El tiempo pasa, las hojas caen y vuelven a nacer con la misma rapidez con la que Jade daba inició a su sexto año en Hogwarts. Acostada en el pasto a las afueras del bosque junto a la casa de los McKinnon, Jade, Lily y Marlene sentían la brisa de los arboles en su rostro con tranquilidad. Era el último día de vacaciones y habían decidido pasarlo en tranquilidad. 

Las tres chicas seguían siendo tan amigas como en un principio, ni siquiera el hecho de que Jade iba en Slytherin las había podido separar y su amistad estaba más fuerte que nunca. Solían pasar todas las vacaciones de verano en casa de los McKinnon, quienes nunca tenían problemas en sacar todos los documentos y permisos necesarios para que las dos amigas de sus hijas pudieran pasar las vacaciones fuera de Hogwarts.

—Iré un rato a nadar en el lago.—dijo Jade levantándose del césped.

—Yo me quedare un poco más.—dijo Lily con los ojos cerrados.

—Igual.—dijo Marlene.

La joven se internó en el bosque hasta que muy al fondo se topo con un hermoso claro. Se desnudo y dejó su ropa sobre una roca, al mismo tiempo que entraba al agua fresca que contrastaba con el calor del lugar. 

Miró hacía arriba, con el tiempo aprendió a leer los horarios del sol y sabía que exactamente cuando los rayos alcanzaban la copa del arbol más alto, aparecía. Despues de todo, lo que más le agradaba de venir a la casa de los McKinnon, era nadar en el claro.

Eso y que los Lupin vivían al otro lado del bosque.

—¿Disfrutando la vista?—preguntó Jade con los ojos cerrados, acariciando su cabello mojado.

—Mucho.—dijo una voz gruesa a sus espaldas.

Se giró y abrió los ojos. Frente a ella, sentado en una roca a lado de donde colocó su ropa, estaba Remus Lupin. Alto, fuerte, fornido, con su cabello castaño desordenado, esbozando esa sonrisa junto a su mirada inocente que hacían que las ganas de Jade por corromperlo, aumentaran. Sabía perfectamente que Remus Lupin no era ningún virgen inocente, pero daba muy bien la finta de que sí.

—¿Por qué no entras un rato aquí conmigo?—ofreció Jade con una sonrisa sugerente.— ¡Ah! Cierto, a los lobitos no les gusta el agua, ¿verdad?—se burló.

—Muy chistosa, ojitos.—dijo Remus negando con la cabeza.

Sin decir ni una palabra, Jade salió lentamente del agua, desnuda ante Remus, quien con la mirada oscurecida recorrió el cuerpo de la joven de arriba abajo visualmente y suspiró cuando esta se sentó en sus piernas y ambos unieron sus labios en un beso necesitado.

Sí, definitivamente las vacaciones con los McKinnon era la época que a Jade más le gustaba.

(...)

En la Mansión Ryddle se llevaba a cabo, desde hace dieciséis años, la tradición de que cada 31 de Agosto, los amigos más cercanos al matrimonio Ryddle asistieran a una cena en compañía de sus hijos. Por lo tanto, aquel día, solo las familias más influyentes se encontraban ahí.

Tom estaba sentado a la cabecilla, teniendo de su lado derecho a Eva, seguida de su mejor amiga y Guardiana, Eileen Black, Orión Black y los hijos del matrimonio, Severus Prince y Regulus Black. Seguido de ellos estaba Bellatrix Lestrange y en la otra cabecilla estaba Rodolphus Lestrange. A la izquierda de Tom tenía a su mejor amigo y guardián Theodore, junto a su hijo Theodore. A lado del menor de los Nott estaba Abraxas Malfoy, su hijo Lucius y su nuera Narcisa.

—¿Y cómo se sienten, Theo, Reg, Severus, con el regreso a Hogwarts?—cuestionó Tom mientras cortaba su comida.

—Bien, mi señor.—respondieron los tres casi en automático.

—Bella, Cissy, ¿ya supieron que su hermana se ha casado con ese inmundo sangre sucia?—cuestionó Tom esta vez a ambas hermanas.

—Una completa deshonra.—dijo Narcisa con una mueca de asco.

—Le aseguro, su majestad, que esa mujer ya no es nuestra hermana. Es una mancha en la noble y ancestral casa Black—expresó Bellatrix mirando a Eva, quien simplemente ignoraba a todos comiendo su ensalada.

—Supongo que por ese mismo camino vas tu, ¿no, Theo?—comentó Regulus con una sonrisa de lado y Eva levanto la mirada.— Despues de todo, sigues tonteado con esa sangre sucia.

—¿Todavía sigues con esa, Theo?—cuestionó Lucius con asco.

—Te pediré de la manera más atenta que no te refieras a ella de esa manera. Yo se perfectamente bien lo que hago y les aseguró que en mis planes no esta el volverme un traidor de mi familia, no como tu hermano Sirius.—replicó Theodore con sorna y la sonrisa de Regulus se borró.

—Al menos Sirius se fue solo porque no le gusta la magia negra y que lo gobiernen, —intervino Severus con frialdad— no que tu probablemente termines embarazando a esa sangre sucia. No creas que no los han visto desaparecerse por horas.

—¿De qué se supone que hablan, Theodore? ¿Estas saliendo con una sangre sucia?—pregunto su padre con el ceño fruncido.

—¿Has perdido el juicio, Theodore? ¿Con una sangre sucia, en serio?—pregunto Tom igual que su amigo.

—Curioso, ¿no eras tú el que le pidió ayuda a ella para conquistar a la chica Evans?—replicó Theodore con burla, ignorando a los dos adultos y Severus golpeó la mesa.

—¡Severus, por Merlín! ¡¿Cómo puedes querer salir con una sangre sucia?!—exclamó Eileen escandalizada.

—¡Esa sangre sucia no me gusta!—exclamó Severus rojo de ira.

—Sangre sucia, sangre sucia, sangre sucia.

La voz de Eva llamó la atención de todos, causando que la mirarán. Eva, indiferente, solo veía su copa de vino con expresión ausente.

—Que estúpida palabra. ¿Quiénes se creen para emplearla?—cuestiono Eva con frialdad— especialmente ustedes, Severus, Tom, Eileen...dos mestizos y una que se enamoró de un muggle.

—¡Eva!—Tom la miro furioso y ella le dirigió una mirada rabiosa.

—¡No me levantes la voz!

Tom la miró asustado y Theodore se encogió en su lugar. Eileen bajo la mirada avergonzada al igual que su hijo. El rey supremo era Tom Ryddle, pero todos sabían que el verdadero gobernante, hasta de la bestia que era Tom, era su esposa Eva.

Se levantó de la mesa abruptamente, causando que los cubiertos sonaran. Chasqueó los dedos y una elfina apareció a su lado. Caminó hasta su ahijado Theodore y con una pequeña sonrisa extendió su mano derecha, a lo que él inmediatamente se levanto de la mesa y le ofreció su brazo.

—Nadie, absolutamente nadie —remarcó mirando a Theodore, quien se mostró asustado— debe mandar en vidas ajenas. Ahora, me iré a comer con Theo en mi terraza.

—Su majestad...—intervino Bellatrix.

—No, tu no irás. No te quiero ahí.—negó Eva y avanzó junto a Theodore.

Bellatrix Lestrange siempre había tenido la ilusión de ser unida a su tía Eva, quien era su ejemplo a seguir. Lamentablemente Eva no tenía mucha preferencia por Bellatrix, especialmente desde que su marido intentaba remplazar a Silver con ella. Entendía el conflicto de su marido, Bellatrix se parecía un poco a lo que sería Silver en ese momento, pero Eva no lo consentía.

Nadie podía remplazar a su hija.

Eva salió del comedor agarrada al brazo de su ahijado. Caminaron por los largos pasillos de la mansión en silencio, mientras Eva acariciaba el brazo de su ahijado hasta que llegaron a la habitación de Eva y fueron directamente a la terraza, la cual ya estaba lista con todos los alimentos.

—Cuéntame de esa muchacha, Theo. ¿Te gusta?—pregunto Eva con una sonrisa amable, yendo hasta el balcón con él.

—No, madrina.—respondió Theodore con una sonrisa.— Ella y yo solo...tenemos una curiosa amistad.

—Ya veo.—asintió Eva.— Sabes, desde que murió tu madre yo he estado muy pendiente de ti y te quiero como a mi hijo. Tú...—sus ojos se llenaron de lagrimas.— me haces sentir lo que pude haber sentido con mi Silver.

—Yo también te quiero como a una madre, madrina.—dijo Theodore acunando el rostro de la mujer entre sus manos y limpiando sus lagrimas con delicadeza.— No vale la pena llorar por lo que pudo ser. Solo queda vivir y avanzar.

—Tienes razón, cariño.—asintió con tristeza.— Te has vuelto un gran hombre.—afirmó con orgullo.

Mirando los ojos de su madrina, Theodore no pudo evitar pensar que la Reina Eva tenía cierta similitud con Jade.