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o. nuevo equipo, nueva joy


DAÑO COLATERAL,
capitulo cero: nuevo equipo, nueva joy!



Raccoon City, 5 días después.

          TEÑIRSE EL CABELLO DE NEGRO NO ERA UNA BUENA MANERA DE FINALIZAR UN DOMINGO. Sin embargo, ver su cabello rubio tan sucio le hizo creer que ella debía cortarlo — arrancarlo en un momento tan íntimo y solitario que, por un momento, ella consideró en presentarse a las pruebas sin cabello alguno en su cabeza. Pero la imagen mental del rostro de su padre a modo de desaprobación le dio más miedo que su propia falla meses atrás. Así que, simplemente se lo dejó largo y optó por agarrar el producto, leyendo en silencio las instrucciones para evitar un infortunio en su cabello largo. En aquellos segundos, la voz distante de la radio emitía las noticias actuales del día en Raccoon City — Joy sintió que eran demasiado redundantes como para distraerla.

          (Además de que ella prefería ver la televisión, era más que entretenida.)

          La muchacha de cabellos rubios dejó la caja abierta en la pequeña mesa que estaba junto al lavabo y empezó a sacudir la solución viscosa para empezar a cambiar su color — permaneció mirando su reflejo en el espejo, concentrándose en los azulejos blancos con pequeños rombos azules en ellos, dispuestos de forma pareja y perfecta a su alrededor. Encontrar una casa en los suburbios de Raccoon City fue sencillo, diciéndolo de una manera apropiada. Sus superiores y Wesker fueron muy flexibles (además de eficientes) en buscarle un hogar de transferencia para que ella se sintiese cómoda durante el proceso. Ella no se esperaba que sus superiores fuesen tan comprensivos en esos míseros minutos que estuvieron con ella.

          Joy terminaba su conclusión de que ellos querían deshacerse de ella.

          Aquello dolía y no dolía al mismo tiempo.

          Bastardos desagradecidos, pensó ella.

          (Su odio hacia el puñetero tío Sam era más grande que nunca.)

          La muchacha Williams comenzó a verter con cuidado la solución viscosa ya mezclada sobre sus raíces, decidiendo que ya era el momento de quitarse aquel peso doloroso de su espalda — la guerra, el sufrimiento, las muertes y sus inquietas pesadillas fuera de su mente, deseando que aquella misma noche pudiese dormir mejor que en los últimos ocho meses. Aún podía recordar como la arena se juntaba en su cabello y se pegaba a su piel sudorosa — despertándola de repente en una cama limpia y limpiando algo que ella no tenía ni cerca. Aquellas pesadillas eran las peores. Los gritos, la sangre salpicando su cuerpo con los sesos de Torres chocando contra su rostro, como cada uno de los miembros del equipo caían uno a uno frente a ella.

          Su más grande falla.

          Joy suspiró y decidió concentrarse más en terminar de teñir su cabello, tomó los mechones para colocar el producto en las raíces y luego correr hacia las puntas, se sintió muy raro ver el color negro en su cabello — ella no se quejó. En realidad, se preguntó cómo sería verse como una pelinegra en la sociedad (en realidad pequeña ciudad) de Raccoon City. La muchacha de ojos verdes continuó colocando el producto por la parte trasera de su cabeza, dejando que la sustancia cubriera todo su cuero cabelludo. Para cuando terminó, Joy dejó sus guantes usados en el lavabo, junto con el pequeño contenedor de tintura y decidió encaminarse a la pequeña sala de estar que la casa tenía. La rubia se acercó a la ventana para abrirla, buscando no manchar alguno de los bordes con la tintura negra y buscó entre su desorden — emocional y de objetos personales — su paquete de Malboros.

          (No se sorprendió de haberlos encontrado debajo de su mesita ratona.)

          Joy abrió la caja y vio que le quedaban al menos cinco cigarrillos, tomó uno entre sus dedos y lo prendió con su encendedor en la cocina, para luego dirigirse hacia la ventana otra vez y fumar con un poco de oxígeno entrando en su casa. La muchacha tomó una primera calada, recordando de no ir demasiado rápido y soltó el humo por la nariz. Ella observó el vecindario con cautela: los niños jugando por la calle sin problemas, muchos ancianos mirándolos desde afuera, algunas personas simplemente tomaban sol y ella estaba allí — intentando encajar como una puñetera pieza de rompecabezas.

