20. Los planes de Stiles
Scarlett
Derek me indicó que permaneciera en silencio mientras esperábamos a que Chris Argent llegara a su apartamento, específicamente a su despacho. Luego de haber encontrado los emisores, él había insistido en ir al apartamento de los Argent y clavó el emisor en la madera del escritorio, de modo que fue lo primero que vio al entrar con su arma en mano.
— ¿Se te perdió algo? —preguntó Derek.
Argent se giró con rapidez y Derek detuvo su brazo, torciéndole la muñeca para que soltara el arma. Esta cayó al suelo provocando un ruido seco al chocar con la madera. Derek amenazó con cortar la garganta de Argent con sus garras y este sacó una pistola de la cinturilla de su pantalón, presionando el cañón contra la sien del hombre lobo.
— ¿Por qué entras a mi apartamento a la fuerza? —preguntó Argent.
— ¿Por qué estás dejando emisores en mi loft?
— No tengo idea de qué hablas —espetó el cazador.
Rodé mis ojos con molestia.
— Esta cosa de machos alfas es linda y todo, pero no me hagan patearles el trasero a los dos —advertí.
Ambos voltearon para mirarme durante unos segundos antes de bajar revoluciones. Argent apartó el arma de la cabeza de Derek y el hombre lobo alejó sus garras del cuello del cazador, aunque seguían retándose con la mirada. Su naturaleza enemiga les impedía comportarse entre ellos.
Argent sobó su cuello donde estuvieron las garras de Derek unos segundos atrás y se encaminó a su escritorio.
— Me he pasado los últimos dos días buscándolos a ti y a Stiles —habló, mirándome.
En mi interior sonreí con victoria porque nunca logró tener la más mínima evidencia de lo que estuve haciendo. Mi astucia era mayor a la de un tonto cazador casi retirado. Las personas decían que era un veterano, pero no era comparación para el nogitsune.
— ¿Y llegaste a encontrarlo? —pregunté con interés.
— No. Ni siquiera tuve un rastro de ti —respondió, apoyando sus manos en la madera del escritorio.
Relamí mis labios para continuar con mi actuación. Estaba orgullosa de lo natural que estaba saliendo. Scarlett era demasiado predecible.
Ojalá y Argent ponga una bala en tu cerebro.
— Sí, yo no tuve rastro de mí misma tampoco —murmuré, bajando la mirada como si el tema me afectase.
— Bien, los tres buscamos a Stiles —intervino Derek—. ¿Qué planeas hacer si lo encuentras?
La mirada de Argent se posó en mí durante unos segundos antes de clavarla en su escritorio. Estaba teniendo un debate mental sobre qué hacer y cómo dejarnos saber su decisión final.
— Depende de cuál Stiles encuentre —dijo finalmente y sacó el emisor clavado en el escritorio.
Apreté mis labios en una fina línea y evité gritarle que era imposible matar al Nogitsune. Él tenía mil años, era invencible. Ni siquiera los Oni serían capaz de derrotarlo, no cuando me tenía a mí a su lado.
Payton
Las gomas del Jeep celeste de Stiles derraparon sobre el pavimento cuando se detuvo a un lado del camino donde pudimos divisar al entrenador sentado sobre una roca. Él inmediatamente se puso de pie al ver a Stiles bajar del jeep.
— ¡Entrenador! —lo llamó Stiles.
— Stilinski...
— Entrenador, escuche con atención —pidió Stilinski antes de que el entrenador pudiese ponerse a darle un discurso gritado sobre su desaparición.
El entrenador cerró la boca —para nuestra sorpresa— y le permitió a Stiles hablar con rapidez sobre las trampas localizadas en el tramo de campo traviesa, lo cual suponía un gran peligro para todos los estudiantes que se encontraban corriendo en él. Observé con estupefacción que Finstock realmente estuviera escuchando a Stiles porque, vamos, lo menos que al entrenador le gustaba hacer era escucharnos. A menos que fuéramos Scarlett, a ella la adoraba aunque tuviesen su rivalidad eterna. Era su forma de expresar su aprecio, supongo.
