39. Eclipse lunar
Sentía como flotaba en medio de la oscuridad, un pasillo eterno sin salida, perdida entre lo que no podía ver ni apreciar. La desesperación me estaba comenzando a ahogar. ¿Así era como se sentía morir? ¿Qué sucedió con el coro de ángeles celestiales si ibas al cielo o las llamas del infierno? Ya estaba pensando que ese sería mi verdadero hogar, teniendo en cuenta que era una elemental de fuego, aunque sabía que ese no sería el verdadero infierno. Cada cual tenía su propio infierno personal donde revivían una y otra vez sus experiencias más espantosas, alimentándose de su propio sufrimiento. Sin embargo, ¿ese sería mi infierno personal? ¿Una oscuridad inmensa?
De repente, una luz brillante apareció al fondo del pasillo y me dirigí hacia ella con lentitud. Cada paso que daba era temeroso y cuidadoso. Me daba miedo dar un paso en falso y que la tierra se abriera bajo mi peso, tragándome hacia algo peor. Mi respiración era un poco errática, pero agradecí mentalmente que ya no doliese.
Al alcanzar la luz brillante, me di cuenta de que no se trataba de una fuente de iluminación, sino de una enorme habitación blanca. En el centro de esta estaban las tres tinas de Allison, Scott y Stiles, y al fondo, muy al fondo, se encontraba el Nemeton. Un pedazo de árbol cortado con raíces prominentes.
Caminé hacia las tinas y di un respingo al ver que los tres salieron del agua, buscando el aire. Vi las miradas confusas de los tres al verme allí junto a ellos, pero ninguno hizo algún comentario al respecto, sino que se pusieron de pie y los cuatro caminamos hacia el Nemeton.
Scott levantó la manga de su camisa y tocó su tatuaje, cayendo en cuenta que lo que había trazado con sus dedos en el verano —los dos círculos— eran básicamente el Nemeton. Confundido, llevó su mano hacia el tronco y sentí que me halaron por los pies hasta llegar a la reserva de Beacon Hills. Supe que ese era el lugar por la forma de los árboles y la oscuridad que nos rodeaba. Por alguna razón, me encontraba solamente con Scott.
Ambos estábamos demasiado confundidos con lo que estaba sucediendo en este lugar, pero no teníamos tiempo de hablar o cuestionarnos, solo esperar a ver cómo era que funcionaba este ritual antiguo de Deaton.
— ¿Estás bien? —escuché la voz de Scott, sin embargo, no había sido él quien me había hablado, sino que la voz sonaba desde el medio de los árboles.
Nos miramos entre nosotros, frunciendo el ceño.
— Estoy bien. ¿Qué demonios ha sido eso? —escuché mi propia voz.
Entonces comprendí. Estábamos en la noche que mordieron a Scott. Yo había sido la única que había estado con él en ese momento.
— No lo sé.
Nos acercamos entre los árboles y pudimos ver a nuestros yo del pasado buscar algo en el suelo. Fue ahí cuando me topé con el cadáver y me vi tropezar con una rama, perder el equilibrio y agarrar a Scott de la sudadera. La caída había provocado que mi pantalón favorito se rompiera en el área de las rodillas, en ese momento de mi despiste por mis rodillas raspadas, el alfa se abalanzó sobre Scott, mordiéndolo. Mi yo del pasado actuó, agarrando un trozo de una rama para golpearlo y sacárselo de encima.
Me eché hacia atrás, sorprendida y un poco confundida al presenciar toda la escena desde otro punto de vista. Choqué con algo y casi repito la escena que acababa de ver, al agarrar el brazo de Scott. Gracias a sus reflejos de hombre lobo, él me sostuvo y evitó que cayera.
Había tropezado con el Nemeton.
Oh, por Dios.
Sabía dónde se encontraba.
Volví a sentir un tirón y me senté de golpe, buscando el aire que acababa de llegar a mis pulmones. Estaba de vuelta en la clínica y podía sentir mi corazón latir. Llevé mis manos hacia mi pecho para poder sentirlo martillear contra mi caja torácica. ¿Había vuelto a la vida?
En ese mismo instante, Allison, Scott y Stiles, salieron del agua, exaltados.
— Lo vi. Sé dónde queda —dijo Scott y me miró—. ¿Tú lo viste?
