xxx. el comienzo de la alianza
DEMENCIA,
capitulo treinta: el comienzo de la alianza!
Helsinki, Finlandia — siete horas después.
NADIE PODÍA DETENER A JOY WILLIAMS, eso era algo más que claro. Incluso cuando ella se encontraba enfadada si alguien se dignaba a lastimarla a ella y a sus compañeros. Williams se dio cuenta que su encuentro con Wesker era claramente oportuno, como si se tratase de un movimiento casi calculado de manera perfecta. Algo que podía ser inevitable si uno tomase caminos diferentes en cuanto a decisiones y Joy se dio cuenta de que había sido una muy mala idea ir a enfrentar a Wesker sola. Sin embargo, ella buscaba algo, ella buscaba respuestas y diablos, ella estaba empecinada en encontrarlas, sola o acompañada. Por otro lado, cuando ella estaba tan cerca de las garras de la muerte, como las veces anteriores, claramente, Chris Redfield decidía aparecer para salvarle el pellejo de manera milagrosa. Ahora, ella empezó a preguntarse: ¿Por qué él?¿Por qué Redfield debía ser siempre el caballero de armadura brillante dispuesto a seguirla en los momentos menos inoportunos?
Ella no lo entendía.
Y eso la llevó a una conclusión: que la propia Joy hacía exactamente lo mismo que él.
Dios santo.
Ella procuró en subirse a uno de los helicópteros completamente separado de sus compañeros, encabronada hasta la médula, mientras que los soldados salían limpiamente de las instalaciones; donde estas, al llegar el contador a cero, detonaron explosivos que destruyeron inmediatamente todo el complejo ruso perteneciente a la Corporación Umbrella. Las llamas y el humo podían verse desde kilómetros a la redonda, perdiéndose en aquel cielo poco nublado, calado por el frío violento de la madre Rusia que los despedía con desesperación y tragedia. Joy no durmió en todo el transcurso, su cabeza pensando mil y una maneras de cómo darle cierre e incluso lógica a lo último que acababa de pasar en su vida. Su cuchillo aún en mano, ella lo miró de manera indefinida, viendo su reflejo en él al ver que estaba tan limpio — sabiendo que Wesker utilizaría su propia arma para poder matarla en menos de un segundo.
Sus palabras aún seguían plagando su mente.
Tienes un gran potencial, justo como Chris.
Joy se mordió el labio.
¿Acaso él creía que ella iba a traicionar a los suyos?
Podrías ser un activo muy valioso para Umbrella, Williams.
¿Qué ganaría ella estando del lado de Umbrella?
Sería una hipócrita, en cierto modo, haciendo algo que ella juró destruir. Ella decidiría en ese entonces que no sería esclava ni de sus pensamientos negativos, ni siquiera de sus palabras guiadas con enojo y repulsión. Sin embargo, ella había dejado algo claro en su declaración ante la propuesta de Wesker: preferiría la muerte antes de caer en manos de terroristas. Cuando el piloto les indicó a ella y a los soldados que estaban a punto de aterrizar en Helsinki, capital de Finlandia, en la misma base donde zarparon antes para dirigirse hacia el objetivo primario. Las puertas se abrieron a un lado, dejando la salida permitida para todo el pelotón y Joy fue la primera en bajarse para poder dirigirse hacia el vestidor de chicas. Ella definitivamente necesitaba una ducha de agua muy caliente, curar sus heridas y vendajes, comer algo, fumar y buscar una cama para poder dormir hasta que el cuerpo se lo impidiese.
Era un excelente plan.
A pesar de estar escuchando a Jill llamándola, suponiendo que Chris estaba siguiéndola, ella decidió ignorar todo contacto humano.
Se recluyó allí y cerró la puerta.
Ella necesitaba simplemente un momento a solas.
La rubia empezó por quitarse el chaleco táctico, junto con el pequeño tapado color bordó que estaba algo mojado y pasó a quitarse el traje blanco; quedándose en ropa interior. Miró sus heridas, las cuales estaban sanando a velocidad mediana y eso le sorprendió, pero sabía que arderían en contacto con el agua en cuanto ella se metiese debajo del agua caliente. Joy se quitó el sostén deportivo y se soltó el cabello, así dejando que este cayese libremente sobre sus hombros, tapando poco y nada de sus pechos — tomó rápidamente una toalla y caminó lentamente hacia la ducha, donde el estuche que llevó Jill para atenderla seguía colgado. Al encender la ducha, ella escuchó que alguien abría la puerta y se asomó para ver quien era, tratándose de la propia Jill.
