Capitulo 26
—Voy a matarte, Theodore.—masculló Jade.— Tu y tus estúpidas ideas.
—Ya cállate, deja de quejarte y sígueme. Estamos por llegar.—dijo Theodore en voz baja.— y habla más quedito, recuerda que venimos encubiertos.—reprochó irritado.
—Me vale madre que vengamos de incognito, hay tanta gente que hasta podría encontrar a nuestros premios anuales de cuando íbamos en primer año.—gruño fastidiada.—Si ganamos esto, juro que te enviare a las mazmorras de la mansión Ryddle una semana.—prometió Jade con frustración.
Usualmente tanto Theodore como Jade eran personas bastante indiferentes a todo. Era muy difícil hacerlos reír, enfadar o entristecer, pues siempre parecían estar demasiado impasibles ante cualquier adversidad, sin embargo, ese día no era igual.
Se encontraban en los jardines de la Mansión Nott, lugar que en ese preciso instante se encontraba repleto de gente. Cientos de miles de brujas y magos que, en su mayoría, buscaban contemplar las peleas y una minoría buscaba pelear con el rey para obtener la corona, para así proclamarse el nuevo Rey o Reina del mundo mágico.
Ambos jovenes se encontraban ahí, entre el tumulto de gente, pasando desapercibidos gracias a sus largas capas negras con capuchas que tapaban sus rostros, pero lo que los tenía con un humor de perros, era el hecho de que hubiera tanta gente en ese lugar. Ambos detestaban las conglomeraciones.
Se habían colocado cientos de palcos para la gente que iba a ver los combates, mientras que los combatientes tendrían que hacer una fila no tan larga, pero si tediosa. Jade miro discretamente a sus alrededores y contemplo como en uno de los palcos superiores estaba su madre junto al profesor Dumbledore.
El sonido de la multitud la distrajo, todos habían jadeado de horror al ver como Lucius Malfoy y Severus Snape salían volando de la tarima donde se estaban llevando a cabo los duelos.
—Que bueno por pendejos.—murmuraron Jade y Theodore al ver como los medimagos se llevaban ambos cuerpos inconscientes.
—¡Siguientes!—llamó Theodore Nott Sr.
La fila frente a ellos desapareció y Jade y Theodore se miraron con curiosidad. Al parecer la última demostración había sido suficiente como para que los pocos concursantes que quedaban por combatir, se retiraran cabizbajos.
—Recuérdame, ¿Por qué mierda estoy haciendo esto?—pregunto Jade en voz baja mientras subían a la tarima.
—Porque si te vuelves la reina darás a notar que nadie puede superar a los Ryddle y tu hijo será el siguiente rey, perpetuando el poder en tu familia por varias generaciones.—respondió Theodore.
Sus padres los miraban confundidos, intentando descifrar quienes eran, ya que tenían las capuchas aún puestas. Para la sorpresa de ambos jovenes, el profesor Flitwick se colocó en medio de la tarima, pronunció algo en voz baja y su voz sonó amplificada:
—¡Bienvenidos!—saludó a Theodore y Jade.— ¡Otro combate inicia, esta vez el número 126!— el público aplaudió emocionados—¡Quiero un duelo honrado y sin trampas! ¡Favor de quitarse las capas!
El público jadeo de asombro en cuanto Theodore y Jade se quitaron las capuchas e incluso sus padres se mostraron bastante sorprendidos, a comparación de Flitwick, quien lucía emocionado. Desde los palcos, Eva y Remus se levantaron asustados.
—¡Tom/Jade!—exclamaron a su vez.
—¡En guardia!—exclamó Flitwick.
—Esta no la vi venir.—admitió Theodore Sr colocándose en posición de combate.
—No, ni yo.—dijo Tom imitándolo.—¿Estan seguros de esta locura, chicos? No tendremos piedad con ustedes.
—Sin ofender, —dijo Theodore en posición de combate.
— pero son ustedes quienes rogaran piedad.—completó Jade alzando la barbilla, orgullosa.
—¡Comiencen!—ordenó Flitwick.
Inmediatamente, sin darles tiempo a reaccionar, Jade y Theodore lanzaron sus primeros ataques contra sus padres, quienes apenas alcanzaron a protegerse y contraatacar.
—¡Confringo!
—¡Bombarda!
—¡Depulso!
—¡Expelliarmus!
—¡Sectumsempra!
—¡Everte Statum!
—¡Flipendo!
—¡Impedimenta!
Los hechizos más complicados, los más fáciles y los más desconocidos estaban siendo realizados en ese momento ante una ola de espectadores que contemplaban la batalla con un gran asombro.
Todos sabían que la hija de los reyes había aparecido, que la joven fue criada como una sangre sucia y que incluso había luchado en el bando de la Orden del Fénix a cargo de Albus Dumbledore para derrocar a Tom Ryddle, por esa misma razón es que más de la mitad de la población se había mostrado inconforme ante la posibilidad de que los reyes le dejaran el trono a su hija, por más su hija que fuera.