Asentí.
— Yo estaba contigo.
— Sí, lo pasamos. Había un tocón, un árbol enorme. Ya no es tan grande —añadió Stiles—. Lo cortaron, pero aún es muy grande.
Sabía que hablábamos de la misma noche.
— Fue cuando ustedes buscaban el cuerpo y yo los seguí como la metiche que soy —dije de forma apresurada.
Mis amigos me lanzaron una mirada confundida. No sabían esa parte. Oh, bueno, la verdad siempre sale a la luz tarde o temprano, ¿no?
— La noche que Peter te mordió —prosiguió Stiles.
— Yo iba en el auto con mi madre. Casi le damos a dos personas —habló Allison.
— Fue a nosotros —realizó Scott—. Casi nos atropellan a Scarlett y a mí. Podemos encontrarlo —aseguró Scott.
Entonces volteamos para ver a los demás, ellos no tenían una expresión feliz de nuestro reciente descubrimiento. ¿No se suponía que eso era lo que necesitábamos? ¿Encontrar el Nemeton?
— ¿Qué? —preguntó Allison.
— Ustedes pasaron mucho tiempo inconscientes —anunció Isaac.
— ¿Cuánto es mucho tiempo? —quise saber.
— Dieciséis horas —respondió Deaton.
¿Estuvimos dieciséis horas inconscientes? Eso solo significaba que la luna llena salía en menos de cuatro.
No teníamos tiempo.
* * *
— No regresarás con ellos —farfulló Stiles cuando Scott dijo que tenía que irse con Deucalion nuevamente ahora más que nunca, teniendo en cuenta que quedaba poco tiempo para que la luna saliera y Jennifer iría por los alfas.
— Hice un trato con Deucalion —repitió Scott, intentando de hacerle ver ese punto.
— ¿No les suena como un trato con el diablo? —preguntó Stilinski.
Ladeé mi cabeza, frunciendo mis labios en una mueca.
— Bueno, no sería la primera vez, teniendo en cuenta que hizo un trato con Gerard la última vez —miré a Allison—. Sin ofender.
— No te preocupes.
Sonreí, satisfecha.
— ¿Por qué es importante? —preguntó Isaac.
— Porque aún no podemos vencer a Jennifer sin ayuda de ellos.
— Confía en ti más que en nadie. Dile que se equivoca —le pidió Allison a Deaton.
El doc no lucía convencido de que Scott se estuviese equivocando. Eso solo significaba que había más del poder de un Darach de lo que pensábamos. Yo había visto parte de lo que Jennifer era capaz de hacer, pude apreciarlo cuando huyó de Kali en el ascensor y me dejó con Deucalion. Eso que logró hacer con sus manos, expulsarla sin siquiera tocarla, no era algo normal.
— No estoy seguro de que se equivoque —habló Deaton—. Las circunstancias como esta a veces exigen unirse con gente que normalmente consideras enemiga.
— Así que vamos a confiar en él —dijo Payton—. El que se hace llamar "muerte, destructor de mundos" —hizo énfasis el alias—. ¿Vamos a confiar en él?
Sabía que Payton no estaba convencida de que Scott estuviese con los alfas, en especial porque ella había sido convertida por Deucalion. La única beta viviente del lobo demonio.
— Yo no confiaría en él. Pero podrías usarlo en beneficio tuyo —aclaró Deaton—. Puede que Deucalion sea el enemigo, pero también puede ser la carnada.
— Me gusta cómo suena esto —murmuró Payton.
En ese momento escuchamos la campana de la puerta anunciando la llegada de una persona a la clínica. Nos asomamos por la puerta y pudimos ver a Ethan en el vestíbulo.
— Estoy buscando a Lydia —dijo.
— ¿Qué quieres? —preguntó ella en un tono un poco cortante.
— Necesito tu ayuda.
Fruncí mi ceño.
— ¿Con qué? —cuestioné, cruzando mis brazos.
— Para impedir que mi hermano y Kali maten a Derek.
El silencio reinó en ese momento y Lydia me miró, buscando una respuesta en mi expresión, supongo que por el hecho de que yo era la pareja de Derek. Sin embargo, Ethan no había pedido mi ayuda, sabía que yo lo más que podía sugerir era que quemáramos a su hermano vivo. Fin de la historia.
— Ve —ordené para la sorpresa de todos—. ¿Qué? Soy lo suficientemente metiche como para seguirlos y terminar en un embrollo sobrenatural, pero no has pedido mi ayuda y, créeme, no la quieres.
* * *
Allison, Isaac, Scott y yo entramos al apartamento de los Argent para buscar una pieza de ropa que Isaac pudiese utilizar para rastrear a Chris. Stiles se había marchado con Payton para buscar algo en su casa que tuviese el olor suficiente para rastrear al sheriff también. Ambas manteníamos una llamada para estar al tanto de lo que decidíamos, y pude escuchar a Payton quejarse diciendo que no olería los calzoncillos del sheriff.
— ¿Qué sobre mí? —interrogó Isaac.
— Busca en el closet de papá. Algo con olor fuerte —ordenó Allison, dirigiéndose al despacho con rapidez.
Abrió la puerta y se quedó paralizada, mirando en el interior.
— Tu padre tiene un arsenal aquí, jovencita.
Esa voz.
Maldita sea, Rafael. ¿Siempre tiene que aparecer en los lugares más inoportunos? ¡Estábamos cortos de tiempo y teníamos que soportar un interrogatorio de su parte!
Scott y yo nos asomamos en la puerta al lado de Allison. Ella se había quedado en completo silencio. Primeramente, estaba clarísimo que ella no conocía la identidad del hombre que estaba sentado en la silla de su padre con una identificación de FBI. Segundo, no iba a responder algo que podría causarnos más daño.
— Scott —pronunció Rafael, poniéndose de pie al ver a su hijo.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —espetó mi mejor amigo.
— Siguiendo una de las únicas pistas que tengo. Como no sé dónde han estado, ¿por qué no se sientan? —ofreció—. Podemos hablar. Tú también, Isaac.
El cachorro apareció a nuestro lado, confundido. Lo demostraba su ceño fruncido.
— ¿Cómo sabe mi nombre? —quiso saber.
— Es una de las poca cosas que sé —aseguró—. Para ser sincero, el resto de lo que pasa aquí me tiene tropezando en la oscuridad, hasta la pista más pequeña.
— Si intentas decirme que no sabes nada, eso lo sé desde hace mucho tiempo —espetó Scott, dando un par de pasos hacia su progenitor.
Entendía la rabia que tenía Scott hacia su padre, pues él lo había abandonado desde niño. No tenía derecho alguno de aparecer ahora que Scott tiene diecisiete años, casi un adulto, para cumplir el rol de padre responsable. Me parecía que estaba un poco tarde, tan tarde como mi madre para formular una disculpa.
— En verdad, espero evitar la vergüenza de arrastrar a mi propio hijo a una sala de interrogatorio —dijo Rafael—. En verdad lo espero.
Nos miramos entre todos y optamos por sentarnos frente al escritorio. Isaac sacó una caja de mentas, luciendo completamente indiferente al ser interrogado por un agente del FBI. Bueno, ¿qué más daba? Él ya había sido arrestado anteriormente.
— No voy a mentir. Estoy más que alterado no solo por los padres desaparecidos, sino porque son el padre de Stiles, tu padre —señaló a Allison— y tu madre —miró a su hijo.
Isaac levantó su mano para atraer su atención.
— Mis padres fallecieron —dijo el cachorro y se metió una menta en la boca.
— De ser así, pues, mi padre fue apuñalado en un robo, lo vi morir y mi madre vive sus días encerrada en su cuarto —comenté con una sonrisa indiferente.
— Dejen la apatía juvenil para sus maestros de secundaria. Los cuatro saben más de lo que dicen, y los tendré aquí toda la noche si es necesario —avisó.
Elevé mis cejas y crucé mis brazos.
— ¿No requieres una orden de un juez para eso? Además, ¿no es estipulado por ley que se requiere un abogado para interrogar a un menor? Los cuatro somos menores de dieciocho. Bueno, podrías interrogar a tu hijo, pero creo que le sacarías más información a una pared —manifesté, quitándole la caja de mentas a Isaac para poder llevar un par a mi boca.
Rafael me dedicó una mirada de fastidio.
— Scarlett, mantén tu boca cerrada si no vas a decir nada que no tenga relación a lo que necesito saber —masculló.
Reí por lo bajo.
— No puedes mantenernos aquí —presionó Scott.
— Como dijo Scarlett, necesitas una orden de un juez para eso —añadió Allison.
— Tengo un escritorio lleno de causas probables.
Sonreí, anticipando lo que iba a venir. Allison hizo una mueca que decía: "¡qué pena!" y se puso de pie.
— Mi padre es un asesor de seguridad privada sumamente respetado y vendedor de armas de fuego con licencia federal —explicó—. Significa que debe tener sus propias armas. Como esta ballesta táctica de 79 kilos. O este cuchillo de acero al carbono de combate de Marina. Desert Eagle .50 AE —mencionó, señalando las armas y agarró una granada, luciendo completamente inocente mientras exponía su conocimiento de armas—. Granada de humo con anillo de encendido.
Dicho esto, jaló el anillo y lanzó la granada hacia el padre de Scott. Nos hizo una seña para que huyéramos del apartamento.
— Eso fue asombroso —admití.
— Gracias —susurró ella, sonriendo.
* * *
Bajé de la moto de Scott, quitándome del casco y miré a mi alrededor. Nos encontrábamos cerca de la reserva, en un punto donde podíamos ver toda la ciudad.
— No sabía qué decir. No se me ocurrió nada. Pero lo que hiciste fue increíble —felicitó Scott a Allison.
Isaac bajó del auto de Allison y se acercó a nosotros.
— Aún no he recibido nada de Stiles. ¿Y ustedes?
— Nada de Payton. Corté la llamada tan pronto vi que Rafael estaba en el apartamento —dije, encogiendo mis hombros.
— No podemos esperarlos. Vamos —acotó Isaac.
Los cuatro caminamos hasta el borde del lugar y recordé cuando estuvimos aquí mismo unas semanas antes cuando buscábamos a Boyd y a Cora.
— Llegamos algo tarde, ¿no es así, Scott?
Esa voz me puso los pelos de punta. Deucalion. No me agradaba en lo absoluto que estuviéramos tratando con él, pero como Deaton dijo, había que utilizarlo. Él sería nuestra carnada.
— Nos retrasamos un poco. ¿Dónde están los demás? —interrogó Scott al ver que Deucalion se encontraba completamente solo.
— Ocupados en otras actividades —respondió.
— ¿Somos solo tú y yo contra ella?
— Te sorprendería ver qué buen equipo hacemos. Scarlett, estás cordialmente invitada a unirte al equipo —ofreció.
Scott y yo intercambiamos una mirada y asentí. No iba a dejarlo solo en esta ocasión. Si él se iba a ir con Deucalion, tenía que llevarme con él. Éramos dos tercias partes de los tres fenómenos, Stiles estaría cumpliendo la otra parte del plan.
— Busca a Stiles y luego ve al silo. Alejaremos a Jennifer mientras los sacas de allá —le dijo a Isaac.
Él frunció su ceño.
— ¿Cómo lo harán?
Scott y yo sonreímos.
— Tenemos un plan —dijimos al unísono.
* * *
Scott y yo nos aproximamos junto a Deucalion a la destilería abandonada de Beacon Hills. Esta parte del plan había sido idea mía, pues yo había sido quien la había visitado dos días después de que Boyd muriera. Deucalion lucía escéptico con nuestro plan, bastante incrédulo para ser verdad. Sabía que Scotty lucía un poco lento a veces, pero a la hora de la verdad, tenía los mejores planes para atacar a su oponente. Ya lo demostró con Gerard unos meses atrás.
— ¿Dijeron que tenían un plan? —Nos preguntó Deucalion cuando nos detuvimos frente a la entrada.
— El primer día de clase, Jennifer nos envió un mensaje a todos. Era la última frase de «El corazón de las tinieblas» de Joseph Conrad —comencé a explicar. Deucalion se quedó en silencio, esperando para escuchar el plan.
— Tenemos un mensaje para ella —concluyó Scott, sacando su teléfono y dirigiendo la cámara hacia el espiral que Ennis había dibujado con sus garras en el zinc de la destilería, entonces comenzó a grabar—. ¿Ves esto? Es un símbolo de venganza —dirigió la cámara hacia nosotros.
— Hablas de equilibrio, de salvar gente. Sabemos lo que quieres de verdad. Y ya sabes dónde encontrarnos —dije.
