x. post-mortem
DAÑO COLATERAL,
capitulo diez: post-mortem!
JOY SINTIÓ CALOR OTRA VEZ. Aquel sentimiento horrible de tener la arena pegada en su espalda, el sudor provocando un aroma asqueroso en el ambiente tan caluroso y húmedo, ella hizo una mueca de asco. Al levantarse, ella se dio cuenta de que se encontraba sola, ella y su equipo de combate. El rifle de asalto descansaba a un lado de la cama que estaba llena de arena y el sol se filtraba por pequeños huecos producidos por las balas en conflictos anteriores. La muchacha de cabellos rubios largos se puso de pie del colchón que se encontraba en el suelo, estirando sus músculos de manera lenta, saliendo de aquel trance de sueño que le parecía interminable, allí se encontró el resto de su equipo: el chaleco y sus arneses junto a las pocas armas que le quedaban. Ella se preguntó cómo había llegado allí y por qué se encontraba allí, no en un banco de arena generando quemaduras irreversibles contra su piel. Se colocó su equipo, atando sus cabellos rubios con la única banda elástica que le quedaba en una trenza y el chaleco volvió a su lugar contra su pecho. Repentinamente y con curiosidad, ella pasó una mano por entre los agujeros de bala producidos en la pared.
Estaban hechos a la perfección.
Calculados, incluso.
¿Habrían sido ellos?
(Joy Williams ni quería pensarlo.)
—Hûn jixwe şiyar bûn (Ya despertaste)—dijo una voz femenina en kurdo.
La rubia se giró al escuchar esa voz, su mano a punto de agarrar el rifle para apuntar, pero al ver que se trataba de una niña con piel morena, ella se relajó. Reconoció a esa niña con tanta rapidez que hasta ella se sorprendió.
Nadia.
Durante su estadía extendida en el desierto iraquí, Joy se encontró con una comuna que la rescató durante una noche de expedición y Nadia fue la única persona que logró convencer al resto de los aldeanos que mantuviesen a la soldado con vida. Esa niña era demasiado inteligente para su propio bien y eso ayudó muchísimo a la ex soldado SEAL. Nadia podía entender el idioma de Joy pero le costaba mucho hablarlo, mientras que a Joy intentaba entender el idioma de la tierra iraquí (el kurdo) con lo poco que Rhina le había enseñado antes. Nadia era una simple niña de once años, con su inocencia y esperanzas en las nubes, muy optimista y curiosa también. Joy tuvo su segundo ataque de pánico con ella una noche y la niña se mostró paciente, indicándole, mediante una canción, que ella se calmase.
Espera, solo un poco más.
Joy recordó que el aire no le entraba a los pulmones, pero Nadia continuó cantando.
Espera, solo un poco más.
Su dulce voz le recordó a su madre, cuando ella era pequeña y su padre tocaba el piano para acompañar la dulce melodía. La hacía sentir en casa, a salvo.
Ella estaba a salvo.
Todo va a estar bien.
Desde ese momento, Joy se dio cuenta de que estaba enfrentándose al demonio de la ira, de la pérdida y de la cólera. Se preguntó que tan rápido terminaría por matarla, pero así no fue en los siguientes meses. Cuando dejó la comuna donde Nadia la cuidó, se percató de que ella quería acompañarla y el gesto firme de sus padres fue suficiente para obligarla a quedarse allí. En unos cuantos meses o años, Joy volvería a buscarla, con la esperanza de encontrarla viva y más madura.
Nadia la miraba desde la entrada, con aquella misma sonrisa.
¿Qué estaba haciendo allí?
—Tu were? (¿Vienes?)—preguntó ella alzando su mano.
—¿A dónde vamos?
—Ka em herin derve, oyahî (Vamos a afuera, Joy)—dijo Nadia tironeando de su mano.
