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OCHO

Para ser alguien que había viajado mucho, solo había subido dos veces a un avión, un viaje de ida y regreso. Eso fue cuando tenía 16 años, pero hasta la fecha recordaba el sentimiento de desagrado que me producían los aeropuertos. Aún así ahí estaba en medio de un montón de personas, con mi equipaje en mano y en la otra sujetaba mi pasaporte y mi boleto de avión dentro del bolsillo de mi abrigo.

Esperaba arrimada en la pared que una mujer en los altavoces del aeropuerto, anunciara el embarque de mi vuelo. Veía como las familias se despedían a mi alrededor. Madres se despedían con lagrimas en los ojos de sus hijos; hijos se despedían de sus padres; parejas se separaban y otras viajaban juntos. Habían pocos que no tenían a quien abrazar como despedida, y yo era una de esas personas.

Pasajeros del vuelo a Londres, por favor, acercarse a la puerta del embarque A7."

Me enderecé en mi puesto apartando la mirada del suelo al escuchar aquello. Ese sería mi vuelo, sin embargo...

Paul terminó de despedirse de su familia, quienes lo habían acompañado al aeropuerto. Una despedida más emotiva que la mía, que fue corta y más un agradecimiento por su hospitalidad. Mike me pidió que, citandolo, "cuidara la cara de niña de Paul, porque era la razón de que tuviera tantas fanáticas". Paul lo miró mal y río sin gracia, después de agradecer porque la cara deforme de la familia se lo habían heredado a Mike. El padre de Paul los regañó por actuar como niños y hacerme sentir incomoda. La verdad solo intentaba no carcajearme con las interacciones entre los hermanos McCartney.

Pasaron unos minutos hasta que todos se despidieron de sus familiares; Ringo se despidió de su madre y novia, John también se despidió de su madre, su esposa y su hijo, y George se despidió de sus padres y hermanos. Incluso Brian aprovechó de la visita a Liverpool para pasar con su familia, pues ellos también fueron a despedirse de él en el aeropuerto.

Mientras esperaba una chica se acercó hacia mi con una libreta en mano.

–Hola, soy Dianna Kelly, soy la presidenta del club de fans de los Beatles. Quería pregunt...

–Por sexta vez, no soy novia de ninguna de ellos. Solo estoy aquí por trabajo.– La interrumpí cansada viendo el rumbo que tomaba la conversación. Ya varias chicas se habían acercado a mi con la misma duda; algunas asustadas, otras molestas y otras, por alguna razón, emocionadas.

Anotó aquello en la libreta.– ¿Me podrías decir cómo son?

–Serio, simpático, risueño y líder. Ahí tienes a los cuatro.– Respondí concisa.

–No, pero me refiero a que cómo son realmente.– Insistió, rehusándose a que mi usual frialdad la alejara de su cometido. Esto último me hizo rodar los ojos.– ¿Son del tipo de chicos caballerosos? ¿De los que te invitarían a cenar o te llevarían al cine en una cita? ¿De los que te regalan flores esporádicamente?

Fruncí el ceño ante semejante pregunta. ¿Qué se supone que esperaba que respondiera esta chica?– ¿Qué edad tienes?

–En tres semanas cumpliré dieciséis.– Respondió con orgullo.

Eso lo explicaba.

–No los conozco lo suficiente. Apenas empecé ayer.

–¿Y no has tenido el agrado de tratar con ninguno?

Parecía que no daría su brazo a torcer.

–Bien. Te advierto que he hablado poco con ellos, pero son agradables.– Me tomó un segundo pensar en las cualidades de cada uno. Tomé un suspiro y empecé.

»Paul... es agradable hablar con él, siempre tiene esta aura amigable al rededor de él. Ringo... es el más entusiasta, a pesar de ser nueva en esto, intenta incluirme en cualquier conversación, y creo que en general trata de que todos tengamos un momento ameno. John, es con quién menos he tratado, pero creo que tiene una inteligencia sobrevalorada, ya sabes, del tipo que tiene siempre un comentario sarcástico bien formulado y escondido bajo la manga. Y George...

Aquí me detuve un segundo analizando mejor mis palabras. En tan poco tiempo lo único que hacíamos era provocarnos el uno al otro. ¿Qué cosa buena podría decirle de George a esta niña?

—Tiene linda mandíbula.

