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18. Coma metafórico

Estaba perdida.

Se sentía, literalmente, como estar en coma. Por definición, el estado de coma se refiere a un estado profundo de inconsciencia que tiene una duración prolongada o indefinida, causado especialmente por severas heridas o enfermedades. Para mí, era más un sentido metafórico. Mi cuerpo estaba consciente, actuaba y se movía, era activo, maligno, conectado a un ser poseído, a un espíritu maligno.

En efectos técnicos, yo no estaba en coma, pero era muy, muy parecido. Se sentía así.

Estaba constantemente agobiada, siendo prisionera en mi propia mente, desesperándome cada vez más. Ese sentimiento de poder escuchar a tus seres queridos, a todos en general, pero no poder moverte ni responderles porque no tienes control de tu cuerpo. Me había convertido en una minúscula voz en la mente de una carcasa vacía y sin sentimientos.

¿Así era mi verdadero yo?

No, yo, Scarlett Brann, no podía ser así. Una persona fría, sádica, y sin consciencia. Tal vez Peter tenía razón. Tal vez sí era una sociópata porque Ella (la forma en la que he decidido llamarla) no siente culpa, es excesivamente egocéntrica y consciente de lo que hace. No tiene ningún sentimiento positivo en su sistema.

Yo no era parte de mí misma. Estaba siendo desterrada, alejada, absorbida en mi propia mente.

Las personas que dicen que estar en un estado de coma es una calma y un sueño, incluso viviendo realidades alternas, están mintiendo. Es una jodida pesadilla.

La mente es el lugar más oscuro en el que puedas estar. Es exactamente como la vez que hicimos el sacrificio y morimos, fui arrastrada a aquella oscuridad donde había pensado que era mi infierno personal, pero no era así.

Este era mi infierno personal. Ser atrapada en el interior de mi cuerpo sin poder detenerlo de herir a las personas y de colaborar en la creación de planes malignos. Ahí estaba encerrada en mis pesadillas, miedos y en mis inseguridades.

Quería gritar, que alguien me escuchara, pero nadie lo hacía. Me habían borrado de su existencia y no podía luchar contra ello.

Y una parte de mí comenzó a culpar a Stiles de eso. Si tan solo él no hubiese cedido ante el nogitsune, si su mente hubiese sido más fuerte y tolerante, no me hubiera arrastrado hasta este punto. Sabía que era estúpido enfocarme en culparlo, pero era lo único que me mantenía cuerda. Era consciente de que él no había sido el culpable, ninguno de nosotros lo era. Solo era mi manera de sobrellevar mi soledad, escuchando mis más profundas pesadillas.

— Scar-lett.

No, no porque mi cuerpo hiciera lo que él mandaba quería decir que no me visitara. Disfrutaba y se alimentaba de mis sentimientos oscuros. Eran como una maldita droga para él.

— ¿Qué quieres? —mascullé—. ¿No has tenido suficiente con lo que nos estás haciendo pasar?

Se movió arrastrando sus piernas al caminar y llegó a mí, sus dedos envueltos en los vendajes acariciaron mi mejilla. Un sentimiento de repulsión abarcó mi estómago. Casi tuve ganas de quemarle el vendaje.

Palabra clave: casi.

No podía hacerlo. Ahí en mi mente no había poder sobrenatural. Solo era alguien vacía, una adolescente débil e impotente. Era nadie.

— Tú perdiste, Scar-lett. Ahora te toca afrontar las consecuencias —comentó.

Cerré mis ojos y llevé mis manos a mis oídos en un intento de ahogar su voz. Realmente deseé ser sorda. Sabía que también estaba mal desear algo así, pero ya era demasiado. Esto estaba siendo más de lo que podía soportar.

— ¿Qué consecuencias? ¿Por no responder tu estúpido acertijo? Adivina, ¡como quiera tienes lo que querías! —grité con tantas fuerzas que mis palabras quemaron mi garganta.

— No todo, Scar-lett.

— ¡Deja de pronunciar mi nombre de esa manera!

Movió su vendada cabeza en gestos negativos y llevó un dedo a sus labios para hacerme callar.

