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Capítulo 29: Ojalá fuese verdad.

Ingrid se levantó de la silla con intención de pegarle, pero por suerte Gorka fue más rápido que ella y la sujetó sin hacerle daño. Estos quedaron uno enfrente del otro.

—Repite lo que has dicho si tienes valor, no me va a importar gritarte delante de todos tus cuatro verdades —lo miró furiosa Ingrid.

—¿Me estás retando?

—Que lo digas, ¡ahora! —se le escapó un chillido que provocó que todos los presentes se girasen para mirarlos, incluidos los empleados y clientes.

—¡Cállate ya! ¡No pienso decir nada aquí! —gritó él también.

El camarero vino con la bandeja y sirvió para calmar las aguas, pero de poco le sirvió.

—Aquí tienen su comida, que aproveche —mencionó y miró a Ingrid.

Gorka se dio cuenta y se encaró con él.

—¿Se puede saber tú qué miras?

—¿A tu mujer? —le provocó el empleado.

—Con que esas tenemos, ¿no?

El trabajador lo ignoró y la volvió a mirar.

—¿Señorita, está bien? Si me lo pide, llamo a la policía para que detengan a tu querido "esposo" —dijo con ironía—. No permitas que te ponga una mano encima, y menos estando delante mía.

—No, no tranquilo. Estoy bien él no me hecho nada —dijo para tranquilizarlo—. Sólo tuvo un día malo en el trabajo y lo paga con todo el mundo. —mintió para calmar la situación.

—Pero señorita.. hazme caso. Si quieres lo denuncio yo por ti, no te puede tratar así delante de la gente —insistió el empleado.

—De verdad, no —miró a Gorka avergonzada—. Se le va a pasar, te lo aseguro. Llevamos muchos años juntos y sé como es. No sería capaz de ponerme una mano encima —defendió a Gorka a pesar de que volvió a mentir por él.

Gorka la cogió de la mano con delicadeza acortando distancias con ella.

"¿Ha mentido por mí? ¿Está siendo sincera o lo único que quiere es burlarse de mí? Juro y rejuro que no la entiendo pero, me encanta cuando se pone así de calmada y sabiendo que decir en el momento oportuno. Esta chica cada vez me sorprende más.." —pensó.

—Tu no eres nadie para meterte en nuestra vida, empleaducho de pacotilla —se defendió—. Cariño, perdóname. No quise hablarte así, eres lo que más quiero —dirigió la vista a Ingrid y le acarició el mentón.

Ingrid intentó interpretar su papel lo mejor que pudo pero, ¡todo era tan surrealista!

"Señor, dame fuerzas para continuar en este plan. No puedo ser débil, pero en estos casos tengo que hacerlo por el bien de todo. Aunque me repugne comportarme como su mujer..", el subconsciente de Ingrid la delató.

—Ya amor, te perdono. Vamos a comer, por favor —lo miró a los ojos.

Gorka al escuchar esas palabras se convirtió en un auténtico flan, era tan bonito escuchar esas cosas de ella. A pesar de todo, seguía soñando que todo esto se hiciese realidad algún día.

—Gracias cielo, está bien. Sino quieres aquí siempre nos podemos ir a otro lugar —le besó la comisura.

—Si, porfavor. ¿Nos lo llevamos a casa? —le preguntó Ingrid.

—Lo que tu digas.

En ese momento se acercó el empleado con el jefe del bar.

—¿Qué ha pasado aquí? Por Favor, coman tranquilos. Aquí no ha pasado nada —dijo para tranquilizar a los clientes y que pudiesen comer en paz—. Y vosotros dos, si no queréis que llame a la policia, será mejor que salgáis de mi negocio.

Ingrid y Gorka miraron al señor peliblanco.

—¿Lo está diciendo en serio? ¿Nos está echando? —le preguntó Gorka calmado.

—En efecto, no voy a permitir estos escándalos en mi negocio —dijo firme.

—Dale las gracias a tu empleado, todo se desató gracias a él.

—¡Eso es mentira! —se pronunció el empleado.

—No lo es, y lo sabes —se enfurruñó en sus trece.

—Amor, vámonos. No pasa nada —le apretó la mano y estiró de él.

—Calmaros, por favor —dijo bajito el jefe—. Que alguien me explique lo que pasó.

—El señor le estaba gritando a su mujer y fue a pegarle —mintió para perjudicarlo.

—¿Qué dices subnormal? ¡Yo no fui a pegarle, y menos a mi mujer!

La atención de todos recayó hacía ellos.

—¡Es un maltratador! Si la trata así aquí, como la tratará en casa. Señorita, porfavor. ¡Hable!

Ingrid estiró de nuevo de Gorka.

—No lo es. ¡Basta ya!

—Si eres tan gallito para decir eso de mi, sin conocerme. ¿Por qué no le cuentas a tu jefe que coqueteaste con mi mujer y encima le ofreciste tu número de teléfono? Si te pones en esas, ahora mismo enseño la prueba —le provocó.

—¿Hiciste eso? —le preguntó el superior a su trabajador—. Pídele disculpas ahora mismo.

—Si que lo hice, pero tampoco hice nada malo...

—Pideles disculpas, contigo voy a tener que hablar seriamente.

Varios empleados se acercaron para intentar ayudar pero volvieron a sus puestos por orden del jefe.

—No lo haré, y menos a ese....

Ingrid notó como se empezaba acalorar Gorka.

—Señores, disculpen las molestias y si desean pueden sentarse a comer —les ofreció el dueño—. Todo corre a nuestra cuenta —dijo—. Y tú, a cocinas —le dijo al empleado que se fue refunfuñando al sitio al que lo dirigió.

—Gracias pero no es necesario —dijo Ingrid.

—Gracias por la invitación pero...... —Gorka se quedó en silencio—. ¿Sabe que le digo? Métase por el ano toda su comida porque no pienso volver más a este lugar de mala muerte. Da gracias que no le cerraré el negocio.

—¿Pero qué se cree usted? Encima amenazándome en mi zona de trabajo. ¡Seguridad!

Gorka soltó a Ingrid de la mano y le tiró al suelo todo lo que había sobre la mesa, provocando que hasta el mueble cayese al suelo provocando un gran estruendo.

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