xxviii. el proyecto talos
DEMENCIA,
capitulo veintiocho: el proyecto talos!
ERA INEVITABLE QUE EL ENOJO DE JOY HACIA SERGEY VLADIMIR SUBSIDARA Y DEJASE DE CORRER POR SU SANGRE QUE YA HERVÍA. La rubia siguió a los dos ex miembros de STARS por los siguientes pasillos luego de dejar la sala de control central donde el ruso les enseñó parte de su investigación, dejando atrás el cuerpo sin vida de su ex teniente Rhina, esperando poder vengarla cuando encontrasen al responsable de las instalaciones. Chris mantenía su mirada alternada en el camino y en la rubia por momentos, preguntándose si ella realmente estaba desempeñándose de manera apta para poder continuar con la misión y así completarla. No era que él dudaba de las capacidades de Joy, si no que había intereses personales en las intenciones de la rubia y si estas eran delimitadas por la ira y el rencor — eso llevaría a consecuencias que podrían ser drásticas.
(Pero a simple vista, Joy se encontraba bien.)
Ella debía encontrarse bien para terminar la misión.
Y ella, definitivamente, lo estaría.
Jill les indicó que se detuviesen en una de las esquinas, señalando en dirección derecha a unos monos que se encontraban destrozando cosas. No se habían percatado de la presencia de los agentes, así que los eliminarían en silencio, haciendo rodar dos granadas explosivas hacia su dirección. Llenar el pasillo con sangre fue algo poco higiénico para ellos y Joy no tardó en hacer una mueca de asco cuando vio todo el espacio blanco salpicado con rojo y algunos órganos esparcidos decorándolo de manera casi intermitente. Terminaron cruzándolo rápidamente para acceder a una de las puertas que los llevó a otro laboratorio, pero se encontraba muy poco iluminado y eso no podía ser ideal, teniendo en cuenta de que Sergey había activado más alarmas.
—¿Será muy tarde para decirle a las tropas que se retiren?—le preguntó Jill a Chris.
Joy mantuvo un fuerte agarre en su arma—Si Vladimir volvió a cortar las comunicaciones otra vez, no nos queda más que rezar por ellos.
—Ugh, detesto a los rusos—se quejó la castaña.
Chris iba a decir algo, pero un mono saltó de una de las vigas, derribándolo al instante para poder atacarlo con sus garras — Joy corrió para pegarle una patada, lanzando al primate infectado lejos y deseó que nadie de protección animal estuviese entre los cadetes del equipo, por que ella más que nadie adoraba a los animales; sin embargo, utilizarlos para experimentación ya era algo demasiado cruel, incluso para la humanidad misma, haciendo pruebas en cosméticos o comida, o simplemente cruzar el limite para crear armas bio-orgánicas. Ellos debían ponerle un freno ya. Disparó en dirección al mono, dejando que este cayese sin vida a un costado, mientras que la castaña de cabellos cortos empezó a abrir fuego hacia otros hostiles para eliminarlos del camino.
Williams decidió mostrar humor luego de momentos tan lúgubres, teniéndole una mano al castaño—¡Se está oxidando, capitán!
—Muy graciosa.
—¿Ya terminaron?—exclamó Jill disparando a más hostiles—. ¡Necesito ayuda aquí!
El trío se abrió paso por entre los infectados que intentaron atacarlos, se adentraron hacia la poca oscuridad que terminaba por envolverlos, siendo iluminados por una tenue luz roja. Algunos Hunters se aparecieron frente a ellos y Joy logró bloquear un garrotazo que se dirigió hacia ella con su arma, utilizando otra mano para sacar su pistola. El cansancio físico y emocional estaba empezando a sentirse, más cuando uno de los soldados les dijo que estuvieron allí al menos por unas seis horas. ¿Quién iba a decir que descubrir un simple rumor iba a ser tan exhaustivo? Sus venas corrían con adrenalina y las pocas heridas que ella tenía en su cuerpo eran mínimas, a comparación con su misión solitaria en Alemania. Sudor perlaba su frente, dejando algunos mechones de cabello dorado pegados al haber tanto movimiento.
Esquivó otro garrotazo y eso le permitió recobrar su rifle, cambiándole el cartucho rápidamente.
