28. La jugada divina
El asiento de la estación está frío, se adhiere a mis piernas y solo tiene comparación con el vacío que siento en mi alma. Mi vista está perdida en algún punto de la oficina del sheriff y todavía puedo ver rastros de sangre seca en mis dedos, recordándome lo que ha sucedido con Allison. Un nudo vuelve a posarse en mi garganta, pero dudo que se haya desecho en algún momento. Es constante y no me deja respirar.
«Pasó tan rápido», fue la frase que el señor Argent nos dijo que repitiéramos en caso de que nos quedáramos estancados en la historia. Hubo un robo, un forcejeo y uno de los hombres sacó un objeto filoso que pensamos que era un cuchillo, y... Todo pasó tan rápido.
Pero esa frase no significaba para mis amigos lo mismo que significaba para mí. Esas palabras tuve que decirlas cuando mi padre murió, cuando yo le quité la vida para no morir. De modo que cuando las dijo, tuve un ataque de pánico en Oak Creek. Estaba saliendo de él cuando llegó la policía, y tuve que obligarme a permanecer un poco tranquila.
Y eso se resume a que no he pronunciado palabra alguna desde que llegué a la estación. He dejado que sean los demás los que hablen porque siento que estallaré en cientos de pedazos si me toca hablar, siento que perderé el control y que destruiré todo a mi paso.
«Allison, será mejor que hablemos de ello cuando todo esto termine, ¿sí? Quiero poder ser completamente yo cuando decidamos volver a ser amigas. Podremos ir a, no lo sé, comer helado y hacer un extenso maratón en Netflix, ¿te parece bien?»
Mis palabras son un recuerdo constante. Si tan solo hubiera invertido mi tiempo en hablar con ella, en arreglar nuestra amistad, tal vez no estaría sintiendo esta culpa que está carcomiendo mis huesos y mi alma. Pero hay tantos «si tan solo...» y «tal vez» que me doy cuenta de que la culpa nos echa en cara todo lo que pudimos haber hecho y que no hicimos. Nos hace desear que todavía tengamos tiempo de enmendar nuestros errores, de decirles un último «te quiero». Nos restriega en los rostros que tal vez las cosas fueran distintas si no nos hubiéramos acobardado.
Porque mi realidad es que fui cobarde. Evité hablar con ella por miedo a volver a salir herida. Es irónico porque todo en mi vida ha ido de mal en peor desde entonces. Desde ese punto de quiebre, no he podido recuperarme. Todo ha ido en picada y cuando creo que va a mejorar, algo peor pasa.
La vida en este pueblo apesta a muerte.
— ¿Recuerdan algo más? —nos pregunta el oficial Parrish, mientras anota nuestras respuestas—. ¿Algo más? —repite al ver que todos nos quedamos callados—. ¿Isaac?
— Lo siento —susurra el cachorro—. Pasó muy rápido.
— ¿Scarlett? —me pregunta directamente—. ¿Recuerdas algo más?
Allison se distrajo matando al Oni que iba a matarme. Eso es lo que recuerdo. Recuerdo sus palabras y su voz ahogada. Recuerdo que le confesó a Scott que todavía lo amaba y que él no se lo dijo de vuelta a pesar de que sé que todavía la ama.
— ¿Qué quieras que te diga, oficial? —pregunto, las lágrimas saliendo de mis ojos—. ¿Quieres que te diga cómo se sintió ver la vida desaparecer? ¿Quieres que diga el miedo que sentí? ¿Ves esto? —levanto mis manos temblorosas—. Tengo la sangre de mi amiga en mis manos. Y-Yo... tengo la sangre de mi amiga en mis manos.
Cierro mis ojos y siento la mano de Scott en mi hombro, reconfortándome.
— Creo que ya es suficiente, Parrish —avisa el Sheriff.
* * *
Después de ir a mi casa y bañarme, deshaciéndome de cualquier rastro de la sangre de Allison en mi cuerpo, me encuentro de pie frente al espejo del baño y veo mis ojos rojos e hinchados. No puedo creer que he llorado tanto en pocas horas. Este año ha sido el peor de mi vida desde que comenzó en el hospital. Todo en mi vida se puso de cabeza, toqué fondo mil veces y todavía no he conseguido levantarme.
Luego de colocarme ropa nueva y de buscar las llaves de mi auto, recibo una llamada de Payton diciendo que está con Lydia, Stiles y Scott yendo de camino a la escuela. Le comunico que nos veremos allá y salgo a toda prisa. Ya en el vehículo conduzco fuera de los límites de velocidad hasta llegar a la escuela para reunirme con mis amigos. Stiles tiene un brazo alrededor de Payton, quien lo ayuda a caminar.
Kira lleva su espada en la espalda cuando nos dirigimos hacia las puertas principales de la escuela.
— Scott, espera. Sé lo que están pensando. Si funciona, me podría matar a mí también. Pero aún si es así, lo tienen que hacer.
— Escúchame bien, pedazo de hiperactividad con patas, hemos hecho bastante por salvarte así que no te me pongas negativo ahora —le dice Payton, aunque sé por su tono de voz que también tiene miedo.