— Estás siendo muy ruidosa. Y yo que solo venía a ayudarte un poco —dijo, caminando a mi alrededor.

Lo seguí con mi mirada.

— ¿Qué tipo de ayuda? —quise saber.

— He estado escuchando que quieres saber quién es tu padre, aunque —hizo una pausa en la que esbozó algo parecido a una sonrisa—, ya algunos lo saben.

Fruncí mi ceño, una porción de confusión siendo parte de mi actual sentir. No comprendía las palabras de la momia japonesa. La mitad del tiempo no entendía lo que quería decirle, pero esa vez era distinta. Estaba confundiéndome a propósito. Solo quería ver mi reacción, quería hacerme dudar para alimentarse de ello.

Así que decidí ignorarlo.

Me estaba preocupando más por mi impotencia, en mi estado de coma metafórico. No quería más juegos que me afectaran a mí o a mi familia. Mis amigos eran mi única familia en este mundo. De la verdadera solo tenía a Payton porque el resto eran peores personas de lo que quería tener o recordar.

Él se los estaba llevando uno por uno. Quebraba mis relaciones con los demás y también me destruía a mí misma.

— No me ignores, Scar-lett.

— Déjame en paz —demandé entre dientes.

El nogitsune pasó de ser el hombre cubierto de vendajes (supuse que era su verdadera forma) a ser Stiles. Sus marcadas ojeras me lo dejaban saber.

— ¿Qué tal si jugamos?

Señaló con su mentón un tablero de ajedrez. ¿Qué demonios hacía la hada japonesa jugando ajedrez?

Dudando, me acerqué al tablero y pude ver que mis fichas eran las negras blancas. Estaba perdiendo. Entonces me di cuenta de algo. Mi nombre estaba sobre la Reina, el de Stiles sobre el del Rey, Scott y Derek eran los caballos, Lydia y Payton las Torres. Isaac y Allison eran los alfiles, mientras que el sheriff, Melissa, Rafael, Ethan, Aiden, Argent y mi madre eran algunos de los peones.

Isaac estaba fuera, al igual que mi madre y los gemelos. Lydia estaba rodeada por las fichas del nogitsune, el alfil correspondiente a Allison parecía que iba a perecer pronto también.

— ¿Qué es esto? —pregunté.

— Es un juego. Gáname y tus amigos sobrevivirán. Por cada ficha que pierdas, tus amigos la pagarán.

— Te gustan los juegos.

Me sonrió.

— Como no tienes ni idea.

Y me miró con esa sonrisa llena de malicia, dejándome saber que ganarle era imposible. Él era el rey de los juegos, el creador máximo. Lo que fuera que se intentara hacer, él lo había predicho desde antes de que movieras la ficha.

Para su mala suerte, yo era muy buena manipulando personas. Después de todo, corría en mi sangre.

— Bien. Juguemos —accedí.

Sus ojos oscuros brillaron con satisfacción.

* * *

Entré al edificio como si el mundo me perteneciera. De hecho, en cierto modo lo hacía. No había persona con más poder que yo. Era una alfa elemental y tenía la fuerza de un nogitsune de mil años corriendo por mi sistema. Era invencible. Mis ojos localizaron a la secretaria que estaba sentada en la recepción de la oficina y me dirigí en su dirección, apoyando mis manos sobre la madera del mostrador.

— Estoy aquí para ver al señor Lantz —comuniqué en un tono neutral y monótono.

La secretaria recorrió mi cuerpo con su mirada y una mueca de disgusto se formó en su rostro escuálido y macilento. Su nariz parecía de bruja, sus arrugas me incomodaban al igual que su labial mal untado que manchó sus dientes de naranja.

— ¿Tienes una cita? —preguntó, pretendiendo hojear la agenda del abogado que había contratado Alexander Brann desde el momento en el que nació su hija.

— ¿Necesito una? —increpé, arqueando una de mis cejas con desdén.

La secretaria titubeó durante un segundo. ¿Me estaba rechazando por mi aspecto caliginoso? Me parecía una imprudencia de su parte. Solo mostraba su falta de ética profesional.

— Eh...—balbuceó sin saber cómo comenzar a decirme que sí la necesitaba.

— Repetiré mi pregunta: ¿necesito una? —dije e hice brillar mis ojos rojos durante un segundo antes de hacer que volviesen a la normalidad.

La secretaria ahogó un grito contra su mano y pude notar cómo sus dedos temblequeaban. Me tenía miedo.

— E-Está en su despacho —indicó con voz ahogada.

Esbocé una sonrisa.

— Eso no fue tan difícil, ¿verdad?

No esperé su respuesta porque pasé al interior del despacho con seguridad. El señor Lantz estaba sentado en su escritorio de caoba, tomándose un café mientras revisaba algunos documentos. Cuando me escuchó entrar, levantó su mirada hacia mí, sorprendiéndose.

— Scarlett, ¿qué haces aquí? —preguntó.

No respondí inmediatamente. En su lugar, cerré la puerta, aplicando calor sobre la cerradura para fundir el metal, impidiendo que alguien la abriese desde el exterior.

— Quiero el testamento —pedí, caminando con lentitud en el interior del despacho, contoneándome morosamente.

— Lo lamento, pero todavía no tienes edad. Fue el deseo de tu padre antes de morir. Tienes que tener dieciocho antes de su lectura —expuso, apoyando sus codos en la madera de su escritorio, doblando uno que otro papel en el proceso.

— Huh —emití—. Sandra no tiene acceso al testamento, ¿o sí?

Pude ver la expresión nerviosa en su rostro.

— E-Eso es confidencial —tartamudeó, delatándose.

Reí un poco. Me garbeé hasta quedar detrás de él, apoyando mis manos sobre sus hombros cuando intentó moverse.

— ¿También folló contigo? —siseé la pregunta. Él se quedó en silencio y chasqueé mi lengua—. Aparentemente ella lo resuelve todo con sexo, ¿no?

— Scarlett...—lo corté.

— Pero yo no soy ella. Tengo mis propios métodos —anuncié, enfocando mis poderes en su sangre y me incliné para quedar a la altura de su oído—. Puedes sentirlo, ¿verdad? Te diré lo que sucederá si no me das lo que quiero, ¿de acuerdo? —más silencio de su parte—. Tu sangre se vuelve más espesa, te quema las venas, casi como si te las estuvieran desgarrando una por una. El dolor incrementará con cada segundo. Estoy siendo suave contigo. Pronto tu cuerpo intentará librarse del calor al sudar, y te deshidratará en minutos. ¿Quieres que continúe?

Solo hubo silencio de su parte, por lo que apliqué mis poderes con más fuerzas. Un gemido salió de sus labios y negó de forma imperceptible.

— Basta, maldición —pidió.

— No estás pidiéndomelo de forma educada.

Por favor —suplicó.

Me enderecé con satisfacción.

— Congela las cuentas bancarias —ordené—. Sus tarjetas de crédito, débito, todo. Déjala sin un solo centavo. No va a estar utilizando mi dinero.

— No puedo hacer eso. Necesitas ir a un banco para lograrlo.

— Pero tú tienes el poder del testamento, ¿no? Por herencia, es lo que me corresponde —le recordé—. Estoy segura de que puedes hacer algunas llamadas.

Tragó en seco y se mantuvo inmóvil, desobedeciendo mis órdenes. Me disgustó ese acto, por lo que saqué el arma que llevaba en la cinturilla de mi pantalón y la pegué a su sien, agarrándolo del cabello con mi mano libre para mantenerlo quieto.

— ¿Necesitas más presión? —pregunté, quitándole el seguro al arma—. Puedo ser mucho más persuasiva, eso te lo aseguro.

Con dedos temblorosos, agarró el teléfono y lo observé con detenimiento para que no fuese a hacer alguna movida estúpida. Realizó las llamadas pertinentes, dictó los números de cuenta y también hizo los arreglos para que el dinero de las cuentas de Alexander Brann fueran trasmitiéndose poco a poco a mi cuenta personal.

— ¿Eso es todo lo que quieres?

Elevé mis cejas por su tono cortante, pero decidí ignorarlo. Había hecho lo que le pedí y todavía era una herramienta que me servía.

