Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15. Acertijos

Scarlett

Me desperté por una corriente de frío que escaló mi cuerpo desde mis pies hasta mi cabeza, haciéndome estremecer. Rodé sobre mi cuerpo, intentando buscar las sábanas que deberían estar cubriendo mi cuerpo, pero en su lugar solo encontré hojas secas e insectos que picaron mis manos, haciéndome gemir por el ardor. Al mirar mis manos solo vi una substancia roja cubriéndolas.

Sangre.

Tenía sangre seca cubriendo mis manos. Oh, Dios mío. Comencé a entrar en pánico y cuando me puse de pie una ola de dolor se trasladó por mi pierna. Mis huesos crujiendo cuando vi la trampa de coyote alrededor de mi pie.

Un sollozo quebrado salió de mis labios. Mi respiración comenzó a volverse errática y casi no me llegaba el oxígeno a los pulmones. Algo en el aire hacía que mi vista estuviese borrosa y mis ojos llorosos, aunque no podía descifrar si se trataba de las lágrimas provocadas por el dolor de mi pie. En la cinturilla de mi pantalón pude sentir la fría superficie de mi teléfono y lo encendí. La batería estaba baja, pero era suficiente como para poder hacer la llamada.

Con dedos temblorosos, busqué el número de Payton y la llamé.

— ¿Scarlett? —sollocé nuevamente al escuchar su voz—. Oh, por Dios, Scarlett —dijo en una mezcla de alivio y preocupación.

— P-Payton —tartamudeé, sintiendo las lágrimas correr por mi rostro hasta caer por mi cuello.

— ¿Dónde estás? Iré a recogerte —dijo. Negué con mi cabeza aunque ella no pudiese verme y escuché unas ramas quebrarse bajo el peso de algo o quizás alguien. No podía descifrarlo y estaba demasiado asustada como para poder utilizar mi visión sobrenatural para captar qué era—. ¿Scarlett, puedes oírme?

— Sí —susurré—. Payton, no sé dónde estoy. No sé cómo llegué hasta aquí.

Escuché unos ruidos al otro lado de la línea, sonaba como el tintineo de llaves y como nudillos chocando contra una puerta.

— ¿Puedes ver algo a tu alrededor? —me preguntó—. Trata de describirme el lugar donde te encuentras.

Hice lo que me pidió, pero el aire quemaba mis ojos. Era un olor fuerte el que no me dejaba ver con claridad. Me hacía llorar.

— Creo que estoy en la reserva —murmuré, estirándome para sentir las hojas secas bajo mi cuerpo—. En algún lado de la reserva, pero no puedo ver.

— ¿Estás vendada o en algún lugar oscuro? —quiso saber.

— Está un poco oscuro, pero lo que más me dificulta ver es que hay este olor fuerte que me nubla la vista —describí—. No puedo usar mis otros ojos para intentar ver. Y estoy...—dejé de hablar cuando el crujido de las ramas y hojas se hizo más cercano.

Había una persona conmigo en el bosque. Oh, Dios. Había alguien conmigo y no podía defenderme. Intenté de retener mis quejidos y mi llanto, pero se me dificultaba. Estaba demasiado asustada.

— Es tiempo de jugar, Scar-lett —habló la misma voz de mi cabeza, pero sonaba como si estuviese conmigo en persona. Hablándome desde el exterior y atormentándome con cada palabra. Su forma de hablar era peculiar por la forma rasposa y lenta con la que arrastraba las palabras—. ¿Qué te parece un juego?

— C-Como el infierno —tirité de frío, mis dientes castañeteando al intentar pronunciar mis palabras.

— Scarlett, ¿puedes oírme? —Era Scott—. ¿En qué parte de la reserva estás?

— ¡No lo sé! —exclamé en un susurro—. En el bosque, Scott. Todo se ve igual —dije de forma desesperada.

Apenas podía controlar el temblor en mi voz. Se quebraba por el llanto y el miedo que inundaba mi cuerpo hasta hacerme perder la cabeza.

— ¿Puedes intentar salir de ahí? —preguntó mi amigo.

Moví mi cabeza en gestos negativos.

— Mi pierna...—murmuré.

— Es lo mismo que Stiles —escuché que le dijo a Payton.

— No puedo moverme, Scotty —lloré—. Y hay un olor fuerte. Es horrible. Hace que mis ojos...—escuché el pitido del teléfono anunciando que se había cortado la llamada.

No, no, no.

Moví mi teléfono para intentar recuperar la señal y cuando pude encontrar una raya, recibí una llamada entrante de Payton. Justo en el momento en el que vi una silueta entre los árboles. No estaba segura de lo que mis ojos estaban captando porque todo se veía borroso y no confiaba mucho en mis sentidos estando así.

— Scarlett. ¿Me oyes?

— S-Sí —susurré.

— ¿Por qué estás susurrando? —preguntó Payton.

