CINCO
Demoramos cuatro horas en el tren a Liverpool, pero al fin llegamos.
Paul no era solo un niño bonito, hablaba de arte, cine y música que no era necesariamente de su banda, sabia sobre música española, lo cual fue interesante al momento de mantener nuestra conversación.
Era tal vez muy pronto para decirlo, pero podía ver a Paul como el tipo de chico con el que podría formalizar algo; por supuesto, no sería pronto, pero en un futuro podía verlo como mi novio.
No sabía si estaba lista para algo serio. Era una suerte que Paul, siendo tan atento y considerado conmigo, no se veía apurado para algo formal. En la mañana me había convencido para que lo acompañe en su gira porque decía que era interesante estar conmigo. Lo que realmente me convenció fue la ausencia de promesas amorosas vacías. Créanme, yo ya las había escuchado todas. Pero lo que había entre Paul y yo era simplemente diversión, sin compromisos ni ataduras. No era mi novio.
La simple idea de un novio me volvía un amargo sabor a la boca e inevitablemente una mueca se formaba en mi rostro. Mi última relación no había terminado bien. Lo único bueno que me quedó de Alexander fue que ahora no me fiaba de la gente como lo hacía antes.
La razón por la que dejé de vivir en la pensión era por la señora O'Neill. La señora O'Neill, dueña del edificio heredado por su familia, me había ayudado cuando no tenía absolutamente nada más que mi maleta llena de vestidos caros y £10. Estaba completamente agradecida con ella. Sin embargo los vecinos eran el problema. Ella decía que eran familia (familia lejana pero de todas formas familia para ella) y por lo tanto no había de que preocuparse.
Después de pagar todo lo que le debía me largué de ahí, misteriosamente sin dos vestidos que tenía. ¿Quién sabe que más hubiera "perdido" si me quedaba más tiempo ahí?
–¿Y por eso te mudaste al hotel?– me preguntó Paul saliendo del compartimento del tren. No le conté el origen de mi desconfianza, obviamente, solo le resumí la razón por la que dejé de vivir en la pensión de la señora O'Neill.
–Básicamente.– murmuré alzándome de hombros y aplastando la colilla de mi cigarrillo en un cenicero en la ventana del tren.
A través de la ventana pude ver a una multitud de chicas, la estación estaba repleta. Al final del pasillo podíamos ver a Brian quien nos esperaba junto a Ringo, John y un hombre alto de traje habano.
–Olvidé mi bolso.– me disculpé y sin esperar respuesta, me devolví al compartimento donde estuvimos. Ahí estaba, al lado de la ventana.
No podía perderlo. Aquí estaban mis documentos, mi maquillaje, mi encendedor, mis cigarrillos y el cheque de liquidación que había pedido con apuro a mi jefe esa mañana.
La liquidación sería mi salvación en caso de emergencia; en caso de que algo malo sucediera con Paul, y George, aprovechase la mínima oportunidad para sacarme de la gira.
Con cautela, revisé el interior de mi bolso, como si el fuera un secreto. Suspiré aliviada al ver que seguía ahí.
–¿Podrías apresurarte?– instantáneamente levanté mi cabeza y apegué mi bolso a mi cuerpo. Suspiré rodando los ojos. Era George, esperando a que dejara de interferir en el estrecho pasillo.
–Ah, eres tú.– Caminé ignorando cómo rodaba sus ojos.
Honestamente, me divertía hacer enojar a George con mi indiferencia. No entendía que le desagradaba de mi, o mejor dicho, que le molestaba en específico, si yo no había sido desagradable con él. Él no sabía que podía ser peor.
–No sabía que maquillarse de payaso estaba de moda.– murmuró viendo mi boca.
Me detuve y lo miré confundida.– ¿De qué hablas?
–Digo, por cómo te ves.– Aprovechó que me había detenido para rebasarme y seguir caminando hasta donde estaba el resto.
Revise mi rostro en el reflejo de una puerta de cristal. Maldije para mis adentros al ver que mi labial estaba un poco corrido. Lo arreglé rápidamente pero la vergüenza de que George lo haya visto no me abandonó.
Nos reunimos todos en una de las puertas del tren y nos organizamos. Por órdenes de Brian, salimos todos juntos; la banda, Brian, un hombre alto y grande que aún no conocía, y yo al final. Había un auto esperándonos, pero debíamos pasar la estación rápidamente. Durante un momento pasamos desapercibidos
Sin embargo, en nuestro camino al auto, escuchaba murmullos cada vez más altos sobre los Beatles, y así algunos adolescentes se acercaron para saludarlos. Ninguno se detenía, pero aún así saludaban a las personas y les sonreían. Sin darnos cuenta una multitud nos rodeaba y retrasaba nuestro camino al coche.
Inevitablemente, tuve que acercarme al grupo y estar detrás de ellos como perrito faldero, pero cómo no hacerlo si temía a la fácil posibilidad de perderme entre la multitud alborotada. Jamás había estado en medio de tanta gente. Me aferraba mi bolso con miedo. En un momento, el grupo con el que caminaba se había separado de mi, porque un grupo de chicas me impidió el paso .
–¿Eres la novia de George?– me preguntó. Me detuve a mirarla ofendida.
–No salgo con ninguno de ellos. Solo trabajo con ellos.– En parte era verdad, porque, recalcando mi punto anterior, Paul y yo no éramos nada serio. Además, tenía miedo de que una de estas chicas pensara que le robaba al amor de su vida e intentase asesinarme.
Seguí caminando entre las chicas aún cuando era casi imposible. Honestamente, la idea de morir en una estación de trenes si bien sonaba a tragedia de película, no era tan tentadora para llevarla a cabo.
De repente, escuché más gritos cerca mío y las chicas a mi al rededor empezaron a abrirse para revelar a la única persona que no sabía que extrañaría en tan solo pocos segundos.–Paul me matará si te pierdo.– murmuró George fastidiado y tomando mi brazo para sacarme de la multitud y por fin llegar al auto. Llegamos rápido, lo que significó que de hecho había avanzado bien por mi cuenta. George abrió la puerta del auto y me hizo pasar antes de entrar él mismo y cerrar la puerta detrás de él. No pasó ni un segundo y el auto arrancó
–¡Dios! ¿Dónde estabas?– me preguntó Paul tomando mi mano. Apenas vi su cara de preocupación y sentí que sus palabras eran el único "ruido" que había en el auto y ya no los gritos incesantes de las fans, solté un sonoro suspiro que no sabía que retenía.
–¿Cómo pueden vivir así?– La mirada de Paul se suavizó y pasó su brazo sobre mis hombros reconfortándome.
–Está bien te acostumbrarás.– Ringo, que estaba en la fila de atrás golpeó suavemente mis hombros.
–O tal vez, no.– Rodé los ojos ante el comentario de la única persona capaz de decir eso.
Perfecto, estaba decidida, me acostumbraría, solo para mi deleite, hacer enojar a George lo más que me fuera posible.
Hoy me volví mayor de edad :)
Público está historia porque es la única que ya tenía un capítulo prescrito. Solo eso, bye
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