UNO
Esa noche fría de viernes me encontraba ciertamente fastidiado.
Teníamos planeado ir a un bar que John conocía. Habíamos acabado con el concierto en Londres y Ringo tomaba un Coca Cola sentado al lado mio mientras veíamos a John y a Paul pelear con "espadas", y con espadas me refiero a dos paraguas que encontraron en el camerino. Debíamos detenerlos antes de que alguien saliera herido, pero al mismo tiempo queríamos ver quién sería el vencedor.
Debí haberlo visto venir, en un mal movimiento, Paul golpeó con el paraguas al brazo de Ringo y consecuentemente desparramó su bebida sobre mi.
–Ugh, está tan pegajoso.– Me quejé sintiendo el liquido escurrirse incluso detrás de mis rodillas.– Tengo que bañarme.
–¿Otra vez?– Se quejó John.– No podemos esperarte para escapar de Brian.
El plan de huir una noche de los conciertos era simple. Evitaríamos a Brian, nuestro manager, pues él nos había dicho que debíamos madrugar el siguiente día para emprender el viaje y empezar la gira. Pero John en específico tenía esta manía de sacar de quicio a Brian de vez en cuando.
–Vamos, George. Estarás bien así– insistió John. Entendía el por qué de su insistencia.
Hace dos días Jane Asher, la enigmática actriz y novia de Paul, le pidió que se dieran un tiempo. Algo de madurar y conocer otras personas o algo así. Pero había roto el corazón de nuestro amigo, quien había estado tan callado y deprimido estos últimos días. John creyó que lo mejor sería distraerlo y sacarlo a alguna fiesta, algo que Ringo y yo concordamos.
–Mejor vayan ustedes, ya me las arreglo para escaparme de Brian. Solo dime dónde es y yo los alcanzo luego.
–Bien.– Sacó de un mueble su típico cuaderno donde escribía sus ideas de canciones, anotó la dirección y arrancó un pedazo de papel. Antes de darme el papel me señaló con su dedo índice– Si te atrapan y viene Brian a sacarnos a mitad de la fiesta, estás muerto.
Tal y como lo habíamos planeado, cuando salí de la corta ducha ya cambiado y sin ese extraño olor dulce de Coca Cola, salí cuidadosamente al vestíbulo del hotel en el que nos encontrábamos hospedados. Vi mi reloj, 10:30. Era tarde, pero por precaución me coloqué un gorro de Ringo y un gran abrigo para pasar desapercibido por los guardias de seguridad que custodiaban la puerta.
Traté de salir por la puerta principal, pero para mi sorpresa, un grupo de fans había estado esperando a fuera de la salida principal.
Los gritos inundando mis oídos fueron un reflejo para que corriera en la dirección opuesta hacía el lobby. No tengo idea de como lo lograron, pero al menos quince fans se colaron por las puertas.
Tuve que correr por las escaleras de la derecha, evitando ir por la habitación de Brian. Al doblar la esquina por un pasillo, traté de abrir la primera puerta del corredor que había pero estaba cerrada, fue una suerte que la segunda no lo estuviera.
Cerré la puerta lo más rápido que pude apoyándome en esta. Con la respiración entrecortada arrimé mi espalda sobre la puerta para darme cuenta que me encontraba en un pequeño cuarto de escobas y no estaba solo. Frente a mi estaba una chica con cabello rubio y corto en un pequeño vestido ajustado beige y un cigarrillo en sus dedos. Claramente su cara de confusión y enojo se expresaba en su ceño fruncido y sus ojos. Tenía los ojos llenos de delineador.
–Disculpa, ¿quién te crees que eres y porque no tocas antes de abrir?
Era linda, pero tenía cara de que aplastaría su cigarrillo en mi frente si no le daba una buena respuesta en ese instante.
–George Harrison.– Estiré mi mano pero ella solo le dio otra calada a su cigarrillo analizándome de arriba hacia abajo.– Un grupo de fans me siguieron desde el lobby. Estoy escondiéndome.– Me miró nuevamente con los brazos cruzados, escéptica.– Lo juro.
¿Alguna vez había visto a esta chica?
Golpearon la puerta. Abrí los ojos sintiendo ansias, me encontrarían y estaría frito. Le hice una seña de silencio, pero ella solo me juzgó con la mirada. Por precaución me escondí detrás de la puerta mientras ella abrió para ver quien era.
–¿Qué se les ofrece?– Preguntó con el mismo rostro inexpresivo.
–Disculpe– No podía ver sus rostros pero asumía por la voz que era una chica de 14 años aproximadamente. ¿En serio sus padres les dejaban salir hasta tan tarde?– ¿Ha visto a George Harrison?
–¡No! Era Ringo. Viste su gorro.– Exclamó otra.
–No he visto a nadie.– Les cortó la chica. Me miró por un segundo y su vista volvió a las fans de afuera.– No se enteraron por mi, pero creo que escuché a alguien usar el ascensor. De seguro subió al cuarto piso para escapar por la salida de emergencias al fondo del pasillo.