— Hagan lo que tengan que hacer —dijo finalmente Finstock.
Asentimos y nos dispusimos a hacer lo mismo que los demás: correr. Pero con otro propósito más importante.
Teníamos que detener una catástrofe.
Scarlett
Los dedos de Chris Argent se fijaron en una parte de un armario que tenía en el despacho, el cual se encontraba ligeramente abierto. Me pregunté qué demonios estaba tramando el Nogitsune con ello, pero no hice ningún comentario porque se suponía que, al igual que ellos, yo no supiese nada de los planes. Aunque sí sabía más. Tenía conocimiento de sus pequeños planes en la escuela, al igual que del que formó en el hospital. Sin embargo, este no se veía hecho para formar un caos irremediable, sino que era casi un juego destinado para mí.
Abrió el armario y sus ojos azules localizaron un maletín plateado.
— Esto no es mío —aseguró y detuvo a Derek antes de que este pudiese sacarlo del armario de forma brusca—. Con cuidado.
Lo sacó cautelosamente.
— ¿Qué es eso? —pregunté cuando Chris depositó el maletín sobre el escritorio siendo excesivamente precavido en sus movimientos. Entonces lo abrió al asegurarse de que no había nada peligroso a su alrededor y pudimos ver los fajos de billetes que llenaban el maletín.
— ¿Cuánto crees que es? —quiso saber Derek.
— Ciento cincuenta mil —respondió Argent, su ceño fruncido—. Pero no entiendo por qué está aquí. Nunca tomamos el dinero.
— ¿De quién es el dinero?
— Un yakuza llamado Katashi —dijo Argent—. Tiene un apodo-...
— ¿Algo como Silverfinger? —La voz de Rafael McCall nos hizo girar de inmediato. Él sostenía una prótesis de un dedo dentro de una bolsa de evidencia—. Scarlett, ¿por qué siempre que algo sospechoso sucede estás en el medio? —preguntó al notar mi presencia en el apartamento.
Eso desearía saber yo.
Encogí mis hombros sin saber cómo responder.
— ¿Una tremenda casualidad? —sugerí en un tono inocente, aunque pude notar en su rostro que no estaba contento ni satisfecho con la respuesta que le había proporcionado.
— ¿Dónde conseguiste eso? —interrogó Argent.
— Del cadáver de Katashi —informó Rafael.
Mataré a Stiles por enviarme a la cárcel. Después de matarte a ti, resonó la voz de Scarlett en mi cabeza.
Y aunque no se pueda matar a un Nogitsune, yo también quería matarlo por traicionarme de este modo.
* * *
Payton
Scott y Ethan salieron corriendo tras sus respectivas, eh, parejas. Si es que se puede llamarle así. Solo buscaban a su persona de interés. Ethan iba en busca de Danny, quien también era mi persona de interés, mientras que Scott iría en búsqueda de Kira, la cual se había convertido en alguien importante para él en estas pasadas semanas. Por mi parte, me quedé con Stiles, no porque desconfiara de él, sino porque quería asegurarme de que tuviese apoyo.
Él agarró mi mano mientras corríamos, detalle que me retrasó un poco, pero no me importó. Su calidez me proporcionaba un poco de tranquilidad en medio de este caos.
— ¡Scott! —gritó Stiles, llamando a su amigo.
En medio del bosque logramos encontrar al grupo de estudiantes.
— Deténganse, todos deténganse —pedí en voz alta, casi al punto de esta gritando.
Todos nos miraron como si estuviésemos locos por detener de golpe la carrera. En cierto modo, sí lo estábamos, pero no íbamos a pensar en ello. Solo queríamos salvar vidas.
Stiles se agachó y sus manos removieron las hojas secas del suelo. Sentí miedo de que hubiese una trampa y él saliera herido, pero lo dejé actuar porque era su forma de lidiar con la culpa. Eventualmente, los dedos de Stiles encontraron la cadena de la trampa y comenzaron a alzarla con lentitud. Sin embargo, no era una trampa. Solo era una cadena sin más. Comenzaba con un aro y terminaba con un aro.
Escuchamos los aplausos sarcásticos provenientes del entrenador y me pregunté a mí misma cómo demonios Scarlett lo soportaba. ¡Era un ser humano terrible!
— Felicitaciones, Stilinski, encontraste una cadena —dijo en un tono aburrido y monótono—. ¿Alguien me puede decir qué está pasando?
¡Pero si se lo hicimos saber!
Su pie encontró un hilo y cuando lo alzó sin querer fue muy tarde para detenerlo. Una flecha salió disparada a su estómago antes de que fuese captada por nuestros reflejos sobrenaturales.
— ¡Entrenador! —exclamó Scott.
Finstock bajó la mirada a su abdomen sin poder creer lo que estaba sucediendo.
— Diablos —susurró antes de caer al suelo, quejándose. La sangre comenzaba a empapar la tela de su sudadera gris.
De inmediato lo rodeamos y fueron las manos de Stiles las que comenzaron a detener el sangrado.
Y entonces, Finstock entró en pánico y gritó de manera desesperada.
— ¡Sáquenmela, sáquenmela, sáquenmela! —clamoreó.
— Entrenador —intenté de calmarlo, pero era imposible. Ese hombre no se quedaba quiero en medio de su histeria.
— Santo cielo, me voy a morir. ¡Sáquenmela! ¡Me voy a morir!
— No se va a morir —insistí.
— ¡Me voy a morir! —espetó aún más fuerte.
Hice una mueca porque en mis oídos sonaba más fuerte. Demonios, Lydia sentiría envidia de los pulmones de este hombre para gritar.
— Dolerá menos si deja de moverse —le informó Aiden. Finstock lo ignoró y continuó gritando que se iba a morir y que le sacaran la flecha del estómago—. Quédese quieto. Ya viene la ambulancia.
Me compadezco de los pobres paramédicos que tendrán que lidiar con él. Estoy segura de que si Scarlett se encontrara aquí, le habría pegado al entrenador para que se enfocara. Eso o habría sonado el silbato en su oído hasta que se calmara.
Finstock hizo caso omiso a lo que se le pedía. Más testarudo no podía ser. Estaba moviéndose casi como la niña de El Exorcista.
— ¡Atrás, atrás! —vociferó Aiden moviendo sus brazos al hablarle a los estudiantes—. Denle espacio.
Scott tomó la mano del entrenador y comenzó a quitarle su dolor, aunque fuese un poco. Gruñidos salieron de sus labios cuando venas negras subieron de sus manos hasta desaparecer en sus antebrazos.
— Scott, ya es suficiente —le dije.
Él lo soltó, cerrando sus ojos para aliviar la sensación de dolor que acababa de quitarle a Finstock.
— Creo que se desmayó —notó Aiden.
— Gracias Dios —susurré, dejando salir un suspiro de mis labios.
Stiles dejó de presionar la herida y miró sus manos manchadas de sangre. Estas temblaban sin control.
— Lo pude haber matado —murmuró—. ¿Si fuera la cabeza o la garganta?
Mis manos ahuecaron sus mejillas, obligándolo a enfocarse en mis ojos.
— No lo fue, Bilinski —susurré, pronunciando su sobrenombre en un tono suave y delicado—. Él va a estar bien.
— Creo que oí una ambulancia —anunció Aiden.
Efectivamente, las sirenas de la ambulancia y de la patrulla del sheriff hicieron eco en mi cabeza.
— Y a mi papá —habló Stiles.
* * *
Scarlett
No hacía falta mencionar que estar esposada en un banco de la estación del sheriff no era como había planificado causar mi caos. Mucho menos estando entre Derek y Argent. Nunca habíamos acordado hacer esto. El Nogistune estaba traicionando mi confianza.