          ¿Por qué ella sentía que no encajaba?

          Williams se preguntó eso un par de veces, sin sorprenderse de que su mente viniese con una respuesta en blanco. Ella sabía, muy por dentro, que no encajaba en ese lugar — pero quería saber el porqué. Wesker se mostró bastante animado cuando ella aceptó, pero su semblante intimidatorio seguía presente, incluso cuando él estaba: Joy consideraba que era una presencia cálida y fría al mismo tiempo. No lo comprendía. La muchacha de ojos verdes volvió a llevarse el cigarrillo a los labios, dándole otra calada, oliendo el olor a muerte o a alguna enfermedad terminal que cause. Ella recordó haber empezado a fumar a los 16 años, pero el Ejército la obligó a dejarlo cuando cumplió los 17, alegando religiosamente que no era lo correcto.

          Para Joy, francamente, esa era la peor y más estúpida excusa que le dieron jamás.

          Claro, había algo más.

          Los hábitos son más difíciles de matar.

          Joy bufó para evitar soltar una carcajada de pura ironía y tosió un poco al ver que estuvo conteniendo todo el humo dentro. Negó con la cabeza y miró en dirección al reloj que estaba en la pared al lado del baño: faltaban al menos unos veinte minutos más para poder quitarse el producto y ser una pelinegra promedio para ser la nueva niña en la escuela. Volvió a darle otra calada a su cigarrillo, notando que este ya se estaba acabando y Joy se debatió si debía encender otro para matar al tiempo (y no a sí misma, claro). Sin embargo, optó por terminárselo y dejar la colilla en un pequeño recipiente para las cenizas, saliendo de su lugar en la ventana para ir hacia las escaleras. La casa era grande, poseía dos habitaciones y por un segundo Joy se planteó en compartirla con algún otro compañero en el RPD — claramente pensando en quedarse en aquel puesto a largo plazo.

          Cuando ella subió al siguiente piso, se dirigió a la puerta del fondo, donde la puerta de su habitación estaba abierta. La cama estaba deshecha, mientras que el resto de su habitación se encontraba completamente vacía como su alma — en un método algo poético para resaltar el desastre que ella sentía por dentro de su propio interior. Entre todo el desastre emocional, Joy encontró sus dos uniformes entregados por Wesker antes de poner pie alguno en su nuevo hogar. Por un segundo, se preguntó si él realmente pensaba que ella podría pasar las pruebas sin problema alguno — como si todo lo que ocurrió meses atrás no hubiese ocurrido en absoluto. Probablemente serían asunciones del capitán, o simplemente eran los nervios de Joy sobre las pruebas de mañana.

          La joven decidió desempacar el resto, colocando toda su ropa en el armario que estaba al lado de la puerta y acomodándola en diferentes pilas — discerniendo una de la otra. Lanzó la caja vacía al pasillo, sin importar que esta chocase con el marco de la puerta o con la pared. Joy rebuscó en otra caja, encontrándose con una foto de sus compañeros, enmarcada en un marco color plateado y todos sonriendo en ella. La muchacha de ojos verdes no lo comprendió en ese momento, ya que estaba recordando cuando habían sacado esa foto.

          Hasta que vio la bandera que ellos pintaron con sus propias manos.

          Uganda, año 1994.

          Todos sonreían, eufóricos por la victoria en la guerra.

          Oh, ¿y por qué ella se sentía tan sumida en su propia oscuridad?

          Piensa antes de actuar.

          Eso habían hecho antes de intentar atacar a los rebeldes y triunfaron. Joy se preguntó en silencio, ese mismo segundo donde todo a su alrededor se detuvo: ¿Qué hizo para que no funcionara esta vez? Ella se mordió el labio, intentando de recobrar la respiración que ni sabía que había perdido. Se sintió sofocada, como si los fantasmas de sus compañeros quisieran enterrarla viva en el suelo — simplemente hacerla desaparecer como ellos. Oh, Joy lo haría y todo el peso de su culpa, de su propia miseria y humillación ya no recaería más en sus hombros. Ella podría morir en paz, podría dejar de sentirse como un ser desgraciado y acabar con aquel monstruoso sufrimiento que la consume, una y otra y otra vez.

