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6. Riesgo o recompensa

Derek y yo miramos los antebrazos de Allison y Lydia viendo los moretones formados en sus pieles. Tenía que admitir que las marcas eran exactamente iguales y que era extraño, pero no me agradaba del todo la idea de que Scott nos obligara a venir a la escuela solo para mirarles los brazos. En especial a Allison, con quien no tenía una buena relación desde lo ocurrido meses atrás cuando su madre se suicidó y luego su abuelo hizo que el kanima provocara una herida mortal en mi padre para que yo terminara el trabajo sucio.

— No veo nada —dijo Derek cruzado de brazos.

— Vuelve a intentarlo —pidió Scott.

Rodé mis ojos.

Entendía que Scott estuviese tan enamorado de Allison como para perdonarla tan fácil, pero me irritaba un poco que él viera algo en la marca que yo no lograba ver. Solo parecía una marca. Eran dos marcas iguales, pero fuera de eso no me convencía del todo.

— ¿Cómo me dirá una herida dónde están Boyd y Erica? —preguntó Derek.

— Es la misma en ambos lados —dijo Scott—. Exactamente igual.

— No significa nada —negó Derek.

Lydia y Allison seguían con la misma expresión de que sabían que significaba algo. Estaban completamente seguras de ello, aunque eso me hizo pensar que era más obra de Allison que de Lydia.

— Pareidolia —habló Lydia. Me alegraba que por fin estuviese dejando atrás su lado de chica tonta, pero no en este momento—. Ver patrones donde no los hay. —Todos nos miramos con la misma expresión, excepto por Scott quien lucía un poco más perdido con lo que Lydia se encontraba diciendo—. Es un subconjunto de la apofenia.

Derek miró a Scott sin poder creer que lo hubiese arrastrado hasta el salón vacío para eso.

— Intentan ayudar —las defendió.

— ¿Ellas dos? —preguntó con escepticismo—. Ella —señaló a Lydia con su dedo índice—, que nos utilizó a mí y a Scarlett para revivir a mi tío psicótico. Gracias. Y ella —volteó para ver a Allison— que nos disparó unas treinta flechas a mi manada y a mí.

En eso le di la razón a Derek. Él no tenía razón alguna para creer en ellas o siquiera intentar de ver lo que ellas estaban insistiendo en que veían.

— De acuerdo, vamos, nadie murió, ¿bien? Quizá haya habido algunas mutilaciones, algunas, pero no muertes —Stiles intentó de ver el lado positivo a todo esto cuando en realidad no lo había porque sí hubo muertes—. A eso llamo una gran distinción.

— Stiles, no ayudes —mascullé.

Allison miró a Derek.

— Mi madre murió —le recordó.

— Y mi padre también —le guiñé un ojo para recordarle que ella no era la única que había perdido a uno de sus padres.

Al menos ella no había tenido que matar a su madre o ver cómo la vida desaparecía de sus ojos. Tampoco tenía que cargar con la culpa u otro sentimiento que te impedía respirar dentro de tu propia casa, en especial porque ella se había mudado. Además, Allison todavía tenía a su padre, quien se preocupaba por ella y daría hasta su vida por defenderla. ¿Dónde estaba mi madre? Evitándome a toda costa sin preguntarme siquiera cómo me fue en el viaje o si estoy bien.

— La mató el pequeño código de honor de tu familia. No yo —contraatacó Derek.

— Esa chica estaba buscando a Scott. Vine a ayudarlo a él, no a ti.

Esperen, ¿qué chica?

— ¿Quieres ayudar? Encuentra algo real —concluyó Derek, dando por terminada la discusión.

Estaba a punto de salir del aula cuando Scott lo detuvo.

— Dale una oportunidad. Ambos —pidió mi mejor amigo, dedicándome una mirada suplicante.

Apreté mis labios en una fina línea. No era algo que simplemente podía hacer así porque sí. Allison tenía que afrontar que me traicionó en la peor forma posible. Por ella andar de bocazas diciendo que también me habían mordido, Gerard apareció en mi casa dispuesto a terminar con el linaje Brann y me subestimó.

— Es más fácil decirlo que hacerlo, Scott —repliqué.

— Están en nuestro lado ahora.

Resoplé.

— Entonces deberías contarle qué intentaba hacer su madre aquella noche —le dijo Derek antes de marcharse.

Yo me quedé porque ya había pasado en frente de varios maestros que me obligarían a continuar el resto del día en la escuela. Scott volvió a suplicarme con la mirada que le diera una oportunidad a Allison. Con Lydia yo no tenía ningún tipo de problema, pues con ella era consciente de que no había forma de que ella pudiese bloquear a Peter Hale de su mente. En cambio, Allison pudo haberse negado a ser utilizada por su abuelo, pero ella lo permitió.

— Por favor, Scarlett. Sé que tampoco le has dicho a Allison lo que ocurrió con tu padre —susurró él.

Mordí el interior de mi mejilla.

Antes de irme a Noruega, le había confesado a Scott lo que verdaderamente había ocurrido la noche en la que mi padre murió. Había sido una historia llena de lágrimas y muy difícil de contar. No planificaba hacerlo con nadie más. Mucho menos a Allison.

— No lo he dicho porque no quiero que las personas sepan que soy una asesina, Scott. Hay una gran diferencia —dije en voz baja para que ninguno de los presentes pudiese escuchar lo que estaba dirigido solamente para los oídos de Scott—. Si ella quiere arreglar las cosas, será mejor que lo haga por su cuenta. No intentes resolver sus conflictos, por favor.

Scott suspiró rendido y asintió.

* * *

Finstock dejó caer el libro de Introducción a los Negocios sobre su escritorio, haciéndonos sobresaltar a la mayoría. Había olvidado lo dramático que es el entrenador para dar sus clases. Es como si odiara ser maestro, pero tampoco hace lo suficiente para dejarlo. Tiene una relación amor-odio con sus estudiantes. Excepto por Greenberg, a él sí lo odia.

— El mercado de valores se basa en dos principios. ¿Cuáles son? —preguntó.

Scott fue el primero el levantar su mano y no pude evitar que una sonrisa de orgullo se asomara en mi rostro. Era una de las lecciones que le había dado antes de marcharme. Me alegraba saber que sí se lo había aprendido.

— Sí, McCall, puedes ir al baño —dijo Finstock—. ¿Alguien más?

— No, entrenador. Sé la respuesta.

Finstock comenzó a reírse como si Scott le hubiese hecho un gran chiste. Estaba segura de que el entrenador estaba pensando que la verdadera vocación de Scott es ser comediante. Entonces vio la expresión de mi mejor amigo y se calló de golpe.

— Oh, hablas en serio.

— Sí. Riesgo y recompensa —respondió Scott.

Mentalmente me di una palmadita en el hombro por ser tan buena maestra y lograr que a Scotty se le quedara algo en la mente más de un día.

— ¡Vaya! ¿Quién eres tú y qué le hiciste a McCall? No contestes eso. Me agradas más así —expresó Finstock con gran honestidad—. Bien hecho, Brann, choca esos cinco.

Levantó su mano y se quedó esperando que la chocara.

— ¿Esto significa que me dejarás tener un silbato? —pregunté.

— ¿Has vuelto al periódico? —cuestionó.

— No —respondí, moviendo mi cabeza en gestos negativos.

— Entonces no hay forma de que vaya a considerar darte tal poder, Brann —replicó chasqueando su lengua y apartó su mano, alejándose de nuestra fila de asientos—. ¿Alguien tiene una moneda de 25 centavos?

— Sí —Stiles buscó en su bolsillo y cuando sacó la moneda, un pequeño sobre azul salió volando por el aula hasta caer al suelo.

Era un condón XXL.

Y todos lo vimos caer al suelo luego de haber salido del bolsillo de Stiles.

Si yo fuera él, ya ni estaría presente en el salón por la vergüenza que me hubiese causado ese incidente. A decir verdad, yo misma sentía vergüenza ajena por él. Es que solo a él le pasan estas cosas.

— Stilinski, creo que...se te cayó esto —le dejó saber Finstock, devolviéndole el condón a Stiles—. Y felicitaciones.

No pude evitar la carcajada que se me escapó de los labios al ver la reacción de Stiles. Él estaba rojo como un tomate sin saber ni dónde meterse. Hasta Scott lo miraba sorprendido. Yo apenas podía respirar del ataque de risa que tenía.