Escuché unas pequeñas risas detrás de la puerta.– Gracias, señorita.
La rubia respondió cerrando la puerta en sus narices. Giro su mirada a mi y me señaló con la misma mano con la que sostenía el cigarrillo.– Tu me debes una.
–¿Qué?
–Gira, todavía no termino de cambiarme.– Entonces aquel vestido corto, apretado y, ahora que me daba cuenta, casi transparente era sólo su ropa interior. No estaba en posición de desobedecer así que giré para que se cambiara en paz.– ¿Qué hacías en el lobby?
Suspiré rodando mis ojos por la ridícula situación en la que me encontraba.– Necesito salir a una fiesta. Pero al parecer hay fans rodeando el edificio.
–Ahí es donde te equivocas, amigo.– Bufé girando mi cabeza creyendo que me estaba tomando el pelo.– ¡Ojos en la puerta!– Ordenó cual dictador.– Hoy es tu día de suerte, Harrison. Resulta que yo también estoy huyendo a una fiesta y necesito tu ayuda para salir de este edificio sin ser vista.
–¿Tú me vas a ayudar a salir de aquí?
–Y tú a mi. Ya puedes ver.–Por fin me giré viendo que ahora vestía un vestido lila apenas más largo y holgado que el beige, y encima un gran abrigo de piel. Se echó un montón de perfume y guardó todo en una maleta que escondió detrás de unas escobas.– Sígueme.
Mientras la seguía cautelosamente por el hotel, no podía evitar sentir desconfianza. No tenía ni idea quién era ni si podía confiar en ella. Pero aquí me encontraba, siguiendo a la chica del maquillaje abundante hasta las cocinas.
Al ser tarde, solo habían dos personas en la cocina. Un hombre que trapeaba el piso y una señora que estaba lavando los platos.
–Jo, ¿conseguiste un nuevo amigo?– Le preguntó la mujer apenas entramos a la cocina.
–No es mi amigo, Rose. Es mi prometido.– Abrí los ojos por su comentario. Ambas rieron cómplices.– Tranquilo, eres muy amargado para casarme.– Regresó a hablar con Rose.– Necesito salir por aquí. Tú no me has visto.
–Está bien, linda, pero no tardes en llegar.
"Jo" me condujo a una ventana grande de la cocina y silenciosamente puso una silla bajo la ventana. Me miró expectante y susurró.
–Vamos, salta.
Fruncí el ceño. ¿Es normal saltar por una ventana solo porque un extraño te dice que te "ayudará"? Por supuesto que no. Con voz firme y alzando mis brazos contesté:– No.
Enseguida me empujó suavemente para que me alejara de la ventana mientras susurraba un prolongado "shhh".– Debes hacer silencio si no quieres que te escuchen. ¿Cuál es tu problema?
–¿Por qué debería confiar en ti?
Me miró indignada y se señaló a sí misma con obviedad–Porque soy la persona que te ayudará a sacar tu trasero de este hotel.
–¿Por qué debería confiar en ti?– insistí– No sé cuál es tu nombre, o por qué me quieres ayudar, o cómo es que conoces la salida del cuarto piso y esta salida.
Suspiró frotándose al frente.– Me llamo Josephine. Necesito ir a la fiesta de cumpleaños de mi amiga, pero necesito ayuda de alguien para salir sin que nadie me vea, algo que es difícil ya que los famosos Beatles están hospedados en el hotel y las salidas de emergencia están repletas de fans. Trabajo aquí, sé que no hay salida en el cuarto piso. Mentí para distraerlas.– Inhalo aire y paciencia, y apoyó su mano en mi hombro mientras que con la otra señalaba el techo y la ventana.
»Ahora, George. Justo arriba de la ventana está la oficina de mi jefe y él no se puede enterar que estoy aquí. En silencio saltarás por esa ventana. Eres alto, así que no te pasará nada malo. Y luego cuando estés afuera, me ayudas a salir. ¿Ahora si puedes saltar por la ventana?
Me molestaba de cierta manera su tono irónicamente amable. Tenía todas las respuestas y aún así no era suficiente. Maldije por lo desesperado que estaba por una fiesta normal con mis amigos.
Sin necesidad de subirme a la silla apoyé mis manos en el filo de la ventana. Me impulsé para sentarme en esta, moví mis piernas hacia afuera, y haciendo cálculos de la distancia entre la ventana y suelo, salté. Caí en cuclillas y sin ningún dolor. La caída no me había parecido tan terrible, pero sabía que no sería lo mismo para Josephine, quien era claramente más baja que yo.
Me enderecé alzando mi cabeza hacia la ventana. Su cabeza asomaba por la ventana.– Cuidado abajo.– susurró en un grito. Me alejé un poco de la ventana al ver como dejaba caer sus zapatos de tacón.
