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vii. más y más secretos


DAÑO COLATERAL,
capitulo siete: más y más secretos!



          ENCONTRAR A CHRIS REDFIELD ERA UN COMPLETO DOLOR EN EL TRASERO. No sólo porque el bastardo se movía rápido, sino porque ella no comprendía que era lo que estaba pasando actualmente en toda la mansión después de haber perdido la consciencia. Al recorrer el nuevo espacio, se encontró con un par de rompecabezas ya armados, como una especie de pileta con un gran camino que estaba sumergido y una serie de ascensores que se convertían en un maldito laberinto para ella. Sin embargo, al escuchar el ruido de disparos a lo lejos, ella decidió acelerar su paso hacia el origen del sonido y allí se encontró a su compañero, disparándole a unos monstruos gigantes con garras. Joy se había cruzado con uno de ellos antes y supuso que ese era el producto de una nueva mutación del virus que se encontraba allí. No fue algo tan difícil de deducir estando en las circunstancias actuales, pero Joy no podía sentirse más que aturdida al ver tales mutaciones ocurrir en aquellos mismos pasillos.

          Con tan solo pensarlo: siempre habría algo peor.

          (Siempre, y Joy se lo remarcaba muy bien en la cabeza.)

          Ver a Chris en una puta pieza le reconfortó, sabiendo que podría obtener más respuestas a sus preguntas y también podría joderle la vida al menos por un rato más. Ella sacó su escopeta y disparó en dirección a uno de ellos, atrayendo su atención y la de Redfield al verla de pie allí.

          —¡Ven aquí, asqueroso pejelagarto!—exclamó ella y se echó a correr hacia un lado.

          El gran monstruo chilló y fue directamente hacia ella, con clara intenciones de matarla, pero Joy no se rendiría tan fácil. Chris exclamó algo detrás que ella no pudo escuchar bien. La pelinegra miró hacia atrás, observando que el monstruo estaba a pocos metros persiguiéndola y que pronto daría un salto para acorralarla así que Joy se giró rápidamente, disparando una vez en el momento para abatirlo y se acercó para dispararle una segunda vez. El lagarto gigante mutado no se movió y ella le tiró un poco de queroseno para quemar su cuerpo. Redfield no tardó en aparecerse a su lado, con un gran mal humor que a la ex piloto le dieron ganas de borrar con un puñetazo.

          —Woah, Redfield, no te emociones demasiado por verme—dijo ella con sarcasmo, a punto de recargar la escopeta.

          —Lo tenía todo controlado.

          Joy colgó la escopeta en su espalda, bufando sarcásticamente—¿Ah, sí? No me digas.

          —Deberías estar descansando, no aquí.

          —Sí, Rebecca me dijo lo mismo y...—se encogió de hombros—. Heme aquí. ¿Pasó algo interesante en mi ausencia?

          —¿Es decir "durante todo el tiempo cuando no estabas molestándome"?

          Joy le pisoteó el pie con fuerza y Chris gruñó.

          —Ni siquiera un puto golpe en la cabeza puede dejarte dócil.

          Williams sonrió alzando una ceja—Llegaste a la conclusión de que no soy una mujer dócil, felicitaciones, imbécil. Ahora, responde a la maldita pregunta.

          Chris la miró por un segundo, debatiendo sus opciones con cuidado: si la llevaba de vuelta a rastras con Rebecca, era muy probable que ella misma lo deje inconsciente y continúe con lo que él dejó o podría ser mejor no perder el tiempo y continuar con ella a su lado como compañera. Él asintió y empezó a caminar en dirección hacia donde fueron antes, dirigiéndose silenciosamente hacia un ascensor. Joy mantuvo su pregunta en el aire, siguiéndole detrás esperando algún tipo de respuesta e intentar insistirle terminaría por exasperarlo completamente.

          —Descubrí un pequeño laboratorio subterráneo, pero simplemente era una fachada—dijo él abriendo la entrada del ascensor—. No había nada demasiado importante allí, solo llaves...y perdí a Richard.

          Joy se detuvo al entrar—¿Qué?

          —Ese laboratorio tenía sujetos de experimentación—replicó Redfield apenado—. Tiburones para ser más exactos. Richard me apartó del camino cuando uno de ellos estuvo a punto de devorarme como su cena.

          Joy permaneció en silencio y apretó sus labios, esperando a que él continuase. Sin embargo, él no lo hizo y Joy lo entendía.