— Riesgo y recompensa —continuó Finstock—. Si encestan la moneda en la taza, obtienen la recompensa.

Me enderecé en mi asiento, interesada por cómo esto terminaría. Finstock colocó su taza en el suelo y se agachó a unos metros de ella, soplando la moneda antes de arrojarla. La moneda chocó una vez en el suelo y rebotó, terminando en la taza.

Todos en la clase aplaudieron, excepto yo porque estaba muy ocupada pensando en cómo arriesgarme para hacer que la moneda terminara dentro de la taza. Quería ese maldito silbato que Finstock me estaba negando. El silbato es el símbolo de autoridad en su clase y yo necesito tenerlo.

— Yo puedo hacerlo —murmuré para mí misma, convenciéndome a mí misma de ello.

— Bien, Danny. ¿Riesgo o recompensa?

— ¿Cuál es la recompensa? —cuestionó Danny.

Él siempre ha sido un chico inteligente y astuto. Por eso es que todos lo aman.

— Mañana no harás el examen sorpresa —le dijo Finstock.

— Entrenador, no es sorpresa si nos avisa —dije lo suficientemente alto como para que me escuchara.

Finstock inmediatamente volteó a verme.

— ¿Qué has dicho? —preguntó—. Brann, piensa rápido. —Agradecí tener reflejos bastante buenos por lo que pude atrapar la moneda cuando me la lanzó—. ¿Riesgo o recompensa?

— Riesgo —respondí ante las miradas sorprendidas de todos—, pero quiero otra recompensa. Ambos sabemos que puedo sacar el examen sorpresa perfecto sin siquiera esforzarme. Quiero poner este juego más interesante.

Eso picó el interés del entrenador.

— Estoy escuchando —me dejó saber.

Sonreí complacida.

— Quiero un silbato —anuncié. El entrenador negó con rapidez y estuvo a punto de quitarme la moneda, pero fui mucho más rápida. Desde que mis poderes estaban en su máxima potencia y Derek me enseñó a pelear, todos mis movimientos eran más rápidos y precisos—. Tsk, elegí riesgo...¿o es que no te atreves?

— Pft, como si eso fuese posible —se rió—. De acuerdo, Brann, pero tendrás que encestar la moneda dos veces. Solo para asegurarme de que no tuviste suerte.

Me levanté de mi asiento con una sonrisa satisfecha y caminé hasta el frente de la clase. Sabía que todos me miraban esperando con intriga lo que sucedería. Jugueteé con la moneda en mis dedos, acostumbrándome a su peso liviano, a su forma y al calor que la rodeaba. Cerré mis ojos al agacharme en cuclillas a unos metros de la taza. Hice un cálculo mental de cuánta fuerza necesitaría para lograr que la moneda cayera en la taza. Abrí los ojos una vez lo tuve y moví mi brazo haciendo un movimiento exacto de un ángulo de veinticinco grados al lanzarla.

La moneda rebotó contra el suelo y cayó dentro de la taza. ¡Sí! Busqué la moneda y volví a mi lugar. Miré a Scott y a Stiles, guiñándoles un ojo antes de repetir mis movimientos anteriores y segundos después se escuchó el ruido de la moneda cayendo dentro de la taza.

Los estudiantes estallaron en aplausos e hice una ligera reverencia.

— ¡Eso fue suerte, Brann! —exclamó Finstock sin poder creer que había encestado la moneda dos veces corridas dentro de la taza.

La sonrisa de superioridad no me la borraba nadie.

— Podría hacerlo con los ojos cerrados —aseguré.

— Pruébalo. Si lo haces, dejaré que tengas ese silbato que tanto quieres —me retó Finstock.

Sabía que era una locura aceptar su propuesta, pero era muy tarde como para rechazarla. Además, en estos momentos me sentía capaz de hacer cualquier cosa. Me sentía como Scott cuando lo mordieron y comenzó a darse cuenta de que podía jugar al lacrosse mejor que nadie gracias a sus reflejos sobrenaturales.

Caminé hacia la taza, recogí la moneda y volví a mi posición en cuclillas. Cerré mis ojos, llevé la moneda cerca de mis labios, la soplé y la lancé.