— Por ahora —dije y le pegué fuertemente en la cabeza con el cabo del arma—. Ups, eso tiene que doler —hablé con cinismo.

Guardé el arma en su lugar correspondiente y me contoneé fuera del despacho, rompiendo la cerradura en el proceso. La secretaria se encogió en su asiento al verme y le guiñé un ojo al salir.

Mi teléfono vibró y pude ver el nombre de mi madre en el identificador de llamadas.

— ¿Qué has hecho con las tarjetas? —exigió saber.

Reí sardónicamente.

— Te estoy recordando, Sandra, tu posición en el tablero —dije—. No eres más que un peón insignificante en mi juego. Me desharé de ti muy pronto, eso te lo aseguro. Mientras tanto, disfruta de tu pobreza, perra.

* * *

Estaba pasando el mejor rato en más de mil años. Había abandonado al Nogitsune luego de nuestra reunión en el hospital donde formamos un pequeño caos. Era justo la catástrofe que estábamos buscando.

Sacamos a un hombre lobo del tablero, nos faltaban unos cuantos todavía. Ellos estaban maquinando sobre cómo detener al espíritu poseyendo a Stiles, pero no les serviría de nada. Su poder era incomparable, solo necesitaba un poco más de catástrofe para poder estar en óptimas condiciones. Su recuperación era un poco más lenta cuando tenía dos mentes que invadir en vez de una.

Sus amigos estaban por toda la ciudad, y también conocían las fuerzas que estábamos uniendo. Por el momento estaban corriendo en círculos sin poder localizarnos. Llevaban dos días en ese juego. Dos días en los que estuve observándolos y estudiando la mente de Scarlett para poder dar un mejor rendimiento en mi juego.

Debía fingir. Ser la mejor actriz, así le llamaban, ¿no?, para lograr que ellos cayeran en mi red de mentiras, directamente en mi tablero.

Cuando me detuve frente a la casa de Scott, mentalicé un estado de dolor emocional y confusión. Hice las lágrimas aparecer en mis ojos y las dejé salir, luciendo débil y rota.

— ¿Scarlett?

— S-Scotty —balbuceé con voz quebrada—. Soy yo. Juro que soy yo —sollocé.

Vi el alivio aparecer en el rostro de Scott McCall, aquel que decían que era un alfa verdadero. Para mí solo era un estúpido adolescente intentando ser algo que no era.

— Oh, por Dios. ¿Estás bien?

Negué con mi cabeza.

— No recuerdo —murmuré—. No recuerdo lo que hice en los pasados días.

Scott me envolvió en sus brazos y sonreí con satisfacción al notar que me había creído. Había sido demasiado fácil.

Niños ilusos, pensé.

— Shh, todo va a estar bien, Scarlett —me susurró en el oído en un intento de tranquilizarme. No era necesario porque todas mis lágrimas eran falsas—. Payton y yo iremos al hospital para ver a Isaac, ¿quieres venir?

Fruncí mi ceño.

— ¿Qué le sucedió a Isaac?

— Stiles, probablemente tú, no lo sabemos. Fue electrocutado —dijo demasiado rápido, como si quisiera evitar herirme con sus palabras.

Oh, perrito, si yo hubiese cortado aquel cable, lo hubiera hecho de una forma más sofisticada. Mil años de un Nogitsune y la delicadeza no existía en su trabajo. Era demasiado sucio para mi gusto.

— Y-Yo no podré hacerlo, Scott —dije, pasando una mano por mi cabello—. Además, creo que necesito ver a Derek. Necesito dejarle saber...

Scott aceptó mis palabras, mirándome con lástima. Me despedí de él y me encaminé al auto con una sonrisa de satisfacción.

Eres una perra.

Mi sonrisa se acentuó cuando escuché la voz de la niña en mi cabeza. Chasqueé mi lengua mientras entraba al auto.

Y este es solo el comienzo, Scar-lett.

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¡FELIZ NAVIDAD! 🎄🎁

Espero que la pasen súper bien y que les den muchos regalos. Lamentablemente no hago envíos de Derek Hale, me lo quedo todo para m- para Scarlett, sí, para Scarlett. ☺️

Chau, amores

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