— Lo que me refiero es que, tienen que atenerse al plan —culmina de decir.
— El plan es salvarte —determina Scott—. A ese plan es al que me atengo.
Scott va a abre las puertas y todos entramos, topándonos con una especie de jardín nevando. Instantáneamente mi cuerpo se sacude, temblando. La temperatura está demasiado baja para ser soportable. Al momento en el que la nieve hace contacto con mi piel siento que quema. Scott se quita su chaqueta y la pasa por mis hombros para brindarme un poco de calor, aunque es prácticamente imposible.
Mi sistema no está hecho para soportar el frío.
— Definitivamente esto no estaba en el plan —murmura Stiles.
Entonces veo una figura asomarse entre las puertas, camina cojeando, con dificultad y la reconozco de mis pesadillas y alucinaciones. Es el verdadero Nogitsune, aquel vendado en su totalidad con colmillos metálicos. Kira saca su espada.
— Como prometí, Stiles. Los mataremos a todos —anuncia—. Uno por uno —su voz se distorsiona.
Nuestra amiga asiática blande su espada justo a tiempo porque unos Oni aparecen.
— ¿Qué demonios es esto? ¿Dónde estamos? —pregunta Scott.
— Entre la vida y la muerte.
— Bardo —menciona Lydia, recordando la historia que Kira nos contó al inicio de todo este lío cuando todavía teníamos las puertas de nuestras mentes abiertas.
— No hay deidades pacíficas aquí, Lydia —habla el Nogitsune—. Te estás muriendo, Stiles. Y ahora todos los que te importan también morirán, empezando por Scarlett. ¿No lo ves? El frío va a matarla.
Puedo ver en mis manos que el Nogitsune tiene razón. Mis uñas están moradas y puedo suponer que mis labios también. Mi cuerpo no deja de sacudirse de manera espasmódica con los temblores que me azotan cada treinta segundos.
— Stiles no lo escuches —digo, de forma temblorosa.
No me hace caso y se dirige al Nogitsune.
— ¿Qué? ¿A qué te refieres?
— Me apoderé de casi todos los territorios del tablero, Stiles. El hospital, la estación de policía, y ahora la clínica veterinaria —le deja saber—. ¿Conoces el ritual de seppuku, Stiles?
— No, y no quiero conocerlo.
— Cuando un samurái se destripa a sí mismo con su propia espada para preservar su honor, pero ese no es el corte que lo mata. El pedazo final se lo da su kaishakunin, quien decapita al samurái con su propia katana. Scott...—señala a mi hermano—. Scott es tu kaishakunin. Haré que tu mejor amigo te mate, Stiles. Y tú lo dejarás porque justo como tú, todos morirán. Todos a quienes los toque la espada de un Oni. A menos que Scott te mate primero.
Todos sabemos que Scott jamás matará a Stiles. Incluso dudo que llegue a matar a alguien en general. Es demasiado bueno, demasiado puro. Es abnegado. Él jamás haría algo para herir a los demás, mucho menos matar a su mejor amigo. Scott no es egoísta, él no es como yo en ese sentido. Él es el alfa verdadero. Al final, será él quien consiga la última esperanza, incluso cuando no hay ninguna.
— ¿Por qué? ¿Por qué haces esto?
— Para ganar el juego.
Todos los Oni mueven sus espadas preparándose para atacar. Payton, Scott y Kira pelean contra los Oni, luchando por mantenerse con vida. Lydia, Stiles y yo permanecemos en una esquina porque, seamos realistas, yo apenas puedo moverme por el frío, Lydia es humana y Stiles está casi muriendo.
— ¿Cómo estamos en este lugar? —pregunta Scott.
— ¿Me preguntas a mí? Hace un mes nunca había tocado una espada —replica Kira, pegando su espalda a la de Scott.
— Esto no puede ser real —murmura Lydia.
— ¿Sí? Díselo a ellos —acota Stiles con sarcasmo.
— Pero Lydia tiene razón. Es como en las alucinaciones —comento—. En los sueños. Siempre sabíamos porque había cosas fuera de lugar. Tenemos que encontrar algo fuera de lugar.
Mis ojos viajan por todo el lugar, buscando algo que no encaje con esta especie de jardín. Con desesperación, Stiles se arrastra y agarra la espada de Kira, la cual ha caído al suelo y se pone de pie. Temblando, coloca la punta justo en su abdomen.
— ¡Stiles, no! —escucho que Scott y Payton gritan al unísono.
Casi entrando en pánico continúo buscando en el lugar. Tiene que haber algo. Esto tiene que ser una maldita alucinación. Solo eso. Me rehúso a continuar perdiendo amigos.
— ¿Y si los salva? ¿Y si los salva a todos? —cuestiona.
— ¿A todos? ¡Ya morí una vez por culpa de esta jodida hada japonesa! —exclamo—. No volveré a morir por la misma razón, Stiles.
— ¿Y si es otro truco? —interroga Lydia.
— No más trucos —asegura el Nogitsune—. Termínalo, Scott. Deja que tu amigo caiga en su propia espada. Haz por él lo que él no puede hacer por sí mismo. Hazlo, Scott. Sé su kaishakunin. Ríndete.
Volteo para observar a Stiles y mis ojos ven el reflejo de la espada. Hay un libro de la clase del entrenador. Es el mismo que tengo en mi casa. «Introducción al Comercio» es el título.
— Espera, ¡no lo hagas! —ordeno—. Ve el reflejo, Stiles. Solo ve el reflejo.
Su ceño se frunce, pero hace lo que le pido y sus ojos encuentran justo lo que veo. Cerca del libro también hay un pupitre. Objetos que no encajan con la ilusión. Simplemente no es real.
— No te quedan más jugadas.
Stiles baja la espada.
— Sí lo hago —menciona y le devuelve la espada a Kira—. Una jugada divina. Paren de luchar. Es una ilusión.
Suspiro con alivio.
— Se ve real y parece real, pero, Scott, tienes que creerme, es una ilusión —aseguro.
Y mi hermano me cree porque voltea y enfrenta al Nogitsune. Comienza a caminar entre el pasillo que han creado los Oni. Payton y Kira le siguen el paso mientras yo ayudo a Lydia a ayudar a Stiles. Finalmente, Scott llega al Nogitsune y lo empuja por las puertas, devolviéndonos al pasillo de la escuela.
Todos estamos ilesos.
— Estamos bien —nota Scott.
— Sí, hubiera sido un desastre si me hubiera equivocado —comento, aliviada—. Qué bueno que...
Mi voz se ve cortada cuando una fuerza me lanza hacia los casilleros. Una ola de dolor de esparce por mi cuerpo, en especial en la zona de mi espalda cuando choco con el metal y caigo al suelo. Lo mismo le sucede a Scott y a Kira. Payton arrastra a Stiles consigo, alejándolo del otro Stiles.
— Este era mi juego —habla el Nogitsune—. ¿Crees que puedes vencerme en mi propio juego? —cuestiona con malicia.
— Scott, levántate —ordeno, ayudándolo—. Tienes que ir acorde al plan.
Él asiente.
— Jugada divina —se mofa el Nogitsune, buscando acercarse a Stiles, pero Payton continúa retrocediendo—. Jugada divina. ¿Crees que tienes alguna jugada? Pueden matar al Oni. Pero ¿a mí? ¿A mí? Tengo mil años. ¡No pueden matarme!
— Pero podemos cambiarte, maldito clon —hablo, ajustando la chaqueta.
El Nogitsune se detiene.
— ¿Qué?
— Te olvidaste del pergamino —dice Stiles.
— El pergamino Shugendo —aclara Lydia.
— Cambia el huésped.
Incluso puedo percibir su miedo porque sabe que va a perder.
— No puedes ser un zorro y un lobo —le recuerda Stiles.
— Ahora, Scott.
Mi hermano agarra al Nogitsune del hombro y lo muerde en el brazo. Kira blande su espada y lo atraviesa con ella, mientras este grita. Cae sobre sus rodillas y una mosca sale de su boca volando, siendo atrapada por Isaac en un frasco hecho de la madera del Nemeton. Aquel que había retenido las garras de mi difunta suegra.
El otro Stiles se mueve de una forma perturbadora y se quiebra, cayendo al suelo. Sus pedazos se vuelven polvo. Entonces el verdadero Stiles cae al suelo, perdiendo el conocimiento.
— No está muerto, no entren en pánico —les digo, quitándome la chaqueta de Scott para ponerla detrás de su cabeza—. Si hubiese muerto probablemente yo estuviese más afectada, recuérdenlo.
Unos pocos minutos pasan y Stiles recupera el sentido.
— Dios, me desmayé, ¿no es así? —Todos asentimos, aliviados de que todo haya terminado—. Estamos vivos. ¿Estamos todos vivos?
El recuerdo de Allison vuelve a mi cabeza, atormentándome.
— Sí. Estamos bien.
Lydia se pone de pie, como si estuviera escuchando algo importante y mi corazón se contrae con preocupación. En especial porque sé lo que sus habilidades hacen y sé que Derek está afuera. Cuando ella sale corriendo, la persigo. Ambas salimos de la escuela y podemos ver a Derek y a Argent de pie alrededor de los gemelos, Aiden muerto en el suelo y Ethan llorando sobre su pecho.
Jamás volveré a decir que todos estamos vivos porque sabemos que no es así. En menos de veinticuatro horas hemos perdido a dos increíbles guerreros, a dos almas jóvenes que merecían más de lo que recibieron en esta vida. Y sé que en mi alma siempre estará el vacío de aquellos que estuvieran y que no volverán a estar nunca más.
________
Este es el final de Enemy Dark, pero falta el epílogo así que se me aguantan.
¿Qué opinan de este libro? ¿Les gustó cómo lo desarrollé? ¿Cuál piensan que será el título del próximo? (Si eres del grupo de Whatsapp no tienes permitido decirlo xD)
Chau chau chau,
Los veo en el epílogo 👋🏻💞
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro