner de mi parte. ¿Sabes porqué soy así contigo? Porque me importas, mucho —explicó más tranquilo.

—¿Importar? A la gente que te importa, no se le avergüenza. Es imposible que yo te importe, a alguien que aprecias no se le trata de la manera en la que tu lo haces conmigo —le echó en cara.

—Pues aunque no lo creas, si me importas Ingrid. Y si te trato así es porque tu tampoco eres agradable conmigo —hizo una pausa—. De hecho..

Ingrid lo miró mientras él conducía.

—¿Qué?

—Solo has sido amable conmigo una vez —le recordó—, en todo el tiempo en el que nos conocemos.

—¿Cuándo? Nunca he sido así contigo. Ahora de que estás hablando chaval..

—Creía que todo iba a cambiar pero, veo que no —pisó mas a fondo el acelerador.

—¿Porqué?

—Antes me defendiste, me trataste con amor por primera vez. Nunca antes lo habías echo. ¿Y sabes? Pagaría todo el oro del mundo por verte de la forma en la que te vi antes. Todo sería muy distinto —se acarició la barbilla.

—Estaba actuando, ni muerta hubiese sido así contigo en otras circunstancias —comentó ella.

—Qué buena actriz eres tu también —suspiró.

—Gracias a ti..Ni pagándome eso, me verás así a solas.

—¿Tanto te cuesta? —la miró él a través del espejo retrovisor.

—Si, no puedo ser de otra manera contigo, lo siento —se disculpó de una manera muy falsa.

—Te lo voy a decir claro, yo estoy dispuesto a cambiar todo de mí si tan solo supiera que tengo oportunidad contigo.

—No quiero que cambies, además nunca lo vas a hacer —miró por la ventanilla.

—Perdoname por lo de antes, te lo estoy diciendo ahora con el corazón en la mano o como se diga.

—Con tal de no oírte más, acepto todas las disculpas —dijo cansada.

—Si actué así es porque me muero de celos, no sé si te has dado cuenta.

—Pues si eso son celos, vaya celos más enfermizos que tienes —le comunicó—. Yo lo traduciría más bien con otra palabra.

Gorka se giró hacía una calle que comunicaba con un bar de autoservicio tipo McDonals, se puso en la fila de los coches que estaban esperando.

—¿Qué palabra? —le preguntó.

—Obsesión.

—No estoy obsesionado contigo, Ingrid. Ni lo he estado ni lo estaré. ¿Nunca has sentido celos por alguien que te importa? Porque si dices que no, no me lo creo —expresó.

—Si los he sentido, pero no me he puesto como tú —respondió mientras miraba la zona dónde habían parado—. ¿Qué hacemos aquí?

—Pues sean como sea son celos. Unos los expresan de una forma o de otra, pero al fin y al cabo son lo mismo —avanzó unos centímetros cuando el coche de delante se movió—. Pediremos algo de comer, como te avergüenzo tanto.. no quiero que te sientas así otra vez.

—Si tu lo dices.. —no dijo nada del segundo tema.

—¿Qué te apetece comer? Hay bocadillos, hamburguesas y pizzas para llevar —le comentó.

—No tengo hambre, no quiero comer nada.

—Por favor, pide lo que quieras —dijo educadamente.

—Te he dicho que no quiero..

—Ingrid, no te voy a dejar sin probar bocado hasta la noche. Te lo estoy pidiendo bien, pon de tu parte —espetó él.

—¿Para qué? Si igualmente pides todo por mí. Hasta el postre ese.. ¿Qué era? Tarta de frambuesas o yo que sé. Ni siquiera sabes si me gusta.

—¿Ves? Si me dijeras lo que te gusta, sería todo más sencillo. Así que, por favor. Elige lo que quieras y lo pedimos —bajó la ventanilla y cogió de un estandarte dos hojas de publicidad. Una se la quedó él y otra se la ofreció a ella.

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