          —¿Encontraste a algún otro miembro más?—preguntó la pelinegra.

          —Logré encontrar a Wesker.

          Williams levantó la mirada, incitándolo a proseguir.

          —Jill no estaba con él, dijo que perdió su posición cuando se separaron—continuó él activando una palanca, ordenando silenciosamente al ascensor que subiera a donde sea que tuviesen que subir—. Me preguntó por ti y le conté lo que ocurrió, él no se veía tan nervioso como nosotros.

          Eso sí que mantenía sorprendida a Joy, incluso los oficiales de alto rango tenían su lado débil y desconfiado — por que ningún hombre o mujer era más fuerte que todos, nadie podía tener eso y que Chris le dijese eso a la pelinegra: eso era algo muy sospechoso. Los dos salieron del ascensor cuando este entró en un segundo piso en el jardín.

          —¿Alguna noticia sobre las comunicaciones?¿O algo que hayas encontrado en la mansión que sea relevante?—inquirió ella por última vez.

          —La niña, la que encontramos en la foto—replicó Redfield caminando hacia una puerta enrejada—. Esa es la hija del arquitecto de esta mansión: George Trevor.

          Mi querida Lisa.

          —Lisa Trevor—murmuró Joy.

          —Bingo—añadió Chris como si Joy hubiese adivinado un enigma viviente—. En cuanto se terminó de construir la casa, el dueño, Spencer, mantuvo a su familia y a él como rehenes en esta casa. Los sometió a la experimentación con el virus que estaban creando y terminaron infectados. Lo mejor que pude asumir...que ambos padres están muertos o mutados.

          Joy empujó las puertas con pesadez, sin preguntar nada más y continuó siguiendo a Chris hacia una cascada. Allí se encontraron con un pasadizo y ambos entraron en la poca oscuridad que quedaba en la noche, finalmente dando con una escalera que daba hacia un piso bien profundo en la tierra. Joy fue la primera en bajar, Chris siguiéndola pocos segundos después. Al bajar, la pelinegra podía ver una serie de túneles revestidos con piedra que ni ella era capaz de entender en dónde se encontraban. Sin embargo, los dos ex pilotos sabían que este era un terreno nuevo. Una puerta se extendía a su costado y aquella fue la primera cosa que Joy decidió investigar.

          Más pasillos.

          —Esto debe ser una puta broma...—gruñó ella rodando los ojos.

          —¿Más túneles?—se quejó Chris pasando a su lado.

          Ella decidió seguirlo, encontrándose con más y más pasillos, de alguna forma separándolos más y más de la entrada principal. Algunas de esas puertas estaban bloqueadas, lo cual les quitaba posibles entradas a nuevas respuestas y vagar por túneles de piedra no era algo bueno para ellos. Al girar en una esquina, ellos se encontraron más piedra y un cuerpo moviéndose. Joy alzó su arma, dispuesta a disparar, pero Chris mantuvo un fuerte en su muñeca, obligándola a bajar la guardia. Frente a ellos, se encontraba otro miembro más de la unidad STARS y capitán del equipo Bravo: Enrico Marini.

          —¿Enrico?—preguntó Joy acercándose junto a él.

          Él se levantó súbitamente—¡No se acerquen más!

          Joy y Chris permanecieron petrificados ante el capitán del equipo Bravo, preguntándose en silencio por qué Enrico estaba queriendo apuntarles con un arma. Ella dejó su arma en la funda y levantó las manos, mostrando sus intenciones de no hacer daño alguno.

          —¿Qué ha pasado?—inquirió Chris.

          Enrico se mantuvo contra la pared, una herida de bala en su pierna izquierda. Su respiración se mostró más que agitada. Él balbuceaba cosas, entre muchas la palabra traición, trampa y Umbrella.

          Umbrella.

          —¡Traidor!—exclamó Enrico apuntando su arma hacia Chris.

          Joy abrió los ojos con pánico—¡Enrico, no!

          Un disparo silbó en los ojos de Joy, rozando contra su hombro derecho y aterrizando entre el pecho de Enrico. Una mancha de sangre comenzó a emanar de su chaleco y el capitán del equipo Bravo cayó sin vida en el suelo, Joy soltó un gruñido al sentir el dolor en su hombro y se giró al sentir movimiento detrás de ella.

          No había nada.

          —¡Enrico!—exclamó Chris moviendo el cuerpo.

          Joy hizo una mueca de dolor antes de tocarse el hombro, ella se acercó a Chris, quien miraba fijamente el cuerpo sin vida de Enrico. Ella apretó sus labios con fuerza al ver otro miembro más muerto de la unidad STARS y soltó un suspiro que ella no sabía que tenía contenido. Sin embargo, había algo que captó su atención entre las palabras que Enrico balbuceó en sus últimos momentos. Umbrella, trampa, traidor.

          Traidor.

          Joy no lo comprendía.

          ¿Acaso había un traidor?

          (La noche sí que se había vuelto interesante.)

          —¿Un traidor...?—murmuró Chris antes de mirar a Joy.

          —Hay algo que está muy claro aquí—dijo Joy alternando su mirada entre Chris y el cuerpo de Enrico—. La persona que le disparó no quería que lo supiésemos y debo suponer que ese es el traidor del que Enrico hablaba antes. Además...—se agachó para tocar la herida que le quitó la vida a Marini—. Este es un disparo demasiado limpio para matarlo rápido. Tenemos a un traidor experimentado—miró fijamente un puño cerrado y lo forzó a abrirlo—. Mira...otra maldita manivela.

          —Creo que podría funcionar con una estructura que vi en el pasadizo principal.

          Los dos dejaron el cuerpo de Enrico allí y se encaminaron hacia el lugar donde empezaron, caminando en dirección con el primer túnel que se encontraron; allí Joy se encontró con más caminos y ella se limitó a seguir a Chris por ellos, sintiéndose más que absorta en sus pensamientos. Un traidor se encontraba entre ellos y eso no era una buena señal para ninguno de los sobrevivientes — ni siquiera para Joy. Si Enrico estaba muerto, era muy probable que Jill también hubiese pasado por el mismo destino, pero Joy no quería pensar en eso todavía. Ella no debía pensarlo, si no que permanecer alerta junto a su compañero; a quien decidió poner su más profunda confianza al menos por una maldita vez.

          Él no dudó en ayudarla cuando esa cosa le golpeó la cabeza.

          Pero, ¿por qué le costaba tanto creerlo?

          Las acciones hablan por si solas más que las palabras.

          Ella lo odiaba demasiado como para poner su confianza en él.

          (Sin embargo, ella necesitaba a alguien en quien confiar.)

          Jill no estaba allí, pero él sí.

          Confianza.

          Joy se tomaba muy en serio ese concepto.

          Chris y Joy giraron en una esquina, encontrándose con una gran piedra bloqueando el camino y ambos intentaron moverla, llegando a la penosa conclusión de que se encontraban en un pasadizo sin otra salida, sin embargo, al caminar para volver, la tierra tembló a su alrededor y Joy sintió como Chris la empujaba a ella, agarrándola por los hombros para apartarse del camino. La misma piedra pasó a pocos metros de ellos, rompiendo otra pared para encontrar un nuevo pasadizo. Joy parpadeó y al ver que su compañero la tenía agarrada firmemente contra su cuerpo, ella se apartó rápidamente. Ambos se encontraron en un silencio claramente imperturbable y Joy decidió romperlo con tan solo alejarse un poco de Chris, asomándose por el pasillo para ver un par de escombros que les daba la entrada a otro pasillo. Ella le tendió una mano a su compañero, quien la aceptó para ponerse de pie y ambos se encaminaron hacia la puerta. Chris se detuvo a medio camino al verla y su compañera le miró con una ceja alzada.

          —¿Qué pasa?—preguntó Joy y colocó ambas manos en sus caderas—. Y no me vengas con ese tipo de mierdas con que tienes miedo.

          Chris le envió una mirada asesina—¿Por qué diablos iba a decirte eso?

          —Huh, no lo sé.

          —Iré a ver lo que está del otro lado, donde estaba la roca antes—replicó él.

          —¿Entonces nos separaremos otra vez?

          Era el turno de Chris de sonar divertido ante la pregunta—No me digas que tienes miedo.

          —¡Estás usando las palabras que dije en mi contra, maldito idiota!

          —Al menos soy sincero.

          Joy rodó los ojos e hizo un gesto distraído con su mano—Lárgate de mi vista y ven a buscarme si te persiguen esos lagartos otra vez.

          Redfield rodó los ojos antes de irse en sentido contrario, alejándose rápidamente de su compañera. Joy le sacó la lengua, como si fuese una puñetera niña de diez años y se dirigió hacia la puerta. Ella la abrió pesadamente y se encontró con un entorno completamente degradado, literalmente cubierto de telarañas y lo que menos se esperó fue encontrarse una araña gigante justo encima de su cabeza.

           (Sí, el chillido que soltó también venía incluido.)




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          Conocer a Joy Williams era toda una experiencia, al menos en palabras de Jill Valentine. En cuanto a Chris Redfield, hablando como si fuese el maldito bastardo, conocer a Joy era toda una experiencia y un dolor profundo en su trasero. Había pocas veces en las que Chris realmente se sorprendía al ver a Joy haciendo una gran acción y eso podría afectar un poco su orgullo masculino, además de que todas las alertas que venían en su mente cuando Joy era excelente en algo: "Hazlo mejor". Se dio cuenta, con el correr de los meses, que a Joy no le gustaba competir; a clara excepción de Chris, quien vivió provocándola desde el minuto uno de que se conocieron. Redfield conocía muy pocas cosas de Joy, a diferencia de su compañera Jill: quien la conocía mucho más que él en todos los aspectos, desde qué le gusta comer hasta que tipo de tampones usa (Chris hizo una mueca de disgusto ante el pensamiento). Joy parecía una persona fuerte, con una resiliencia igual de grande que él y con un carácter fuerte; pero a pesar de eso, nadie tenía la vida pintada de rosa.

          Ni siquiera él la tuvo.

          Verán, conocer a Joy es toda una experiencia.

          (Y suele divertirte, de verdad.)

          Lo que menos esperó él de ella, era que una araña gigante la hiciese gritar como una de esas ridículas películas de terror. Chris sacó una conclusión que podría llegar a ser un beneficio para él y una razón más para que la pelinegra termine por patearle el trasero: Joy le tiene fobia a las arañas.

          Chris no debería considerarlo divertido.

          Pero él, como el bastardo arrogante que es, lo considera divertido.

          Eso no quitó el simple hecho de que casi se le parasen todos los pelos del susto cuando escuchó a Joy gritar así. Ahora, en cuanto lograron matar a la gran araña con un maldito lanzallamas, Chris arrastró a Joy hacia otra puerta que estaba justo enfrente de ellos, cubierta de telarañas y su compañera se dispuso a cortarlo rápido, sintiendo como el corazón le latía a más de mil kilómetros por hora. Una araña más pequeña que la anterior bajó del techo y Joy estuvo a punto de soltar otro chillido, pero Chris terminó agarrándola de la cintura, colgándose el lanzallamas al hombro y dirigió su mano para taparle la boca — de alguna forma sofocando el ruido para evitar que sus tímpanos estallen.

          Chris colocó a Joy contra la puerta, una vez cerrada y mantuvo la boca tapada con su mano. Joy estaba temblando y Chris pensó en hacer un comentario burlándose, sin embargo, él sabía que terminaría con una patada en los huevos.

          Él no quería eso.

          La respiración de Joy empezaba a regularizarse poco a poco y repentinamente sintió que sus mejillas se coloreaban de un color carmesí.

          ¿Por qué el idiota estaba tan cerca?

          —¿Ya te calmaste?—preguntó él en voz baja y Joy asintió—. ¿No vas a gritar más? A estas alturas me quedaré sordo si gritas otra vez.

          Joy rodó los ojos y negó con la cabeza.

          Eso fue hacía una hora y Chris no podía dejarse de sentir distraído ante el mero recuerdo de esa situación incómoda. No obstante, eso le daba más conocimiento acerca de su compañera y una razón más para molestarla en las siguientes horas o en los siguientes días (si es que salían de allí con vida, claro). Los dos merodearon entre los túneles, hasta encontrar una manera de volver a la superficie con otra escalera, terminando en la casa abandonada donde Joy casi termina siendo asesinada por aquel monstruo. Hasta incluso ella podría llegar a reírse por el momento tan estúpido, pero la situación se había vuelto más tensa al encontrar un diario y una foto que era la copia exacta de la foto destrozada que ella se encontró al principio.

          Mi querida Lisa.

          Joy sabía muy bien que Umbrella estaba detrás de eso.

          Ella estaba enojadísima, con tan solo leer estudios médicos que certificaban el uso de materiales víricos en ellos para sus experimentos, creando algo completamente inhumano. Joy sintió repudio y estaba lista para hacer una declaración al respecto; no dudó en pensar que Chris también haría lo mismo, después de todo lo que él perdió en una sola noche, Joy sabía que él no era de esas personas que se quedarían con los brazos cruzados. Durante el trayecto, una llave, después de tantas, fue encontrada en otra caja. Volver a la mansión con una pieza de otro rompecabezas terminó por darle una jaqueca a Joy, luego de ver demasiados alrededor de la mansión. Chris, mientras caminaba por los pasillos detrás de ella, le miró con el ceño fruncido.

          —No es momento para que te desmayes, mocosa.

          Joy sonrió con diversión, recordando las palabras que dijo Chambers antes—Pero si tú me cargaste desde la casa hasta la habitación donde estaba Rebecca—se llevó una mano a la frente, fingiendo desesperación—. ¿Qué haría yo sin mi caballero de hojalata?

          —Esto debe ser una puta broma.

          —¡Chris, oh, Chris, sálvame!

          El castaño se mordió el labio antes de negar con la cabeza, pasando al lado de la pelinegra para seguir hacia otra puerta. Joy soltó una carcajada en voz baja antes de seguirlo de cerca, los dos cruzando otra puerta inexplorada. Ingresaron en otra oficina y Joy estuvo a punto de cerrar la puerta cuando se escuchó un grito y Chris se giró en dirección de Joy, apuntando.

          —¡¿Por qué me apuntas a mí, maldito idiota?!—exclamó Joy fastidiada.

          Chris le miró enojado—¡Ya deja de gritar!¡Me pones más nervioso de lo que estoy!

          —¡ESA NO FUI YO, IMBÉCIL!

          Los dos permanecieron callados, dándose cuenta de que solo quedaba un miembro más de la unidad STARS y estaba en peligro. Joy abrió los ojos como platos al darse cuenta de quien le pertenecía ese grito.

          Rebecca.

          No.

          No.

          Ellos no podían perder a otro miembro más.

          La pelinegra salió corriendo por el pasillo, entrando por otro hacia unas escaleras, ella rezó en silencio el simple hecho de que no fuese una de esas cosas gigantes. Joy subió rápidamente por ellas, agarrando la escopeta en un agarre de hierro, quitándole el seguro antes de patear la puerta de dónde provino aquel grito. Al entrar, ella se encontró con una de esas bestias acorralando a la castaña en una esquina, dispuesta a matarla con sus garras afiladas. Joy apuntó con su arma y disparó una vez, atrayendo la atención del monstruo.

          —¿Tú otra vez, pejelagarto inepto?—bramó la pelinegra enojada.

          El monstruo estuvo a punto de abalanzarse sobre ella y Joy disparó, tumbándolo con otra bala dirigida a su rostro, acercándose más para disparar otra vez y ver como el enemigo hacía espasmos para luego morir, sangre brotando por todos lados. Ella se acercó a Rebecca, quien temblaba un poco y tocó sus brazos.

          —Dios santo, Rebecca...—murmuró Joy soltando un suspiro—. Casi me matas del susto.

          —¡Joy!—exclamó ella abrazándola—. Gracias...

          Joy palmeó su espalda—¿Estás bien?

          —Sí, lamento haberte preocupado.

          —Esas bestias no son nada prometedor si siguen rondando por aquí—replicó la pelinegra levantándose—. ¿Por qué estabas aquí?

          —Estaba buscando algo para hacer, no tengo que cuidar a Richard. ¿Lo has visto?

          Joy apretó sus labios en una fina línea y eso fue suficiente para Rebecca.

          —No...

          La pelinegra bajó la mirada—Lo siento, Rebecca. También perdimos a Enrico, un traidor lo asesinó.

          —¿Un...traidor?

          Alguien entró pateando la puerta y Joy se giró apuntando con la escopeta en dirección a la persona que entró. Ella rodó los ojos en cuanto Chris entró en su campo de visión—Deberías tocar la puerta antes, imbécil.

          —Cállate.

          —No, tú cállate.

          Rebecca rodó los ojos.

          —¿Estás bien, Rebecca?—preguntó Chris mirando a la castaña y ella asintió—. No podemos quedarnos aquí, tenemos que seguir buscando a nuestros compañeros y llegar al fondo de esto.

          —Dime que tienes alguna pista—dijo Joy colgándose la escopeta al hombro.

          —Claro que la tengo—recalcó él sonriendo con arrogancia y Joy tuvo que resistirse a no golpearle el rostro para borrarle la arrogancia en él—. Tendremos que revisar otras habitaciones que quedan.

          —Tú adelántate y ven a buscarme cuando encuentres algo relevante—añadió la pelinegra sacando su pistola—. Rebecca, dime que tienes un arma—la castaña asintió—. Nosotras barreremos todos los pasillos de la mansión en busca de más sobrevivientes, es posible que encontremos otra cosa que siga respondiendo a nuestras preguntas.

          —Confía en nosotras, Chris—dijo Rebecca con su arma en la mano—. Estaremos bien.

          El castaño asintió y le dio una última mirada a su compañera pelinegra antes de salir de la habitación, Joy lo vio irse sin decir otra palabra y repentinamente sintió que él quería decirle algo más, pero no tendría el coraje o el tiempo para decírselo. Ella miró a Chambers y esbozó una sonrisa que demostraba confianza, un lugar seguro. Pero, ¿acaso ese lugar era uno seguro? Las dos muchachas fueron por los pasillos buscando y buscando, barriendo todo el perímetro en silencio, escuchando como la lluvia seguía mojando las ventanas, sin más tormenta que asustase a Joy. Ella era más que consciente de que amanecería en cualquier momento, sin embargo, ¿qué pasaría si el sol tocase los peldaños de aquella mansión?

          —Tenemos un culpable de todo esto, Rebecca—murmuró Joy entre aquel silencio.

          —¿Un culpable?—Rebecca alzó una ceja—. ¿Pero quien...?

          —Un tal Spencer, el dueño de esta mansión.

          Rebecca se detuvo en sus pasos y miró al vacío, intentando recordar algo. Joy se preguntó si el nombre le resultaba conocido a la castaña.

          —Spencer...—dijo ella en voz muy bajita hasta mirar a Joy—. Oswell Spencer, es uno de los fundadores de Umbrella.

          Umbrella.

          Esta casa estaba bajo al mando de uno de los fundadores de la Corporación Umbrella, este era uno de los culpables de este desastre desatado, de disipar el virus y provocar aquellas muertes horrorosas. Joy no tardó en apretar su arma más y más fuerte, aquellos malnacidos arruinaron incontables vidas en aquellos pasillos. Y la gente pensaba que era una empresa que se avocaba a la medicina revolucionaria, tragándose una gran mentira en sus cabezas.

          —Pagarán por esto.

          Joy sintió la voz de Rhina Jansen otra vez en su cabeza.

          Nuestro sacrificio es tu oportunidad de cambiar el mundo y cuando lo cambies, serás la mejor versión de ti misma.

          Ella debía cumplir esa promesa.

          —Los haré pagar a todos—murmuró Joy antes de continuar, alejándose de Rebecca.

          Cuando ella avanzó hacia el vestíbulo, se cercioró de no hubiese tantas molestias como uno de esos muertos vivientes y bajó las escaleras rápidamente. Encontrándose con que ningún trueno iluminó las ventanas que estaban en el segundo piso. Allí lo inspeccionó, encontrándose con unas puertas de metal en unas escaleras que se encontraban justo detrás de la principal que daba hacia la puerta que conducía al patio. Estas tenían dos símbolos faltantes y un sonido gutural que provino desde el fondo, logrando sacar un escalofrío por parte de Joy.

          Chris la miró desde la escalera—Huh, estás aquí.

          —¿Estabas buscándome?

          —Sí, encontré las llaves que abren esta maldita puerta—respondió él y sacó los dos emblemas de Umbrella—. ¿Alguna teoría encontrada?

          —Esta mansión el pertenece a uno de los fundadores de Umbrella—replicó la pelinegra mirando hacia la puerta—. Oswell E. Spencer, él y un grupo de investigadores estaban tratando con un virus. Mi única suposición es que el virus se creó a partir de estas puertas y que tendremos muchas respuestas si vamos.

          Otro sonido gutural salió de las puertas.

          —Eso no es nada alentador—murmuró Chris y miró a su compañera de reojo—. Pero tenemos trabajo que hacer.

          Joy asintió y ayudó a Chris a colocar los dos emblemas en las puertas, escuchando un pequeño click que terminó desbloqueando las puertas. La pelinegra soltó un suspiro antes de agarrar su arma con fuerza y ambos se adentraron entre las sombras de aquel nuevo pasadizo.




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