Decidió meterse en la ducha enseguida.
Jill se desvistió rápidamente y se metió en la ducha contigua a la que Joy estaba, siendo separada por una simple cortina.
—¿Tú también me vas a ignorar?—le preguntó la castaña, luego de un momento de silencio.
Joy Williams nunca la ignoraría, simplemente estaba enojada consigo misma.
—¿Chris te estuvo ignorando?—le preguntó la rubia masajeándose el cabello.
—Chris estaba completamente enojado cuando llegó al helicóptero—respondió Valentina antes de soltar una risa entre dientes, como si fuese una comedia—. Espetó que Wesker estaba allí y que tú habías decidió ir por tu cuenta a enfrentarlo. Si quieres que sea sincera contigo, me lo veía venir.
—Pero tú captaste la mentira.
—No, Joy—añadió Jill corriendo la cortina un poco para ver a la rubia—. Yo realmente creía que habías perdido tu cuchillo, Chris no se tragó el cuento y fue decidido a buscarte.
—¿Dijo algo más?
—Wesker estuvo a punto de matarte. ¿Por qué diablos no diste alguna señal por radio?
Joy se mordió el labio antes de pasarse jabón por la piel, sintiendo como el ardor de sus heridas le provocaba pequeños pinchazos de dolor. Se estremeció un poco antes de pasar jabón a su cuello y parte frontal del cuerpo, el calor del agua relajando sus músculos tensos por la adrenalina y los golpes. Inevitablemente, la rubia se preguntó eso durante el trayecto de vuelta desde la base rusa. ¿Por qué no dio alguna señal de que estaba en problemas? Tal vez porque creía que ella podía salir viva de aquel hoy que empezó a cavar cuando vislumbró a Albert Wesker en una de las plataformas observándola. Tal vez porque no quería que nadie terminase herido o así permitir el escape del bastardo. O tal vez simplemente porque ella estaba tan concentrada en encontrar respuestas que no logró pensar en la cosa inevitable que le podía pasar.
Eran demasiados "tal vez" para ella.
—Era peligroso—respondió Joy pasándole el jabón a la castaña—. No sabía cuáles eran sus verdaderas intenciones.
—¿Y esas intenciones eran...?
—Simplemente dejar en claro que él había sido responsable de la muerte de Sergey Vladimir, diciendo que su proyecto era todo un fracaso. Y...él intentó reclutarme para Umbrella.
—No me jodas.
—Lo que escuchaste.
—Veo que ya es claro que decidiste no unirte, pero...¿tú lo consideraste?
Joy corrió la cortina de un golpe, mirando seriamente a Jill quien soltó un respingo, las dos en completa desnudez y comodidad. Juzgando por el rostro que ponía la rubia, Valentine se dio cuenta de que ella no haría tal cosa y menos luego de haber sobrevivido una masacre que la propia corporación había causado contra ellos. Eso sería prueba suficiente como para entender que las lealtades de Joy continuaban hacia el lado de eliminar al bioterrorismo y que continuarían por allí hasta el día de su muerte.
—Y Chris escuchó su conversación.
—¿Acaso él pensaba que me uniría al lado oscuro?
Jill rodó los ojos—Dices eso y yo tengo la cara del maestro Kenobi en la cabeza
—Barry te hizo mirar Star Wars muchas veces—replicó Joy antes de soltar una carcajada—. Sigo creyendo que es culpa de Moira en parte.
—Ajá, eso pensé en un principio—declaró Jill antes de cerrar la llave de agua, deteniéndose para mirar el rostro de Joy—. Chris se preocupa, a su manera, pero necesitas hablar con él.
—No creo que sea lo mejor.
—Joy, ustedes son compañeros, los compañeros se comunican—dijo Valentine abriendo la cortina de la ducha para poder taparse con la toalla—. Así es como se forma un vínculo de confianza, a pesar de que lo niegues, tú confías en Chris y él confía en ti. Dudo que seas el tipo de persona que no le importa nada mantener la confianza entre pares.
Jill Valentine tenía razón.
Diablos, ella siempre tenía razón.
—¿Estás esperando a que te dé la razón?—le preguntó ella de manera suave.
—Tu cara ya se delata.
La rubia se escurrió el cabello, apagando el agua para luego colocar su toalla rodeando su cuerpo húmedo y las dos muchachas se dispusieron a vestirse con ropas cómodas. La tarde había pasado muy rápido y para el colmo los tres estaban completamente destruidos físicamente, además de estar destrozados emocionalmente por los sucesos del día. Joy no se cruzó con Chris en todo el día, llegando a la conclusión de que sí lo había hecho enojar de verdad, pero decidió tomar el consejo de Jill (de los cuantos que había tomado en su vida, no todos). Cuando cayó la noche, ellos se retiraron hacia una cuadrilla armada y los catres parecían nada cómodos comparado con la cama que ella tenía en Washington.
Cuando dieron las tres de la mañana, ella no había pegado ojo.
Joy no podía dormirse.
Jill y Chris estaban durmiendo como troncos, mientras que ella continuaba rodando de un lado al otro en su catre.
Decidió levantarse luego de cinco minutos de andar rodando y lo hizo muy pero muy despacio, buscando los cigarrillos que guardaba Jill en uno de los bolsillos de su chaqueta. La muchacha de cabellos largos sacó su encendedor para poder colocarse una chaqueta negra que estaba junto a su catre y salir rápidamente de la carpa donde se encontraban descansando. La rubia se cerró la chaqueta y caminó hacia uno de los lugares que se encontraban descubiertos al mar finlandés donde había unas columnas que daban el paisaje iluminado por la luna y por las pocas estrellas que habitaban en el cielo esa noche. La rubia se sentó en el suelo, encendiendo el cigarrillo que había dicho inconscientemente que dejaría, y le dio una calada antes de retener el humo por unos segundos — lanzándolo afuera.
—Ya es un hecho de que no dejarás de fumar.
Joy se giró, guiándose por donde había salido aquella voz masculina, encontrándose con Chris mirándola desde un metro de distancia.
Ella hizo una mueca—Hay veces que puedo sorprender, Redfield, tengo fe en ello.
Chris bufó en voz alta, caminando hacia ella para sentarse a su lado, mientras que Joy le tendía el cigarrillo que él aceptó en silencio. Los dos permanecieron así al menos por unos buenos cinco minutos, pero no se trataba de un silencio incómodo, a pesar de que las cosas estaban tensas entre ellos — simplemente se trataba de un silencio cómo que compartían muy poco. Joy sabía que debía hablar con Chris sobre lo ocurrido y las palabras que le dijo Jill fueron más que claras en su cabeza.
Joy, ustedes son compañeros, los compañeros se comunican. Así es como se forma un vínculo de confianza, a pesar de que lo niegues, tú confías en Chris y él confía en ti.
Ella intentaría comprobar eso.
Cuando Chris le devolvió el cigarrillo, ella miró al frente—Jill me dijo que la ignoraste.
—Suelo ignorar a todos cuando me enojo.
—No creo que sea una actitud digna para un soldado—replicó la rubia antes de darle una calada al cigarrillo.
—Tú haces exactamente lo mismo.
Touché.
El idiota llegó hasta conocerla bien.
—Prefiero darte el beneficio de la duda—respondió Joy intentando de no esbozar una sonrisa de lado.
—El movimiento que hiciste hoy fue estúpido, Joy, y lo sabes—añadió Chris mirándola de lado, con gesto apacible—. Enfrentarte a Wesker sola no es una buena opción.
—Necesitaba hacerlo.
—Podrías haberlo dicho antes, podríamos haber ido contigo.
—Lo sé—señaló ella antes de relamerse los labios de manera inconsciente y le tendió el cigarrillo a Chris—. Lo sé, solo...Si Wesker sabía eso mucho antes de reclutarme para STARS, necesitaba saber cuan grande había sido su mentira.
—¿Lo fue?
Ella miró a Chris, ojos verdes contra ojos café-verdosos claros.
—Él lo sabía, lo supo durante todo este tiempo—negó con la cabeza, sintiendo pena—. Y yo lo seguí como un maldito perrito faldero.
—Todos lo hicimos y pocos pagaron el precio por ello.
Chris le devolvió el cigarrillo y ella tomó una calada, para luego quitarle la ceniza contra el suelo.
Joy frunció el ceño—¿Cómo supiste...?
—¿Qué mentías?—le preguntó Chris sonriendo de lado y ella asintió—. El reflejo del sol con el cuchillo que escondiste en la bota, aprende a esconder mejor las cosas.
—Vaya, ahora Chris Redfield tiene vista de rayos X—declaró Joy antes de soltar una carcajada—. Tendré que mejorar mi táctica, entonces—bajó un poco la cabeza—. Lo siento, debí decírselos antes de tirarme a la boca del lobo.
—Somos compañeros, Joy, confiamos entre nosotros, así es como funciona un equipo.
—¿Tú confías en mi?—le preguntó la rubia mirándolo fijamente.
Chris ya de por sí tenía su mirada fija en la rubia y vio como ella soltaba otra calada de humo que había tomado del cigarrillo a un lado, espetando silenciosamente de que iba en serio con su pregunta.
—No estaría aquí si no confiase en ti.
Eso, de todas formas, era cierto; pero Joy se daba cuenta de que Chris evadía la respuesta, justo como ella lo hacía cuando estaba nerviosa.
—Evades la respuesta—replicó Joy sonriendo sin pensarlo.
—¿Tú confías en mi?—contraatacó él y la rubia no le quitó la mirada de encima—. ¿Tanto como confías en Jill?
Joy abrió la boca, para luego cerrarla. ¿Acaso ella realmente confiaba en Chris tanto como lo hacía con Jill? Para ser realista, ambos entraron y estuvieron en su vida al mismo tiempo, pero ella recordaba aquella grieta que los separó en un principio, aquel trecho que los mantenía alejados por un buen tiempo. Sin embargo, con las experiencias, con las palabras y los años, esa grieta se fue cerrando — como si fuese una herida abierta que cicatrizaba de a poco. Jill la vio llorar, pero él también lo hizo. Los dos habían estado en sus momentos más difíciles y ella les dio la mano cuando lo necesitaban. Irremediablemente, ella volvió a hacerse aquella pregunta.
¿Dónde estaban parados ellos?
¿Qué eran ellos?
—Confío en Jill no solo como mi compañera, si no como mi amiga—respondió ella de manera honesta y solemne, sabiendo que ella concluyó que llegaba a confiar en él, no solo como un compañero, sino también como un amigo o tal vez, ya lo eran y los dos eran demasiado estúpidos como para confirmarlo—. Lo mismo va para ti.
—¿Cómo compañero y como amigo?
—Supongo que la etapa de detestarnos ya pasó.
Chris sonrió de lado—Eso no te impidió dormirte en mi hombro en un par de oportunidades.
—Tú nunca te quejaste de ello—le reclamó Joy haciendo una mueca.
—Voy a darte la razón esta vez.
—Ja.
Redfield llegó a ver ese hecho como algo fugaz, algo que pasaría pronto con ella, pero la rubia continuó haciendo, hasta el punto de convertirse en una costumbre — una costumbre muy cómoda, algo que hizo sonrojar al castaño. Él señaló su hombro y Joy rodó los ojos, pero se recostó contra el hombro del muchacho sin problemas, encendiendo otro cigarrillo. Williams había olvidado la sensación de hablar libremente con alguien de cualquier cosa como lo hacía en sus días como Navy SEAL, donde ella y Rhina podían hablar hasta el amanecer de cosas tan triviales; haciendo lo mismo con Chris. El castaño, en cuanto escuchó silencio a su lado de lo que parecía ser una buena hora de estar fuera, ladeó su cabeza hacia Joy, descubriendo que la rubia había caído rendida ante el sueño. Él negó lentamente con la cabeza antes de acomodarla para tomar el cuerpo de su amiga en brazos, llevándosela a la carpa donde el resto del equipo dormía.
Al dejarla en su catre, ella se removió un poco pero el castaño logró taparla y le miró por unos momentos en silencio.
Supongo que la etapa de detestarnos ya pasó.
Ella tenía razón.