— Porque no estoy sola —hablé en un tono apenas audible para una persona normal—. Tengo que irme. Por favor, encuéntrame —supliqué.

— Scarlett, no cuelgues la llamada —me pidió.

— Prométeme que me vas a encontrar.

La escuché soltar un pequeño sollozo.

— ¿Cuándo te he fallado? —me preguntó.

Y la conexión volvió a cortarse.

— Scar-lett —volvió a llamarme la figura.

Se movía de forma extraña, como si cojeara y arrastrara sus pies. Mis lágrimas cayeron nuevamente.

— ¿Qué quieres de mí? —pregunté.

— Solo quiero jugar —dijo—. ¿Estás preparada para nuestro juego?

Que te den.

— ¿Q-Qué juego?

Entonces, desapareció entre las sombras nuevamente, dejándome en medio del bosque, congelándome y con mi pie atrapado en una trampa de coyote. Volví a llorar desesperadamente. Estiré mis brazos para intentar quitarme la trampa, pero eso solo logró que me hiriera en el proceso.

Dejé salir un grito de dolor y frustración. Me eché hacia atrás, soltando quebrados sollozos de mis labios. Mis lágrimas rodaron por todo mi rostro. Limpié mis mejillas con el dorso de mi mano y me percaté que no llevaba mi chaqueta. Estaba solo en una simple camisa demasiado fina como para protegerme del frío.

Dios, ¿cómo había llegado hasta ese lugar?

El crujido de hojas se hizo presente de nuevo, la persona arrastraba sus pies al caminar. Había vuelto. Me había dejado unos minutos para que me consumiera el dolor y la desesperación y volvió para desplegar su caos.

— ¿Quién eres? —pregunté.

La figura comenzó a hablar en un idioma desconocido. Sonaba como japonés, pero no podía estar segura.

— ¿Quiénes somos, Scar-lett? —me corrigió—. Se está poniendo cada vez más frío, ¿no es así?

Mis dientes no castañeteaban y ya estaba sintiendo mis dedos entumecidos. Casi no me podía mover. Eso era mala señal. Significaba que mi cuerpo estaba intentando de conservar su energía.

Hipotermia.

Me estaba dejando morir de hipotermia porque no quería jugar su estúpido juego.

— ¡¿Por qué es tan importante este maldito juego?! —grité, estrujando las hojas secas con mis manos.

— Porque tenemos que salvarnos, Scar-lett. ¿Quieres jugar...—hizo una pausa—...o quieres morir?

* * *

— ¿Te sabes alguna adivinanza, Scar-lett? —preguntó, podía sentir su susurro en mi oído, pero sabía que estaba caminando a mi alrededor, viéndome sufrir y morir lentamente de hipotermia.

— Unas cuantas —respondí.

— Mientras más seca, más se moja. ¿Qué es?

Era una adivinanza sencilla, apenas requeriría esfuerzo para un niño, pero cuando estás en medio de la nada congelándote y está alguien jugando con tu mente, no es fácil concentrarse en pensar y resolver acertijos.

¿De qué valían?

Un acertijo no me sacaría del bosque, solo me haría perder la poca cordura que me quedaba. Estaba muy cerca de la muerte para ser realidad. Estaba dejando de sentir. Mis dedos, mis manos, mi piel. Todo estaba entumecido y se me hacía difícil moverme para intentar buscar calor en mi interior.

Estaba débil.

— U-Una toalla —respondí luego de unos segundos.

— ¿Cuándo una puerta no es una puerta? —continuó.

El maldito acertijo que lo comenzó todo. La maldita puerta. Si tan solo hubiese podido cerrarla cuando todos los demás lo hicieron. ¿Por qué la dejé entreabierta? ¿Por qué los dejé entrar? No debía dejarlos entrar. Debía evitarlo.

¿Por qué no lo hice?

— Cuando está entreabierta —contesté.

— Lo conoces bien, ¿no es así? —inquirió. En sus palabras pude detectar un rastro de burla—. Tu amigo Stiles también sabe de acertijos. ¿Quién sabe más? ¿Él o tú?

Oh, Dios.

¿También tenía a Stiles? ¿Cómo no pude darme cuenta antes? Las pesadillas, los problemas por el control, los ataques de ansiedad, los sueños vívidos...ninguno me pertenecía. La mayoría venían de Stiles. Él era quien me había trasmitido esto.

Stiles era quien estaba perdiendo su mente.

Intenté voltearme para mirarlo, pero eso solo provocó que la trampa se clavara aún más en mi pie, sus filos de metal me raspaban los huesos y enviaban constantes olas de dolor por mi cuerpo. Jadeé, tratando de retener mis sollozos. No quería parecer tan débil.

— Oh, tengo otro. El que lo hace, no lo necesita. Quien lo compra, no lo usa. El que lo usa, no puede verlo ni sentirlo. ¿Qué es, Scar-lett? —preguntó.

Mi cuerpo se sacudió cuando el dolor fue intolerable y mis dientes chocaron entre sí al intentar controlarme. Sin querer, clavé mis dientes en mi labio inferior, provocando una cortada en ellos.

— N-No lo sé —susurré.

— Piénsalo bien.

El que lo hace, no lo necesita. Quien lo compra, no lo usa. El que lo usa, no puede verlo ni sentirlo.

Encogí mis hombros. No podía concentrarme en intentar analizarlo.

— No lo...—me interrumpió.

— ¡Contéstame! —exigió.

Apreté mis labios y mis ojos al dejar salir unas cuantas lágrimas más.

El que lo hace, no lo necesita. Quien lo compra, no lo usa. El que lo usa, no puede verlo ni sentirlo.

Tenía que concentrarme. Solo piénsalo, Scarlett. No puede ser tan difícil. Los acertijos siempre te dicen la respuesta en sus palabras. Están hechos para confundirnos.

El que lo hace, no lo necesita. Quien lo compra, no lo usa. El que lo usa, no puede verlo ni sentirlo.

Tenía que procesar las palabras, digerirlas y diluirlas. Era la única forma en la que podría continuar el juego. No quería formar parte de él, pero tampoco quería morir.

Maldición, Stiles. Debías impedir que entraran. ¿Por qué los dejaste entrar? ¿Por qué me hiciste esto? Nos iba a arrastrar a ambos a la muerte.

El que lo hace, no lo necesita. Quien lo compra, no lo usa. El que lo usa, no puede verlo ni sentirlo.

Muerte.

¡Eso era!

— Un ataúd —respondí finalmente.

— Bien, Scar-lett —felicitó—. Solo los usan aquellos que encuentran la muerte. Has comprado un ataúd antes, pero no lo necesitabas. ¿Lo necesitarás ahora, pequeña Scarlett?

Me estremecí con sus palabras y mis pelos se pusieron de punta. Mi piel erizándose ante lo que acababa de inferir.

Yo no iba a morir.

— ¿Cuál es el siguiente? —pregunté—. El siguiente acertijo.

Lo sentí sonreír. No supe cómo lo sabía, pero podía sentirlo. Una sonrisa con dientes afilados y de aspecto metálico.

— Todos la tienen, pero nadie puede perderla. ¿Qué es?

Procesé las palabras, pero no podía encontrar la respuesta.

— No lo sé —admití, me estaba dando por vencida con rapidez.

Sentía que no tenía fuerzas para continuar haciendo esto. Luchando por vivir. Era demasiado cuando continuaban llegando amenazas, cuando todos querían matarme. ¿Acaso yo era el único objetivo que tenían? ¿No podían enfocarse en alguien más que no fuese yo?

— Todos la tienen, pero nadie puede perderla. ¿Qué es? —repitió.

— La mente —murmuré.

Lo escuché reír.

— Ya estás perdiendo eso, Scar-lett. Todos la tienen, pero nadie puede perderla. ¿Qué es?

Gemí y gruñí de frustración.

— La esperanza.

Chasqueó su lengua.

— Estás adivinando, Scar-lett.

— ¡Te dije que no sé! —grité.

No le gustó el tono en el que me expresé. Caminó hacia mí y agarró la cadena de la trampa, arrastrándome de mi pie. El dolor fue tan intenso que el grito quemó mi garganta, vibrando en mi pecho al salir de mis labios. Los gritos de otra persona también llenaron mis oídos y las voces de dos más.

Uno brazos se envolvieron a mi alrededor mientras intentaba librarme del agarre, gritando y llorando de terror puro. Mi garganta ardía y estaba casi segura de que no me quedaba voz para continuar gritando cuando me di cuenta de quiénes me rodeaban.

— Estás bien, Scarlett.

Era Rafael McCall quien me sostenía y me impedía continuar luchando contra mi propio miedo. Melissa se encontraba frente a mis ojos sosteniendo a Stiles, quien lucía igual de atemorizado que yo.

Entonces comencé a llorar con verdaderas fuerzas.

— Shh...están bien. Estás bien —continuó diciéndome.

Sorbí mi nariz sin poder parar de llorar. Las lágrimas solo caían y caían. No podía controlarme porque me había dado cuenta de algo. Cuando saliéramos de aquí, el sheriff recibiría a su hijo con ansias.

Yo...yo no tenía a mis padres. Mi mamá me odiaba de verdad. No quería verme ni en pintura aunque hubiese intentado de acercarse a mí unas semanas atrás. En el hospital no había querido verme. Yo ni le importaba. No era relevante para ella.

Y mi papá...

Si mi padre todavía continuaría con vida estuviese aquí. Estuviese buscándome. Me recibiría con los brazos abiertos dispuesto a cobijarme con su calidez.

Después de siete meses dije mi verdad.

— Quiero a mi papá —hablé con voz ronca—. Quiero a mi papá —repetí.

Y todos me miraron con pena.

____________

Y solo para confundirles más jujujú.

#VivaLaMaldad

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro