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v. peleas conyugales


DAÑO COLATERAL,
capitulo cinco: peleas conyugales!



          JOY WILLIAMS SENTÍA QUE YA NO RECONOCÍA SUS ALREDEDORES, y Chris la comprendía, en cierta forma. Habían pasado por tantos pasillos que la pelinegra no tardaba demasiado en marearse y perder el rumbo, pero, después de estar tres horas esposada a un castaño gruñón, ella tenía un sentido de orientación gracias a la presencia de Chris a su lado. Ambos, luego de haber encontrado demasiadas pistas e información pertinente, se encontraban en una habitación llena de cuadros hechos con piedra — cosa que los hizo ver más y más exhaustos. Al dueño de esa mansión le encantaban los juegos de mesa, a opinión de Joy, y por eso todo era más retorcido que antes. Durante su trayecto, Chris encontró la carta de un médico, así confirmando la presencia de un virus en la mansión, lo cual infectó a todo el personal en ella y que la vista de una simple casa gigante en el medio del bosque era solo una fachada falsa para cubrir toda una operación clandestina.

          Una mierda demasiado impresionante para la pelinegra.

          (De modo que había cosas que resolver en esa mansión.)

          Joy observó a Chris inspeccionando los cuadros hechos a la perfección, de vez en cuando tironeando de las esposas para que ella le siga en el camino y Joy no se quejó esa vez (al menos no en voz alta). El muchacho de cabellos castaños sostenía una partitura que encontraron en una de las habitaciones inexploradas en el ala oeste y gracias a ello terminaron allí. Además de haber encontrado un rastro de sangre junto a un emblema que se podía quitar de su lugar. Joy logró reconocer el contenido de las partituras, la canción "Moonlight Sonata" podía escucharse en los espacios recónditos de su cabeza y ella misma se preguntó si eso sería la clave para una pista que descubrirían. Sin embargo, el constante tironeo de Chris contra las esposas fue suficiente para sacarla de sus pensamientos.

          —¿Acaso sabes siquiera qué debemos hacer aquí?—preguntó la pelinegra.

          —Debemos hacer coincidir los colores que hay en el cuadro del fondo—respondió el castaño mirando los cuadros del pasillo para ir hacia el final y girar para observar los otros—. El dueño de esta casa es un bastardo retorcido.

          —Es un maniático de los rompecabezas.

          —En eso coincidimos.

          Chris volvió a tironear de su parte de las esposas y giró en una esquina para poder mirar los otros cuadros. La joven de cabellos pelinegros permaneció en silencio durante toda la inspección que hizo Chris con los cuadros, esperando alguna respuesta rápida al problema que tenían delante. Eso era lo que ocurría, demasiados problemas e incógnitas y muy pocas respuestas que transmitan algo de información relevante para la situación donde los dos ex pilotos se encontraban. Preguntas, preguntas y más preguntas, Joy se preguntaba si las respuestas serían buenas o terminarían por quitarles la vida al intentar encontrarlas. Williams realizó que, mientras más avanzaban, más hondo cavaban su propia tumba. ¿Qué sería la muerte sin la verdad? Un lugar donde se sembrarían más y más dudas, un lugar tan sombrío donde simplemente terminaría siendo un alma torturada en medio de tanto caos. El muchacho de cabellos castaños estaba más que dispuesto a encontrar las respuestas y Joy, en cierto modo, supo que ella también las estaba buscando con él.

          Chris empezó a tocar botones, de forma mesurada y eficiente, recordando cómo estaba conformado el rompecabezas que debían formar.

          (El ex piloto podría ser muy inteligente cuando quería.)

          Joy permaneció en silencio.

          En silencio.

          Y en silencio.

          Aquello era algo que se podía saborear, no solo para no perder la concentración, si no para llorar a los santos en silencio por sus compañeros caídos. Joy inquirió silenciosamente si Chris podía sentir aquel llanto, si Chris podía sentir lo que ella sintió cuando sus compañeros perdieron la vida entre la traicionera y miserable arena iraquí. Él aún parecía alterado por lo que ocurrió con Forest, sin embargo, no habló nada al respecto — por respeto a él y a lo que su compañera pelinegra le mencionó antes. El castaño apretó un último botón y una luz cambió de color, caminó en dirección al cuadro principal; su compañera, de forma inquisitiva, observó el grabado que estaba al pie de la foto en voz alta.

          —Lisa, protegida por los tres espíritus—ella alzó una ceja—. No sé si eso es algo bueno o malo.

          Chris palmeó debajo del cuadro—Y aquí hay un botón...

          Al presionarlo, la pared donde se encontraba el cuadro se alzó hacia arriba, dejando entrar un pasadizo hacia el exterior y los dos ex pilotos se encontraban atónitos; el viento frío se impregnó en sus cuerpos y Joy no pudo evitar soltar un respingo antes de caminar hacia adelante, arrastrando a Chris con ella. Frente a ellos, se encontraba una de las máscaras que buscaban y Joy la tomó en sus manos, examinándola de forma completa: esta tenía los ojos y la nariz — allí se dieron cuenta de que estaban a mitad de camino.

          —Ya son dos.

          Chris golpeó su hombro—¿Lo ves? Te dije que la hallaríamos.

          —No te pongas arrogante, Redfield.

          El castaño sonrió de lado antes de dirigirse a la puerta de rejas que tenían a su lado, tirando de ella para abrirla, cayendo en la cuenta de que estaba cerrada. Él sacó la llave vieja que encontró en la habitación del guarda y la metió, encajándose de forma gloriosa y perfecta, para abrirla sin problemas, entrado a otra parte inexplorada de la mansión. No obstante, al ver que se trataba del mismo lugar que conectaba el vestíbulo y la sala de cuadros, Joy no pudo contener un gruñido de exasperación. Chris podía leer aquella expresión como si fuese la suya: el mismo sentimiento de estar caminando en círculos por toda la mansión. Aún así, los dos decidieron volver por el mismo lugar por donde vinieron, entrando del nuevo al pasillo donde encontraron el cadáver de Kenneth y buscar alguna habitación no explorada. En cuanto llegaron, Chris disparó contra un muerto viviente dos veces, el cual rondaba sin rumbo cerca de una puerta tallada — su compañera se tomó el trabajo de tirar queroseno para incinerar el cuerpo y el castaño forzó la puerta, descubriendo que estaba cerrada.

          —Ugh, si pudiese tirar algunas llaves—se quejó en voz baja.

          Al intentar con una de las últimas que consiguieron, él abrió la puerta para tironear por milésima vez a Joy en la noche hacia la habitación. La muchacha de cabellos pelinegros se encontró en una habitación bastante rara a su parecer. Un bar se encontraba al final de la habitación, desplegado de forma horizontal al fondo, con unas sillas tapizadas de forma prolija. Había un par de sillones, los cuales estaban destrozados por todos lados — justo como estaba la habitación. Un piano se encontraba posado frente a ellos, su resplandor evidente con unas pocas manchas de sangre seca frente a la luz. Los dos decidieron investigar la habitación de pies a cabeza, encontrándose con una partitura encuadernada que decía "Moonlight Sonata".

          Joy sintió que finalmente sus neuronas conectaban.

          (Sí, después de rondar durante tres horas en una mansión desconocida terminó por freírle el cerebro.)

          —Dame eso—dijo ella quitándole la partitura encuadernada para juntarla con la que ya tenían.

          Chris empezó a quejarse, pero ella levantó la mano a modo de silencio, colocando las hojas de la partitura en su lugar: armando el cuaderno como si nada le hubiese pasado antes. Esta vez, ella se encargó de tironear su lado de las esposas, moviendo el trasero de su compañero hacia el piano, mirándolo fijamente antes de poner la partitura en su lugar. Joy respiró hondo, reconociendo las teclas del instrumento como cuando era una adolescente y colocó sus dedos pálidos por el teclado. Ella empezó a tocar, mirando la partitura y así familiarizándose con la melodía — llegando al momento de encontrar un ritmo. Por un segundo, un maldito segundo, su mano fue en dirección a la siguiente nota y sonó algo que detuvo la canción de repente.

          Redfield apretó sus labios para no reírse y eso no fue pasado por alto.

          —¿De qué mierda te ríes, idiota?

          —El talento que tienes en el piano—respondió él antes de soltar una carcajada—. ¿No tocabas el piano o solo lo intentaste por qué querías? Porque eso fue patético.

          Joy sonrió con hostilidad—La persona patética aquí eres tú, pero no hace falta que te lo diga porque lo llevas en esa gran frente que tienes.

          —No empieces algo que no puedes terminar—Chris advirtió apretando los dientes.

          —Oh, ahora sí que estoy interesada—replicó la muchacha de cabellos oscuros acercándose a él un paso más, mostrándose más y más enojada—. Si es que tienes las pelotas para hacerlo.

          —Créeme que las ten...

          La voz de Rebecca los hizo separarse—¿Qué están haciendo?

          Los dos ex pilotos jadearon al notar la presencia de la castaña mirándolos curiosamente y, juzgando por la posición en la que estaban, hizo que ella sonriese de lado mientras que Joy y Chris sentían sus mejillas calientes al ver el rostro de su compañera.

          —Huh, Joy estaba tocando el piano—dijo Chris rascándose la nuca.

          Joy se cruzó de brazos—Y este idiota criticaba mis métodos para tocar.

          —De acuerdo—respondió ella acercándose lentamente a ellos—. Eso sonaba a "Moonlight Sonata" de Beethoven. ¿Sabes tocar el piano?

          —Mi padre me enseñó cuando era pequeña—dijo Williams sonriendo con tristeza antes de suspirar—. Pero debo admitir que ha pasado un tiempo desde la última vez que toqué, así que estoy algo oxidada.

          Chris alzó una ceja a Rebecca—¿Tú sabes tocar el piano?

          Ella asintió y los dos se separaron del piano, parándose a un costado de ella. Rebecca miró hacia la partitura y plantó sus dedos en las teclas, empezando por presionarlas una por una. El ritmo empezó a sonar más claro cuando ella lo intentó con más resiliencia y Joy sabía que la castaña tenía todo bajo control con sus dedos. Al menos, eso era lo que los dos policías pensaban cuando tocó una tecla que no debía. Chris hizo una mueca y Joy le pellizcó el brazo para que no dijese algo inútil.

          —¡Ouch!¿Por qué fue eso?

          Los orbes verdes de Joy le fulminaron con la mirada—Para evitar que digas algo grosero.

          —Lo siento, estoy fuera de práctica—se excusó Chambers.

          —Tranquila, nos pasa a todos—sonrió Joy sin romper contacto visual con Redfield—. Se ve que tienes mejor técnica que yo, así que te dejaremos practicar por un rato.

          Rebecca asintió y Chris alzó un dedo—Pero no te entretengas demasiado.

          —Oh, no te preocupes—respondió la castaña volviendo su mirada a la partitura—. Ustedes adelántense un poco, denme diez minutos.

          Joy asintió mientras levantaba un pulgar arriba, tironeando de Chris luego de ver que Rebecca se encontraba en su práctica con el piano. Los dos salieron a trote por los pasillos de la mansión, inspeccionando cualquier otra habitación que estuviese cerrada o sin ser investigada por ellos antes. Al lograr cubrir la mayoría del terreno, se dirigieron al ala este, donde al subir al segundo piso se encontraron con una gran puerta que, al empujarla, pesaba demasiado. Cuatro estatuas de caballeros con su armadura se movieron de lugar — dejando que Joy soltase un respingo.

          De repente, todo se mantuvo en silencio.

          —¿Ya terminaste de hacer tu escena dramática?—le preguntó Chris inclinándose hacia ella.

          —Cierra la boca.

          Los dos jóvenes se adentraron más en la habitación y Joy se acercó a las armaduras, empujándolas un poco; estas podían moverse de nuevo a su lugar, entonces esa fue la pista que tuvieron para poder presionar un botón que había en el centro. Unas rejas se retrajeron, dejando en libertad un artefacto dentro de un cubículo: una caja decorada con colores claros y piezas de oro. Joy la tomó en sus manos para poder examinarla y ella no podía abrirla, ambos se acercaron más para echarle un vistazo más profundo y Chris tocó uno de los detalles en oro que la caja tenía, produciendo un "click" dentro de ella. Joy chasqueó su lengua antes de abrir la caja y ambos miraron el contenido con perplejidad.

          Encontraron la tercera máscara.




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          —¡Chris!¡Joy!

          La dulce voz de Rebecca inundó sus oídos de forma armoniosa, animándolos a acercarse hacia ella en el piano y así lo hicieron. La sonrisa entusiasta que se encontraba plasmada en el rostro de la muchacha castaña hizo sentir una ola de alivio para Joy, de aquella manera diciéndole que probablemente todo estaría bien y que podrían salir de aquel lugar con vida. Era un mensaje de esperanza, quizá — un mensaje que la propia muchacha Williams no solía escuchar a menudo, sin embargo, esta vez ella lo escucharía realmente.

          —Creo que lo tengo—dijo la castaña.

          —Eres nuestra diosa y salvadora, Rebecca—suspiró Joy con tranquilidad—. Muéstranos lo que tienes.

          Rebecca asintió y comenzó a tocar a ritmo lento, para luego encontrar su propia paz y tocar con más fluidez que antes; hasta Joy se encontraba sorprendida por el talento de Rebecca y se hizo una nota mental de pedirle un par de lecciones después (o al menos cuando logren escapar de la mansión con vida, claro). La joven de cabellos pelinegros se distrajo con la melodía melancólica y extrañamente dramática que resonaba contra la caja que tenía el piano, sin saber que, al terminar la parte marcada en la partitura, una puerta secreta se arrastró hacia arriba, revelándoles una nueva habitación.

          —Sólo con la práctica se consigue la perfección, ¿ah?—murmuró Chris hacia Joy, ganándose un codazo de ella.

          —¿Qué es eso?—preguntó Rebecca señalando el nuevo pasadizo.

          Joy miró seriamente el nuevo camino—Respuestas.

          Chris fue arrastrado por su compañera hacia el nuevo pasadizo, encontrándose con una estatua al fondo con un emblema parecido al que habían agarrado antes en el corredor. Los dos se acercaron a este y Joy se encargó de quitar el emblema puesto — la puerta cerrándose detrás de ellos. El castaño se acercó rápidamente y trató de buscar algún botón en la pared para poder volver a abrirla, claramente eso no fue lo que esperaban.

          —Estamos atrapados—concluyó Chris tocando la pared—. Mierda, estamos atrapados.

          Joy observaba como su compañero seguía hurgando la pared para buscar algo con que utilizar para poder abrirla y la pelinegra no tardó en poner los ojos en blanco. Luego de un par de minutos, que a Joy se le hicieron eternos, Chris dejó de intentarlo y se giró para pedirle sugerencias a su compañera quien ya le miraba con diversión.

          —¿Qué?

          —¿Ya terminaste de hacer tu escena dramática?—bufó Joy imitando el tono de voz de Chris cuando le dijo la misma frase minutos atrás—. Tenemos dos emblemas y podríamos intentar intercambiarlos como lo hicimos con las llaves.

          —No pienso decir lo que iba a decir.

          Joy le miró sin expresión alguna en su rostro—Escúpelo, idiota.

          —¿Por qué diablos no dijiste eso antes?

          —Satán sabe guardarse sus secretos.

          —Solo intercambia las piezas así podemos avanzar, ¿quieres?

          Joy soltó una carcajada agria antes de caminar hacia la estatua, pidiéndole a Chris que sostenga el emblema que obtuvieron para reemplazarlo con el que encontraron antes en el comedor. Chris se agachó para buscar algo más tirado a su lado. En cuanto lo incrustaron, la pared que les obstruía la salida se alzó, brindándoles el camino despejado y una Rebecca Chambers muy preocupada.

          —¿Están bien?

          —Sí, no había nada hostil allí dentro—gruñó Chris mirando a su compañera de reojo—. Aparte de eso, encontramos otra pieza del rompecabezas—señaló un diario—. Lo leeré después.

          —Tenemos que continuar—dijo Joy fulminando a Chris antes de hacer contacto visual con Rebecca—. ¿Alguna noticia de Richard?

          —Está estable, pero creo que iré a verlo para ver si hay progreso—respondió la muchacha de cabellos cortos—. E intentaré buscar una solución para...—señaló las esposas—. Su problema conyugal.

          Joy sintió sus mejillas arder—Prefiero ser comida de zombi.

          —Estaría encantado de lanzarte a un zombi, mocosa—mencionó Chris cruzándose de brazos—. En marcha.

          Ella rodó los ojos y le dedicó una última sonrisa de seguridad a Rebecca, quien se mostraba preocupada, antes de irse junto a su compañero. Ambos cruzaron el pasillo otra vez, entrando en el comedor para poder reemplazar el emblema, mientras que Chris se concentraba en leer el diario que había encontrado tirado en el suelo. Joy se encargó de colocar el emblema de oro en su lugar y el sonido de un "click" se hizo presente en la habitación — provocando que los dos ex pilotos se tensasen para girarse lentamente hacia el origen del sonido. El reloj que continuaba marcando las horas y los minutos tenía un compartimiento adentro, el cual no estaba abierto antes. Chris y Joy se acercaron lentamente, siendo iluminados por el relámpago que volvió a iluminar el cielo, planteándose frente al mecanismo del reloj.

          Joy se acercó un poco más, encontrando una inscripción a su alrededor.

          Cuando os hayáis atravesado el uno al otro, vuestro destino se abrirá ante vosotros.

          (La pelinegra ya estaba perdiendo su paciencia con aquel tipo de mierdas.)

          —Otro maldito rompecabezas—murmuró ella en voz baja antes de mirar a Chris—. ¿Alguna idea?

          Chris no levantó su mirada del diario—Tú dijiste que tenías secretos, así que úsalos.

          Williams no tardó en rodar sus ojos, soltando un insulto hacia su compañero en un gruñido, y se dedicó a mirar las agujas del reloj. Había un casco de caballero en el número doce, un escudo reemplazando el numero tres, una armadura en el lugar del número seis y una espada en el lugar del numero nueve. Ella sintió familiaridad al ver las figuras, recordando que, al ver que conseguían las llaves, estas tenían figuras similares talladas detrás del mango de la llave. Así que ella decidió intentar con la memoria que tenía: primero movió la aguja pequeña hacia el escudo y esperó para ver si surtía efecto. Al ver que no hacía nada, ella decidió girarla en dirección a la armadura, la siguiente llave que habían conseguido y el reloj empezó a sonar, como si fuesen campanas gigantes en una iglesia pequeña.

          Y cómo si Joy hubiese roto la lógica, el reloj se movió a un lado, revelando una llave dentro de un pequeño hueco.

          —Eso fue relativamente sencillo—dijo Joy después de admirar la llave—. ¿Encontraste algo que sea relevante?

          —Creo que sé quien es el responsable de todo esto—respondió Chris antes de leer la última hoja del diario antes de cerrarlo.

          —Dime que ya tenemos a un sospechoso.

          —No un sospechoso—dijo el castaño guardando el diario en uno de sus bolsillos—. Un culpable.

          —Esto se pone más y más interesante—se quejó la pelinegra—. Aún nos falta encontrar una máscara más—se pasó la mano por el cabello, su boina ya ni siquiera se encontraba allí—. Pero creo que hemos revisado todo por aquí, ¿no?

          —El ala Este, donde encontramos a Rebecca y a Richard—dijo Chris mirándola fijamente—. Hay un pasillo que no investigamos.

          Joy asintió y los dos se dispusieron a salir del comedor, dejando el ala oeste atrás para dirigirse al segundo piso del ala este. Cuando cruzaron el umbral, Joy se encontró con el pasillo inexplorado y avanzaron a una puerta que tenía otro pasillo, así que, se dedicaron a investigar. En una de las habitaciones, la cual estaba abierta, se encontraron con otro tanque con queroseno para usar así que ambos recargaron para poder tener más para quemar en futuros encuentros con los muertos que aún rondaban en la mansión. Además de encontrarse con granadas. Sin embargo, lo que captó la atención de ambos fue encontrarse con una puerta que estaba cubierta con telarañas. Chris intentó abrirla, pero esta estaba bloqueada, así que utilizó alguna de las llaves para abrirla. Cuando escucharon el sonido del mecanismo de la puerta desbloqueándose, los dos suspiraron de alivio al ver que se podía abrir.

          La habitación estaba demasiado mugrienta para Joy, pero eso no la detuvo para abrirse paso, al fondo se encontraba algo que captó la atención de la pelinegra: una máscara grisácea como las anteriores.

          La voz de Chris tembló un segundo—Ya sé que es un mal momento, pero...

          —No seas llorón y muévete.

          —Pero-

          —Ya casi lo tenemos—gruñó Williams tironeando de él.

          —Arriba...

          —¿Arriba de qué?

          En cuanto levantó la vista, se encontraron con una serpiente gigante que los miraba con absoluta hostilidad y con grandes deseos de matarlos con sus dientes afilados. Joy permaneció petrificada en su lugar, observando como la serpiente mantenía su mirada fija en ellos, esperando a que hiciesen un movimiento.

          —¡La próxima vez avisa!—exclamó la joven pelinegra en pánico.

          —¡Yo te avisé!

          —¡PUES AVISA MÁS CLARO!

          La serpiente se lanzó hacia ellos y Chris tomó los brazos de Joy para empujarla a un lado, los dos cayendo lejos de la serpiente. El castaño ayudó a levantar a su compañera rápidamente antes de lanzar una granada, mientras que Joy preparaba la escopeta — el enemigo se irguió, mostrando mejor sus dientes mojados con saliva y probablemente veneno. La granada explotó, afectando al monstruo que tenían frente a ellos. Joy buscó la máscara entre los escombros que había allí y la tomó en sus manos, mientras que Chris — el pobre bastardo — lanzó todas sus granadas hacia la gran e imponente serpiente.

          —¡Creo que esto fue lo que picó a Richard!—exclamó él antes de soltar una última granada—. ¡¿Ya conseguiste lo que querías?!

          Joy se levantó de un salto y alzó su mano con la máscara, una sonrisa triunfante que se convirtió en un grito de horror cuando la serpiente quiso ir hacia ellos. Ambos esquivaron el ataque y Chris no dudó en tomar la mano de Joy para escapar a toda velocidad de la habitación. Williams aprovechó el momento preciso para lanzarle una granada a la boca antes de que Chris la sacase de un tirón de la habitación, cerrando la puerta de inmediato. Una explosión se oyó del otro lado, peor lo único que se podía escuchar en ese pasillo silencioso fueron los jadeos de Chris y Joy.

          —No volveremos a entrar allí—dijo Joy sin aliento.

          —Trato hecho—murmuró él dejando caer su cabeza sobre la puerta, intentando de recuperar su respiración.

          Los dos permanecieron así, respirando agitadamente, mirando hacia la nada misma y recobrando sus sentidos luego de una situación tan intensa como esa. De algún modo, los dos se encontraban callados y quietos, sus pensamientos divagando más y más — al menos por un mísero segundo estando tranquilos en aquella mansión del infierno. Joy miró el pasillo poco iluminado en completa lentitud, sus ojos viajando alrededor del papel tapiz gastado, la madera vieja y se dirigió hacia su mano esposada — realizando así que aún seguía agarrada con la de Chris.

          En realidad, él no le soltó la mano desde que cruzaron la puerta.

          (Y ambos se separaron en cuanto se dieron cuenta.)

          —Bien, ya tenemos las cuatro máscaras—dijo Chris después de carraspear luego del momento incómodo—. La mejor decisión será ir a ver que hay en esas catacumbas.

          —Estoy de acuerdo—asintió la pelinegra.

          —Entonces, manos a la obra.

          Los dos policías salieron de ala este sin intercambiar palabra, cruzando los pasillos del ala este y salir por la puerta que los llevaba al exterior. Bajaron rápidamente las escaleras hacia el sub suelo, sintiendo el calor que emanaba del fuego que se encontraba allí abajo; entrando al lugar menos adecuado para poner un rompecabezas a opinión de Joy. Ambos se concentraron en colocar las cuatro máscaras en su lugar, sintiendo un ruido sordo y seco detrás de ellos. Al girarse, se encontraron con el ataúd que estaba colgado encima de ellos en el suelo con su puerta abierta. Repentinamente, unos barrotes de hierro le bloquearon la salida a la superficie y los dos permanecieron petrificados.

          —No me jodas—se quejó Joy.

          Lo peor de todo es que ninguno de los dos esperó encontrarse a otro monstruo dentro de ese ataúd y Joy no tardó en levantar la escopeta, apretando el gatillo sin dudar.




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