          (Y otra vez.)

          No obstante, había algo que la detuvo de llegar a ese final.

          Un castigo.

          Joy dejó caer una lágrima, sintiendo un profundo dolor alojado en su pecho y sollozó en silencio. Ella odiaba llorar, desde el día que su padre murió, ella se prometió no volver a derramar lágrima alguna por nada y por nadie — pero, diablos, eso era tan difícil en ese instante. Joy se vio de vuelta en duelo por su familia caída y esta vez, nadie estaba allí para sostenerla, para abrazarla, para decirle que todo estaría bien. Todo se derrumbaba a su alrededor, todo terminaba por quebrarse y la muchacha de ojos verdes buscó la respuesta a su siguiente pregunta: ¿Ella volvería a poder levantarse después de esto?

          Su pena era grande.

          Y su dolor inmenso.

          Joy soltó un respingo y soltó el marco, el cual cayó en seco al suelo — destruyendo su cristal (y la imagen consigo), logrando, también, que la ojiverde soltase un insulto bajo un gruñido. Ella miró el reloj y se dio cuenta de que debía quitarse el químico de la cabeza de inmediato, así que bajó las escaleras rápidamente; percatándose de que la luz del sol se estaba escondiendo más y más, anunciando la llegada de la penosa noche. La joven cerró la ventana, antes de meterse al baño y quitarse la ropa, entrando bajo el chorro de agua caliente de la ducha. Joy dejó salir un suspiro, intentando de relajar sus músculos tensos de todo lo que estaba ocurriendo en el día.

          El agua se volvió negra por un segundo y ella se preguntó si era el químico que tiñó su cabello de negro o si simplemente era ella dejando que su propia penuria la consumiese por completo.

          Ella cerró sus ojos.

          Ella se ahogó.

          ¿Para qué ahogarse?

          Una mano la sacó de su propia muerte mental y ella se preguntó qué, qué diablos era lo que no le permitía perecer. Joy se sacudió el cabello y continuó quitándose la tintura de cabello negra — dejando ver una larga cabellera completamente opaca a la anterior, escondiendo todo rastro de rubio que una vez tuvo. Joy esperó poder dormir mejor aquella noche, sintiendo que un peso de encima dejaba sus hombros.

          El vivo recuerdo del marco roto no la dejó dormir tranquila esa noche.




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          La mañana siguiente llegó demasiado abrupta para la joven de cabellos negros, muy brillante para su propio puto gusto. Joy se levantó de la cama, observando el reloj que se colocaba en su mesita de luz y realizó que debía estar en el RDP en una hora — así que no podía desperdiciar más tiempo. Colocó ambos pies en el suelo y salió hacia la planta baja, esquivando de forma muy torpe las cajas que ella colocó cuando llegó. Encendió la hornalla para colocar una pava larga donde se serviría el café y se dirigió al baño — su rostro fue el primero en ver el espejo, encontrándose con ojos hinchados y cabello negro alborotado.

          (Aún le parecía muy raro verse como una pelinegra, pero luego se dijo: "Ya hemos visto la suerte que tienes siendo rubia, ahora veamos que tan afortunada eres siendo una pelinegra".)

          Joy se cepilló los dientes y escupió el dentífrico mientras buscaba un cepillo para pasárselo por su cabello. Al juntar su cabello en una trenza, ella decidió dirigirse hacia la cocina para terminar de prepararse su café. Sentir el líquido caliente bajar por su garganta con rapidez le dio una señal de que realmente estaba despierta y no tan perdida en aquel mundo asqueroso que era la realidad. Estiró un poco sus músculos. Se sorprendió de no ver ningún moretón entre sus brazos o torso, teniendo en cuenta de que en Irak ella se encontró con todo un séquito de moratones color amarillo hasta verde.