Abrí mis ojos y vi la moneda en cámara lenta girando por el aire. Todos los estudiantes estaban al borde de sus asientos intentando presenciar ese momento. El corazón me bombeaba con fuerza por los nervios y la anticipación. Entonces se acercó a la taza, chocó en el borde de la cerámica, rebotó dos veces y luego cayó de dentro.

— ¡Sí! —exclamé, poniéndome de pie.

Los estudiantes estallaron en aplausos y alaridos. Volteé para ver a Finstock y apenas pude reprimir una carcajada al ver su cara de incredulidad ante lo que sus ojos habían presenciado.

— Tú...p-pero....eso...imposible —balbuceó, incapaz de completar una frase coherente.

Extendí mi mano.

— Mi silbato —exigí.

Finstock soltó un gruñido y se acercó a su escritorio, abriendo una de las gavetas para sacar un paquete de silbatos. Sacó uno de ellos como si le doliese y me lo entregó.

— Lárgate a tu asiento antes de que me arrepienta —masculló. Volví a mi lugar con una sonrisa de oreja a oreja y me puse el silbato alrededor del cuello—. Que quede claro que nadie más va a cambiar las reglas del juego de ahora en adelante. McCall, ¿riesgo o recompensa? El riesgo, si no encestas la moneda en la taza, harás el examen sor... el examen. Y tienes que escribir un ensayo. Riesgo, más trabajo. Recompensa, nada de trabajo. O elige no jugar.

Scott frunció su ceño.

— Pero, ¿eso no es al azar?

— No. Conoces tus habilidades, tu coordinación, tu concentración, experiencia. Todos los factores que afectan el resultado. Excepto por Brann, sigo convencido de que tuvo suerte —murmuró lo último—. ¿Qué elegirás, McCall? ¿Más trabajo, nada de trabajo o no jugar?

Scott miró la moneda en su mano, analizando sus opciones. Los pros y los contra de cada una de ellas. Entonces dejó la moneda sobre su libro.

Eligió no jugar.

— De acuerdo, ¿quién sigue? ¿Quién quiere la moneda? —Stiles tamborileó sus manos en su libro y se puso de pie—. ¡Aquí vamos! ¡Tenemos un apostador!

Y esto iba a salir increíblemente mal.

— No lo logrará —le dije a Scott.

Él abrió y cerró su boca varias veces.

— Quiero tener esperanza de que lo logrará —acotó Scott, intentando ser optimista.

Hice una mueca.

— Sí, con toda la suerte del mundo.

Entonces la puerta del aula se abrió y entró el papá de Stiles junto a otro oficial. Scott y yo intercambiamos miradas confusas.

— Stiles.

— Sí, entrenador, lo tengo.

— Stiles —dijo esta vez su padre con un tono de voz firme.

Scott y yo nos asustamos porque generalmente Stiles siempre era la persona que buscaba entrometerse en las conversaciones de su padre cada vez que él venía a la escuela. Nunca lo buscaban a él.

Cuando Stiles salió del salón junto a su padre, le pedí a Scott que me mantuviese al tanto de lo que ellos decían. En eso Danny se paró y logró encestar la moneda en la taza.

— ¿Quién más? —preguntó el entrenador—. Greenberg, baja tu mano. No tienes posibilidades.

— ¿Qué están diciendo?

— Heather, la chica con la que Stiles estuvo anoche en la fiesta, está desaparecida y Stiles fue el último que la vio.

Una ola de confusión invadió mi cuerpo.

— Espera, ¿qué fiesta? ¿Aquella a la que no quise ir porque tenía que asegurarme que nada le ocurriese a Payton? —Scott asintió—. ¿A qué te refieres con desaparecida? ¿Podría estar muerta o...?

— No lo sé, Scarlett. No lo sé.

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Este es uno de mis capítulos favoritos de Enemy Flames 7w7r. No me crean, todos son mis favoritos porque estoy enamorada de la historia ahr. #NarcisismoAl100

Preguntas: ¿Les gusta cómo va la historia hasta el momento? ¿Qué opinan de Scarlett? ¿Les ha gustado el desarrollo de su personaje en el transcurso de estos tres libros?

Chau y hasta la próxima ❤️

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