Bienvenida al siglo veintiuno, perra. Los hombres son mentirosos, espetó Scarlett con voz cantarina. Estaba disfrutando mi descontento hacia el Nogitsune, cosa que le proporcionaba más fuerzas para hacer su camino al interior de mi cabeza. De mala gana, la empujé lejos porque lo menos que me convenía era dejarla tomar el control.
Así que vas a ignorarme. Recuerda esto, quién sea que seas, cuando vuelva a mi cuerpo, me aseguraré de incinerarte.
No pude reprimir el gruñido que escapó de mis labios. Scarlett me estaba desafiando.
Soy tú, mocosa. Una mejor versión de ti.
Eh, lo siento, pero a mí nunca me arrestaron. Soy demasiado astuta para ello.
Apreté mi mandíbula tan fuerte que mis dientes —mejor dicho mis encías— dolieron.
— Supongo que no sabes por qué Stiles nos incriminaría en un asesinato —comenzó a hablar Argent, rompiendo el silencio.
Le dediqué una mala mirada.
— ¿Crees que si lo hubiese ayudado estaría esposada a este banco? —espeté.
— Yo no creí que Stiles fuera tan inteligente como para incriminarnos por asesinato —confesó Derek—. De Scarlett sí lo creía, por extraño que suene.
¿Perdona?
— Gracias por el apoyo, Hale —mascullé.
Y se llama a sí mismo mi novio.
— Para ser sincero, no estoy convencido de que estemos aquí por eso —reconoció Argent.
Apreté mi agarre en el borde del banco, mordiendo el interior de mi mejilla con tantas fuerzas que pude sentir el sabor metálico de la sangre en mi boca. Estaba furiosa, expectante y con ganas de matar al Nogitsune.
Para ser sincera, no sería la primera vez que mi cuerpo quiere matar a Stiles.
Scarlett piensa que tiene un gran humor. Solo se metía bajo mi piel, molestándome más de lo que debería.
— ¿A qué te refieres? —Derek le preguntó a Argent.
— McCall va a venir en un minuto y probablemente hablará de abogados. Digan que aceptaron que mi abogado los represente.
Arqueé mis cejas.
— Mi abogado está bien, gracias —repliqué.
— Scarlett...
Rodé mis ojos.
— ¿Por qué quieres eso? —quise saber.
— Porque no voy a llamar a mi abogado todavía —dijo, mirando a su alrededor—. Solo quiero más tiempo para descifrar qué está sucediendo y por qué estamos aquí.
* * *
Payton
Mientras Stiles abrazaba a su padre, Scott y yo nos mantuvimos alejados observando el panorama que se había creado frente a nosotros. La ambulancia estaba lista para llevarse al entrenador inconsciente y los estudiantes observaban en hito lo que sucedía. Apenas podían creer que una flecha hubiera atravesado el abdomen del entrenador y, para ser sincera, yo tampoco podía hacerlo.
Me resultaba inverosímil que fuese Stiles —o lo que tuviese en su mente— el que estuviese causando todos estos desastres.
— Chicos, será mejor que vengan a ver esto —nos llamó Ethan.
Al girar, pude ver que él estaba husmeando en la parte trasera del Jeep de Stiles y tuve ganas de gritarle que eso era invasión a la privacidad, pero me contuve. Después de todo, si nos estaba llamando era porque había encontrado algo contundente y extremadamente relevante a lo que estaba sucediendo.
Scott y yo nos acercamos al jeep y pudimos ver que había una mochila negra detrás de los asientos. En el interior de esta se encontraban muchos tornillos, tuercas, papel de regalo, entre otros artefactos.
— Es el mismo papel que usamos para el regalo del entrenador —observó Scott, agarrando el rollo de papel azul con estrellas plateadas en sus manos.
