21. Las órdenes vienen de mí (REPUBLICADO)
N/A: Si fuiste de aquellas personas que no pudieron leer el capítulo 21 por culpa del periodo menstrual de Wattpad, lo lamento mucho. Realmente en esos días estaba a punto de trasladarme a AO3 xD (re sentida yo). Quise re-publicar estre capítulo porque es muy importante para el futuro y porque es necesario para el siguiente.
Disfrútenlo.
Scarlett
Me senté de golpe en mi cama, sintiendo mi corazón latir desbocado dentro de mi caja torácica. Martilleaba con fuerzas, casi queriendo salirse de mi pecho. Una capa de sudor cubría mi frente y mi cuello, y tuve que tomar varias respiraciones profundas para poder calmarme.
Estaba de vuelta.
Yo estaba de vuelta.
Aparté las sábanas de mi cuerpo y me puse de pie, caminando lejos de mi cama. Los recuerdos de lo que hice siendo otra comenzaron a invadir mi mente. El ataque al abogado, a la secretaria, mi abuso de poder. El engaño a todos, aunque hubieran algunas partes que siguieran siendo una mancha negra en el interior de mi cabeza.
La culpa comenzó a invadir mi sistema, pero logré bloquearla para impedir que me controlase por completo. Miré a mi alrededor y pude notar la luz entrando por las cortinas de mi habitación. Estaba en casa.
¿Cómo había llegado hasta ahí?
Confundida, me alisté para salir, utilizando mi ropa normal. Pantalones vaqueros, una camisa negra con el logo de AC/DC en el centro y unas botas. Mi cabello lo recogí en una coleta y, finalmente, salí de la habitación, caminando con lentitud por los pasillos de la casa.
Escuchaba murmullos desde la planta baja, pero no podía descifrar con exactitud qué decían o cuáles eran las voces que estaban hablando. Bajé las escaleras haciendo el menor ruido posible y pude ver que en la planta baja se encontraban Allison, Payton y Scott hablando. Al notar mi presencia, se callaron de golpe y voltearon a verme.
— Scarlett, has despertado —dijo Payton.
Asentí con lentitud, obviamente confundida y cohibida al estar frente a ellos cuando recordaba todo lo que había hecho.
— Sí, eso creo —murmuré y trasladé mi mirada a mis dedos, comenzando a contarlos cuando Scott me detuvo.
— Realmente eres tú —me aseguró, ofreciéndome una sonrisa reconfortante—. Deaton logró hacer algo con Stiles y mientras el zorro en él esté envenenado, no podrá manipularte.
Dejé salir un suspiro de alivio. Me tranquilizaba de cierto modo que pudiera ser yo misma sin tener una voz dentro de mi cabeza.
— ¿Por qué estoy aquí? Pensé que estaba siendo incriminada de asesinato —comenté, estremeciéndome un poco.
— Mi papá dictaminó que solo estabas en el lugar incorrecto a la hora equivocada —dijo Scott.
Fruncí mi ceño.
— ¿Por qué McCall haría algo así? Me odia —murmuré, expresando mi confusión ante el tema. Desde mi posición pude ver cómo Payton se tensó, pero no dijo nada al respecto.
Nadie respondió mi pregunta, solo encogieron sus hombros para restarle importancia y me aseguraron que no tenía que preocuparme por el hecho de ser encarcelada. Solo debíamos enfocarnos en encontrar una forma de deshacernos del nogitsune de una vez y por todas.
— Tenemos que reunirnos con Deaton en unos minutos —anunció Scott—. ¿Quieres venir?
Lo pensé durante un segundo.
Realmente no me apetecía seguir en contacto con las personas cuando de una forma u otra les mentí, pero tampoco quería quedarme en casa. Así que opté por ir con ellos a ver a Deaton.
Unos minutos después nos encontrábamos en el interior de la clínica, esperando la llamada de Argent desde la cárcel. Él había estado ayudando a Deaton con los contactos para encontrar una cura para Stiles.
— ¿Tuviste algún problema con Ikeda? —preguntó Argent a través del teléfono tan pronto nos llamó.
— Nada grave —respondió Deaton—. El lobo blanco estaba exactamente donde dijiste. Pero tenemos dos problemas. Primero, el liquen no es una cura. Solo dura unos días.
— Pero cuando hace efecto, el oni no irá tras Stiles, ¿cierto?
— Eso espero. La residencia Eichen tiene una historia inusual —dijo el doc—. Puede que tampoco sea del todo seguro para el oni.
— ¿Stiles está en Eichen? —pregunté con confusión.
