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xxi. la nueva lucha


DEMENCIA,
capitulo veintiuno: la nueva lucha!



Washington D.C, año 2003 – 5 años después.

          JOY WILLIAMS NUNCA LE AGRADÓ TANTO SU SEGUNDO NOMBRE, en realidad, lo detestaba y por mucho que su madre le insistiera en tomarlo cuando ella era una adolescente — Joy llegó a la conclusión de que su nombre "Harriet" no le quedaba realmente. Sin embargo, no había vuelta atrás con cambiar su nombre y a pesar de que en esos momentos sí se podía, era demasiado papeleo para su vida y a ella realmente aún buscaba paciencia para poder recordar cómo hacer un maldito reporte y presentarlo a la Agencia de Control de Armas Biorgánicas y Bioterrorismo. Parecía una mentira pensar que hacía cinco años recién había logrado escapar de una de las pesadillas más terroríficas de su vida, mucho después de haber perdido a su pelotón entero gracias al enemigo que ella no logró ver — parecía simplemente una mentira ver que ella aún seguía de pie, uniéndose a la lucha contra una amenaza que aún no se desmantelaba y seguía operando.

          Umbrella continuaba de pie y continuaría experimentando con armas para vender en el mercado negro.

          (Joy se preguntó cuánto tiempo tenían antes de que surgiese otro brote.)

          Y ella no se equivocó en nada.

          Aún recordaba cuando se dirigió a la sede del Departamento de Defensa, como escolta del ex teniente Roose para poder así poner un plan en movimiento sobre cómo controlar los brotes víricos y desastres provocados por el bioterrorismo. Ella se mostró allí en un uniforme militar demasiado incómodo y un rodete recogiendo su cabello que estaba creciendo, volviendo a su color rubio original — Chris Redfield no se vio venir a eso, para nada, definitivamente no se esperaba encontrarse con la grata sorpresa de que Joy Harriet Williams, ex piloto de las Fuerzas Aéreas, una ex soldado de pelotón Navy SEAL y una excelente ex oficial de policía de la unidad STARS, podía ser una muchacha rubia (lo cual, y Chris lo negaría hasta el día de su propia muerte) la hacía extremadamente atractiva a la vista de cualquiera. Cuando ella empezó a mostrar signos de que su cabello se encontraba creciendo, llegó el momento de cortarlo un poco para permitir que sus dorados cabellos volviesen a aparecer.

          El negro le había causado demasiados problemas.

          (El rubio también, pero ella sabía cómo manejarlo. No era algo tan trágico utilizar su cabello rubio.)

          Jill Valentine también le divertía toda la situación.

          Oh, dulce y peligrosa Jill Valentine se divertía muchísimo con la situación — hasta podría hacer una película con ello y Joy estaba replanteándose seriamente si era una buena idea dejar que ella y Chris estuviesen invadiendo su apartamento. No le sorprendió en nada saber que ellos podían comportarse como idiotas a veces cuando había alcohol de por medio (y Joy se consideró como una hipócrita porque ella hacía exactamente lo mismo que ellos hacían). Así que, cuando Joy tenía el cabello completamente rubio, Chris se le había quedado mirando y la pobre muchacha de ahora 29 años de edad logró apartar la mirada a tiempo para evitar que cualquiera de los dos la viesen sonrojándose — maldito idiota, masculló ella entre dientes antes de atarse su largo cabello en una cola de caballo antes de preparar el desayuno de aquel día.

          —Deja de babear, Chris—canturreó Jill pasando a su lado y él gruñó algo en voz baja antes de seguirla a la cocina.

          Los años habían pasado para ellos, pero, dentro de todo, los tres seguían en forma y seguían completamente saludables. Todo estaba bien entre ellos y por cómo se cuidaban, teniendo en cuenta las circunstancias que tenían por delante.

          En esos cinco años habían pasado muchísimas cosas.

          Joy podía reducir eso a una sola cosa: lucha. Constante, fría y con un sinfín de posibilidades.

          Ella también aprendió muchas cosas.

          Aprendió sobre la vida y sobre la muerte.

          Ella recordaba constantemente las palabras que le daba la doctora Atlas en sus últimas sesiones, cuando Joy, luego de un momento muy vulnerable — por vulnerable, ella se refería a llorar, a llorar por angustia, por tristeza, por duelo y por un profundo dolor que aún seguía alojado en su pecho remarcándole como un recordatorio firme de su gran falla, a pesar de que los años aún corrían. Un momento vulnerable que ella pasaba sola, por su propia cuenta, sin que nadie más la sujetase para consolarla en el insoportable sufrimiento y oscuridad en el cual ella se encontraba hundida. Ella finalmente se preguntó en qué etapa del camino se encontraba parada y cómo podía seguir a partir de allí.

          —Las cinco etapas del duelo, Joy—señaló la doctora Atlas al tenderle un pañuelo a la rubia—. Cuando alguien muy apegado a nosotros desaparece o simplemente perece, como seres humanos nos sumimos a este duelo que no es algo físico, si no emocional.

          —No creo en ese tipo de mierdas, doctora—gruñó la rubia antes de sorberse la nariz.

          —Deberías—alegó la mujer vieja con una sonrisa triste—. Las cinco etapas del duelo son muy sencillas de decir, pero difíciles de transitar. El duelo difiere de cada persona y la tolerancia al dolor es distinta, pero el sentimiento es el mismo, todos sufrimos dolor.

          Eso podía dejar mucho en qué pensar.

          Ella se acomodó un mechón rubio que molestaba a su costado, enfocando sus orbes verdes otra vez en la figura de la psicóloga, quien mantenía una posición muy pasiva y tranquila frente a ella — brindándole un aspecto de seguridad, queriendo decirle algo que no podía darse con palabras, si no con simples acciones; de que aquel lugar donde se encontraban allí en ese momento era un lugar que era seguro, que ella podía refugiarse allí si ella lo deseaba, que nadie la lastimaría más en aquellas cuatro paredes.

          Joy estaba completamente a salvo.

          —¿Cómo puedo dejar de sentirlo?—preguntó ella.

          ¿Cómo puedo superarlo?

           Esa era la verdadera pregunta.

          —El dolor siempre está dentro de nosotros, Joy—dijo la doctora Atlas reclinándose en su silla, mostrando un gesto sincero en sus palabras—. Somos seres humanos y los seres humanos tienen sentimientos, el dolor forma parte de lo que sentimos y no podemos negar su existencia. Tú no dejarás de sentir dolor, como yo o cualquier persona de este planeta. El dolor siempre viene y se va, duerme si me permites aclararlo. Pero nunca dejará de existir.

           La rubia asintió, finalmente encontrando las palabras que ella buscaba.

          El dolor nunca la dejaría.

          Ella debía superarlo.

          —¿Y lo que debes hacer?—preguntó la psicóloga a forma de convencer a la ex piloto—. Debes dejar que el dolor te atraviese. Deja que pase a través de ti, permítete ese momento para sentirlo y así poder permitirte ese momento para llorar. Deja que alguien te sostenga y esté contigo en ese momento para afrontar ese...abismo.

          Joy debía sentirlo.

          (Se preguntó cómo lo haría.)

          Williams chasqueó su lengua—¿Cuándo llegará ese momento?

          —Llegará, Joy—respondió Atlas antes de esbozar una sonrisa sincera—. No lo fuerces, no lo esperes, deja que simplemente fluya. Confía en el proceso.

          —Y estas etapas del duelo...—mencionó ella antes de relamerse los labios—. No tengo idea donde estoy parada.

          —Las cinco etapas del duelo son: Negación, Ira, Negociación, Depresión y por último la Aceptación—dijo Atlas mientras guardaba su libreta con su anotador—. Por lo que me has contado, tú lograste pasar las primeras tres. Aún te faltan dos y eso...es un largo camino que no deberías hacer sola.

          Joy simplemente se limitó a asentir, dejando en claro que las palabras que dijo la doctora Atlas simplemente no eran una realidad, sino que se trataban de órdenes simples y certeras. Agradeció las palabras de la psicóloga, creyendo con absoluta sinceridad que ella estaba avanzando en su propio proceso de perdón por todos los errores que cometió en su vida hasta ese momento. Y ella continuaba caminando por ese sendero sinuoso, esperando a que el momento llegase. Los meses pasaron y los años también.

          Williams carraspeó con incomodidad antes de seguir al teniente Roose por los pasillos del Departamento de Defensa, siendo iluminada por luces blancas y manteniendo su mirada hacia el frente junto con el teniente. Ella no se había olvidado del protocolo que debía seguir si entraba a una sede del gobierno como cadete bajo mando militar, así que ella no tardó en maldecir en voz baja por la parte del protocolo donde ella debía vestir con uniforme. Roose, al vestir igual que ella, no tardó en soltar una carcajada entre dientes, sintiéndose más que a gusto con su compañera.

          —Cómo se nota que esto te divierte—masculló Joy acomodándose la falda.

          Roose bufó—Créeme, la última vez que te vi en uniforme militar fue el día de tu transferencia.

          —Ahí tenías el bigote más negro, ahora pareces Santa Claus en la película de Comando¹—dijo Joy antes de apretar sus labios para sofocar una carcajada, Roose le miró por el rabillo del ojo, antes de golpearle levemente el hombro—. ¿Qué?¿Ahora qué hice?

          —No se encorve, subteniente Williams.

          —No estoy encorvada.

          Los dos entraron en el ascensor y se dirigieron a la zona de oficinas, donde un hombre con traje les esperaba. Joy llevó ambas manos a su espalda, mostrando una posición firme y profesional ante el personal del gobierno. Después de todo, el tío Sam estaría muy orgullosa de ella y sus logros. Roose saludó cordialmente al asistente y este le permitió la entrada al teniente, mientras que la rubia decidía quedarse atrás. El hombre canoso le miró de reojo antes de alzar una ceja, dispuesto a escuchar alguna otra objeción de la muchacha.

          —Solo dígale lo necesario, ya te lo expliqué antes—dijo ella antes de esbozar una sonrisa.

          —De acuerdo—asintió Roose y señaló el ascensor—. Puedes ir a merodear en los alrededores, me tomará unos buenos veinticinco minutos. Escuché que aquí entrenan a los agentes USSTRATCOM, deberías echarle un vistazo.

          Ella asintió antes de levantar la mano para poder saludar y volver a dirigirse al ascensor donde lo tomó para dirigirse al piso donde se realizaban los entrenamientos. Al presionar el botón, Joy miró por el vidrio donde se encontraba en el ascensor y miró la el paisaje de Washington en silencio. El ascensor se detuvo en un piso, el cual ella no había pedido y dos personas entraron al mismo.

          —¿Debería sorprenderme el hecho de que no has dormido bien por dos noches?—preguntó un muchacho a espaldas de Joy.

          —El entrenamiento me cansará hasta el punto de desmayarme—respondió una voz femenina que logró reconocer a la perfección—. Estoy bien, Leon.

          —Jack está preocupado por ti.

          —Krauser no se preocupa por nadie.

          Ella se tensó al ver que se trataba de los dos policías que estaban a punto de graduarse en el RPD hacía meses, las dos personas que mantuvieron a Claire Redfield y a Sherry Birkin a salvo. Claire habló muchísimo de ellos y ver que estaban dentro del campo de entrenamiento del USSTRATCOM sí que era algo bueno. La rubia ladeó su mirada al muchacho rubio cuando el silencio se formó en la sala y miró de reojo a Leon Kennedy.

          —Gracias—dijo Joy con simpleza.

          Leon frunció el ceño—Huh...¿disculpe?

           —Les estoy agradeciendo por habernos ayudado a encontrar a Claire Redfield—respondió la rubia antes de girarse, mirando a los dos cadetes, quienes le miraron atónitos—. Creo que el rubio es algo nuevo para ustedes.

          Charlotte Harmon sonrió—¿Oficial Williams?

          —Ya dejé de ser oficial Williams hace mucho tiempo—dijo Joy sonriendo de lado—. Estoy con otra misión ahora, pero como sé que ustedes fueron quienes contactaron a Chris, él acudió a mí.

          —¿Claire está...?—preguntó Leon.

          —Claire está sana y salva—acotó la rubia colocando sus manos a sus costados—. Empezó en una organización llamada TerraSave, se fundó hace unos meses y ella pensó que podía darles una mano.

          —No volvimos a verte después de lo que ocurrió en Raccoon—dijo Charlotte cruzándose de brazos—. La unidad de STARS fue disuelta.

          Joy negó con la cabeza—Ocurrieron demasiadas cosas, pero yo no fui la única que sufrió de un infierno como ustedes lo hicieron junto a Claire. ¿Cómo terminaron aquí?

          Charlotte y Leon intercambiaron miradas, donde Joy pudo descifrar de que se trataba de algo demasiado complicado como para explicar en tres minutos. La rubia lo comprendió, ellos dos habían pasado por una pesadilla interminable donde muy pocos lograron salir y ella le hizo una seña con su mano para indicarles que todo estaba bien, que ella no necesitaba explicaciones.

          —¿Qué viniste a hacer aquí?—preguntó Charlotte.

          —Hay un proyecto para una organización especializada en el Bioterrorismo y limpieza de armas Bio-Orgánicas—respondió Joy relajando sus hombros un poco—. Un conocido me debe un favor y veremos si puede mover los hilos suficientes para aprobar el proyecto. Aun hay cabos sueltos con un virus.

          —¿Cuál virus?—preguntó Leon de manera cordial.

          —Lo hemos visto en la isla donde mantenían a Claire cautiva—declaró Joy cruzándose de brazos—. El Virus T Verónica. Si los están entrenando bajo este régimen, es mejor que sean conscientes de esto, por que es un virus muy peligroso.

          Chalotte asintió—Lo tendremos muy en cuenta, Joy.

          Las puertas del ascensor se abrieron detrás de ellos y los jóvenes miraron a la muchacha vestida de uniforme militar. Joy se encontraba aún más calmada de ver que los dos cadetes de policía novatos habían logrado encontrar un lugar mejor y se encontraban a salvo.

          Joy chasqueó su lengua—Espero que nos volvamos a ver en otras circunstancias. Vayan a entrenar.

          Ella no los siguió cuando salieron del ascensor, en cambio, decidió volver a esperar en el pasillo.




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          El proyecto había sido todo un éxito.

          El Servicio de Contención de Armas Biorgánicas era una organización algo pequeña creada por miembros del gobierno y por los tres sobrevivientes al incidente de la mansión Spencer, con el único propósito de contener las amenazas alrededor del mundo en cuanto a incidentes de brotes víricos y exterminación de armas Biorgánicas en cualquier lugar donde surgiesen. Joy entendía que se trataba de un servicio que era privado, donde su poder de movimiento era más que limitado por que todo poder de decisión recaía en las ordenes que brindaba la Comisión Federal de Bioterrorismo.

          Joy podía sentir sentimientos encontrados con la FBC, ya que sus decisiones eran muy poco parciales y eso, a la larga, podía demostrar un problema. Roose formaba parte de la comisión y además de eso era consejero del Servicio de Contención, sin embargo, él se mantenía muy cerca, pero al mismo tiempo alejado del director general de la FBC: Morgan Lansdale, quien tenía proyectos muy ambiciosos con la propia organización. Joy, Chris y Jill fueron agentes que se abrieron paso a las misiones en el Servicio, generando así una reputación para poder comandar equipos y tener misiones en equipo o en solitario.

          (A Joy le gustaban sus misiones en solitario, llegó hasta el punto de extrañarlas.)

          El mundo estaba empezando a cambiar con los desastres y estragos causados por Umbrella, llegaba a un simple momento donde nadie quería hablar de ello y Joy realmente lo comprendía. Raccoon City había sido el comienzo de una nueva guerra, una llamada "Guerra del Terror" tal como lo decidió el presidente Graham durante el inicio de su primer mandato, siendo una de las personas del comité que aprobó el lanzamiento del misil que esterilizó la ciudad para librarla de la infección, matando a los muertos vivientes y a las personas que aún podían quedar atrapadas en sus casas.

          No se sorprendió al ver que cubrieron todo eso, tal como el jefe Brian Irons cubrió el incidente de la mansión Spencer.

          Nadie dijo nada.

          El publico se lo olvidó, como si hubiese sido una pesadilla.

          Ella sintió tanta rabia, tanta pena por la gente que murió.

          Sus compañeros también.

          El tiempo continuó corriendo, hubo incidentes aislados en lugares diferentes, todos reportados en la FBC. Joy llegó a leer el reporte redactado por la agente de USSTRATCOM Charlotte Harmon, quien fue asignada a una misión en el Amazonas con el agente Leon Kennedy y un soldado condecorado del ejército en Fuerzas Especiales llamado Jack Krauser. Algo que sorprendió a la rubia fue que Krauser terminase retirándose siendo un soldado con al menos unos 35 años de edad luego de esa misión en específico, para luego encontrarse con su informe de defunción² en un accidente algunos meses después. Eso sí que era un siniestro muy sospechoso. Lo que llamó la atención de Joy, primariamente, era encontrarse con otro brote vírico a manos de un traficante llamado Javier Hidalgo, el cual infectó toda una comunidad con Virus T-Verónica y allí realizó que los Ashford probablemente habrían tenido negocios con otros terroristas.

          O, a pesar de ser algo innegable, podría ser Albert Wesker moviendo sus incontables hilos para atraer su atención.

          —Maldito hijo de puta—murmuró Williams en voz muy baja.

          Cuando pasó todo el 2002, Joy y Chris continuaron investigando una pista que podía conducirlos a una pequeña aldea donde supuestamente estaba en presencia de Umbrella. Al ver que se trataba de un posible incidente, decidieron dejarlo a un segundo plano, enfocándose en los brotes víricos de otros lugares. Joy no dejó ese incidente aislado de lado, si no que lo montaba en un segundo plano y a pesar de no querer molestar, Chris sabía exactamente lo que su compañera hacía: ella quería tomar la misión y ver el incidente por su cuenta.

          Chris no la culpaba, por que él haría exactamente lo mismo.

          Una noche, cuando Joy les había dicho que ella debía terminar un informe, Chris decidió quedarse despierto hasta que ella llegase. No solo por que era demasiado tarde y ella realmente estaba tardando, si no por que ellos aún seguían siendo objetivos de Umbrella y cualquier cosa podía pasarles a los tres si no eran lo suficientemente cuidadosos. Al sentarse junto al sillón que estaba cerca de la ventana, él esperó con paciencia (un instrumento que aprendió a mejorar con los años, ya que lidiaba con dos personas extremadamente caóticas y derechas que se empeñaban a ponerlo de los nervios, justo como Claire lo hacía).

          Joy apareció en la cuadra, luciendo su abrigo y una bufanda larga enrollada en su cuello, la cual pertenecía a su madre difunta (según ella).

          Redfield sintió alivio al ver que Joy podía defenderse en circunstancias tan confusas y complicadas. Cuando sintió el sonido de la cerradura abriéndose, apartó la mirada por la ventana y la dirigió hacia el pasillo que conectaba a la cocina-comedor, dando una pequeña vista al umbral que conectaba esa habitación con la sala de estar. Joy se quitó el abrigo antes de colgarlo para poder ingresar a la cocina. Ella no debía adivinar de quien estaba en el sillón mirando por la ventana, ni que la persona fuese tan disimulada al mirarla y ella bufó en voz baja.

          —No creo que sea necesario que te pregunte por qué estás despierto a esta hora—dijo ella en voz baja para evitar despertar a Jill y dirigió su mirada al castaño.

          —Huh, yo no debería darte explicaciones—sentenció Chris antes de apoyar ambos pies descalzos en el sillón—. En realidad, es lo contrario.

          —Solo me atrasé con el reporte de la misión en Holanda—respondió la rubia quitándose la banda elástica que ataba su cabello dorado, dejando que este cayese por sus hombros bien tonificados—. Eso es todo.

          Chris mantuvo su mirada en ella, mientras que, en cierto modo, ella la evitaba.

          En cierto modo, también, Joy ya no sabía donde estaban parados: ellos dos, para aclarar. Empezaron literalmente lanzándose cuchillos silenciosos y miradas pretenciosas por al menos dos años, molestando el uno al otro por simple rivalidad y diversión para ver quien de los dos cargaba el cañón más grande. Luego ocurrió el incidente donde los dos se vieron forzados a trabajar como equipo (y la cantidad de moretones que tuvieron que lidiar por pegarse constantemente fue monumental) y Joy podía notar el cambio en el enemigo, dándole a entender que capaz él no era el verdadero enemigo a quien disparar. Luego, se separaron y ella esperó que él desapareciera para no volver a verlo, pero la única casualidad volvió a atormentarla cuando él volvió a presentarse en la puerta de su casa pidiendo ayuda.

          Ella nunca se negó.

          (Y, a pesar de los años, ella empezó a sentir confusión.)

          ¿Qué eran ellos?

          No eran enemigos, pero tampoco eran amigos.

           Chris observó silenciosamente como la rubia movía sus hombros entumecidos al caminar hacia la cocina para servirse un vaso con agua, buscando hidratarse y consumir algo antes de desmayarse en la cama. Ella sabía que Chris le seguía cada movimiento con la mirada, esperando una respuesta a su pregunta. Joy sabía que eventualmente Chris la descubriría enfocando su mirada en las cosas que realmente parecían importantes. Ella debía dar alguna explicación, pero eso se lo debía a ella misma.

          —¿Solo eso?¿Un simple informe?—preguntó Chris cruzándose de brazos.

          Joy se acercó con dos vasos llenos de agua y le tendió uno a Chris por cordialidad, sin tener intenciones de buscar un pleito que termine despertando a la castaña que dormía plácidamente en su habitación. Ella se sentó en el sillón, a la punta contraria donde se encontraba él sentado y su rostro pálido se vio iluminado por las luces blancas de la calle. Siempre había algo que a ellos les faltaba hablar, pero ninguno de ellos estaba preparado para hablarlo aún.

          —Sí, un simple informe—respondió Joy fingiendo sentirse más segura con su voz—. ¿Por qué lo preguntas?

          —El informe de la aldea en Alemania—dijo Chris sosteniendo el vaso con agua y la reacción de Joy fue casi instantánea, apretando sus dientes de manera lenta—. No estaba en el legajo de la biblioteca de evidencias cuando dejé el mío. Se había traspapelado con los informes del incidente en Phoenix.

          Joy se mordió el labio antes de desviar su mirada hacia la calle.

          Chris esperaba una respuesta.

          —No podemos ignorar esto, Chris—respondió ella sin mirarle—. A pesar de que sean incidentes aislados, hay gente que sufre por estas cosas. Nuestro deber...

          —Nuestro deber es detenerlos—terminó Chris por ella, sin quitarle la mirada.

          —Los de arriba están corriendo las prioridades y alguien aquí tiene que hacer algo—señaló la rubia finalmente sosteniéndole la mirada al castaño—. Tenemos que hacer algo.

          —Ya lo sé.

          Joy le miró con una ceja alzada—¿Y por qué no estás haciendo nada?

          —Por que hay cosas que son clave para poder encontrar más conexiones con terroristas alrededor del mundo—respondió él sin más preámbulos y eso provocó que la rubia no volviese a hablar—. Estamos cerca de hundir a Umbrella con sus propios errores y las evidencias que tenemos se hacen más y más grandes.

          —Entonces...¿dejaremos morir a más gente allí?

          Chris negó—Yo no dije eso.

          —Lo insinuaste.

          —Joy.

          —Ya lo dijiste, ahora no te puedes retractar.

          —¿Acaso entiendes lo que intento decirte?—preguntó Chris sintiéndose cansado—. A pesar de nuestros esfuerzos, no podemos salvar a todos.

          Quizá, él decía la verdad.

          Quizá, él podía tener la razón con esa declaración.

          No podían salvar a todos.

          Joy bajó la mirada, sintiendo grata decepción hacia ella misma y al oficio en el cual ella servía. Chris le miraba de manera atenta, casi con un semblante preocupado, planteándose mentalmente si él se había acercado correctamente al concepto que quería que Joy supiese — se sintió un poco mal al ver el rostro decepcionado de la rubia, pero a veces, ella sabía que debían ver la realidad del asunto.

          No podían salvar a todos.

          Sin embargo, Joy Williams no perdería nada con intentarlo.

          —Tienes razón—respondió ella luego de lo que parecía un largo silencio, claramente mintiéndole de manera muy cuidadosa—. No podemos salvarlos a todos.

          Chris se permitió sonreír con tristeza.

          (Joy sabía que debía acostumbrarse a verlo sonreír, a pesar de las circunstancias.)

          Cuando el mes de febrero cayó en ese mismo año, Joy sabía que retomarían una de las misiones importantes, pero ella se dio cuenta de que no podía ignorar aquella aldea de Alemania — si los rumores de un arma biorgánica eran ciertos, la gente de esa aldea estaba en peligro. Chris se preparó con su uniforme y armas mientras que Joy entraba junto a Jill quien iba a ser su compañera en la misión que liderarían en Australia.

          —Es una lástima que el teniente Roose te haya puesto como su guardaespaldas para ir de nuevo a la FBC—dijo Jill a su lado.

          Chris soltó una carcajada—No me jodas, Williams. ¿Otra vez?

          Joy se encogió de hombros—Al menos soy un buen guardaespaldas, mucho mejor que tú, Redfield. Solo será por unas horas.

          Una alarma sonó, llamando la atención de los tres agentes. El trío salió en dirección hacia el hangar mientras leían el informe para poder encargarse de la misión. Joy buscó al teniente Roose con la mirada de manera impaciente, esperando que apareciese pronto. Un avión de carga les esperaba.

          —Esa es su señal—dijo la rubia antes de sonreír—. Tengan cuidado.

          —Volveremos pronto, Joy—respondió Jill antes de abrazarla—. No tardaremos nada.

          —Y no hagas nada estúpido—señaló Chris antes de mirarla una última vez.

          Joy le enseñó el dedo medio.

          Los dos agentes se subieron al avión, saludando a la rubia antes de que la compuerta se encerrase. Ella los vio partir hacia el cielo, alejándose de la base hacia una nueva misión — el teniente Roose se colocó a su lado y Joy alzó una ceja al verlo entregándole una carpeta.

          —¿Lograste hacerlo?—preguntó ella.

          —¿Le pasarás la receta de la sopa de tu madre a mi hija?—preguntó Roose.

          Williams sonrió—Yo nunca rompo mis promesas.

          —Saldrás a Alemania en media hora, Williams—respondió el teniente mirándole seriamente—. ¿Dónde está Redfield?

          —Salió en una misión con Jill a Australia, eso les tomará un día. Pero estaré bien por mi cuenta—añadió ella girándose para mirarlo bien—. ¿Cuáles son mis ordenes?

          —Reconocimiento, identificación y neutralización de actividad bioterrorista en esa aldea—dijo él mientras que Joy asentía con la cabeza—. Si hay sobrevivientes, los evacuarás. Todo testigo sirve en esta guerra. Ve a prepararte.

          Ella sonrió antes de agradecerle en silencio al teniente, dirigiéndose al vestidor de mujeres para poder prepararse.

          No hagas nada estúpido, dijo Chris Redfield.

          (Ella no haría algo estúpido, ella haría algo necesario.)




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sin editar

¹ comando es una película estrenada en el año 1985, protagonizada por arnold schwarzenegger, muchos la consideran una joyita.

² un informe de defunción es un documento donde se acredita y decreta el hecho de una persona fallecida.

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