          La pelinegra volvió a su habitación para terminar de prepararse, colocándose su nuevo uniforme y una boina que recubría la parte superior de su cabello. El símbolo de la unidad S.T.A.R.S se encontraba impresa en una de las mangas de su sudadera y arriba se colocó un sujetador de armas — en conjunto con unos guantes y suspiró al ver que no tenía ningún arma. Antes de salir de su habitación e infierno personal, le dio una última mirada a su foto quebrada, puesta en una cajonera que estaba de forma perpendicular al armario.

          Ella podía hacer esto, ¿verdad?

          Diablos, claro que puedo, se dijo a ella misma.

          Así que abandonó su casa en su motocicleta.

          El día era muy caluroso, teniendo en cuenta de que era Junio y el verano era abrasador en todo lugar de Estados Unidos, pero ella sintió el aire menos denso — definitivamente menos denso que el que ella sentía aún en su cuerpo cuando estuvo varada en Irak por los últimos ocho meses. Ella esquivó autos que aún continuaban en la carretera y se acercó hacia la ciudad más y más. La brisa ayudaba a calmar los nervios, socavándolos muy debajo de la tierra e intentando dar algún mensaje positivo de todo esto — Joy se preguntó si había alguna lección para aprender y, por el momento, parecía que la respuesta no aparecería hasta por un tiempo. Ella aceleró más e ingresó a la pequeña ciudad, donde el ánimo estaba por las nubes y la gente pareció ser muy amigable. Joy vislumbró el edificio del Departamento de Policía de Raccoon City a lo lejos, provocando que ella esbozase una sonrisa de lado de forma inconsciente y llegó a las puertas, bajándose de su motocicleta para llevarla a un lado de la puerta junto con otras motocicletas y bicicletas.

          Diablos.

          Cuando se giró para ver la entrada, sintió que el aire no llegaba a sus pulmones y realmente le costó darse cuenta de que estaba allí, parada frente a una nueva oportunidad. ¿Qué era esto para ella?¿Una prueba, quizá?¿O simplemente una misión para poder redimir su alma rota y oscura? Probablemente todas esas opciones, pero Joy se sentía segura de que su padre estaría mirándole fijamente como cuando ella tenía quince años y le diría: "Las cosas pasan por que tienen que pasar". La muchacha de cabellos negros soltó un suspiro contenido al volver a mirar la entrada y caminó con decisión hacia la puerta.

          El vestíbulo era demasiado hermoso para sus ojos.

          (Además de ser gigante.)

          La muchacha de cabellos negros se encaminó con poca confianza, ya que estaba entrando en terreno relativamente inexplorado — pero ella no lo consideró así de forma hostil, si no que ella se encontraba como si estuviese a punto de entrar a la preparatoria el primer día de clases y era la chica nueva del curso. Decidió mirar el entorno un momento, familiarizándose con él poco a poco, se preguntó en silencio cuan grande era aquel lugar, pero sus nervios terminaron socavando más y más su cuerpo. Buscó con atención la recepción, intentando de encontrar algún indicio de dónde serían las pruebas, sin embargo, al sentir una mano posándose en su hombro izquierdo — cosa que hizo que sus pelos se pusiesen de punta — ladeó su cabeza un poco y se encontró con la figura imponente de Albert Wesker. No es que a ella le diese una pizca de miedo al verlo a su lado — de todas formas, ella debía admitir que su presencia era algo intimidatoria.

          —¿Nerviosa?—preguntó él mirándola a través de los anteojos—. Casi no te reconozco por el color de tu cabello.

          —Un poco, solo un poco—respondió Joy de manera cordial y se quitó un pequeño mechón que tenía a un lado—. Decidí dejar de ser rubia por un tiempo.

          Wesker resopló antes de asentir y le miró otra vez—Pues te queda bien.

          Inevitablemente, Joy se sonrojó.

          (Joy nunca se sonrojaba, tal vez por el hecho de no recibir halagos sobre su aspecto físico.)

          Ella sonrió de forma genuina después de meses—Entonces me irá mejor siendo una pelinegra. ¿Dónde serán las pruebas?

          —Serán en el patio trasero, te llevaré allí—anunció él antes de señalar hacia la izquierda, Joy le siguió como si fuese un perrito faldero al estar tan perdida y nerviosa en su propia miseria.