Joy fue sacada de la habitación por la muchacha de piel morena a trompicones y Nadia la condujo hacia la puerta, abriéndola rápidamente de par en par, dejando que la luz blanca y cegadora del sol termine por quitarle la vista a Joy por unos simples segundos. El calor se hizo mucho más fuerte que antes y eso provocó que la rubia hiciese una mueca de disgusto en su rostro. En cuanto parpadeó, se encontró con las pequeñas casas hechas de concreto, destruidas y se paralizó por completo. Ella esperó encontrar a los aldeanos de la comuna trabajando, ella no vio eso.
Había sangre.
Mucha, mucha sangre.
Nadia le soltó la mano y se dirigió a los cuerpos esparcidos por la arena, cubiertos de sangre y probablemente sin vida.
—Nadia...—la llamó Joy en un susurro.
Ella no le respondió.
Los pies de Joy se movieron solos, dirigiéndose en dirección a la niña, a su alrededor cuerpos de la gente masacrados, algunos mordidos, otros en estado de descomposición muy alto y la niña tocaba el cuerpo de uno de ellos. Joy no quiso saber el simple hecho del porqué estaban así, la razón de todo esto a veces era mejor no saberlo en absoluto. Ella se acercó lentamente a la niña, intentando de no mirar más hacia su alrededor.
—¿Nadia?—preguntó Joy de forma lenta y cuidadosa—. ¿Qué pasó aquí?
Nadia se giró un poco, el cabello largo le ocultaba su rostro.
—¿Puedes decirme lo que ocurrió, Nadia?
—Dêw (Monstruos).
Joy no comprendía.
La muchacha de cabellos rubios alzó una mano de su rifle para poder apartarle los cabellos oscuros a la niña y al ver su rostro putrefacto, con rastros de sangre y aquel gruñido gutural, sus pelos se le pusieron de punta. La niña chilló y se lanzó contra Joy, intentando de morderla, despedazándola con su furia. Joy gritó y la apartó de un empujón, corriendo en dirección a la casa donde ella se encontraba antes. Nadia volvió a lanzarse sobre ella, pero la rubia la esquivó de forma ágil, así logrando alzar su rifle de asalto hacia la niña.
Williams soltó un respingo.
No podía dispararle.
Dispara.
Dispara.
Nadia corría hacia ella, dispuesta a hacer una sola cosa: matarla.
Dispara.
(Joy cerró los ojos.)
Y apretó el gatillo.
Al abrirlos, se encontró con el cadáver del primer muerto viviente que se encontraron, Chris Redfield se encontraba a su lado. La sangre salpicando las paredes y ensuciando sus botas, el olor a putrefacción y sangre fresca era nauseabundo. Joy quería llorar y tenía muchas ganas de vomitar, su mente daba vueltas, muchas y muchas vueltas. El sonido de un helicóptero se escuchaba a lo lejos, pero sus músculos no respondían. Joy estaba asustada, ella tenía miedo una vez más.
¿Realmente habían salido?
Repentinamente, ella se vio siendo examinada por un doctor, las astas del helicóptero giraban rápidamente y escuchaba quejas de otras personas. Su cabello nuevamente negro fue apartado para poder examinar heridas superficiales en el oído y ella se dio cuenta de que estaba llorando.
—Señorita Williams, está a salvo.
Ella sollozó.
—Todo está bien.
Joy intentó levantarse de su lugar en la camilla donde la trasladaban y sintió pánico al ver que querían volverla a recostar. Ella forcejeó, sollozando de manera descontrolada, el silbido de las balas, la sangre que vio allí, los incontables pasillos por los que pasó y su innegable cólera al haber destruido la mansión eran inmensas.
—Doctor, está teniendo un ataque de pánico.
—Tenemos que dormirla.
—N-No...
Joy estaba muy desorientada.
—Señorita Williams, respire hondo.
—¡Mis compañeros...!
—Debe calmarse, señorita.
Joy chilló e intentó una vez más de forcejear, así logrando que otro doctor se uniese para poder sedarla sin ningún problema. Jill, desde su camilla, observaba con horror a la pobre muchacha siendo sedada a la fuerza, cayendo lentamente en la camilla tomando una larga siesta. La castaña buscó a Chris con la mirada y se lo encontró mirando en dirección a la pelinegra dormida en la camilla antes de ser transportada hacia el ascensor del hospital de Raccoon City. Joy se mantuvo completamente dormida durante al menos un día, algunas veces haciendo saltos de la consciencia a la complete inconsciencia, observando a los doctores hablar sobre heridas encontradas u otros pacientes de su equipo. Otras veces se encontraba con Barry hablando por teléfono, hasta incluso al jefe Irons haciendo una visita pequeña.
Durante su inconsciencia, ella volvía a estar en la mansión.
A veces sola y otras junto a Chris.
Algunas veces ella moría.
Otras, él moría frente a ella.
El vivo recuerdo de ver a sus compañeros morir inundó su mente una y otra vez, recordándole a Irak, recordando su confinamiento allí, algunas veces podía ver a sus compañeros en la mansión también. Los gruñidos guturales, la sangre en las paredes, aquel vaivén de violencia que se encontraba alojado en las venas de Joy. Era inevitable no poder ver la mansión otra vez, era inevitable no revivir aquel sentimiento de terror que marcó cada hueso de su cuerpo. La traición del capitán Albert Wesker probablemente era la bala que terminaba con desencadenar todo el sufrimiento y el caos producido por la Corporación Umbrella entre aquellas paredes.
Joy sintió alivio al ver que él estaba muerto.
Que las cenizas se queden en cenizas.
(Por qué él era una gran parte de esas cenizas y dejarlo enterrado era lo mejor.)
Joy parpadeó, encontrándose de nuevo en una sala limpia, sus ropas siendo reemplazadas por una bata quirúrgica y sus muñecas estaban libres, el rastro de las esposas se encontraba colgadas en el pie de la camilla. Era más que obvio el simple hecho de que tuvieran que inmovilizar a Joy durante el proceso, debido a su reacción al llegar y con el ataque de pánico. Ella se estiró un poco, mirando a su alrededor. El colchón y la almohada eran suaves.
Algo se movió a su lado.
Joy giró la cabeza, encontrándose con Jill recostada en otra camilla, su hombro completamente vendado su rostro limpio. Entre ellas dos se encontraba Chris, sentado en una silla, con sus brazos cruzados y sus ojos cerrados, con unos pocos parches en su rostro, el cual estaba un poco sucio, pero los rastros de sangre seca ya no estaban. Él vestía con su uniforme limpio de STARS, durmiendo de forma plácida en su silla. La joven de cabellos negros volvió a mirar el techo, de manera silenciosa, intentando de encontrar las respuestas a las preguntas que tenía rondando en su cabeza.
Umbrella era el responsable de las muertes en las montañas.
El equipo Bravo fue a investigar y solo Rebecca Chambers sobrevivió.
El equipo Alfa fue a ayudar, siendo Chris, Brad, Barry, Jill y Joy los únicos sobrevivientes.
Albert Wesker era el traidor.
Ellos estaban a salvo, de vuelta en Raccoon City.
¿Pero...?
¿Por qué Joy sentía que no habían terminado?
—Ya era hora de que despertases, mocosa.
Joy se giró al escuchar la voz de Chris a su lado.
—Te lo dije—sonrió ella con arrogancia fingida—. Yo soy muy difícil de matar y mi única misión aquí es atormentar tu mísera existencia.
—Tu sentido del humor está más que intacto, espero que tu cerebro también.
—¿Qué fue lo que hice?
Chris se enderezó en su silla, mirando a la pelinegra con una ceja alzada—Tuviste un ataque de pánico cuando llegamos. Brad pidió que nos dejasen aterrizar en el hospital de Raccoon City y estabas medio dormida. Balbuceabas un nombre, no llegué a descifrar cual era, pero allí empezó tu ataque de pánico.
Joy apretó sus labios.
—Los médicos te sedaron y vieron el golpe que produjo Lisa Trevor en tu cabeza—añadió él juntando sus manos—. Pudieron repararlo así que estarás bien y tenías heridas superficiales que pudieron sanar. Jill les contó sobre tus episodios de PTSD y que recibías terapia. Eso le simplificó muchísimo el saber cómo tratarte.
—En otras palabras, estoy loca.
Chris chasqueó su lengua—Iba a decirlo así, pero Jill podría despertarse en cualquier momento y patearme el trasero por decirte algo así.
—¿Qué ocurrió con la mansión?
—Todo está destruido, varias unidades de bomberos y policías están allí ahora mismo.
Joy alzó una ceja—¿Umbrella?
—No han dicho nada públicamente, porque no hay acusaciones—declaró el ex piloto con desgano.
—Tendremos que dar un testimonio de todo esto.
—No lo dudo, pero debemos tener cuidado—concluyó él.
—¿Dónde está el resto?
—Barry está con Rebecca, dando toda la información posible a varios oficiales del RPD—respondió Chris desde la silla—. Brad, aún sigue más que confundido con todo y yo estuve con ustedes dos durante las últimas diez horas.
Joy bufó—Podrías habernos dejado aquí, si no nos íbamos a ir a ningún lado.
Chris negó antes de rodar los ojos, recostándose en la silla una vez más. Joy se dio cuenta de que ese "no" no era un simple "no": era otra cosa.
Sin embargo, ella no decidió preguntar nada más.
━━━━━━━━
El mes de agosto vino muy rápido, ya habían pasado casi dos semanas del incidente en la Mansión Spencer y para Joy le resultaba imposible el simple hecho de seguir aún con vida, recostada en su cama, en su casa compartida con Jill Valentine en Raccoon City. Parecía algo improbable, pero era real — Joy estaba a salvo y los pocos miembros de su equipo también. En aquellas mismas dos semanas, el equipo pasó por momentos increíblemente tensos por las preguntas e interrogatorios de la policía por parte del RPD. El jefe Irons se encontraba más alterado que antes y eso que la pelinegra no solía verlo tan seguido así; si no en su actitud descuidada y holgazana que antes. La terapeuta de Joy se mostró más que consternada al escuchar como su paciente le contaba las vivencias entre las paredes de la mansión Spencer con tal detalle que hasta Joy tembló al recordarlo. Le contó sobre sus pesadillas, también, las cuales cambiaban constantemente y recordó mencionarle que veía muchísima sangre, muchísima violencia en ellos — que era insoportable.
Jill Valentine también tenía pesadillas.
Así que, durante esas dos semanas que pasaron luego de ser dadas de alta en el Hospital General de Raccoon, las dos durmieron juntas en la habitación de la castaña.
A Joy no le molestaba en absoluto.
(Ella ya había compartido catre incluso con sus compañeras de pelotón en algunas misiones.)
Las noches se hacían más largas durmiendo al lado de Jill, sin embargo, eran efectivas — eran seguras, después de todo. Las dos lograban conciliar el sueño con tan solo unos minutos de cercanía y siendo conscientes de que permanecerían allí recostadas, sin que ninguna tuviese necesidad de irse y dejar a la otra sola. Joy consideró esa práctica hasta inclusivamente terapéutica para las dos muchachas. Rebecca también decidió quedarse con ellas usando la habitación de Joy, siendo un miembro más de la humilde y desastrosa morada de las policías de la unidad Alfa de STARS.
Pero...¿realmente la había?
Joy se preguntó eso más de mil veces.
¿Qué pasaría con ellos?
¿Qué pasaría con STARS?
Jill dijo que les asignarían a un nuevo capitán del cuerpo policial.
Rebecca decía que los suspenderían a todos por un tiempo.
Y para la pelinegra, ella pensaba que era el principio del fin.
Durante aquellas noches donde se encontraban en vela las tres, Rebecca decidió contarles lo que pasó en aquellas veinticuatro horas en la que el equipo Bravo estuvo desaparecido. Les contó que la misión en las montañas Arklay era su primera misión oficial como equipo médico del equipo Bravo, que lo demás simplemente eran misiones rutinarias de las cuales eran sencillas o estúpidas. Durante su trayecto por las montañas, se había encontrado con un vehículo militar el cual portaba a un convicto bastante peligroso. Jill y Joy escucharon con atención a los relatos que contaba la castaña de cabellos cortos, escuchando también la pena que ponía Chambers a ello.
Les contó de Billy Cohen, el convicto que escapó.
—Era un patán al principio, pero resultó ser un buen compañero—dijo Rebecca con diversión, para luego ser opacado con tristeza.
Ella les contó sobre su encuentro con James Marcus, uno de los tres fundadores de la Corporación Umbrella, quien se encontraba en el Centro de Formación el cual le pertenecía a Umbrella. Resultó ser un laboratorio donde hacían experimentaciones y en cierto modo estaba conectado con el laboratorio de la mansión. Rebecca les contó que, al conectar los cabos sueltos, se trataba del propio Marcus quien era el responsable de aquellas muertes producidas por el canibalismo. Siempre fueron los muertos vivientes y Marcus produjo aquel escape biológico del virus al exterior.
Les contó su separación con Billy, de cómo ella lo dejó ir.
(Y que mintió a su capitán Enrico Marini diciéndole que el convicto había muerto.)
—Alguien estaba enamorada...—canturreó Joy con diversión.
—Cállate—le recriminó la castaña señalándole con el dedo—. Al menos yo no estuve esposada con alguien más.
—¿Ella estuvo esposada...?—preguntó Jill mirando a la pelinegra con una ceja alzada y luego, al darse cuenta de la otra persona con quien ella podría ser esposada, ella sonrió con pura diversión—. No puedo creerlo. Tú y Chris...
—Sí, lo que piensas.
—Wesker no los unió en matrimonio con anillos—declaró la castaña sonriendo abiertamente—. Lo hizo con un maldito par de esposas metálicas. Pagaría por ver eso.
Joy le pateó la pierna levemente—Fue una puta mierda y lo sabes.
—Chris se mostró bastante preocupado cuando te trajo para que te examine—dijo Rebecca sonriendo con suficiencia—. Una de esas cosas que había en la mansión le golpeó muy fuerte en la cabeza y Chris la rescató de las garras de su posible muerte.
Jill y Rebecca soltaron una pequeña carcajada, la cual Joy no disfrutó en ningún momento, si no que se limitó a sonrojarse.
—Las odio.
—Nos amas, rubia teñida—recalcó Jill con diversión y luego hizo un momento de silencio, mirando por la ventana—. Podría haberles sido de ayuda, de no ser por ese maldito...
—Lo sé—respondió Joy—. Realmente fue una gran sorpresa y...una gran decepción saber que fuimos engañados desde el principio—ella miró a Rebecca—. Lamento lo que le pasó a tu equipo.
—Yo también lo lamento—murmuró Chambers y alzó su lata de cerveza—. Por nuestros colegas caídos en acción.
Joy y Jill alzaron sus latas, chocándolas entre ellas antes de darles un buen trago. La pelinegra lo hizo por todos ellos, por su pelotón en sus tiempos como soldado SEAL y por su equipo que perdió a tantos miembros en cuestión de horas que ni ella sabía cómo procesar, siendo policía de los STARS. Y los días pasaron, tan rápido como sea posible, poniendo las cosas más tensas para los miembros restantes de la unidad y en el equipo también. Chris fue el más alterado de todos, ya que él había visto muchísimo durante su recorrido, él y Joy fueron quienes escribieron un reporte completo para el jefe Irons sobre lo que ocurrió, pidiéndole que abra una investigación hacia Umbrella con los organismos federales del país.
Williams no se sorprendió al ver que Irons hacía la vista gorda.
Maldito bastardo.
(Chris estaba más que indignado como ella.)
La pelinegra sabía perfectamente sobre la corrupción en los cargos superiores de la RPD, sin importar cual sería la amenaza o consecuencia que se encontrase delante. Algo que Joy aprendió en sus días como piloto en las Fuerzas Aéreas y como soldado raso a comandante general en la unidad SEAL era que los altos mandos siempre eran corruptos con el resto y siempre había alguien a quien cubrirle el trasero cuando había problemas. Eso molestó demasiado a Redfield, teniendo en cuenta de que aún seguía trabajando su manejo de la ira y la frustración, además de su propia persistencia y justicia.
Joy no consideró eso algo tan grave.
Al menos hasta que un día, Chris lanzó un puñetazo a uno de los oficiales del departamento de abuso infantil por tan solo lanzarle café caliente encima. Joy fue la primera en taclear a Chris mientras que Jill iba hacia la parte superior de su cuerpo, digamos que Joy podría derribarlo sin problemas, pero la pelea simplemente se haría peor. La castaña ordenó al oficial que se fuera mientras ellas inmovilizaban al castaño con fuerza.
—¡Chris, por el amor de Dios, cálmate!—exclamó Jill.
—¡Me tiró café encima!—se excusó Redfield.
—El oficial de Forense una vez me hizo resbalar con su café y terminé ensuciándome el trasero por ello—reclamó la pelinegra mirándolo desde sus pies—. Pero él se disculpó y yo acepté esa disculpa, no le lancé un puñetazo como tú, idiota.
—Tú sí que tienes ganas de ponerme de mal humor.
Joy le fulminó con la mirada—El malhumorado aquí eres tú, no yo, Redfield.
Chris terminó por darle una patada.
La pelinegra terminó por pegarle en sus huevos.
(Por un momento, los viejos tiempos volvían.)
Pero el tiempo pasa.
Aquella misma mañana de viernes, el equipo se dirigía a la oficina del jefe para insistirle una vez más de abrir una investigación sobre la actividad de Umbrella y Chris les contó a las dos jóvenes que convivían juntas sobre su contacto con el FBI: Irons siempre supo lo que ocurría en las montañas Arklay y eso significaba que era más que consciente de las actividades de Umbrella, pero la suma de dinero que el jefe del Departamento de Policía de Raccoon recibía por simplemente hacer silencio era demasiado exagerada para su propio gusto. Eso enfermó muchísimo a Joy, dejando que sus sospechas se confirmasen.
Él permitió que Wesker hiciese lo que quisiera con ellos.
El bastardo lo pagaría muy caro.
Joy se dirigió por los pasillos hasta el vestíbulo de la estación, donde se encontró con el teniente Marvin Branagh, a quien saludó con una sonrisa cordial mientras que él le saludaba con la mano. En aquel momento, ella se chocó con alguien y ambos perdieron el equilibrio, ella se levantó tambaleante, encontrándose a un muchacho que al menos era tres años menor que ella, de cabello corto rubio.
—Huh, lo siento—dijo Joy con cordialidad antes de tenderle la mano, el cual el muchacho la tomó con algo de timidez—. ¿Te lastimé?
—No, para nada, solo raspones.
Joy le miró fijamente, como si estuviese analizándolo: el muchacho era un cadete en entrenamiento en el cuerpo de policías.
—¿Eres cadete en entrenamiento?—preguntó ella y él asintió—. Escuché que el teniente Branagh es muy bueno entrenando.
—Sí, según él estaría graduándome en un par de semanas junto con mi compañera.
—¿Tu nombre es...?
—¡Leon!—exclamó una voz femenina a espaldas de Joy, la pelinegra se giró, encontrándose con una muchacha pelirroja de al menos la misma edad que él acercándose—. Te dije que me esperaras, idiota.
—No quería hacer esperar al teniente, Lottie—se excusó el rubio encogiéndose de hombros y miró a la pelinegra—. Leon Scott Kennedy, ¿oficial...?
—Williams, Joy Williams—declaró la pelinegra estrechando su mano con un fuerte apretón y miró a la pelirroja—. ¿Tú eres?
—Charlotte Harmon—se presentó ella sonriéndole.
—De acuerdo, no les retendré más y mucha suerte con su entrenamiento—dijo Joy antes de despedirse con su mano, viendo que ellos seguirían con su camino.
Entrar a la sala de reuniones con el jefe Brian Irons nunca la aturdió tanto como en ese momento. Chris estaba explicándole las razones por las cuales necesitaban esa investigación, mostrando su rebeldía como nunca antes y que no daría su brazo a torcer. Jill se le unió en la pelea, mientras que la pelinegra se limitaba a escuchar las quejas de sus compañeros, emitiendo un silencio imperturbable que nadie más podía oír. Ella no se rindió ante los muros que colocó Umbrella delante de ella, con trampas y obstáculos que podrían matarla en el trayecto. Ella ya fue en dirección a la boca del lobo una vez y eso casi le costó la vida.
Joy se haría a un lado, al menos por un tiempo.
El jefe Irons no dio su brazo a torcer.
Consecuencias.
La unidad STARS fue desmantelada la semana siguiente y siendo reemplazada por la SPF, aquella fue la señal para darle entender al equipo que debían buscar otro enfoque. Barry fue el primero en irse a Canadá con su familia, ya que las cosas no estaban seguras en Raccoon, Brad y Jill permanecieron como oficiales de policía. Rebecca se fue de Raccoon para recurrir a la universidad de Baltimore y seguir su carrera en medicina: solo dejando a dos personas, Joy Williams y Chris Redfield.
Ella se enteró que Chris decidió partir a Europa para unas vacaciones momentáneas.
—Sé lo que intentas hacer—declaró la pelinegra enfrentándolo en la entrada del RPD.
—Umbrella arruinó un número incontable de vidas y lo seguirá haciendo—respondió Chris con su impresionante persistencia—. Voy a ponerle un freno a ello.
Joy ya lo sabía.
—Podrías venir conmigo.
Ella miró a Chris, de forma silenciosa, mientras que él preparaba su motocicleta. Probablemente aquella sería la última vez que se verían.
—Ya quise intentar hacer algo parecido cuando estaba en el ejército, Redfield—señaló la pelinegra y negó con lentitud—. Terminó matando a lo que más quería.
—¿Entonces estás acobardándote?
No, pensó Joy.
—Sí—mintió ella—. No puedo ir por ese camino.
Ella misma se sintió tan estúpida por mentir a un compañero, pero permanecer con un perfil bajo durante un tiempo parecía la mejor idea. Chris bufó en voz alta, ella no lo culpaba por haberle dicho su decisión.
—Está bien—dijo él finalmente—. Creía que esto nos acercaría más.
—Esto nos separa, imbécil—añadió la pelinegra alzando una ceja—. Espero que encuentres la justicia allí.
Y simplemente se alejó de él, entrando de nuevo a la estación.
Chris observó como ella se alejaba, con un par de palabras en su boca. Pero él negó con la cabeza y se colocó el casco, encendiendo su motocicleta para salir a toda velocidad, alejándose del RPD y de Raccoon City. Joy fue la siguiente en irse, decidiendo ir a vivir al apartamento que sus padres le habían comprado cuando ella empezó con su servicio militar en Washington, dejar a Jill fue lo más triste de todo, ya que realmente hacía creado un vínculo muy fuerte con ella durante los dos años que permanecieron juntas.
También se lamentó por no ayudar a Chris.
—Jill.
La castaña le miró, colocando la última caja con las pertenencias de la pelinegra en el camión, alzando una ceja.
—Si Chris llega a contactarse contigo y necesita ayuda—declaró Joy apretando sus labios—. Dile que cuente conmigo, tú sabrás dónde encontrarme.
Ella asintió antes de abrazarle con fuerza.
Y finalmente, Joy se separó una vez más. Siguiendo al camión de mudanzas en su motocicleta, alejándose rápidamente de Raccoon City. Ella sintió un peso menos de encima, siendo reemplazado por uno más grande aún y de algo ella estaba segura: la pesadilla era el comienzo de la tragedia.
FIN DEL ACTO UNO!
━━━━━━━━
sin editar
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro