11. Déjate llevar
Payton
Scarlett se marchó de la casa luego de dejarme para que me preparara para la fiesta de luz negra de Danny. Para ser completa y totalmente honesta, no me sentía de ánimos para andar de fiesta, pero se lo debía a Danny por no pasar tanto tiempo con él como antes. Él fue la única persona que se acercó a mí cuando llegué a Beacon Hills.
El recuerdo de nuestra primera conversación trajo una sonrisa a mi rostro.
— ¿Por qué me estás hablando cuando todos piensan que soy una perra?
— Porque las perras son mis amigas. ¿Has visto a Lydia? La chica era un monstruo con las personas. Y Jackson, no estoy seguro de que cuente, pero es la perra de todas las perras.
Esa fue su razón para ser mi amigo, que yo era una perra y todos sus amigos eran así, por lo que encajaba en la descripción. Así que sí se lo debía por no dejarme sola cuando nadie me hablaba. Además de que me estaba obligando a ir a la fiesta porque cuando él rompió con su ex, yo lo llevé de copas a Jungle para hacerlo sentir mejor.
Luego de bañarme, me paré frente a mi armario para evaluar lo que podría ponerme para una fiesta de luz negra. Después de pasar unos minutos decidiéndolo, opté por unos pantalones cortos negros, un top corto naranja fosforescente y una chaqueta blanca, aunque era obvio que me quitaría la chaqueta en medio de la fiesta. En especial si habrá pintura involucrada.
— Wow, realmente estás dispuesta a disfrutar de esta fiesta, ¿no es así? —preguntó Lydia al recogerme para ir a la fiesta juntas.
— Si pudiera embriagarme, esta sería mi oportunidad, Lydia. Pero no puedo y como no quiero intentar alguna otra droga, cuyo efecto sería momentáneo, prefiero disfrutar del momento —dije, recostando mi cabeza contra el asiento.
Definitivamente no estaba en el humor para una fiesta. Solo tendría que ponerme en ello para poder disfrutar un poco.
— ¿Por qué no le pediste a Stiles que te trajera? Hubiese sido una buena forma de romper toda esa tensión que tienen entre ustedes —mencionó.
Rodé mis ojos.
— Bilinski tiene que hacer algo con Scott antes, dijo que nos vería allí —encogí mis hombros como si no importara—. Además, no hay tensión entre nosotros.
— Ajá.
— Hablo en serio —afirmé, aunque quizás estaba intentando convencerme a mí misma de ello.
Admitiré para mí misma que tal vez algo extraño haya ocurrido cuando lo besé para detener su ataque de pánico. Tal vez. También con el asunto de los sacrificios cuando me tocó a mí ahogarlo y fue 'nuestro lazo' —según Scarlett y Deaton— lo que le permitió volver a la vida. Pero intento no pensar mucho en ello porque quizás solo estoy despechada y no quiero hacer eso de 'un clavo saca a otro'. Así no funcionan las cosas.
Eso sin contar que él seguía viendo a Scarlett como si ella fuese una diosa. No lo culpaba tampoco. Mi prima era hermosa y era imposible no notarlo.
Sin embargo, lo que más me impedía admitir la posible tensión con Stiles tiene nombre y apellido: Isaac Lahey. Sabía que tenía que superarlo, pero ¿cómo hacerlo cuando lo seguía viendo cada día? ¡Vivía frente a mi casa! Era difícil superar a alguien a quien le habías ofrecido tu corazón, dejarlo atrás para irse con otra.
* * *
Scarlett
En mi intento de mantener a Derek fuera del loft, lo obligué a acompañarme a Walmart para comprar dulces. Era la peor excusa del maldito mundo, pero usualmente no tenía que mantener a Derek fuera de su guarida. De hecho, cuando teníamos tiempo para nosotros sin ningún asunto peligroso de por medio, lo menos que hacíamos era salir del loft.
— ¿Por qué tenemos que comprar dulces para los niños? Pensé que los odiabas —comentó, siguiéndome por el pasillo del Walmart.
No pude evitar reírme.
— No los odio —respondí. Derek me miró con una ceja arqueada—. Solo pienso que son una invasión de pequeños humanos que vienen a apropiarse de mis Doritos.
Lo vi mover su cabeza en gestos negativos como si no pudiera creer mis palabras. Pero había una razón principal por la que no me agradaban los niños o intentaba que no lo hicieran. Solo no quería que el mundo lo supiera todavía. Al menos no quería que él lo supiera. Hasta el momento solo lo sabía una persona en este mundo y esa era mi madre. Mi padre no cuenta porque, bueno, los muertos no pueden hablar.
— ¿Y por qué hoy compramos dulces para los niños? —quiso saber.
— Porque es tradición, Derek. Además, se vuelven un dolor en el trasero cuando te ven y te encuentran con las manos vacías —expliqué.
Y no era mentira.
Una vez no teníamos dulces en nuestra casa la noche de halloween y los pequeños demonios tenían docenas de huevos en sus canastas. Apenas me dio tiempo de cerrar la puerta cuando empezaron a lanzármelos.
Aprendí mi lección, créanme.
— Lo peor es que ni siquiera estás mintiendo. ¿Tan malos son?
Asentí.
— Podrían ser hijos de Peter —alegué. Derek no pudo evitar reírse—. Me encantas cuando llevas tu chaqueta de cuero —comenté, mordiendo mi labio inferior.
— ¿Sí?
— Me encantas de muchas formas, pero esta definitivamente es una de mis favoritas —dije.
Derek cerró la distancia entre nuestros cuerpos, de modo que mi pecho chocó con el suyo cuando sus brazos rodearon mi cintura. Rozó su nariz con la mía antes de darme un beso en los labios. Apenas fue un contacto que me dejó con ganas de más.
— ¿Y eso?
— Porque llevabas una cuando te conocí. Me refiero a hace un año atrás, no de la vez que nos robaron los recuerdos —especifiqué.
Cuando salimos del Walmart con las bolsas de dulce, Derek se dirigió al loft y casi sentí el pánico crecer en mi sistema porque se suponía que lo mantendría alejado de ahí.
Piensa en algo. Rápido.
— Derek, ¿el estacionamiento está vacío?
Él me miró con una ceja arqueada.
— Sabes que todo el edificio es mío, ¿verdad?
Espera, ¿qué?
Maldito sea su trasero rico. En las dos formas que se puede interpretar esa oración. Sin embargo, no presioné el tema porque me quité el cinturón y me coloqué sobre su regazo. Era un poco incómodo porque el volante estaba casi clavándose en mi trasero, pero tenía que hacer algo para distraerlo.
— Entonces, ¿si decidimos estrenar la camioneta nadie nos interrumpirá? —pregunté.
Elevó sus cejas.
— ¿A qué te refieres con eso?
— Pues...nunca hemos tenido sexo en tu auto. En tu sofá, tu cama, tu mesa, entre otros lugares sí. Pero nunca aquí —dije.
Lo vi tragar con fuerzas.
— Espera, alguien viene.
Fruncí mi ceño y regresé al asiento del copiloto. Derek bajó de la camioneta y fue cuando vimos a tres niños observarnos. Tres niños que pudieron llevarse el trauma de sus vidas.
Dios bendiga la audición sobrenatural de Derek.
Observé a los niños. El primero iba disfrazado de diablo, el segundo de pirata y, ¿de qué demonios estaba disfrazado el tercero? ¿Se suponía que era una versión extraña de Drácula?
— ¡Dulce o truco! —dijeron al unísono.
Le tendí a Derek una bolsa de chocolates surtidos y él la abrió para echar algunos en cada saco de los niños. Entonces, cuando notó que los niños estaban tensos y asustados por su expresión seria, hizo brillar sus ojos y les mostró sus colmillos, rugiendo. Los niños salieron corriendo despavoridos. Derek volteó a verme con una sonrisa en su rostro.
— ¿Realmente acabas de asustarlos?
No pude evitar reír al preguntarle. Derek dejó la bolsa dentro de la camioneta.
— ¿Todavía sigues queriendo hacerlo? —preguntó.
Mordí mi labio inferior, sintiendo la expectativa crecer en mi interior. Pero antes de poder responderle, un grupo de lo que parecían como ninjas, aparecieron entre las sombras, rodeando a Derek. Tenían máscaras terroríficas y sus ojos brillaban amarillo verdoso, como luciérnagas.
Y lo siguiente que sentí fue dolor y frío. Mucho frío.
* * *
Payton
Al llegar al loft, pude ver la cantidad de personas entrando también. La música retumbaba en mis oídos sensibles y tuve que crear un muro en mi mente para evitar que me dejara completamente sorda. A veces odiaba los sentidos muy agudos de ser mujer lobos.
Lydia y yo caminamos entre las personas que bailaban y saltaban. Giré sobre mis talones para obtener una buena vista de la fiesta, pero lo que mis ojos captaron fue a Isaac entrando al loft junto a Allison. Un nudo se formó en mi garganta y me quité mi chaqueta, dándosela a Lydia.
— Cuídala —pedí.
— ¿Adónde vas?
Señalé la esquina donde se encontraba la chica pintando a las personas con la pintura fosforescente.
— Necesito que pinten mi cuerpo —dije y la dejé en medio de la multitud para hacer la fila, la cual solo consistía de una persona y esa era Danny.
— Todo listo —le dijo a Danny.
Él tenía varias líneas en su cuerpo que parecían más runas, y también las habían pintado a ambos lados de su rostro. Toda la pintura brillaba en un tono azul.
— ¡Viniste! —exclamó, pasando un brazo por mis hombros.
— Jamás te fallaría.
— Y el muerto está aquí, ¿no?
Forcé una sonrisa melancólica en mi rostro.
— ¿Tan obvio es?