Nadie me había dicho sobre ese detalle. Noté cómo intercambiaron miradas sin saber cómo responderme o ponerme al corriente de todo lo que había sucedido mientras estuve...eh...siendo no-yo.
— ¿Cuál es el segundo problema? —quiso saber Argent.
— Verifiqué con tus contactos en Japón. El jefe del yakuza asesinado por el oni nunca encontró el pergamino.
— ¿Qué pergamino? —preguntó Scott.
— El pergamino shugendo. Los shugendo eran los místicos ascéticos de Japón.
— El pergamino decía cómo exorcizar a un nogitsune —explicó Argent mejor.
— ¿Un exorcismo? Claro, ¿por qué no? —cuestioné con sarcasmo—. Ya pronto nuestra próxima lección será cómo hacer exorcismos oficiales.
Todos me dedicaron miradas indicándome que dejara de ser indiscretamente sarcástica. Encogí mis hombros, metiendo mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y resoplé un poco. Tener un humor negro era exactamente lo que me estaba manteniendo alejada de los sentimientos negativos que me consumían poco a poco.
Antes de poder continuar con la conversación, sentí mi teléfono vibrar en el bolsillo de mi pantalón y lo saqué viendo el nombre de mi madre aparecer en la pantalla. La duda invadió mi sistema, un debate entre si debía contestar o no, pero finalmente decidí saber qué demonios quería. Me alejé de los chicos y contesté la llamada.
— Necesito verte ahora —habló tan pronto respondí—. Donde sea que te encuentres, tienes media hora para llegar a casa.
— Sí, no creo que sea tu momento de ir ladrando órdenes —comenté, recordando cómo Ella había logrado que paralizaran todas las cuentas.
Escuché un suspiro al otro lado de la línea.
— Hablaremos. Negociaremos —se corrigió a sí misma—. Te contaré la verdad, Scarlett. Aquella que sé que sabes, pero, por favor, ven a casa.
Mordí el interior de mi mejilla.
— Bien. Te veré en una hora —dije.
— Treinta minutos —masculló.
Chasqueé mi lengua.
— Tú eres la que necesitas de mí —le recordé.
Un resoplido de su parte se escuchó.
— Bien. Una hora.
Corté la llamada y me enfoqué en lo que los demás estaban diciendo. Habían descubierto, al menos en una teoría de Allison, que el pergamino estaba en la prótesis del dedo de Katashi.
Y tenían que saber cómo recuperarla. Payton y Scott estarían tramando un plan con Deaton.
— ¿Alguno de ustedes puede llevarme a casa? —pregunté, con cierto toque de incomodidad.
— Yo puedo hacerlo —se ofreció Allison—. Voy a ir a la casa de Lydia, así que me queda en la ruta.
La miré con duda, pero finalmente accedí. Ambas salimos de la clínica en silencio y entramos a su auto. Los primeros minutos del viaje fueron completamente silenciosos y callados, solo el leve ruido del motor y de la calefacción invadían nuestros oídos. De la nada, Allison dejó salir un suspiro.
— Scarlett, yo...quería disculparme contigo por lo que ocurrió con tu padre. No tuve ningún derecho, no importaba lo dolida que estuviese. Lo que hice, delatarte y que eso causara la muerte de tu padre —su voz sonó ahogada y temblorosa—. Lo siento, en verdad lo siento. Yo misma arruiné nuestra amistad.
Sus palabras me tomaron por sorpresa. Lo menos que esperaba era una disculpa de su padre por algo que había ocurrido hacía mucho tiempo. No obstante, me hizo sentir melancólica porque sí habíamos sido amigas antes de que todo ese lío ocurriera.
— Lamento haberte abofeteado aquel día —murmuré—. Yo tampoco tenía derecho de juzgarte cuando tú también perdiste a un pariente.
— No te preocupes por ello. Lo tomé como compensación por ser una estúpida —dijo. Sin poder evitarlo, una pequeña risa se escapó de mis labios—. Entonces, ¿podemos intentar arreglar las cosas?
Mordí mi labio inferior.
— Allison, será mejor que hablemos de ello cuando todo esto termine, ¿sí? Quiero poder ser completamente yo cuando decidamos volver a ser amigas. Podremos ir a, no lo sé, comer helado y luego hacer un extenso maratón en Netflix, ¿te parece bien?
Allison asintió efusivamente y sonrió de manera que sus hoyuelos se marcaron en sus mejillas.
— Suena perfecto.
* * *
Cuando Allison me dejó frente a mi casa, me sentía un poco aliviada de tener la esperanza de que fuésemos a arreglar las cosas. Todo este asunto del nogitsune me ha dado una nueva perspectiva. No podía tenerle rencores a las personas, en especial aquellas que intentaban ayudarnos. Nunca sabíamos cuándo yo volvería a ser Ella de nuevo, así que me concentraría en apreciar lo que tenía.
