Capítulo 13: Maldiciones, impotencia y rabia.
Ingrid
Mis lágrimas empezaron a bañar mi rostro desbocando toda la rabía que estaba sintiendo. ¿Porqué tengo yo que vivir con este miserable? ¿Qué he hecho para merecerme esto? ¿En qué momento mi vida cambió tanto?
Me puse boca abajo llorando desconsoladamente y mordí la almohada para que no me escuchara llorar. Nunca voy a darle el gusto de que me escuche.
Tengo que ser fuerte y sacar el valor por ellos. Ellos son mi vida y si algo les pasa por mi culpa jamás me lo perdonaré. Aunque tenga que venderle mi alma al diablo los voy a proteger.
Ellos me aman y estoy segura de que harían esto y mucho más con tal de sacrificarse por mi. Yo puedo, yo soy más fuerte que el.
Después de varios minutos maldiciendo a mi enemigo y a toda su generación, poco a poco intenté recomponerme y miré el que iba a ser mi cuarto por el momento. No era feo pero la situación hacía que lo viese de una forma horrible.
Sin anímos de nada empecé a colocar todo lo que traía entre mis pertenencias y al terminar guardé el bolso y las maletas. Media hora después entré al servicio el cual, se encontraba dentro de mi habitación y me lavé la cara.
Al elevar la mirada hacia el espejo me di cuenta de que mi piel, mi semblante y hasta el color de mis pupilas habían cambiado. No era la misma niña que se vino en aquel autobús ilusionada, hasta el aspecto de mi silueta había cambiado hasta tal punto de endurecerse drásticamente. Volví al lugar donde se encontraba la cama y deje mi móvil en la mesita para tenerlo localizado.
Por mi familia, yo voy a vencer cada obstáculo que la vida me presento. Ellos me van a perdonar y van a estar orgullosos de mi.
Gorka
Enfurecido empecé a pegarle golpes a todo lo que me encontraba en mi habitación. No me importa que me escuche ni que se asuste. Ahora debo de sacar todo el rencor que llevo dentro aunque sea destrozando enseres de mi dormitorio.
Entré al baño y me miré en el espejo de este. Me grité una y mil veces porque me estaba pasando esto y en que momento tuvo que entrar esta cria en mi vida. Lo único que ha hecho es entorpecerme mis planes y volverme mi mundo de patas arriba, el mismo en el que en estos instantes podría estar más que tranquilo sin ninguna preocupación. Como bien dicen muerto el enemigo se acabó la rabia.
Más tarde me lavé la cara, me puse el pijama para estar más comodo y me dirigí hacia la cocina. Recorrí cada espacio de las estanterías, de los armarios y la nevera para ver que tenía. Acto seguido, cogí dos solomillos, los hice a la plancha junto con unas patatas con salsa a la pimienta. Al terminar lo serví en dos platos, en este preciso momento me fijé que ya era de noche. Con razón mi estomago se estaba quejando tanto, empecé a comer de pie ya que yo mismo era consciente de que al ser la primera noche no querría cenar conmigo.
Veinte minutos después, terminé de gozar el suculento manjar que acababa de deleitar mis sentidos, fregué lo que ensucie y lo coloqué. Al finalizar mi trabajo puse en una bandeja el plato de ella con una copa de mi vino favorito: El vino Txacolí y un cachito bastante espléndido de pan.
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