Danny hizo una mueca y me giró para que la chica me viera.
— Creo que ella necesita algo que diga "Mi ex está aquí con otra chica, pero no se da cuenta de que la más hermosa soy yo" —le dijo a la chica.
No pude evitar reír ante la descripción que le dio, pero ella asintió, asegurándome que tenía algo perfecto en mente. Unos minutos después tenía mi cuerpo en distintos colores fosforescentes. Naranja, rosa, azul y verde. En mi rostro tenía unos puntos en los contornos de mis mejillas, alternando los colores, en mi espalda estaba una luna creciente al estilo mandala, y mis brazos tenían una serie de puntos en medio de dos franjas azules.
También pintó mis labios, alegando que sería mi marca si besaba a alguien. Eligió el tono azul porque era el único que no había utilizado en las personas. Si besaba a alguien, Isaac sabría que había sido yo, pero dudaba que se diera cuenta de ello con Allison a su lado.
— ¿Cuál de todos es? —preguntó la chica.
— ¿Ves el que está en la puerta? —Asintió—. Ese es mi ex.
— Vaya, ustedes hubieran hecho una pareja preciosa —comentó.
Sonreí con amargura.
— Sí, bueno, me dejó por la chica que tiene a su lado.
No le permití responder y me serví un vaso grande de alcohol. Era estúpido hacerlo porque no tendría ningún efecto en mí, pero me permitía concentrarme en cualquier otra cosa que no fuese Isaac y Allison.
Dejé que la multitud me arrastrara en sus bailes. La música comenzaba a llenar cada centímetro de mi cuerpo vacío y sin motivación. Así era como se sentía mi corazón roto. Vacío. Y dolía. Mucho.
Una chica se acercó a mí, tenía una peluca de colores rosas y naranjas. Una serie de puntos bajaban por su mejilla derecha hasta su cuello. Entonces dejó un beso en mis labios antes de continuar bailando como si con ella no fuese la cosa.
¿Qué demonios acababa de suceder?
— ¿Soy yo o acabas de besar a una chica?
Me sobresalté al escuchar la voz de Stiles detrás de mí. El corazón me palpitó con fuerzas, aunque no sabía si era por el susto que me había dado o si era porque Stiles se encontraba demasiado cerca de mí, invadiendo mi espacio personal. Sus dedos rozaron mis caderas. ¿Había sido por accidente o Stiles realmente acababa de hacer una movida conmigo?
— Ella me besó —respondí.
— ¿Qué?
— Yo no la besé, ella me besó —expliqué, encogiendo mis hombros porque realmente no era algo grande. Apenas había tocado mis labios, no era como si hubiese metido su lengua hasta mi garganta.
Vi a Isaac y a Allison hablando y no pude evitar concentrar mi audición en ellos. No debería estarme entrometiendo, pero fue inevitable.
— No me gusta guardarle secretos a Scott —dijo Isaac.
— No, te gusta pararte allí con nerviosismo a esperar a que alguien nos vea, que Payton nos vea, por ejemplo... Independientemente de lo que seamos. Y te gusta que las cosas sean muy incómodas —le dijo ella.
No pude evitar sentir una punzada en mi pecho.
— ¿Qué se supone que eso signifique?
— ¿Qué crees?
— Que probablemente estás enojada.
— No estoy enfadada.
— ¿No?
— De acuerdo.
— Estoy frustrada.
— ¿Sexualmente?
Dejé de escucharlos porque si lo hacía, seguramente terminaría llorando de una forma patética. En lugar, volteé a mirar a Stiles, quien todavía intentaba procesar el hecho de que una chica me había besado.
— ¿Quieres bailar?
— ¿Qué? —preguntó como si no hubiese captado mi pregunta.
No pude evitar rodar mis ojos y agarré su mano para guiarlo conmigo entre la multitud. Stiles pareció captar mis palabras porque comenzó a moverse como si estuviese teniendo una maldita convulsión.
Una risa brotó de mis labios sin poder retenerla.
— Stiles, se llama bailar, no tener un ataque de epilepsia —dije.
Él pareció un poco ofendido, pero su expresión cambió drásticamente cuando agarré su mano, girándome para que mi espalda quedara contra su pecho. Se tensó y lo escuché tragar en seco. Sonreí. Dirigí sus manos a mis caderas y pasé mi cabello sobre mi hombro, de modo que su respiración chocó contra mi cuello. Entonces comencé a moverme.
— Payton, ¿qué haces? —preguntó en mi oído.
— Bailamos, ¿no lo ves?
— Es difícil no hacerlo cuando estás en medio de ello —dijo de forma nerviosa.
— Stiles, déjate llevar —pedí, girándome para poder mirarlo a los ojos.
Durante un segundo pensé que se negaría, pero en su lugar, asintió.
— De acuerdo, me dejaré llevar, Payton.
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AY MIS NIÑOSSS
YA SE PRENDIÓ TODO.
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