Por esa misma razón se había creado aquel concurso, el cual significaba una oportunidad para cualquier mago o bruja que pudiera demostrar su valía y su poder, demostrar que podían ser el mago o bruja más fuerte de todos los tiempos.
Pero jamás consideraron que esa persona pudiera ser la misma hija del que era ahora el mago más fuerte de todo el mundo mágico.
La joven Jade luchaba de una manera extraordinaria, tenía una gran rapidez y agilidad para moverse, así como también un cerebro prodigioso como sus padres, el cual le permitía elegir su siguiente ataque de manera que fuera completamente contundente.
Para evitar que se creara el priori incantatem, Jade tenía que mantenerse luchando con su padre a menos de un metro de distancia, quedando tan cerca que sus varitas no podrían crear dicho fenómeno mágico.
—¡Contracturo!—lanzó Theodore Jr
—¡Desmaius!—lanzó Theodore Sr.
—¡Sectumsempra!—lanzó Tom.
—¡Fiendfyre!—lanzó Jade.
De la varita de Jade salió una luz roja, amarilla y naranja, exactamente como el color del fuego y que fue eso precisamente lo que se formo: un poderoso y ardiente fuego que tomó la forma de un gigantesco dragón.
Los más adultos jadearon de la impresión y Albus Dumbledore sostuvo su gorrito, Jade acababa de crear el fuego maligno, una maldición que generaba un fuego mágico de tamaño y calor descomunal, profanado naturalmente con magia oscura. ¿Lo más tenebroso del asunto? que aquella maldición poseía la capacidad de buscar y perseguir seres vivos a pesar de no tener conciencia.
El enorme dragón arrebato las varitas de Theodore Sr y Tom, quienes no pudieron evitar caer al suelo. Eva soltó un grito de terror al ver como aquella criatura de fuego se acercaba a ambos adultos dispuesto a matarlos hasta que....
—¡Alto!—ordenó Jade al fuego.
La criatura de fuego se detuvo. Jade pronunció unas palabras en latín y todo vestigio del fuego maligno desapareció. Un silencio sepulcral inundo el lugar. Nadie podía creer como una chica de dieciocho años, que se encontraba en estado delicado porque estaba recién aliviada de dar a luz a su primer hijo, había controlado una maldición tan poderosa y descontrolada como esa.
—Yo gano.—dijo Jade y miro a Theodore.— ganamos.—se corrigió.
Y el público rompió en sonoros aplausos y vitoreos. Se había ganado la aceptación de la población al demostrar que podía vencer a Tom Ryddle, su propio padre. Ahora no quedaba ninguna duda.
Silver Ryddle, Jade, era la bruja más poderosa del mundo mágico.
Esa misma noche se hizo una enorme celebración en la mansión Ryddle, donde se dio paso libre a toda persona para observar la coronación de la nueva reina.
Jade siempre fue una mujer descarada, le gustaba alcoholizarse, bailar vulgarmente y vestir de una manera que no se consideraba muy respetable para su época, pero a ella no le importaba. Esas cosas la hacían una mujer autentica y no por eso merecía menos respeto.
Por esas mismas razones, cuando fue el momento de salir al balcón para recibir las ovaciones del público, lo hizo vestida en un precioso vestido escotado de corsé verde esmeralda y una profunda abertura en la pierna derecha ataviado de hermosos hilos de diamante que enrollaban desde su cuello hasta el resto de su cuerpo y algunas flores de plata en el área del busto y el abdomen. En su cabeza portaba una preciosa corona de oro blanco con una gran esmeralda en el centro, la cual tenía encima dos serpientes que formaban un corazón.
Theodore se colocó a su lado izquierdo, portando el broche de oro que lo identificaba como guardián. A su derecha se colocó Remus, enfundado en una elegante túnica negra cargando al pequeño Tom y viendo a Jade con una sonrisa en los labios.
—¡Su majestad, la reina Silver Ryddle! ¡La reina Jade!—exclamó Theodore Jr en voz alta.
Jade se acercó al balcón, mostrándose al público y miro desde arriba a sus amigos más cercanos, pero su vista recayó en sus padres y padrino, quienes la miraban a ella y a Theodore con una gran sonrisa de orgullo. Todo el mundo gritaba y aplaudía de emoción.
Colocada en la cima del poder, se dio cuenta que ahora lo tenía todo. Amor, amistad, familia, dinero y poder y Jade consideró que probablemente era la persona más afortunada en todo el mundo y que nunca había sido más feliz, pues nunca volvería a estar sola.
—¡Larga vida a la reina Jade!
FIN
Esta fue la inspiración que tuve para el vestido de Jade.
¿Qué les pareció la historia? Los amo!
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