—¡Tenemos que movernos!—exclamó Chris.
Joy disparó al último infectado y el ruido sordo de su caída contra el piso fue lo que marcó el silencio entre los tres.
—Digamos que a Sergey le gusta tener una colección de armas para su gusto—respondió la rubia cambiando el cartucho—. Me estoy quedando sin balas.
—Somos dos—dijo Jill colgándose la escopeta al hombro.
Chris se cruzó de brazos—Sergey nos está enviando esto por que él sabe que estamos cerca de encontrar algo que no quiere que encontremos. Intentemos de esquivar el peligro para que las tropas se encarguen de ellos.
De algún modo, Chris tenía razón. Gastar munición para intentar eliminar el todo podía llegar a generar un costo y un desenlace para toda la operación que no sería tan agradable, siendo así el único medio para poder neutralizar a las armas bio-orgánicas. Además, nadie sabía que podía pasar después en las siguientes secciones, donde podrían encontrarse con algo que los obligaría a utilizar munición para evitar más estragos. En el ejército, había muchos soldados que preferían gastar las balas en un solo objetivo, pero eso probó ser un absoluto desperdicio de arsenal y de energía, pudiendo ser así un resultado casi fatídico. Muchas personas creían que un problema bélico podía resolverse con un simple intercambio de balas, muchos gritos y poca moralidad.
Estaban muy equivocados.
Algunas veces se trataba de balas, otras veces, de inteligencia y estrategia.
Parecía casi irónico preguntarse cómo uno podía ganar una guerra mediante la inteligencia, Joy se lo preguntó a si misma cuando estaba enlistándose en los Navy SEALS. Había demasiadas cosas en juego dentro de un conflicto bélico y muy pocas personas sabían apreciar lo que podía ser "el arte de la guerra" o cómo pensar sobre cómo vencerla. Ella concluyó que se trataba de un juego de ajedrez, una disciplina en la que Joy era muy poco práctica, pero lograba declarar una firme victoria o una mísera derrota entre los flancos del enemigo. Entender el campo de batalla era difícil, no solo en cuanto a moralidad, si no a estrategia: nadie podía predecir correctamente cual sería el siguiente movimiento del adversario. Definitivamente, nadie.
Todo era impredecible, todo podía fallar.
Y eso, damas y caballeros, podría llegar a ser algo drástico con un pelotón envuelto en un conflicto bélico.
Recordó al general Arnolds en su entrenamiento en combate, gritando con todas sus cuerdas vocales: "¡El enemigo espera que ustedes avancen sin pensar dos veces en sus acciones!". Al distraerse escuchando esa frase, Joy recordó haber recibido una patada en el rostro, provocando que perdiese el equilibrio y terminase tragando tierra, ensuciándose el uniforme de tonos azules y verdes. En ese momento, su cabello rubio no había llegado a ese nivel de longitud como lo tenía en el presente, pero se dio cuenta esa vez que había varios mechones que sobresalían de su rodete que exigía el protocolo de vestimenta — algo que podía darle una desventaja en el campo si eso tapaba sus ojos, comprometiendo su rango de visión a la hora de disparar un rifle de asalto.
Además, el general Arnolds gritaba muy fuerte.
Lo que más le había quedado de su entrenamiento ese día era que ella había buscado problemas, sin saber que podría encontrarlos recibiendo una patada como guía para darse cuenta que ella en realidad no debería estar pensando o buscando problemas. Aquella noche, recordó no haber pegado ojo por el moratón que tenía en su mejilla izquierda, pero se dio cuenta de que no podía tomar distracciones de un hombre de mediana edad que tenía más experiencia en el campo que el resto de los cadetes. Así aprendió a concentrarse, a mantener a raya sus pensamientos en situaciones criticas y mantener su mirada fría en el objetivo y en intentar de pensar como el enemigo.
Era algo tan sencillo en un principio.
Pero se volvió algo personal cuando ella veía a más y más compañeros morir.
¿Cómo podía mantener su sano juicio al ver tanta sangre desparramada en una guerra?
Ellos caían y caían.
Y ella a veces se preguntaba cuando le tocaría su turno para caer también.
Así eran las dinámicas de la guerra.
Librar batallas.
Sobrevivirlas.
O simplemente morir.
Williams sabía que parte de la gran estratagema en el arte de la guerra era mantener una cabeza fría y que muy pocos lograban mantenerla evitando sentimentalismos estúpidos e irritantes — pero después de todo, terminaba convirtiéndose en una hipocresía: los soldados no eran robots, si no que eran seres humanos y los seres humanos poseen sentimientos, tales como el enojo, el amor, la tristeza, el dolor y hasta incluso el placer; cosas tan carnales que se desarrollaban en diferentes etapas de la vida de uno y pedir que mantuviesen los sentimientos en la orilla por donde se originaría un tsunami de sangre y vidas perdidas no era nada bueno para ellos.
Un soldado podía permitirse llorar la muerte de un compañero.
(Y eso Joy lo entendió perdiendo todo un pelotón.)
—Los sistemas de seguridad se están volviendo locos—señaló el castaño por encima de las alarmas—. Vámonos.
Joy siguió a Chris y a Jill por otra sección de pasillos iluminados por luces tenues rojas que marcaban muy poco el camino que los conduciría a otras puertas. Sergey les abrió una al final del pasillo, la cual dejaba ver un poco de blanco por parte de las luces que había en el interior y eso no podía traer muy buenas promesas. La rubia continuó sin rechistar mientras movía sus pies en la misma dirección que la de sus compañeros. Se escucharon chillidos de monos y otros infectados queriendo cruzar la puerta, pero ellos definitivamente no perderían el tiempo estando tan cerca de encontrar al anfitrión que hizo su visita en Rusia como si fuese una ruleta rusa.
En cuanto entraron por la puerta, esta se cerró, bloqueándose detrás de ellos y Joy no tardó en soltar un respingo.
—Dios santo, este idiota no sabe cuándo detenerse—masculló la rubia.
Jill miró su entorno—Pues a estas alturas parece que ya nos estamos acercando a algo más grande.
—Detesto cuando los rumores ya dejan de ser rumores—se quejó Chris tanteando el suelo con su pie.
Algo se activó debajo de ellos, provocando que el suelo comenzase a descender junto a ellos, como un ascensor sin puertas de seguridad y Joy podía percibir que bajaban aún más metros bajo tierra, encerrándose para no poder ver la luz del día por un buen tiempo. La tumba que cavó Umbrella para ellos se extendía más y más hacia el centro de la tierra, haciendo que Joy realmente empezase a temer por su vida al estar tan por debajo de la tierra fría y congelada de la nación rusa.
—¿A dónde mierda cree que nos lleva?—masculló Chris observando que continuaba descendiendo.
—Nos llevará al fondo de su tumba para encerrarnos y no dejarnos salir—respondió Joy sentándose en el suelo junto con su rifle.
Jill sonrió mirando a su compañera a forma de cómplice—O tal vez nos utilice para sus experimentos científicos.
—¡Me agrada tener una muerte en la superficie, muchas gracias!—declaró la rubia hacia arriba.
—Aún seguimos vivos—señaló Chris mirando a la rubia de reojo—. Arrestaremos a Sergey y destruiremos todo esto.
—Y yo me encargaré del interrogatorio personalmente—dijo Joy poniéndose de pie frente a ellos, alternando su mirada entre los dos agentes—. Espero que no les moleste.
—¿Nosotros hacemos interrogatorios?—preguntó Jill mirando a Chris.
—No, no los hacemos—respondió Redfield negando con la cabeza antes de mirar a Joy—. Y no los haremos, eso está claro.
Joy dio un paso hacia Chris—Esa escoria asesinó a miles de personas, condujo experimentos que son completamente inhumanos y terminó provocando más daño en el mundo. Sí, definitivamente tendré un interrogatorio con él. ¿O no me crees capaz de intentarlo?
—Oh, definitivamente te creo capaz de conducir un interrogatorio por tu cuenta—reprochó el castaño mirándola fijamente—. Pero te estoy diciendo que no puedes por que te encuentras vinculada emocionalmente con el objetivo. No es por simple enojo, si no por un sentimiento de justicia y venganza por lo que les hizo a tus compañeros.
—Tú no lo entiendes.
Allí se dio cuenta de que había cometido un error.
Chris realmente lo entendía.
—Créeme, lo hago.
(Y ella vio como sus amigos caían también.)
—Si debemos fingir debilidad...
Joy bufó en voz baja al reconocer la frase—El enemigo se perderá en la arrogancia.
—A mi también me enseñaron el arte de la guerra, Williams—declaró Chris recargando su arma—. La venganza no puede consumirte si se lo permites.
El ascensor se detuvo, abriendo la única puerta que les permitía continuar y ellos avanzaron, abandonando el ascensor.
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La puerta los condujo a otra sala de control, pero esta estaba bloqueada por códigos y acceder a su interfaz sería una completa pérdida de tiempo, así que decidieron continuar por la siguiente puerta que encontraron donde los llevó a un centro de ensamblaje, el cual estaba detenido con algunos montículos de carga colgados en el techo, mostrando la poca maquinaria que quedaba intacta a diferencia del resto, manchado con sangre y decorado con cuerpos despedazados esparcidos por todo el lugar. Algunos contenedores estaban abiertos mientras que otros se encontraban sellados de manera absoluta. El trío se movió de manera muy lenta por entre los pasillos señalizados entre las gigantes máquinas.
—¿A dónde habrán enviado estas armas?—murmuró Joy mirando los contenedores sellados.
—Posiblemente tendrán una bitácora donde registraron a sus clientes al venderles la mercancía.
—Ser terrorista es demasiado lucrativo.
—Y que lo digas.
—No quiero ni saber lo que hay dentro de esos contenedores—declaró Jill detrás de ellos.
Hallaron una escalera, la cual les condujo hacia un piso superior donde había una puerta desbloqueada para ellos y cuando estuvieron a punto de cruzarla, una alarma sonó y la puerta se cerró a espaldas de Joy y Chris, dejando a la castaña detrás. La rubia soltó un gruñido de frustración antes de buscar algún panel para poder intentar de abrir la puerta manualmente, pero se encontraron con otro ambiente iluminado con luces tenues rojas.
—Maldito hijo de perra—masculló Chris en un gruñido.
—¿Jill, estás ahí?—preguntó Joy golpeando la puerta.
—¡Sí!—exclamó Valentine al otro lado—. ¡El bastardo activó el mecanismo de cierre en las puertas!
Chris miró hacia la puerta—Jill, busca una forma de reunirte con nosotros. Un conducto de ventilación, algo.
—El sistema no me permite el acceso—se quejó la castaña—. ¡Ugh! Los contenedores están abriéndose.
Joy sintió que se le ponían los pelos de punta al escuchar que su compañera estaba entrando en peligro y era inevitable no pensar en el posible final que podría tocarle si ella no se movía rápido. Si Sergey buscaba separarlos uno a uno, estaba triunfando y Williams no estaba pensando en dejarlo triunfar, ni siquiera Chris, quien apoyó ambas manos en la zona sólida.
—¡Jill, retrocede!—le ordenó de manera estridente—. Busca a las tropas y eliminen a los infectados. No dejes que te maten.
—¡Lo haré!—respondió la castaña—. ¡Cuídense las espaldas!
Escucharon pasos alejándose de la puerta, dejando a los dos ex pilotos solos en aquel pasillo teñido de rojo. Joy ladeó su mirada hacia Chris y él se apartó de la puerta, fijando sus ojos en la rubia, sosteniéndosela en silencio. Sergey estaba vigilándolos constantemente mediante cámaras y sensores, así que ellos le quitarían la visión de águila rapaz con el ruido de las pistolas e incrustando las balas en los lentes que delatarían su próximo movimiento.
—Este idiota ya me está sacando de quicio—añadió Joy rodando los ojos—. Y eso se empieza a ser demasiado largo. ¿Alguna idea?
—Eliminar las posibles cámaras que nos delaten—asintió Redfield mirándola fijamente—. Y permanecer juntos, nada de salir corriendo a matar monos o cualquier cosa que tu cabeza esté creando ahora mismo.
Joy le sonrió de lado—Dudo que quieras esposarme a tí otra vez.
—Dios, no, prefiero esposarte a una tubería y continuar solo—negó el castaño.
—Te recuerdo que soy mejor que tú en combate.
—En eso estoy en desacuerdo.
Joy se cruzó de brazos—Te pateé el trasero unas tres veces antes de venir aquí y eso consiguió que rompieras mi mesita ratona dos veces seguidas.
—¿Tenías que recordármelo? Te compré una nueva.
—Sí quieres salir con vida, vas a repararme esa mesita ratona, es una reliquia familiar.
—¿Y si me niego?
—Pues yo te esposaré a un tubo y continuaré sola.
Chris soltó un suspiro, antes de asentir en silencio, logrando que la rubia esbozase una sonrisa de satisfacción y triunfo; ambos poniéndose en posición para avanzar hacia por el pasillo. Joy se mantuvo en la retaguardia mientras que Chris estaba en el frente, los dos de manera alerta ante cualquier movimiento de cualquier espacio recóndito que podría haber en esos pasillos. Cruzaron una puerta que los condujo hacia otro par de escaleras y allí vieron una plataforma colgando con unos contenedores que tenían casi la forma de una bala. Avanzaron en silencio, intentando de percibir cualquier sonido que interfiriese en su camino. En cuanto Chris condujo la avanzada, Joy dirigió su mirada hacia el suelo, donde se encontró un sensor a modo de láser color blanco y agarró al castaño del chaleco para darle un tirón hacia atrás. Sin embargo, eso no sirvió de nada, por que las alarmas se activaron.
Redfield se encogió de hombros, soltando una risa nerviosa—Huh, ¿lo siento?
—¿Por qué no miras por donde pisas, maldito idiota?—le reprochó la rubia rodando los ojos.
—Eso no estaba allí cuando llegamos.
—Por supuesto que estaba allí cuando llegamos.
—No me jodas, Joy.
—Estoy hablando muy enserio aquí, tonto—sentenció la ex piloto y levantó el dedo para detenerlo a mitad de camino cuando ella miró la plataforma que se desprendía, cayendo justo en su dirección.
El anfitrión estaba impaciente.
Demasiado, para su parecer.
Los dos saltaron por la baranda para esquivar la gran carga y la plataforma se quebró encima de ellos, dejando ninguna otra opción que correrse a un lado cuando el peso sucumbió ante los escombros; Joy agarró a Chris del chaleco y los empujó a ambos a un lado, cayendo exactamente encima de él cuando el resto de los contenedores terminó estrellándose de manera seca en el suelo. Williams apretó los ojos cuando ocurrió el estruendo y esperó que se formase el silencio, sintiendo únicamente la respiración agitada de su compañero quien estaba justo debajo de ella.
—Eso...estuvo muy cerca—concluyó Chris debajo de ella—. ¿Estás bien?
—Sí, definitivamente este tipo está loco—gruñó Joy poniéndose de pie antes de tenderle la mano—. Estoy bien. Solo espero que Jill esté mejor que nosotros.
Cuando prosiguieron por la siguiente puerta, había un pequeño vestíbulo que marcaba dos caminos y Joy decidió ir por uno, decidiendo así que podrían investigar los caminos por separados, pero al recordar la orden de Chris sobre permanecer unidos a todo momento, ella decidió soltar un bufido en voz baja. Continuaron por el área derecha, encontrándose con cadáveres y más sangre, abriendo las puertas hasta que llegaron a dos que resultaban muy transparentes y allí había más infectados — en la otra, había oscuridad. Así que decidieron ir hacia ella.
Un camino iluminado con luces blancas iluminaba otra puerta doble y ellos corrieron hacia ella.
Joy espera encontrar la verdad a los rumores en ese momento.
Corrieron y corrieron.
Las puertas, simplemente, se abrían ante ellos.
Y los dos no se detuvieron en ningún momento.
Hasta que terminaron dentro de un gran predio de color blanco, con una máquina gigante por encima de sus cabezas. Toda la habitación estaba iluminada con luces blancas, dejando ver el logotipo de Umbrella en el centro de la misma, junto con unos pedestales de piedra blanca en sus esquinas. Finalmente, allí no encontraron puertas de salida, simplemente de entrada — estaban en el mismo lugar por donde podría estar el investigador y mente maestra de todos esos experimentos fallidos.
—¿Dónde diablos estamos?—preguntó Chris mirando a su alrededor—. Esto no estaba en el mapa.
—Resulta obvio decir que esto no estaba en el mapa—señaló Joy manteniendo un firme agarre en su rifle de asalto—. ¿Un centro de prueba de armas, quizá?
—No está totalmente equivocada, señorita Williams—declaró la voz de Sergey Vladimir en los altavoces—. Me alegra que hayan llegado hasta aquí, aunque no puedo decirles lo mismo de su otra compañera. No es que suela recibir visitas. ¡Bienvenidos!
—Hablando del maldito diablo—masculló Joy antes de dar un paso hacia el centro—. ¡Se acabó, Vladimir!¡Ríndete y entrégate antes de que te obligue a hacerlo!
Sergey soltó una carcajada entre dientes, la cual resonó en los altavoces—Mis queridos soldados, estoy seguro de que entienden la emoción del combate y el subidón que se siente al sentirse vivo tras una buena batalla.
—Otro psicópata de Umbrella—murmuró Chris detrás de Joy.
—Les presentaré lo último que se ha estado desarrollando en la línea de productos aquí en Umbrella—añadió el hombre ruso mientras que activaba el mecanismo que se encontraba encima de los agentes—. Ustedes serán los últimos sujetos de prueba contra este magnífico espécimen. Dama y caballero, les presento a la nueva arma de Umbrella: Talos.
Un monstruo gigante cayó por delante de ellos, a unos pocos metros, cargando con un brazo biónico y lo que parecía ser un lanzamisiles incorporado.
—Un arma que combina la fuerza destructiva del Tyrant con el control preciso de un ordenador Reina Roja. ¡El arma definitiva!
Joy soltó un respingo cuando el tyrant apuntó con su lanzamisiles a ellos, Chris tomó a la rubia por la cadera y corrió a uno de los pedestales para evitar el impacto que terminó explotando contra una de las paredes. Ellos abrieron fuego, pero se dieron cuenta que el monstruo llevaba una especie de armadura y esta parecía a prueba de balas.
—¡Este bastardo tiene protección!—exclamó Joy.
—¡Las cosas se pusieron interesantes!
—¡Tú distráelo!
Chris le miró de reojo—¡¿En qué mierdas estás pensando?!
Williams le sonrió antes de correr hacia otro de los pedestales, escalándolo de manera rápida, mientras que su compañero continuaba captando la atención del tyrant. Joy se escabulló por la corta superficie que tenía el pedestal y saltó por encima del monstruo, asegurando su posición con brazos y piernas. Cortó las ligas que mantenían parte de la armadura de su lugar y le quitó el casco, logrando sacar un gruñido por parte del monstruo — enfadándolo y consiguiendo que la mano mutada agarrase a la rubia para lanzarla a un costado. La espalda de Joy chocó con el suelo y ella parpadeó un par de veces cuando intentaba mantener su compostura.
Chris corrió hacia ella disparando con su rifle hacia el enemigo.
—Ugh, eso sí que dolió—gruñó Joy.
—No es momento para dormir.
—Ja, ja, muy gracioso.
—¡YA LLEGÓ POR QUIEN LLORABAN, SEÑORITAS!—exclamó Jill entrando junto con un pelotón de soldados—. ¡Abran fuego!
Los soldados no dudaron en acatar las ordenes, abriendo fuego a sus anchas, dispuestos a eliminar el enemigo a toda costa. Chris rodeó la cintura de su compañera con un brazo para llevar el de ella por alrededor de su cuello, levantándola rápidamente para alejarla del fuego cruzado. Ella miraba en dirección al monstruo que intentaba cubrirse como podía del silbido amenazante que producían las balas, pero no era suficiente — ella sabía que Talos iba a caer como el resto.
Era la naturaleza de todo.
El arma definitiva era un simple chiste.
Joy Williams observó como el último prototipo en la línea de mercado de Umbrella terminaba siendo destruido por las personas que evitarían que esto volviese a ocurrir y allí se dio cuenta de que la lucha siempre había sido un comienzo, un comienzo de algo que podía continuar por años y años, pero ella se haría cargo de enterrar hasta el último cimiento producido por la mismísima Guerra del Terror que se desencadenaba a sus anchas como un campo minado.
Todos, eventualmente, caían ante aquel abismo.
Joy se encargaría de destruirlo todo antes de permitirse caer en aquel abismo.
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