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Capítulo 25: ¡No me voy a operar!

Gorka se sirvió otra copa a la misma vez que ella le ordenó que le sirviese otra. De otro trago largo, ambos se bebieron a la vez el líquido que contenía la copa.

—Volviendo a lo de antes... —hizo una mueca Gorka.

—¿Qué? —lo miró con incredulidad.

—No me molestaría que te operaras los pechos.

Sonrió Gorka con ganas de ver su reacción, ella enarcó una ceja y apretó la copa con fuerza.

—¿Perdón? —reaccionó ella.

—Claro, ¿no dijiste que esa tenía los pechos operados? Los de ella no me interesan, pero los tuyos si —le sacó la lengua.

Ingrid se sirvió nuevamente otra copa y se la bebió de un sorbo.

—Me da igual lo que te interese.

—Eso no es nada nuevo, pero fíjate que a mí si me interesa el tamaño de tus senos —bromeó.

—Primero, mis senos no están operados. ¿Sabes? Son naturales y a ti no te incumbe eso —comentó indignada.

—Claro que me incumbe señorita, puesto que muy pronto vas a ser mi mujer —la desafió—. Si yo quiero que tengas los melones grandes los tendrás, total yo te lo pienso pagar.

—¿Eres idiota o no has entendido? Sobre mi persona tu no mandas. Si yo digo que no me opero, es que no me opero —alzó levemente el tono de voz.

—Shh, baja el volumen —le ordenó—. Ah, y deja de beber ya que no quiero que el primer día te vean borracha.

Gorka le arrebató la copa, cogió la suya y lo guardó junto en un mueble bar.

—Te juro que como me levante te cruzo la cara...... —dejó caer ella en el aire.

—Inténtalo, o mucho mejor. Saca la pistola y apúntame, la que irá a la cárcel serás tu. No creo que quieras quedar mal delante de toda mi gente, tienes las de perder —le recordó.

—Tus putas, dirás. A estas alturas me da igual lo que piense la gente de mí, y no, no te daré el gusto de matarte.

—"Al menos tan pronto", pensó ella.

—Me encanta cuando te pones celosa —se mordió el labio.

Ingrid le clavó los ojos encima de los de él.

—Puedo demostrarte lo celosa que estoy cuando quieras —lo desafió.

—¿Así? ¿Cómo?

—Cuando encuentre a un hombre de verdad y me acueste con él delante de tus narices —le lanzó una provocación directa.

—Mejor me voy a callar.. —empezó a enfadarse de nuevo mientras apretaba los nudillos de las manos.

—Sí, mejor. Aunque tu no te verás bonito como dice el dicho, sino bien horrible —se acarició el pelo—. Ah y otra cosa.. sobre mis pechos o cualquier parte de mi cuerpo. No se habla.

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