Chris apartó un mechón rubio que había frente a uno de sus ojos e indudablemente se acercó para plantar un beso en su frente, de manera delicada antes de volver a su catre. Él soltó un suspiro de alivio antes de rendirse también a los sueños que podrían mantenerlo dormido por unas horas más.
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Sede de las Naciones Unidas, Nueva York — 8 meses después.
Joy sabía que algún día algo grande pasaría con respecto a la opinión pública sobre los aspectos del bioterrorismo, lo que ella no esperó es que fuese de manera masiva, proveniente de muchos países en el mundo. Cuando el teniente Roose le comunicó que el departamento perteneciente al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas había aprobado un proyecto en conjunto con la FBC, ella no podía parar de saltar de felicidad al ver que los gobiernos del mundo habían llegado a tal punto de mover tierra y mar para poder consolidar una organización más grande para combatir el bioterrorismo.
Se había logrado lo que parecía imposible.
Así que, el trío se dirigió hacia el complejo de las Naciones Unidas en Nueva York.
Joy no podía creer que llevaba su traje militar, vistiendo de manera protocolar como lo hacía durante la entrega de sus medallas o simplemente entre los innumerables entrenamientos de protocolo. Jill y Chris también habían guardado sus uniformes, pero Roose tuvo que prestarle uno a Chris debido a que él había crecido. La rubia se acomodó el rodete antes de colocarse el sombrero pequeño y un labial de color rojo, Su maquillaje fue demasiado sencillo, simplemente delineando un poco sus ojos para poder resaltar su mirada de ojos verdes. Jill le había indicado que Chris ya estaba en la puerta del hotel para poder retirarse hacia la sede oficial de la ONU y que terminaría por dejarlas solas si no se apuraban.
—Chris debe practicar su paciencia—señaló la rubia rodando los ojos.
—Pues díselo tú misma.
El trayecto hacia la sede fue sencillo y rápido, además de encontrarse con muchísimos periodistas. La entrada se abrió ante ellos, siendo recibidos por el teniente Roose y fueron guiados por los pasillos hasta llegar a la parte este donde se encontraba el edificio de la Asamblea General y el Secretariado. Allí los condujeron hacia la cámara donde se llevaría a cabo la sesión extraordinaria del Consejo de Seguridad para la conformación de la nueva organización de la cual el trío formaría parte. Joy observó a diplomáticos, posiblemente políticos y representantes de todos los países del mundo observándolos con los ojos bien abiertos.
—Esto me pone muy nerviosa—murmuró Joy antes de tomar asiento.
Jill pasó su mirada por entre los diplomáticos—Nunca había visto tantos diplomáticos juntos en una sola sala.
—Porque somos soldados, chicas—replicó Chris sentándose al lado de Joy—. Nosotros nos comunicamos con generales o superiores que se comunican con diplomáticos, nunca tuvimos contacto directo con ellos.
—Y hay algunos diplomáticos que son bastante ambiciosos—dijo Williams mirando de reojo al castaño.
—Esto será interesante, entonces—farfulló Jill sentándose de manera cómoda en su asiento.
—Diablos, no—le dijeron sus amigos al mismo tiempo.
Cuando la sesión comenzó, ellos escucharon atentamente cómo los representantes de las naciones que estaban de manera permanente debatían sobre cual sería la ventaja de tener una organización que apelase a ninguna nación y estuviese al servicio del mundo, creyendo que era mejor que aquella organización terminase siendo regulada por la misma ONU. El teniente Roose, quien formaba parte de aquella cresta, declaró que se debían tomar al menos unos once fundadores y él señaló a los tres que se encontraban sentados a sus espaldas.
—Para los últimos tres candidatos, he sugerido una moción para poder permitirle formar parte a la ex general de pelotón Navy SEAL clase cinco Joy Williams, ex piloto en las Fuerzas Aéreas Chris Redfield y la ex teniente del Ejército clase tres Jill Valentine—declaró Roose poniéndose de pie—. Estuvimos hablando con la organización que había sido creada por Consejo Farmacéutico Mundial hacía unos meses y la FBC también demostró interés en oficializarla, así que sabré que podremos llevarla adelante con la ayuda y la sanción de las Naciones Unidas.
—¿Han logrado encontrar a alguien que sea acorde para poder dirigirla?