Vi como sus piernas colgaron del filo de la ventana. Cerró los ojos y empezó a suspirar fuertemente. Bufé molesto, empezaba a demorarse.
–Vamos, salta ya.– En los pocos minutos que la conocía esperaba que como siempre, me respondiera algo, pero no lo hizo.
Suavemente despegó sus caderas pero sus antebrazos, tensos, todavía se aferraban al filo de la ventana. Incluso su vestido se había alzado un poco, pero ella se encontraba tan paralizada del miedo que no parecía si quiera pensar en aquello.
Suspiré, tratando de ponerme de su lugar. Si, tenía la vaga impresión de que yo no le agradaba, pero aún así me había ayudado a salir sin que ninguna fan nos viera. Tal vez yo estaba siendo duro al apurarla. Además, como ella había dicho, le debía una.
–Josephine, está bien, yo te atrapo. No te dejaré caer.
Me miró aún asustada, apretó sus ojos y por fin se soltó. La atrapé a la altura de sus piernas, pero aún así perdí el equilibrio y ambos caímos al suelo, yo amortiguando la caída de la rubia.
–Maldito vértigo.– murmuró levantándose en seguida y ayudándome a hacer lo mismo. Se colocó los zapatos y me tomó de la mano para que corriéramos.
Tuvimos que escondernos cerca de algunos basureros, pero fue suficiente para pasar desapercibidos por las fans. Al fin logramos llegar a la avenida Regent St.
–Muy bien, creo que ya estamos a salvo.– se detuvo para tomar respiración.– Nunca vuelvan a hospedarse en mi hotel, por favor. Jamás he tenido una escapada tan agitada.
Reí con ironía.– Hey, ¿sabes dónde queda este bar...?– busqué en mis bolsillos el papel que me había dejado John– ¿The Phoenix?
–¿Vas a esa fiesta?– preguntó impresionada. No me dejó responder y se respondió a si misma.– Por su puesto que vas a la misma fiesta.
–¿La misma fiesta?
–Si, sígueme. Mi amiga Romy dijo que invitaría a los Beatles a su fiesta de cumpleaños, pero no creía que en realidad vendrían.
–No sabía que era una fiesta de cumpleaños, para ser honesto. Solo John nos dijo que sabía de una fiesta.– La rubia asintió mirando al frente y no respondió. Seguimos en un silencio incómodo por dos calles más y rompí el silencio.– ¿Cómo dijiste que se llamaba tu amiga?
–Romy, Romy Schneider.
–¿¡La actriz!?– pregunté sin poder creerlo.
–No, la alcaldesa.– respondió con ironía.
Dejé de intentar hablar con ella. Sentía una familiaridad con Josephine, y tal vez eso me alentó a entablar la conversación, pero su ironía y sequedad me hacían perder la poca confianza que tenía en ella. Si tuviera que saltar otra ventana otra vez, no lo haría.
Por fin llegamos al bar pero antes de entrar ella me detuvo de la muñeca y me obligó a verla.– Escucha, no le digas que te pedí esto, pero mi amiga los ama, y sería lindo que tú banda le desee un feliz cumpleaños.
Baje mi mirada a sus manos, con una me señalaba cerca del rostro y la otra, fría como la rubia misma, seguía sujeta a mi muñeca.
Al notar esto, ella se apartó de mi un poco avergonzada por haber invadido mi espacio personal, pero aún así su mirada seguía siendo dura. No entendía qué era lo que me fastidiaba de ella, pero lo hacía.
–Si, está bien.
–Bien.– Respondió cruzándose de brazos.– Un gustó conocerte, Harrison.– Y dicho eso, dio media vuelta y se apresuró a entrar a la fiesta.
Sin poder evitarlo rodé los ojos. Al menos había llegado a la fiesta.
Entré al igual que ella y lo primero que hice fue hablar con John, que fue la primera persona conocida con la que me encontré.
–¡Aquí estás, George!– exclamó claramente con algo de alcohol en su sangre. Reí de todas formas ante su bienvenida– ¿Cómo lograste salir? Nosotros apenas salimos vivos.
–Con la ayuda de una chica.
–¡George, tú nunca pierdes el tiempo!– reí ante la loca idea que se formaba en su mente mientras me codeaba.
–No, para nada. Conocí a la chica más insípida y loca del mundo.
–¿Cómo puede ser loca e insípida al mismo tiempo?
–Ella lo es. Con cara de constipada. Lo bueno es que me trajo aquí.
Tomó de la barra un vaso de coñac y me sirvió uno a mi.– Bueno. Estoy seguro de que te puedo conseguir alguna chica en esta fiesta. Pero después de encontrar a Paul, y encontrarle alguien con quien distraerse. Esta noche hago de cupido.– Reí por su estúpida voz de ebrio y me dispuse a disfrutar de la noche.
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Solo público porque la trascendencia de la fecha lo amerita.
Te extraño George 💔
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