          Los pasillos eran iguales, pero era muy difícil perderse entre ellos y Joy agradeció en voz baja el simple hecho de haber podido ir junto con el capitán Wesker para orientarse un poco. La muchacha de cabellos negros lo siguió hasta encontrarse en un patio descubierto donde había otros cadetes para practicar de allí salió un grupo siendo seguidos por otro hombre que guardaba su pistola en la funda y el hombre de anteojos oscuros le tendió una mano para estrecharla.

          —¿Vas a dirigir las pruebas?—preguntó el hombre que salía.

          Wesker asintió—Por supuesto, solo estaba orientando a una nueva cadete por el lugar.

          El hombre asintió y le tendió una mano a la pelinegra—Enrico Marini, líder del equipo Bravo.

          —Es un placer, Enrico—dijo Joy cortésmente dándole un firme apretón—. Joy Williams.

          —Bien, iré a hacer un par de decisiones a la oficina, pero ya tengo una idea de quienes van a estar en mi equipo.

          Enrico se despidió de ellos y los dos entraron al patio, siendo recibidos por los seis cadetes que se presentaban para estar en el equipo. Joy no se sorprendió de ver a otra mujer más en las pruebas y el resto de ellos eran hombres, era algo demasiado común, incluso natural para la época. Siempre fue raro ver a una mujer entre las fuerzas conjuntas y militares, por esa misma razón la muchacha de cabellos negros no se sorprendió. Los once cadetes permanecieron en silencio mientras que Wesker observaba el circuito que no solo demostraría la resistencia, si no la destreza y los deseos de estar en el equipo. Eso era algo relativamente fácil, incluso el campo de tiro que se extendía a su lado.

          Joy no estaba dispuesta a fallar esta vez.

          (Piensa antes de actuar, decían.)

          —De acuerdo, para quienes no me conocen, mi nombre es Albert Wesker—comenzó el capitán y todos miraron en su dirección—. Soy el capitán del equipo Alfa y hoy están aquí para probarse a si mismos, no solo a mí. Esta no es una unidad cualquiera, nuestra misión siempre es proteger a la ciudad y a sus habitantes, pero también protegerse el uno al otro—miró a los integrantes y se acercó—. Quiero que cada uno diga su nombre y de dónde vienen.

          Uno de ellos levantó la mano y Joy permaneció en silencio.

          —Henry Dolman, soldado raso del ejercito en la base de California—él señaló a su compañero—. Él también sirvió en mi unidad, es Kevin Frod.

          El siguiente era un hombre que estaría entre los treinta y seis años, con una barba que claramente marcaba su edad y posiblemente experiencia de donde sea que haya estado.

          —Barry Burton, ex piloto de las Fuerzas Aéreas—respondió él antes de sonreír de lado.

          La muchacha de cabellos cortos y ojos azules sonrió.

          —Jill Valentine, ex soldado de las Fuerzas Especiales Delta en el Ejército.

          Joy sonrió de lado al ver que, si es que ellas quedaban en el equipo, realmente patearían el trasero de los hombres. El siguiente fue un hombre de una edad similar a la de Barry Burton, el cual se mostró bastante despreocupado—Brad Vickers, policía del RPD.

          (La muchacha de cabellos negros vio que la competencia era bastante igual, pero ella no se rendiría tan fácil.)

          El muchacho de cabellos cortos y orbes verdes-castaños se cruzó de brazos—Chris Redfield, ex piloto de las Fuerzas Aéreas, serví en la misma unidad que Barry.

          Y luego todos se fijaron en ella.

          Maldita sea, pensó Joy.

          Ella se relamió los labios al ver que debía presentarse y dejó que el nudo en su garganta se vaya cuando empezó a hablar—Joy Williams, ex piloto de las Fuerzas Aéreas y ex general de pelotón SEAL, unidad Sombra.

          Barry y Chris se giraron para mirarla, pero ella permaneció con su vista al frente.

          Procedieron por la prueba de destreza, donde todos se veían en forma, incluso Barry. Joy se movió entre los obstáculos con clara fluidez, como si lo que ocurrió hace ocho meses fuese simplemente un calentamiento de músculos (además de haber sobrevivido a su propio castigo infernal) y el calor realmente le ayudaba a sudar, manteniéndola centrada en la tarea a mano. Cuando volvió a hacer el recorrido más rápido, logró pasar a uno de sus futuros compañeros y se movió con muchísima más fluidez. Wesker tocó un silbato que los hizo detener a todos y Joy intentó recuperar el aliento por unos segundos. Aquello sí que había sido demasiado intenso para ella — de todas formas, ella no se quejó en voz alta, ya que no se vio fuera de práctica.

          —Ahora, cada uno de ustedes tomará un arma y harán una demostración de tiro—replicó Wesker desde una esquina—. Pasarán de uno en uno y créanme, seré muy riguroso con su puntería.

          Joy tragó saliva y se puso última en la fila.

          Minuto a minuto, Joy observaba como cada uno de los cadetes hacía su demostración de tiro. Jill era buena, se notaba que ella se exigía mucho en apuntar bien, pero la muchacha de cabellos negros se dio cuenta que para tener una buena y afilada puntería debías tener paciencia en conjunto con la practica — pero apreció el toque femenino en ello. Barry también lo hizo bien y aquello fue marcado por sus años de experiencia en las Fuerzas Aéreas, Joy luego le preguntaría a que unidad sirvió, ya que, al haber estado en el mismo ejército, podrían haberse conocido en alguna misión.

          Chris Redfield fue el siguiente y Joy se sorprendió de ver una puntería perfecta.

          (También recordó que los hombres saben dominar la puntería más rápido que las mujeres, pero no se toman el tiempo de fijar su mirada en el objetivo y mover instintivamente sus manos con el arma.)

          Cuando llegó su turno, Joy se acercó a la mesa y tomó el arma en su mano derecha — el peso era adecuado para su propia mano y ella por un segundo se sintió aliviada de tener un arma recaída en su palma. Se colocó los auriculares gigantes y le dio una mirada a Wesker, de reojo, mientras que él le indicaba silenciosamente que podía proceder. La muchacha de cabellos negros tragó saliva y apuntó a su primer objetivo: la bala directamente en la cabeza. Procedió al siguiente y apretó el gatillo, también en la cabeza.

          Y fue al siguiente.

          Y al siguiente.

          Y al siguiente.

          (Ella no paró al ver que todos tenían el mismo agujero en la cabeza.)

          Joy se acercó a la mesa otra vez y desarmó la pistola, posándola suavemente contra la pequeña mesa, volviendo a su lugar inmediatamente. El resto de los cadetes se quedó en silencio al ver que su puntería era tan afilada como la del cadete anterior, pero Joy no buscaba competir con nadie.

          (Chris, por otro lado, no pensaba dejarse intimidar por una chica.)

          Williams no se dio cuenta de que los dos soldados rasos que vinieron habían sido eliminados en cuanto Wesker les pidió que esperasen afuera — a pesar de que aquello fuese demasiado evidente. Ella miró a su lado, encontrándose con los miembros restantes y luego fijó su mirada hacia el capitán del Equipo Alfa. Jill Valentine, Barry Burton, Brad Vickers y Chris Redfield estaban mirando de forma expectante hacia adelante.

          —Debo reconocer que ustedes cinco tienen un pasado y una habilidad que los representa a cada uno—comenzó él alternando su vista de una punta a otra—. Su decisión y destreza los llevó aquí, así que a partir de ahora son miembros del Equipo Alfa de la unidad S.T.A.R.S.

          Joy sonrió por dentro.

          —Al ser el capitán y gracias a su prueba de aptitud, les diré los puestos que tendrán en el equipo—espetó el hombre de cabellos rubios—. Y eso no demuestra que haya un rango que sea más importante que otro, aprenderán a trabajar en equipo, a cuidarse en equipo—Wesker miró a Barry y a Jill—. Burton, tú serás el respaldo del avanzado. Jill, tú serás retaguardia junto con Vickers—se giró para mirar a los dos mejores tiradores—. Normalmente suele haber un avanzado en los equipos, pero los dos tienen un talento similar y singular con la puntería, así que ustedes dos serán avanzados.

          La muchacha de cabellos largos esperó un gesto gentil por parte de Chris.

          (Pero nunca subestimes a un hombre cuando le hieres el orgullo.)

          Joy asintió, tragándose las palabras y absteniéndose a demostrar alguna otra emoción.




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