Roose señaló a un hombre de estatura medianamente alta, de rostro apacible y de edad un poco joven que la del ex teniente—La Alianza de Seguridad contra el Bioterrorismo, siendo abreviada como BSAA, será dirigida por uno de mis colegas: el ex general de investigaciones Clive R. O'Brian.
—Señores—saludó él de manera respetuosa y miró a las dos mujeres—. Señoritas, es un placer conocerlas al fin.
Joy simplemente sonrió.
Los once fundadores se formaron en un círculo alrededor de la mesa y firmaron cada uno el documento que avalaba la creación, en conjunto de la oficialización, de la Alianza de Seguridad contra el Bioterrorismo. Todos ellos juraron bajo la biblia que protegerían los intereses de la organización y que cumplirían con el propósito inicial de la misma: combatir, prevenir y exterminar el bioterrorismo a nivel mundial. Joy se preguntó si ellos podrían ser capaces de poder hacerlo a escala mundial, pero se dio cuenta de que ellos no estaban solos y que pronto muchísimos más se unirían a la causa.
—A partir de ahora, la Alianza de Seguridad contra el Bioterrorismo entra en vigencia con sus sedes y sus operativos—señaló un diplomático—. La Naciones Unidas confían en que la seguridad del mundo está en buenas manos con ustedes. El ex teniente Roose dijo que la señorita Williams había preparado un discurso.
La rubia se tensó por un momento.
Chris hacía todos sus esfuerzos para no soltar una gran carcajada al ver que Joy palidecía de la vergüenza.
Jill, en cambio, alzó una ceja.
—Claro que lo tiene, señor—señaló Roose de manera nerviosa, siendo fulminado por Joy quien tuvo que contenerse para no tener que revolearle la biblia por la cabeza—. Vaya al estrado, señorita.
Ella le envió una mirada de "te mataré cuando esto termine".
Roose simplemente rodó los ojos.
Joy caminó hacia el estrado y se colocó justo delante del micrófono, pensando un discurso que ni siquiera ella sabía que tenía que preparar y estar frente a más de 30 personas, considerando que eran políticos o diplomáticos, ella nunca se había sentido nerviosa en tanto tiempo. Recordó que la última vez que había dado un discurso había sido antes de que su pelotón emprendiese vuelo hacia Bagdad, a punto de tocar suelo iraquí; dejándoles un poema de aliento y lleno de regocijo para que todos supieran que cumplían un propósito, que todos cambiarían el mundo, que lo harían mejor para las siguientes generaciones y que la muerte era solo un espejismo. Allí, era todo diferente, ella no estaba frente a sus compañeros, ella estaba frente a personas que depositaban toda su confianza para hacer el mundo un lugar más seguro.
Todos caían, eventualmente.
—Ganará quien sabe cuándo luchar y cuándo no luchar—señaló la rubia de manera honesta, mirando aquel mar de hombres que estaban en una posición de poder más elevada que ella—. Fue una frase que me enseñaron en el ejército, durante mis años como una Navy SEAL. Mi general fue un hombre que enseñó el arte de la guerra con gracia y que muy pocos lograron comprenderlo. Después de vivir lo que viví, de perder lo que perdí y de ganar lo que gané, sabía que había mucha gente que pasaría lo mismo que yo—se relamió los labios—. El bioterrorismo es algo que surgió desde las sombras y se mueve constantemente, creando caos, creando destrucción, creando tragedias que van más allá de su control. Siento que con la BSAA estaremos poniéndole un freno a esto, a estas personas, a estas corporaciones que creen que pueden vencer a la evolución. Con ellas no evolucionamos, no, perecemos y la Guerra del Terror debe llegar a su fin. Todos los soldados que se atrevan a pisar la BSAA serán recibidos con los brazos abiertos y nos uniremos todos en un solo objetivo: eliminar el bioterrorismo y evitar que esto vuelva a suceder. Gracias.
Los miembros del consejo se pusieron de pie, aplaudiendo ante el discurso que presentó la rubia, de manera vigorosa y ella sonrió de lado para encontrarse con Jill y Chris levantando sus pulgares hacia ella. Joy sabía en aquel entonces que el camino sería largo, pero ella no abandonaría ese camino hasta que el mundo lograse ser más seguro con cada paso.
Y allí fue como había encontrado a su nueva familia.
FIN DEL ACTO TRES!
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