Ella soltó una risita.— Obviamente. ¿Qué más?

Analicé mis palabras antes de sacarlas.— George es... ingenioso. Tiene una forma muy elocuente de hablar, de contar chistes y hablar con sarcasmo. Pero, parece ser un buen amigo. O no necesariamente solo con sus amigos, es del tipo de persona que pregunta a todos cómo estuvo su día y tiene un interés genuino. Sin importar si está hablando con alguien con quién trabaja en la música o con la señora que limpia los baños— Sonreí recordando cuando entabló una pequeña conversación con la señora que limpiaba los camerinos del backstage y le preguntaba cómo era su trabajo, ella le contaba que tenía que tomar los turnos extra porque su esposo estaba enfermo y ya no ganaban como antes, y él le prestaba atención. A pesar de nuestras diferencias, admiraba eso de George.

»Es honesto. Te dirá la verdad incluso si le incomoda o no le conviene.— Al menos eso espero. Pensé. Me aclaré la garganta incomoda, al darme cuenta que en mi intento por decir algo positivo de George, se me salió de mano y hablé de más de él al punto que parecía que yo lo admiraba como la chica frente a mi.— Ese es George.

Dianna sonrió emocionada.— Muchas gracias. Tu contribución me sirvió mucho.

Me apretó la mano en forma de agradecimiento y se alejó con su grupo de  amigas con las que compartió sus notas a partir de lo que yo le dije. Apreté mis labios, no me gustaba el contacto físico sin un previo aviso, pero por suerte no era de aquellas personas que te abrazaban espontáneamente.

Suspiré escuchando mi actual vuelo.

A Paris.

Me desapegué de la pared en la que estaba arrimada y me dirigí a los Beatles. Sin poder creerlo, me encontré con una sonrisa, confundida pero satisfecha.

Era George.

Rodé los ojos pasando de él, caminando hacia Paul. No le iban a dar la satisfacción de subirle el ego, aún cuando probablemente ya lo había hecho cuando me escuchó.

Debía admitirlo, pude haber dicho algo que ya había leído en una revista sobre George. Pero lo cierto es que, cuando fumamos en silencio la noche anterior, me puse a pensar que pudo haberme mentido, habría sido demasiado fácil para él. Pero no lo hizo.

«Jane y Paul terminaron, puedes estar tranquila de que no las está engañando.»

Y eso influyó a que mi desprecio por él disminuyera. Un poco, pero era un progreso.

Cuando llegué a donde se encontraba el resto, Brian me presentó a dos tipos. David Atherton y William Farrel. David era un tipo de veintitantos, rubio, alto y musculoso; William tendría unos treinta, pelirrojo, no era tan musculoso como el otro pero también estaba en forma y era incluso más alto.

Brian nos comentó que ellos serían los nuevos guardaespaldas. De hecho, John conocía a David desde el colegio y otras cosas más. Dejé de prestar atención.

Lo que si llamó mi atención fue cuando vi a Paul hablando con otra chica. Ella le acariciaba el hombro y de vez en cuando jugaba con su cabello, lejos de detenerla, Paul reía y se acercaba a veces a ella ora contarle algo en el oído.

Finalmente se despidió de ella con un beso en la mejilla y un largo abrazo, y Paul por fin se acercó a donde estaba el grupo.

Se posicionó al lado mío, con su brazo sobre mis hombros, le actualizaron en las noticias de los nuevos guardaespaldas. Ringo hizo un chiste de sentirse como presidente con dos guardaespaldas, a lo que la mayoría rió.

—¿Quién era ella?— le pregunté a Paul en una susurro.

—¿Celosa?— Se burló de mí.

Le regresé a ver de mala gana, no me habia caído bien su chiste.

— Tranquila. Es una prima.

Asentí. Fingí no haber escuchado la risa de John, camuflada en un tosido. Paul no estaba en una relación, pero actuaba más soltero de lo que quería.

Viendo el reloj, Brian nos apresuró a tomar el avión con destino a Francia.

De haber sabido las cosas que pasarían, hubiera tomado desde un principio el vuelo a Londres.



Mi idea para este fic al principio estaba bien pero  meh, pero el fin de semana se me ocurrió algo interesante para darle un poco de drama.

Gracias a las que siguen leyendo, votando y comentando en esta historia, merece alguien que les dedique Something con todo el corazón.

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