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Capítulo 1: Ciudad en llamas.

Ingrid

Acaba de caer la noche y yo sigo aquí en el autobús. Si llego a saber que el viaje iba a ser tan pesado y largo probablemente hubiese elegido otro medio de transporte, aunque me hubiese resultado algo más caro. ¿Cuál? El avión. Sinceramente no es lo mío ni volar en un pájaro ni navegar en una canoa encima del mar. No hay nada que más me aterrorice que esas dos vías.

Pero bueno, lo importante es que ya estoy aquí y en nada llegaré a mi destino. La verdad es que estoy muy ilusionada e entusiasmada.

Mi vida en Vigo fue un poco desastre, no solo por el hecho de tener una rutina estricta sino por todo lo que me rodeaba. Por mi desgracia se estaba convirtiendo en algo tóxico y dañino para mí, aunque reconozco que lo único bueno que me dejo ahí son mis padres y mi hermano mayor. Si uno es cascarrabias el otro más pero bueno, al fin y al cabo, es mi familia y por lo que yo realmente daría mi vida.

Si se diese alguna vez el caso de verlos en peligro no dudaría ni un instante por regalarle al diablo mi alma con tal de que ellos estuviesen bien.

En fin, estos quince días que me esperan alejada de ellos seguro que me servirán para grandes cosas, quiero impregnarme de otras culturas y de personas agradables. Aunque ya me lo advirtieron y hoy me doy he dado cuenta de que tienen toda la razón del mundo. Estoy como un completo cencerro. Solo se me ocurre a mi irme a una ciudad que no conozco y segundo irme a otro país que en verdad no se ni un carajo del idioma ni tampoco lo domino.

Es verdad que siempre tuve facilidad con los idiomas, pero tanto como para venirme aquí a lo loco pues no sé yo... quiero pensar que tendré suerte y lo aprenderé con facilidad. ¡Y así será, confío en mí y si yo pude, he podido entonces también podré con todo lo que se interponga en el camino!

Media hora después miro por la ventana y sigo sin ver nada. Estoy deseando de llegar ya y tumbarme en la cama del estudio que alquilé. No es muy grande, pero si es lo que toda novata puede aspirar, que ganas tengo de disfrutar de la paz y de la soledad. ¡Mientras yo esté cómoda qué más da lo demás, yo seré quien va a vivir en el a resumidas cuentas! En nada estaré disfrutando de mi acogedor y dulce hogar. Eso sí, lo confieso... si de cuestión de decorar se trata, este tema tengo que reconocer que me encanta y me quedó realmente precioso.

Con mis pensamientos en otra parte, miro el reloj y al conductor. El autobús se acababa de parar en un estacionamiento y yo me acerqué a él.

—Disculpe, ¿Ya hemos llegado? —le pregunté ansiosa.

El conductor me miró y me sonrió.

—¿Iba a Civita di Bagnoregio (Italia)? —me devolvió la mirada.

Yo asentí y contemplé como todas las personas del autobús se bajaban en esa parada.

—Sí —contesté.

—Entonces esta no es, es la siguiente. Lo único es que hay un inconveniente —especificó él.

—¿Cuál? —abrí los ojos como platos.

—El pueblo está en fiestas y no tiene permitido la entrada a la parada del centro. Tendría que dejarla como a diez minutos del pueblo andando. No se preocupe, hay una amplia iluminación.

Resoplé fuerte, menudo susto me acabo de llevar. Si es solo eso no importa me encanta caminar, por suerte solo traigo una maleta y no pesa mucho. Me acabo de sentir aliviada.

—¿Tendría que andar mucho? —volví a preguntar—. Me quedaré en una residencia donde hay como estudios para estudiantes y cosas de esas.

El conductor negó con la cabeza.

—Entonces no hay problema. Llegando a la parada debe de andar en línea recta, verá una fuente enorme junto a una gran plaza y al final lo verá —me aclaró amablemente.

—Perfecto —dije yo mientras me sentaba en mi asiento.

Noté como el conductor me sonreía y al ver que ya se habían bajado todos los pasajeros menos yo se dispuso a cerrar las puertas y a continuar su trayecto. Como cinco minutos después, el conductor se paró y yo no sé por qué, pero me estaba quedando como un poco zombi. Segundos después me apoyé en la ventanilla y poco a poco se me cerraron los ojos debido al cansancio que estaba experimentando.

Entre sueños noté unos pasos y como posaban encima de mi hombro una mano.

—Señorita. Ya hemos llegado —me informó el conductor—. ¿Desea que la acompañe? Todo está muy oscuro a penas se ve nada.

Abrí los ojos, me levanté y lo miré sobresaltada. Miré donde quedaba la parada y en vez de una parada parecía una escena de miedo, no había ni luces ni tampoco se veía nada igualmente opté por hacerme la valiente. Parecía una parada fantasma ya que las calles estaban agrietadas y encima solo lo cubrían una gran avenida de árboles, los cuales debían de ser pertenecientes de la prehistoria. ¡Esto era digno de una película de terror!

—No, no hace falta —reaccioné y conecté con su mirada amable.

—¿Segura? No me importa acompañarla. No vaya a ser que le de miedo... —insistió.

Solté una carcajada efusiva y lo miré de la forma valiente que me caracterizaba.

—¿Yo miedo? No conozco esa palabra además mi género favorito es el terror.

El conductor asintió y se empezó a reír conmigo. Bajó del autocar detrás de mí y me dio la maleta. De fondo solo había un camino solitario y súper oscuro.

—Pues ya está todo señorita. Que tenga una agradable estancia en este pueblo de Italia.

Le sonreí agradecida. Da gusto encontrar personas que sepan hablar español, tengo mucha suerte porque este es uno de los pocos pueblos que lo hablan. Ahora si llegó la hora de buscar mi destino, me despedí de nuevo, pero con la mano y vi como el conductor se alejaba haciendo su trabajo.

Con mi maleta en mano me di cuenta de que eran las cuatro de la madrugada y no se veía ni rastro ni del pueblo ni de nada normal. Miré mis alrededores y empecé a andar por el largo camino. ¡Esto no es un pueblo, es una ciudad fantasma!

Cansada ande lo más que pude. Momentos después empecé a escuchar como ruidos extraños, pero estos no interrumpieron mi marcha. Seguí andando un poco más y vi como unas especies de llamas, pero no le presté atención.

Ahora sí que no se veía nada, si antes no se veía ni una luz ahora es que no se ve ni un alma en medio de intemperie. Suspiré sin alientos y no sé por qué, pero noté como que había tropezado con algo. Me levanté sin darme cuenta que había tocado como el brazo de una persona.

Me dispuse a andar más y perdí el equilibrio al chocar con algo, me acababa de caer encima de algo, pero no sabía que es. Saqué el móvil y con la luz enfoqué mi alrededor.

El corazón me empezó a latir a mil por horas cuando me acaba de dar cuenta de que estaba encima de un hombre con los ojos ensangrentados, por lo poco que me fijé. ¡Estaba muerto! Como una bala cogí la maleta y al andar dos pasos me volví a caer encima de otro. Grité con todas mis fuerzas aterrorizada. Estoy temblando del miedo y no sé cómo reaccionar, estaba soñando o esto es verdad.

Me levanté y con la poca luz que me iluminaba pude mirar miles cadáveres de personas tirados en el suelo. Ancianos, jóvenes y niños muertos. Dónde estoy y que es esto señor.

Ahora las llamas que vi eran más intensas, con mucho cuidado entré dentro del pueblo y vi un pueblo completamente cubierto de fuego. No había ni una casa en pie solo alcancé a mirar un par de hombres matando a personas por doquier.

Miedo no era lo que estaba sintiendo era algo desolador y aterrador. Miles de personas en el suelo muertas. Unos disparos a escasos centímetros de mí se acababan de escuchar, me agaché como pude para que no me rozaran y unos hombres seguían disparándose. Caían como moscas y gritaban en italiano, por la situación las palabras no deberían ser muy agradables.

Como pude me levanté y salí corriendo escondiéndome detrás de todo lo que me encontraba por el camino. Al llegar a una zona dónde quedaba un árbol vivo me escondí y pude observar cómo los últimos hombres que disparaban caían desplomados al suelo.

Mis lágrimas empezaban a derramarse del miedo que tenía, abracé a la maleta mientras estaba guardando mi móvil. Al alzar la vista me crucé con la mirada del único hombre que quedaba en pie. Más bien no era un hombre sino era Satanás en persona.

Me tapé la boca con la mano para gritar y sin querer me tropecé. Esto provocó que el ser incógnito empezara a acercarse a mi tras escucharme con una pistola en la mano.

Pasó un segundo y salí corriendo con lo que llevaba desde que salí del autobús. Corría con todas las fuerzas que no me quedaban ya. ¡Si no hubiese hecho ruido esto no estaría pasando!


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