—Voy a llamar a mi familia, le diré lo que se te antoje pero me vas a dejar llamarlos cuando yo diga y no cuando tu me ordenes —comentó una condición—. Además, me vas a jurar que no vas a ponerle la mano encima a ninguno de ellos, ni tú ni tus secuaces que tienes detrás.

—Acepto —dijo dando su brazo a torcer.

—Iré a ver a los niños cuando yo quiera y si a mí me apetece vivirán aquí junto a mi.

Ordenó a la misma vez que el subconsciente de Gorka estalló:

"¿Vivir aquí? ¿Es tonta esta tía? La quiero a ella, no tengo intención de montar una guardería en mi palacio porque ella lo diga. Por ahora voy a decirle que sí a todos, en la práctica ella será quien me va a servir a mi"

Ingrid lo miró y se percató de lo que supuestamente hacía este bicho inmundo, sin pensárselo decidió interrumpirlo.

—¿Algo que decir al respecto?

—No, puedes seguir —sostuvo él.

—Que te quede claro algo. No soy tu prostituta ni me pienso abrir de piernas cuando al señorito se le de la gana. Nunca voy a estar en tu cama asúmelo —dijo manteniendo la compostura.

Ingrid se mantuvo firme en todo lo que decía, aunque las ganas de llorar la superaban esta vez no iban a poder con ella. Sin embargo, Gorka seguía discutiendo en sus adentros..

"Ahora que se cree esta imbécil ¿Una Diosa? Esa regla no la pone ella sino yo. Va a estar debajo de mis sábanas cuando yo lo ordene, aunque si es necesario que lo haga por la fuerza lo lograré. Nadie le ordena algo semejante a Gorka Arizmendi Abrain"

—Ya se verá.. —dijo silenciosamente.

—Ah, y otra cosa. Quiero conocer todo lo que te rodea, cómo vives y a qué te dedicas. Quiero estar enterada de absolutamente todo lo que tenga que ver contigo.

—De acuerdo, en lo profesional. En unos días te llevaré al imperio que tengo construido y sabrás minuciosamente todo al detalle —comentó.

—Me parece correcto. No voy a estar aquí encerrada todo el día, quiero hacer una vida normal y quiero disfrutar de todo lo que yo quiera.

—En este punto te añado que si, dejaré que hagas lo que te apetezca y te compres lo que se te antoje pero, siempre iré yo a tu lado —le manifestó firmemente.

—Ya se verá, de momento.. Te añado una cosa, en el ámbito sentimental, tu y yo no estamos unidos. Es decir, si quiero estar con veinte tíos y tú con veinte tías eres libre de hacerlo. Sin dar ninguna explicación.

Gorka abrió los ojos enormemente y la miró enfadado.

—Ahora voy a hablar yo señorita de pacotilla. Tu no vas a acostarte con nadie que no sea yo. Para tú información, cara al público tu vas a ser mi mujer y te vas a comportar como yo te pida, si en privado quieres gritarme hazlo pero cara a la gente me vas a respetar como lo que soy. Tu dueño.

Ingrid se empezó a reír.

—Yo con mi cuerpo, haré lo que quiera no lo que tu me digas patán —dijo desafiante—. Fuera si me da la gana cumpliré ese punto pero en privado, vete olvidando de eso.

—Fuera serás amable, atenta y servicial. Ni un mal gesto, ni una mala palabra. ¿Correcto?

—Correcto —asintió dándole la razón como un tonto.

Ambos subconscientes se manifestaron a la vez:

"Tú con tu cuerpo, harás lo que yo te diga pequeña ilusa. Eres tan ignorante que no te queda claro que SOLO VAS A SER MÍA, DE MI PROPIEDAD. Quien se atreva a tocarte, lo mato"

"¿Amable, atenta y servicial? JÁ, eso será cuando yo lo decida gran payaso de su puñetera madre. ¿Tuya? Antes me mato "

—Antes de que digas más ordenes, te voy a dejar algo yo clarito que quiero que le digas a tu familia que también será la mía.

—No te permito que manches el nombre de mi familia porqué tu nunca pertenecerás a ella. Ellos son puro amor y tu pura destrucción —refunfuñó.

—Qué sí, que vale..siendo tu mía ellos serán parte de mi vida. Te guste o no, ah.. y algo más niñita.

De nuevo, asomó el subconsciente de ella.

"No se lo cree ni el ¿Cómo se atreve a compararse con personas tan nobles como ellos?"

—¿Qué? —contestó de forma brusca.

—Cuando los llames, recuérdales que no te van a ver nunca más.

—¿Qué me estás contando anormal?

—Lo que acabas de oír, cuidadito con intentar nada y ahora.. ven.

Gorka la cogió haciéndole daño apoyándola en su hombro sin darle opción a que pronunciara ni una palabra, cogió sus pertenencias y seguidamente la llevó a un cuarto muy amplio y con mucha claridad, el cual comunicaba a su vez con el de el. Como si fuera un burro la arrojó encima de la cama junto a sus cosas mientras que ella lo miraba quejándose.

—¡No me vas a obligar a nada, ellos son mi familia y no me voy a apartar de ellos! ¡Los veré cuando yo quiera! —le reprochó.

—Voy a mi cuarto un segundo, cuando venga quiero que tus cosas estén metidas en los armarios y cajones. A parte, llamaremos a tu familia así que date prisa —gritó como antes no lo había hecho ignorándola.

El joven salió del cuarto pegando un portazo y Ingrid empezó a sollozar como una niña de la rabia que la poseía.