— ¿No es lo que hace William Barrow? —preguntó Ethan.
Oh.
Demonios, ahora sí estaba agradeciendo que se hubiese metido a husmear en el jeep.
— Sí, una bomba hecha de clavos y tornillos envuelta en papel de regalo —confirmé, recordando los detalles que Stiles mismo me dijo el día en el que Barrow estuvo en la escuela.
— ¿Dónde explotó? —quiso saber Ethan.
Mordí mi labio inferior, intentando recordar ese detalle, pero la mera mención de una bomba en Beacon Hills me estaba poniendo los pelos de punta. ¿Qué más tenía este maldito pueblo?
— En un autobús escolar —dijo Scott.
Y ahí supe que teníamos que volver a correr, pero en dirección a la escuela. Pronto sería la hora de salida y los estudiantes tomarían el autobús.
Un autobús con una bomba.
En menos de lo pensado, le avisamos al sheriff lo que sucedía y nos dirigimos a la escuela solo para encontrar un gran caos formándose alrededor de los autobuses. En el interior había un solo estudiante, al parecer se trataba de Jared, el chico que Stiles había hecho vomitar cuando fuimos a la reunión luego de la supuesta muerte de Derek.
Ese chico terminará odiando a Stiles de por vida, de eso no me cabe ni la menor duda.
El sheriff hizo que todos los estudiantes se alejaran de los autobuses y un oficial de apellido Parrish, sacó unos chalecos y equipos de la cajuela de una de las patrullas. Según escuché, era un técnico antibombas acreditado luego de haber estado dos años en el ejército. Solo quería saber si en verdad era una bomba.
Stiles agarró mi mano y la apretó un poco, estando nervioso. Esperamos con nerviosismo a que Parrish terminase de verificar el contenido de la caja de regalo.
Casi podía sentir mi corazón querer salirse de mi pecho.
— No es una bomba, señor, pero hay algo en la caja —escuché que Parrish le dijo al sheriff a través del radio.
Parrish caminó entre las filas de asientos en el autobús y se pegó al parabrisas, mostrando lo que había en la caja. Era un pedazo de madera que se ponen en los escritorios y decía «Sheriff Stilinski».
— Hay una bomba, pero no está aquí —murmuré—. Stiles, la oficina de tu papá.
* * *
Scarlett
A mi lado escuché a Derek suspirar y bajó su mirada hacia las esposas que rodeaban sus muñecas.
— Podría librarme fácilmente de estas, ¿sabes?
— Yo también puedo hacerlo —acotó Argent—. Pero no me interesa ser un fugitivo de la ley.
— Pues a mí no me interesa ser víctima de un chico de diecisiete años poseído por un zorro psicótico.
Preferiría hada japonesa, pero zorro psicótico también funciona.
— Dame unos minutos más —pidió Argent. Derek movió su mano en la esposa para intentar quebrarla—. ¡Derek!
Derek resopló.
— Está bien. Si pasa algo, no esperes que arriesgue mi vida por salvar la tuya —advirtió.
— Y ya que estamos haciendo esas advertencias, yo no sacrificaré mi trasero por nadie —hablé.
De un minuto a otro, todos los policías comenzaron a correr de forma desesperada sin elegir un punto exacto a dónde dirigirse. Solo se movían de lado a lado hablando sin entenderse. Uno de los policías se acercó a nosotros y comenzó a quitarnos las esposas corriendo.
— ¿Qué sucede? —exigió saber Argent.
El oficial no respondió.
— Derek —llamé el hombre lobo.
Él parecía estar concentrado en otro detalle, tal vez escuchando de qué se trataba todo este lío.
— ¡Abajo! —gritó, abalanzándose sobre nosotros al mismo tiempo que el estruendo de una bomba estallar en la estación me ensordeció.
Los pedazos de madera volaron por todos lados, al igual que los vidrios de los cristales de las puertas. Un pitido estaba localizado en el interior de mi cabeza y no parecía cesar. Habíamos estado demasiado cerca de la bomba.