Entré a la casa y pude notar a mi madre sentada en la mesa del comedor mientras tomaba una taza de café. Sabía que lo acababa de hacer por el rastro de humo que salía del interior de la cerámica.
— Estoy aquí —dije, tomando asiento al otro lado de la mesa y apoyé mis codos en la madera, mirando a mi progenitora con una expresión seria—. Hablemos.
Sandra llevó la taza a sus labios y le dio un sorbo, tomándose su tiempo y exasperándome por completo. Con una mirada, logré que su taza estuviese más caliente de lo que podía soportar e inmediatamente la soltó, quejándose.
— Maldición —se quejó—. Bien, si quieres ir directamente al grano, lo haré. Sé que tienes conocimiento de que Alexander no era tu padre biológico.
Apreté mi mandíbula con todas mis fuerzas y cerré mis manos en fuertes puños, clavando mis uñas en las palmas.
— Sí, lo sé. Sé prácticamente todo a decir verdad. Talia Hale no llegó a quitarme los recuerdos, sino que los bloqueó hasta que tuve mis medios para recuperarlos —le dejé saber.
Sus manos comenzaron a temblar y suspiró.
— Scar, no es...
— Mi nombre es Scarlett —la interrumpí de mala gana.
— Scarlett, no sucedió como tú piensas —aseguró.
Bufé.
— Claro, ¿entonces me vas a decir que no tuviste un amorío con alguien más cuando estabas con mi padre y que le hiciste creer que yo era su hija durante todo este tiempo? —Solo recibí silencio de su parte—. Pues es exactamente como yo pienso.
— Lo amaba —confesó en un susurro—. Realmente amaba a Rafael de una forma en la que nunca pude amar a tu padre.
El nombre se coló de sus labios y dejé de respirar durante unos segundos, el corazón contrayéndose de forma dolorosa en el interior de mi pecho.
— ¿Rafael? —Sandra apretó sus labios en una fina línea y su barbilla tembló, dejando saber que estaba reteniendo el llanto—. ¿McCall?
Asintió y dejó que dos lágrimas resbalaran por su rostro. Sentí que todo mi mundo se quebró con esa afirmación. ¿Rafael McCall era mi padre biológico? ¿Él había sido mi donador de genes?
Eso significaba que... Oh, mi Dios, Scotty.
No es como si se me hiciera difícil de aceptar la idea de Scott siendo mi medio hermano. Siempre lo había tratado como tal, pero... ¿realmente esto estaba sucediendo? Teníamos el mismo donador de esperma que había huido y nunca había estado presente en nuestras vidas. Al menos yo tuve una verdadera figura paterna, pero ¿Scott? Él solo tuvo a Deaton todos estos años. A él y al sheriff. Solo substitutos que no llenaban por completo el rol que Rafael debió asumir.
El dolor de mi pecho era palpable. No solo metafórico, sino que era capaz de sentir la forma en la que mi corazón se contraía y las punzadas que atacaban mi órgano vital con cada pulsación.
— Él nunca quiso dejar a Melissa y Alexander era un gran hombre. No quería herirlo tampoco, así que guardé mi secreto, pero años después Rafael descubrió la verdad. Tú tenías unos ¿ocho o nueve? años cuando sucedió. Realmente no recuerdo con exactitud cuándo fue porque todo fue tan rápido —dijo entre lágrimas—. Me forzó a que hiciéramos una prueba de paternidad.
— Y yo la encontré —murmuré.
Volvió a asentir con su cabeza.
— Y te odié tanto cuando quisiste decírselo a tu padre. Siempre fuiste tan rebelde, borde e indomable...
— Porque no era un maldito perro, Sandra. Era tu hija, no un animal al que debías dominar —la interrumpí, sintiendo la ira invadir mi sistema.
Por primera vez desde que me senté en la mesa, solté las lágrimas que había estado reteniendo en mis ojos, aquellas que me quemaban y tornaban mi vista completamente borrosa.
— Scar...
Negué con mi cabeza y me puse de pie, limpiando mis lágrimas con el dorso de mi mano.
— Te quiero fuera de la casa —anuncié—. Descongelaré una cuenta, la que tiene tu nombre, para que tengas un poco de dinero para saber qué demonios vas a hacer, pero te quiero fuera de la casa para el final de la semana.
Sandra abrió sus ojos como platos ante mi ultimátum.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó.
— Estoy negociando, Sandra. Algo que aprendí muy bien de ti, de los recuerdos que adquirí —y del poder de Ella, añadí en mi mente—. Así que no te lo repetiré de nuevo porque te aseguro que en estos momentos no quieres tentar con mi poder.
— Soy tu madre —protestó.
Ante esas palabras, estallé. No pude aguantar las palabras que quemaron mi garganta ni la furia que me hizo perder, ligeramente, el control.
— ¡Tú no eres una madre! —grité. A nuestro alrededor se encendieron las velas decorativas y mi madre se encogió en su lugar con pánico—. Solo lo eres cuando te conviene, pero en realidad no eres más que una perra manipuladora. Y adivina qué, madre, ya se acabó. Te vas para el final de la semana o te juro por la memoria de mi padre que voy a quemar la casa entera. No me importará si estás dentro o no.
— No te atreverías —me retó.
Una ronca carcajada hizo eco por toda la casa cuando salió de mis labios.
— Tú no tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer —aseguré e hice brillar mis ojos—. Soy una alfa. Las órdenes, te guste o no, vienen de mí ahora.
Giré sobre mis talones y me dirigí a la caja de las llaves de la casa, buscando las que eran de mi padre. Saliendo de la casa, me dirigí al auto que él condujo hasta el día de su muerte y me senté en el interior. Mis dedos se envolvieron alrededor del volante, decidiendo que este era mi verdadero lugar.
Porque no importaba que en mis venas no corriera su misma sangre, yo era su hija y una verdadera Brann.
* * *
Cuando entré al hospital, podía sentir las miradas precavidas del personal en mí, vigilando mis pasos con cuidado y susurrándose entre ellos. Sabía lo que pensaban de mí, que era una loca desquiciada que debía estar en una habitación de Eichen sin opción de salir. Ignorando sus opiniones, me dirigí a la estación donde pude ver a Melissa y sentí un cúmulo de nervios centrándose en mi estómago.
— Scarlett, cariño, ¿qué estás haciendo aquí? —me preguntó con dulzura.
Carraspeé para aclarar mi garganta y evitar que mi voz saliera temblorosa y quebrada.
— ¿Podemos hablar?
Me dedicó una mirada preocupada.
— Claro, ¿está todo bien? —se interesó, indicándome que la siguiera hasta a una habitación vacía donde adquirimos un poco de privacidad.
Sentí mi barbilla temblar cuando noté la forma maternal y cariñosa con la que me miraba. Esa mujer era un verdadero tesoro en este mundo atroz.
— ¿Lo sabes? —cuestioné. Ella ladeó su cabeza con confusión—. Sobre Sandra y...
Asintió y yo me senté en la cama, sintiendo las lágrimas escocer en mis ojos.
— Lo sé, Scarlett.
Un sollozo se escapó de mis labios cuando continué escuchando el mismo tono en su voz. Ella en ningún momento cambió su forma de tratarme.
— Oh, Dios —susurré entre lágrimas—. ¿Yo rompí tu matrimonio? ¿Fue por eso que Rafael se fue?
Melissa negó y se sentó a mi lado, pasando un brazo por mis hombros para pegarme a su torso en un abrazo reconfortante. Su mano acarició mi cabello con cuidado y afecto.
— No, cielo. Mi matrimonio nunca funcionó. Estaba casada con un hombre que perdía el anillo cada vez que tomaba alcohol y no había nada que pudiera cambiarlo —me dejó saber en un tono suave y tranquilizante—. Yo saqué al alcohólico que me confesó que tenía a una hija fuera del matrimonio que solo era unos meses mayor que Scott. Tú no tuviste la culpa de ello, ¿de acuerdo?
— ¿Qué hay de Scott? ¿Qué pensará él? —murmuré.
— ¿Has conocido a mi hijo? ¡Él te ha considerado su hermana desde que comenzaron a ser amigos! Estoy segura de que no pudo haber obtenido una mejor hermana de lo que tú ya eres, cariño.
Sus palabras me hicieron sonreír y la abracé con fuerzas. Deseando que mi madre fuera como ella.
— Eres un ángel, Melissa.
— Tú también lo eres —aseguró—. Eres una gran chica, nunca lo dudes.
— A veces es difícil creerlo —comenté y atrapé mi labio inferior entre mis dientes.
— Lo eres, cariño. Todo aquel que no sea capaz de verlo es un idiota.
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SCARLETT LO SABE. ESTO NO ES UN SIMULACRO. REPITO. ESTO NO ES UN SIMULACRO.
ALSO, SCARLETT Y ALLISON.
SCARLETT SIENDO UNA QUEEN AL ENFRENTARSE A SU MADRE.
MELISSA DIOSA, SANDRA MUGROSA.
SIENTO QUE SON MUCHOS FEELS, JELP.
Chau y hasta la próxima ❤️
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