Scott terminó el vídeo y lo envió.
— Ahora esperamos.
Los tres nos ubicamos en el centro de la destilería, mirando hacia la entrada. No podíamos ver mucho, pues una tormenta se encontraba ocurriendo en esos momentos y el viento levantaba demasiado polvo. Sin embargo, sabíamos que Jennifer vendría pronto. Ella solo tenía el eclipse de ventaja y quedaba menos de quince minutos para que comenzara.
Unos minutos más tarde, pudimos ver la figura de Jennifer entre la enorme nube de polvo que se alzaba. Lo que me sorprendió fue ver otra figura detrás de ella, una que yo conocía demasiado bien, tanto así como la palma de mi mano.
Derek.
Jadeé cuando él entró junto a ella a la destilería.
— ¿Qué estás haciendo, Derek? —pregunté en voz baja, sin poder creer que él estuviera del lado de ella.
— Aunque sea difícil de creer, intento ayudarlos —dijo.
— Uh, como hermano contra hermano. Novia contra novio —habló Deucalion en un tono burlón, él disfrutaba de ello—. Es algo típico estadounidense —añadió, doblando su bastón—. ¿Estás lista, Jennifer? ¿Recolectaste tus hierbas? ¿Les rezaste a tus dioses antiguos y a tus robles? ¿Degollaste a un bebé, quizás? ¿Les enseñamos por qué sacrificaste a nueve inocentes solo para enfrentarme? —preguntó, comenzando a transformarse, algo que nunca había visto—. ¿O ya van doce?
La piel de Deucalion se volvió oscura y, literalmente, parecía un demonio. Ahora entendía la razón de su apodo. Era como ver al monstruo que temía de niña, solo que peor porque era real. Estaba frente a mí, dispuesto a cortarle la garganta a Jennifer y, quizá, a intentar asesinarme de nuevo. Retrocedí un paso y Scott agarró mi mano para brindarme apoyo.
Derek se transformó también y sus ojos brillaron azules. Él había salvado a Cora y había dejado de lado su poder de alfa. Eso solo me asustó más porque estaba a punto de abalanzarse contra Deucalion siendo un beta.
Deucalion agarró los brazos de Derek, riendo de forma burlona, y Jennifer intentó utilizar sus poderes para enviarlo al otro lado de la destilería, pero solo vimos unas ondas blancas aparecer. No tuvo ningún efecto en él. Los sostuvo a ambos del cuello y los elevó unos centímetros del suelo. Al soltarlos, Derek intentó golpearlo de nuevo, pero solo terminó siendo arrojado lejos. Jennifer se abalanzó nuevamente sobre Deucalion y él le pegó en el rostro, provocando que ella cayera al suelo.
Mis ojos se trasladaron hacia Derek, quien sangraba de la boca. Estaba herido.
Deucalion agarró a Jennifer del cabello y la arrastró hacia Scott, obligándola a arrodillarse.
— Mátala. Hazlo —Scott se quedó paralizado y Deucalion rugió tan fuerte que mi mejor amigo terminó en el suelo—. Mátala ya. Tus padres están muriendo. ¿Esa tormenta que oyes? Ella está enterrándolos vivos. Es su conexión con las corrientes telúricas. Mátala, y terminará.
Vi la mirada de Jennifer oscurecerse.
— No terminará. No conmigo. Te hará matar a todos los que amas. Es lo que hace —le dejó saber Jennifer.
— Están muriendo, Scott —insistió Deucalion—. Tu madre y los padres de tus mejores amigos.
— Scott, no los escuches. A ninguno —le dije.
—...mátala ya y esto terminará —continuó diciendo—. Conviértete en el alfa que naciste para ser. Conviértete en asesino.
— No, Scott. Eres un alfa verdadero, no necesitas ser un asesino —aseguré, intentando que mi voz fuese más fuerte que las de ellos, intentando de convertirlo en un asesino.
— No están muertos aún —habló Scott.
— ¿Y quién va a salvarlos? ¿Tus amigos? —se burló.
Sonreí lentamente. Scott se puso de pie a mi lado, me miró y ambos asentimos.
— Mi manada —dijo Scott, sus ojos brillando de un color dorado.
Hice brillar mis ojos y escuché a Deucalion gruñir de forma ruidosa. En cuestión de segundos estuvo frente a nosotros, me golpeó con sus garras, provocándome un corte en mi mejilla, y agarró a Scott del cabello. Por el golpe, había perdido el balance y me encontraba en el suelo. Gemí por el escozor en la herida de mi mejilla, llevando mis dedos hacia la zona, pude sentir la sangre.
Derek se trasladó hacia mí y sus dedos ahuecaron mis mejillas, examinando la herida.
— Estoy bien. Es solo un corte, Derek.
Dicho esto, me zafé de su agarre. No podía creer que él se encontraba del lado de Jennifer, aunque, quizá el tampoco pudiese creer que tuviera una pequeña alianza con Deucalion. Tal vez era de parte y parte, pero mientras no pudiéramos hablarlo, me mantendría enfocada en lo que sucedía.
— Quizás solo necesitas que te guíe un poco —masculló, acercándolo a Jennifer.
— Olvidé decirte algo que me dijeron Gerard y Payton —anunció Scott—. "Deucalion no siempre es ciego".
Entonces tiro al suelo de una de las puntas de las flechas de los Argent, aquellas que explotaban y producían demasiado brillo, cegándolos por unos instantes. Lo escuché quejarse y en ese momento, todos los hombres lobos volvieron a la normalidad.
El eclipse había comenzado.
— El eclipse. Ya empezó —dijo Deucalion.
Mi vista se dirigió hacia el lugar donde Jennifer había estado y vi que se encontraba vacío. Oh, no. Ella iba a atacarlos.
La divisé entre el polvo, estaba en su forma verdadera, con enormes cortes en el rostro y completamente calva. Expulsó a Scott hacia el otro lado de la destilería e intentó de hacer lo mismo conmigo, pero —para su sorpresa y la mía— no funcionó como en la noche del recital. Vi la mirada confusa de sus ojos.
— Te olvidaste de algo, Jennifer —dije lentamente—. Yo no dependo de la luna.
Todo mi cuerpo se rodeó de llamas y espeté el talón de mi mano en su esternón, el fuego la quemó en la zona de su pecho y se echó hacia atrás. Me lanzó un golpe, el cual evité gracias a mis reflejos y le propiné una patada en las costillas. Jennifer me pegó en el rostro y clavó sus dedos en la herida que Deucalion había provocado, haciéndome sisear de dolor. Aprovechó ese momento de debilidad para empujarme y utilizar sus poderes en mí, produciéndome más dolor.
Me encorvé, sintiendo el sabor metálico de la sangre en mi boca.
Se alejó de mí para dirigirse a Deucalion y comenzó a estrellar su cabeza contra el suelo. Un charco de sangre comenzó a formarse alrededor de él.
— Jennifer —la llamó Derek—. Él no sabe.
— ¿Saber qué? —preguntó, su voz sonaba robótica y demoníaca.
— Cómo es tu aspecto. Él sabe lo que le costó llevar a Kali a su manada. Pero él nunca ha visto el precio que pagaste —manifestó, pude ver algo cambiar en los ojos de Jennifer. Las palabras de Derek estaban teniendo efecto, aunque yo no lograba comprender el punto de ellas.
— No, no lo ha visto —coincidió.
Se agachó sobre Deucalion y colocó una mano sobre sus ojos. Le estaba devolviendo la vista. Deucalion gritó y cuando ella retiró su mano, pude ver el color verdadero de sus ojos.
— Voltea a verme. ¡Voltea a verme! —exigió.
Iba a atacarlo de nuevo, pero Jennifer se debilitó. Iba a caer al suelo cuando Derek la sostuvo.
— ¿Qué es esto?
— Curarlo a él te debilitó, como me pasó cuando sané a Cora —explicó Derek—. No tendrás tu fuerza durante algunos minutos.
— Entonces hazlo tú —pidió—. Mátalo.
Derek sonrió y negó.
— No. Como decía mi madre, soy un depredador, pero no tengo que ser un asesino —dijo y su mano se envolvió alrededor de su cuello—. Déjalos ir.
Ella lo tiró contra unas cajas y comenzó a golpearlo, utilizando sus poderes contra él. Entonces, dirigí mi mano hacia la cinturilla de mi pantalón y saqué mi arma, pegándola a su cabeza.
— ¿Sabes? Argent dijo que no le sorprendía ver cómo te reponías de una bala en un muslo, pero que quería ver cómo te las arreglabas con la mitad del cráneo volado, y, tengo que admitir, que eso me dejó completamente curiosa —mascullé, haciéndola detener.
Intercambié una mirada con Derek y él me sonrió, sus ojos volviendo a brillar azules.
— Tus quince minutos terminaron, perra —le avisé, golpeándola con la pistola en la cabeza.
No presioné el gatillo porque como Derek dijo, no tengo que ser una asesina. No tengo que ser como ella.
Derek la arrojó lejos y ella creó un círculo de ceniza de montaña a su alrededor para impedir que alguno de nosotros le hiciéramos daño.
— Como te dije, Derek, o los padres o tú —farfulló Jennifer—. Supongo que tendré que llevármelos. En unos minutos, estarán muertos y no necesitaré un eclipse lunar ni para matar a un lobo demonio. —Scott la miró, decidido y se aproximó lo más que pudo a la barrera de ceniza, empujándola con sus manos—. Ya has intentado esto, Scott. No recuerdo que hayas tenido mucho éxito.
— No la escuches, Scott. Puedes hacerlo —lo animé.
Scott presionó con más fuerzas y la expresión de Jennifer comenzó a cambiar de burla a seriedad y preocupación. Entonces los ojos de Scott pasaron de ser amarillos a rojos, dio dos pasos hacia el frente y rompió la barrera.
— ¿Cómo hiciste eso? —preguntó Jennifer.
— Ahora soy un alfa —sonreí con orgullo—. Detén lo que estés haciendo para causar la tormenta, o te mataré yo mismo. No importa que me altere el color de los ojos.
— No cambiará el de los míos, así que permíteme —dijo Deucalion, dando unos pasos hacia Jennifer, y con sus garras, le cortó la garganta.
Suspiré con alivio, al darme cuenta de que todo había terminado. Al menos con el asunto de Jennifer. Deucalion también parecía más calmado y me miraba directamente a los ojos, incomodándome un poco. Sin embargo, no pude darle mucha cabeza a eso porque Derek me rodeó con sus brazos, pegándome a su pecho.
— No puedo creer que le pegaras un arma en la cabeza solo por hacerla detenerse —murmuró.
Reí.
— Soy una mujer peligrosa —le guiñé un ojo y me besó.
— Ya veo —comentó con complicidad.
Scott decidió llamar a Stiles para asegurarse de que todos estuvieran bien, del mismo modo en el que nosotros lo estábamos.
Deucalion se acercó a mí.
— Dile a tu prima que si...—dudó un segundo—...en algún momento necesite a su alfa, puede llamarme.
Comenzó a darse la vuelta para alejarse.
— Deucalion —lo llamé y él se detuvo—, tú no eres su alfa, yo lo soy. Y ella no te necesita.
Él asintió.
— Eres distinta a como pensé que serías. —Arqueé una de mis cejas—. Tu familia tiene cierta fama de ser...parecida a mí, pero tú...tú eres más como Scott.
— No necesito que una familia me defina. Soy mi propia persona, y me levanto por mi propio carácter. Tengo suerte de rodearme de personas como Scott, que me mantienen apegada a mi verdadero ser —dije, elevando mi mentón, decidida.
Deucalion volvió a asentir y se quedó completamente en silencio. Derek rodeó mi cintura con su brazo y lo miró.
— Mi madre solía decir que eras un hombre de visión. Estamos soltándote porque esperamos que puedas volver a ser ese hombre.
— Pero si no lo haces, recuperar la vista no te servirá —agregó Scott—. Porque nunca nos verás venir.
Giré sobre mis talones y salí de la destilería junto a los dos hombres de mi vida; mi novio y aquel que era como mi hermano.
— Por cierto, Stiles dijo que lleváramos una escalera.
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FALTA EL EPÍLOGO, CALMAOS.
Aunque adoro este final, el epílogo les va a encantar ❤️ Confío en ello porque está re lindo.
Preguntas: ¿Qué les gustó más del final? ¿Tienen alguna frase o parte favorita? ¿Qué creen que verán en el final y cómo se relacionará con el cuarto libro?
Chau y hasta la próxima ❤️ (probablemente mañana)
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