Y el Nogistune lo sabía.
Por eso fue precisamente que me convirtió en una sospechosa del asesinato de Katashi.
No supe en qué momento el sheriff, Scott, Payton y Stiles llegaron a la estación, pero de algo estaba segura. Este caos y desastre no solo fue para que pudiera alimentarse, sino que su mensaje fue claro y preciso. Yo no era más que un peón en su juego. No éramos aliados, yo era su herramienta.
— ¡Scarlett! —Payton exclamó, histérica, pero mi atención estaba enfocada en Derek, quién tenía la espalda llena de vidrios incrustados.
— Estoy bien —susurró, aunque su voz decía todo lo contrario.
— ¡Salgan! ¡Rápido! —nos gritó el sheriff.
— Los Oni, ya vienen —anunció Kira, jadeando. Acababa de llegar a la estación y se notaba que había recorrido un largo camino para llegar.
— Ve —le dije a Payton—. Saquen a Stiles de aquí.
Ella me miró dudando, pero al ver mi mirada se puso en marcha. Aunque mi actuación era solo eso.
Una actuación.
* * *
Frente a la clínica veterinaria, Payton, Kira y Scott estaban peleando contra los Oni. Pero no me uní a la batalla, solo observé bajo la lluvia a que ocurriera el detonante de todo. Uno de los Oni atravesó a Scott con su espada y pude escuchar a Scarlett gritar en mi cabeza.
Stiles salió de la clínica para ayudarlos a entrar y tomé eso como mi señal para adentrarme en la clínica por la puerta trasera. Escuchaba los gruñidos de dolor de Scott. Y también a Kira quejarse cuando Stiles la dejó inconsciente.
Payton gruñó y rugió, pero no lograba acercarse al Nogistune. Cuando me acerqué lo suficiente pude saber que se trataba de que la había encerrado en un círculo de ceniza de montaña.
— No, por favor. Detente —pidió Scott cuando el nogitsune tamborileó sus dedos sobre la espada incrustada en el estómago del alfa.
— Está bien —dijo él y agarró el cabo de la espada solo para profundizarla y moverla de lado a lado en la herida, causándole más dolor—. ¿Te duele? Mírame. Deberías haber leído tus libros, Scott. Un Nogitsune se alimenta del caos, los conflictos y el dolor. Esta mañana lo tomaste de Isaac, después del entrenador, y después de un oficial moribundo. Todo ese dolor, lo tomaste todo —colocó su mano a un lado de la cabeza de Scott—. Ahora, dámelo.
Las venas negras del dolor salieron del rostro de Scott hasta trasladarse al cuerpo de Stiles, quien lo tomaba como si fuese un afrodisíaco.
— Realmente tienes que aprender, Scott. Tienes que aprender a no confiar en un zorro —dijo—. Porque son embusteros, te engañan.
— Créeme, él sabe lo suficiente —hablé, agarrando un tubo que Kira había dejado en el suelo y le pegué con él en la cabeza—. Y tú tienes que aprender a no traicionar a una alfa.
El nogitsune se quejó en el suelo y me observó con la furia brillando en sus ojos maliciosos.
— Solo tenías un trabajo. Uno. Y decidiste irte por tu cuenta —espetó—. La bomba fue solo una advertencia.
Sonreí.
— Yo no sigo órdenes de nadie —solté y antes de que pudiera golpearlo de nuevo, Deaton apareció y clavó una aguja en su cuello.
Sentí el ardor correr por mi propio cuello y caí al suelo de rodillas, convulsionando. Un grito quemó mis labios y pude sentir que estaba perdiendo el poder que tenía en la mente de Scarlett y que ella, poco a poco, volvía a renacer.
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¡No he actualizado desde el año pasado! (Literally) no me maten por esa broma tonta, ahr.
Espero que este nuevo año les traiga mucha prosperidad y cosas buenas 💗
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