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ix. el que engaña


DAÑO COLATERAL,
capitulo nueve: el que engaña!



          CHRIS SIGUIÓ A SU COMPAÑERA EN ABSOLUTO SILENCIO, sintiéndose absorto en sus pensamientos gracias a lo que Joy le dijo minutos atrás. El traidor podría venir en todo tipo de formas diferentes, hasta la persona más insignificante; Chris no podía comprenderlo, pero estando al lado de su compañera, él podría llegar a hacerlo en algún momento. La conclusión y el objetivo eran demasiado claros como para bajarse en aquel momento, sumiéndose al silencio y no decir nada sobre las atrocidades que ocurrieron en aquella mansión — ellos no sólo se convertirían en víctimas, sino también en cómplices y eso era algo que al propio Chris no le gustaba, definitivamente. El castaño cerró la puerta de una sala de maquinarias que se alzó frente a ellos. Una luz cálida adornaba todo el espacio, haciéndolo más oscuro y muchísimo más escalofriante que antes, así que ambos decidieron llevar sus armas en alto. Joy entendía que estaban cerca de descubrir la verdad, pero ella ya no soportaba el mal olor en aquellos pasillos, le pareció algo poco higiénico.

          (Lamentablemente debía lidiar con eso en las próximas horas también.)

          Ella y Chris caminaron en direcciones opuestas, cubriendo el poco perímetro que tenían y se volvieron a escuchar aquellos sonidos guturales, así que la pelinegra sacó su escopeta, apuntando hacia el pasillo que aún se extendía frente a ella. Una de esas arañas mutantes apareció de la nada y ella disparó sin pensarlo dos veces — temiendo que aquella pequeña bestia acabe con las horas de vida que ella tenía contadas. Chris no se tardó en aparecer en cuanto escuchó los disparos al otro lado y vio que otra araña estaba a punto de saltar sobre su compañera. Él no dudó en dispararla, dejando que los fluidos salpiquen contra el cuerpo de Joy, quien protestó haciendo una mueca de asco.

          —Dios santo, que asco—masculló ella.

          —Algo que me alegra saber es que parece un maldito repelente—anunció Chris sonriendo de lado, triunfante—. Y que hueles asqueroso.

          —Gracias por la puta información, Sherlock.

          Los dos siguieron adelante, encontrándose con un dispositivo que poseía un tanque y su mecanismo se encontraba desactivado — una luz roja indicando que ya no había combustible. Joy alzó una ceja mientras leía las advertencias: el combustible, si se agitaba, podría explotar por el movimiento y era realmente sensible a eso; lo cual daba otra dificultad a todo el asunto. Williams retiró el pequeño tanque con el combustible y se lo tendió a Chris, quien alzó una ceja al ver el tanque en sus manos. Su compañera se dirigió hacia el otro lado, la parta donde Chris cubría su perímetro antes y descubrió una puerta. Le hizo una seña a su compañero antes de abrirla y avanzar a una pequeña habitación donde encontraron otro lector de disquetes; al colocar el último, un mensaje afirmativo se vio en la máquina.

          —De acuerdo, ya tenemos otra puerta desbloqueada—dijo Joy antes de mirar a Chris de reojo—. Al menos, eso supongo.

          Chris asintió antes de alejarse en silencio, revisando el resto de la habitación hasta encontrarse con una puerta: claramente cerrada por otro mecanismo del laboratorio.

          —Debemos volver a recargar esta capsula—añadió la pelinegra.

          —Te espero aquí.

          Joy le miró de forma inexpresiva.

          ¿Acaso el maldito bastardo quería que ella explotara?

          Ella no se lo permitiría.

          —Ah, no—negó ella acercándose—. Si yo voy a caminar con un explosivo en mis manos, tú también lo harás.

          —Claro que no.

          —Claro que sí.

          Chris se cruzó de brazos—Te esfuerzas demasiado en hacerme enojar.

          Ella se encogió de hombros—Es una de mis especialidades.

          —Estarás bien cargando esa cosa.

          Joy soltó un gruñido en voz baja y se le ocurrió una idea, si ella no podía hacer que Chris vaya con ella voluntariamente para cargar la capsula explosiva; era más que claro que ella lo obligaría a hacerlo. La pelinegra, en un movimiento rápido, le lanzó una patada a Chris quien logró esquivarla fácilmente pero no tuvo en cuenta la velocidad de su compañera y a fin de cuentas terminó en el suelo. Joy tomó ambos pies y comenzó a arrastrarlo, ignorando por completo las quejas de Chris. Pasaron por el mismo lugar donde ella disparó a esas arañas monstruosas y Chris también se ensució en la misma sustancia viscosa que tenía su compañera en el uniforme.

          —Y yo creía que era la difícil de los dos—farfulló Joy con escepticismo.

          —Te detesto.

          —Si, , ya lo sé.

          —¿Al menos puedes dejar de arrastrarme?—se quejó Chris molesto—. Puedo usar mis dos piernas.

          —Ajá, no pienso arriesgarme—negó la pelinegra—. Vamos a cargar esa capsula y la traeremos de vuelta juntos. Mataremos a dos pájaros de un tiro.

          —Realmente eres suicida.

          —Y tú eres un niño llorón.

          —Idiota.

          —Bastardo.

          —Satán.

          —Tubo de Plomo.

          —No vas a dejarlo ir, ¿no?

          —Oye, tú empezaste—recalcó la pelinegra pateando una puerta para abrirla—. Ese sobrenombre es mi contrataque.

          Joy entró junto a Chris a la habitación donde podían recargar y finalmente ella lo soltó, dejando que se pusiera de pie para seguirla hasta una pequeña cámara donde había un pequeño objeto en su puesto y completamente sellado por la cámara. Joy agarró la capsula de las manos de Chris y la colocó cuidadosamente, en su lugar para así poder colocar el combustible que tenía. Al cerrarlo, la máquina empezó a hacer la recarga y la pelinegra miró atentamente hacia la fórmula que estaba escrita a un lado.

          Nitroglicerina.

          Eso sí que era explosivo.

          ¿Ahora como diablos irían hasta esa habitación sin agitarlo?

          —De acuerdo...—murmuró la pelinegra y tomó la capsula con cuidado—. Tú me abrirás las puertas para darme el paso y yo iré lo más lento posible.

          —Hecho.

          Joy respiró hondo antes de salir por la primera puerta, siguiendo a su compañero con pasos lentos. Ella miraba en dirección a Chris todo el tiempo, sintiendo su corazón latir con fuerza, desenfrenado — completamente vivo dentro de su pecho. Ella tenía miedo, en cierto modo, no solo por el hecho de llevar un arma que podría quitarle la vida a su compañero y a ella, si no por la constante euforia del momento; el peligro, el dolor, todo eso formaba parte de ella y, seguramente, de Chris Redfield. El castaño miró con absoluta cautela a su compañera, su corazón latiendo muy rápido al verla cargando con un arma, sus movimientos fueron pausados a través de los pasillos, abriéndole el paso con cada puerta. Él se preguntó como ella podía mantener la calma, el simple recelo de parecer tranquila frente a una situación así.

          Actualmente, Joy estaba entrando en pánico.

          Pero su máscara lo ocultaba bastante bien.

          El caos y el silbido de sus disparos resonó en su mente, quieta y peligrosamente cerca.

          No es momento para un ataque de pánico, pensó ella.

          La pelinegra recordó una situación similar a esa, cuando Torres, uno de sus compañeros de pelotón, tuvo la tarea de desarmar una bomba. Ella sintió el miedo, su corazón intentando salir por su boca, el cuerpo paralizado mientras observaban desde una distancia segura como él examinaba los cables. Ella recordó la mano de Rhina Jansen contra su hombro, diciéndole silenciosamente que todo estaría bien. ¿Por qué?¿Por qué ahora no todo estaba bien?¿Por qué ella debía cargar con esa negación y aquel dolor portando aquella bomba? Joy, repentinamente, se sintió tan sola en aquel pasillo y también se sintió tan sola en el mundo. Ella soltó un respingo, sintiendo que a su alrededor todo se oscurecía y se detuvo, intentando recobrar sus sentidos una vez más.

          Recordó la bomba.

          Como también recordó ese mismo momento otra vez.

          Tienes que dejarnos ir.

          No puedo.

          Joy sudaba.

          Joy sentía miedo.

          (Joy pensó que ella moriría.)

          Y Chris no lo dejó pasar por alto, había algo más que le sucedía a su compañera, algo que podría costarles la vida si era necesario.

          Redfield había visto personas acudir a terapia en sus días como piloto de las Fuerzas Aéreas, junto con Barry, donde simplemente era un cadete y se dedicaba a las misiones de rutina que sus superiores le daban. Sin embargo, él había escuchado de aquellos episodios de PTSD pero nunca llegó a ver uno con sus propios ojos — él mismo pudo jurar que era un sentimiento horrible y verlo en el rostro de Joy fue algo completamente desgarrador. Redfield era más que consciente de que Barry también luchaba con eso, pero era muchísimo más leve que el de Joy (además de ser reciente, según sus conclusiones). Chris se petrificó, intentando encontrar la opción más viable para ellos: él podría alejarse y dejar que Joy muera en cuanto suelte la capsula, salvando su trasero o, según la mirada amenazadora de Jill alojada en su mente, podría ayudarla a cargar con la capsula por el resto del camino, el cual no era mucho.

          El castaño llegó a la conclusión de que no quería ver a nadie así.

          Involuntariamente, eso incluía a la propia Joy.

          Él se acercó lentamente.

          —Joy...

          La pelinegra dejó caer una lágrima y soltó un sollozo ahogado.

          Chris agarró una parte de la capsula, moviendo la mano de la joven lentamente hacia la otra punta. Ella tembló un poco, fijando su mirada en aquel suave toque que tenía la mano de Chris.

          —Tranquila, todo está bien—dijo él moviéndose hacia atrás, dirigiéndose a la siguiente puerta que daba al pasillo donde se encontraba la sala de maquinarias—. Respira hondo, Joy.

          (Él definitivamente no estaba acostumbrado a llamarla por su nombre.)

          Los dos continuaron caminando por el pasillo hasta llegar a las puertas que los condujeron a la sala de máquinas. Allí cruzaron el umbral lentamente, Chris mirando a su compañera todo el tiempo y Joy se sintió mejor conforme daban más pasos. Se sentía bastante avergonzada, también, pero no haría comentarios al respecto ya que todos conocían su lado fatalista (a pesar de que ella no quería que Chris lo supiese) y hacer algo para molestar no era lo más conveniente en ese momento. Llegaron a la máquina donde debían poner la cápsula y Chris se encargó de ello, Joy decidió adelantarse a la siguiente habitación para ver si la puerta que estaba allí podría abrirse. Al empujarla, ella logró abrirla y meterse en la habitación de máquinas, donde había una terminal electrónica.

          —¿Algo nuevo?

          Ella miró los carteles y uno decía "elevador principal", así que no dudó en sonreír.

          —Creo que podemos darle corriente a uno de los elevadores.

          Al pulsar el botón, la maquinaria interna empezó a funcionar y los dos salieron en dirección al pasillo donde encontrarían el ascensor. Chris vio las puertas que ya no estaban selladas y abrió las puertas, sin embargo, no se metió.

          —Lo que desbloqueamos antes, deberíamos ir a investigar—añadió el castaño—. Puede tratarse de algo importante.

          —Yo necesito un momento, adelántate.

          Chris alzó una ceja, pero al ver que ella se colocó contra la pared mugrosa del pasillo, decidió concederle un momento para poder recobrar el aliento.

          —No te muevas de aquí, ¿de acuerdo?

          Joy sonrió—Claro, idiota.

          Chris se alejó rápidamente a otro pasillo, cerrando la puerta detrás de él. Joy miró en dirección al ascensor y supo que las respuestas se encontraban allí. Ella entró, dejando el pasillo desolado otra vez, claramente sin esperar a su compañero. El castaño, mientras tanto, al inspeccionar esa parte no explorada, se encontró con una Jill aprisionada en una celda y a Rebecca siguiéndole el rastro desde el primer ascensor. Aquello fue suficiente para confirmar las sospechas de Chris sobre el traidor.

          —Chris, es Wesker.

          ¿Por qué?

          ¿Por qué él dudó del juicio de Joy?

          —Tenemos que darnos prisa—bramó él.

          Rebecca los seguía detrás—¿Dónde está Joy?

          —Está en el pasillo de uno de los ascensores esperándonos.

          Los tres corrieron en dirección al pasillo y Chris se detuvo al ver que estaba desierto como antes. El castaño se preguntó si Joy había sido lo suficientemente estúpida para dejarse matar por un zombie o una de esas arañas, pero aprendió a no subestimar sus habilidades. La siguiente respuesta fue como su hundiesen su cabeza en agua helada.

          Joy no estaba muerta.

          Joy había continuado sin él.

          —Mataré a esta mocosa con mis propias manos.




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          Las puertas del ascensor se abrieron ante ella y la pelinegra dio un paso para salir. Su Samurai Edge se encontraba en alto, tan amenazante como su fusil de asalto en las interminables tierras arenosas del desierto africano. Sintió el sudor caer por su sien, siempre caliente y resbaladizo, provocando que sus hombros temblasen una y otra vez, así esperando impacientemente la calma antes de la posible tormenta que se avecinaba de manera letal e inevitable. Ella caminó en pasos lentos, su mirada fija en la puerta que tenía el símbolo de peligro biológico enmarcada en su entrada y tragó saliva lentamente. Era más palpable, más cercana, ella podía tocar la verdad con sus manos y eso definitivamente le aterraba.

          El traidor.

          El traidor.

          ¿Quién podría ser el traidor?

          Había tantas personas en el mundo que podrían llegar a ser traidores.

          (Como también había tantas personas que podrían llegar a ser víctimas.)

          Joy comprendía que el mundo era demasiado cruel a su manera y eso lo detestaba.

          Sin embargo, el traidor seguía allí.

          La ex piloto soltó un respingo, parpadeando un par de veces antes de detenerse frente a la puerta y tomó una gran bocanada de aire; inhalar, exhalar, inhalar, exhalar — un ritmo continuo que aceleraba su corazón más y más rápido. Hasta incluso llegó a pensar que toda persona cercana a ella podía escuchar que tan rápido podía latir su corazón en aquellos momentos. La verdad estaba cerca y al mismo tiempo el traidor también, era realmente irónico. Trágico y muy oscuro, a su parecer, tener que estar en la penumbra de las sombras encontrando al verdadero enemigo de todo esto. Por un momento, ella consideró en esperar a Chris, pero ¿eso acaso le costaría el escape al enemigo o su propia vida?

          Joy podía llegar a ser muy descuidada.

          El traidor estaba allí.

          Y ella lo descubriría.

          La puerta del laboratorio se deslizó a un lado y ella entró en la habitación, su mirada en alto y su arma apuntando en dirección a la cabeza. Una melena rubia ceniza estaba frente a ella y el chaleco distintivo del capitán del equipo Alfa de STARS se paraba de espaldas justo delante, concentrado en la computadora y en su propio ego. Joy tembló en silencio, sintiendo que su simple sospecha se había convertido en realidad: el traidor estaba allí.

          Albert Wesker.

          El traidor.

          Joy no sabía cómo empezar.

          —Me sorprende que hayas llegado hasta aquí—declaró Wesker súbitamente, sin siquiera mirarla—. Siempre supe que eras la elegida, Williams. Estoy orgulloso de ti.

          La ex piloto sintió su sangre hervir.

          Un juguete.

          Un peón.

          Eso es lo que ella era para él.

          Rabia, tanta rabia.

          No.

          Tantos murieron.

          (Y muchos morirán.)

          Joy no podía soportarlo.

          —Las manos donde pueda verlas, hijo de puta—masculló ella con la mandíbula tensa.

          Wesker soltó una carcajada entre dientes.

          Rabia, rabia.

          —¿Crees que esto me divierte, pedazo de mierda?—preguntó Joy en con la poca compostura que le quedaba—. ¿Ver a tus compañeros morir?

          —El fin justifica los medios.

          Joy negó lentamente, su arma tembló un poco—No me vengas con esas mierdas, Wesker.

          —Todo lo que ocurrió aquí demuestra el éxito de Umbrella—declaró él girándose para enfrentarse a la pelinegra—. Lo que se puede crear, lo que la evolución humana puede llegar a tener.

          —Esto es experimentación biológica a personas inocentes de forma ilegal y no pienso dejar que esto pase a mayores—dijo ella alzando su voz—. ¡Las manos donde pueda verlas!

           Wesker negó con la cabeza y Joy no llegó a reaccionar el golpe que él le propinó en el rostro, eso sí que la descolocó por un segundo, ella esperó otro segundo golpe y lo que consiguió fue que una mano se cerrase en su garganta, alzándola en el aire. El rostro de Wesker se vio muy cercano al de ella y Joy sentía que el aire ya no le llegaba a sus pulmones, el agarre del bastardo era demasiado fuerte para la pelinegra — si Chris no llegaba pronto, ella probablemente moriría.

          Joy no quería morir.

          —¡Wesker!—la pelinegra escuchó a Chris gritar.

          —Vaya, se unieron más personas a la fiesta.

          —¡Suéltala!—exclamó Jill al lado de Chris, ambos con sus armas en alto.

          —¡Dis...para!—masculló Joy forcejeando con el agarre.

          —¿Desde cuándo, Wesker?—bramó Chris enojado.

          Albert soltó una risotada entre dientes y con su fuerza lanzó a la pelinegra en dirección a ellos, siendo atrapada por Chris y Rebbeca, el simple sentir del aire entrando de nuevo a sus pulmones fue reconfortante, el castaño a su lado la ayudó a ponerse de pie, su arma aún apuntando en la figura del capitán Wesker.

          Albert alzó una ceja, fingiendo desinterés—Lamento decirte que no sé de qué estás hablando.

          —¿Desde cuando llevas aceptando sobornos?—exclamó Chris.

          —Me temo que estás algo confundido.

          ¿Confundido?

          Joy quería matar a ese hombre.

          —Siempre he estado con Umbrella—el capitán dio un paso hacia ellos—. Y para Umbrella, STARS era...mejor dicho, para mí, unas simples marionetas.

          Desde el principio.

          Él siempre fue el traidor.

          Justo frente a ellos.

          (Joy se encargaría de matarlo, de hacerlo sufrir.)

          Verán, ese era el verdadero enemigo.

          —El Virus Tyrant se filtró y contaminó todo el lugar—añadió el rubio sin dejar de apuntarle al pequeño grupo—. Y, por desgracia, tuve que sacrificar a mis queridos miembros de STARS.

          Joy soltó un gruñido y estuvo a punto de se abalanzarse contra Wesker pero Chris aseguró su agarre en la cintura para evitar que ella hiciese algo torpe por segunda vez. El castaño miró con furia al capitán frente a él y la rabia que sentía correr por sus venas era idéntica a la violencia de Joy Williams.

          —¡Los mataste a sangre fría, maldito hijo de perra!

          Rebecca soltó un respingo—No...

          —Oh, me temo que sí.

          Rabia, mucha rabia.

          (Joy quería ver una bala entre sus ojos.)

          —Y fue así de sencillo—declaró él antes de apretar el gatillo.

          Chris se hizo a un lado, arrastrando a su compañera junto a él y por un segundo Chris pensó que Joy recibió el tiro directamente en su pecho — pero ella estaba a salvo.

          —¡Rebecca!—exclamó Jill.

          —¡No se muevan!—añadió Wesker alzando la voz.

          —¡Tú...!—exclamó Joy enderezándose para agarrar su escopeta.

          —Ah, ah—dijo el capitán apuntándole en dirección a su cabeza—. No creo que quieras correr su misma suerte. Aún tengo algo que puede interesarles.

          Click, click.

          Con tan solo tocar un par de teclas, el tanque lleno de agua comenzó a agotarse poco a poco, bajando su nivel conforme pasaban segundos. Un humanoide en estado de descomposición y mutado con el virus estaba enjaulado frente a ellos. Joy soltó un respingo al recordar qué era: el V-ACT. Alojado en una capsula criogénica, el monstruo se descongeló rápidamente y ella tembló de terror.

          —¿Chris...?—murmuró ella sin dejar de mirar al gran monstruo.

          Sus garras eran afiladas.

          Su rostro todo despedazado.

          Era un monstruo peor que ella.

          —El último eslabón de la cadena—dijo Wesker admirando a la bestia—. ¡Tyrant!

          Chris empezó a reírse.

          (Joy no lo entendía.)

          —¡¿De que carajos te ríes ahora, Redfield?!—exclamó Joy alarmada.

          Él miró con enojo al capitán—Wesker, te has vuelto loco.

          —Chris, nunca lo comprenderás—añadió Wesker caminando en dirección hacia el Tyrant—. Es algo asombroso.

          —No, no lo es—murmuró Joy.

          Como si fuese repentino, el monstruo rompió el vidrio, atravesando a Wesker con sus garras y Jill soltó un chillido. El capitán soltó un aullido de dolor, sintiendo que la sangre se iba rápidamente de su cuerpo y el resto del equipo admiró la escena con absoluto horror. El Tyrant salió de su prisión con el cuerpo moribundo del capitán de los STARS y lo lanzó a un lado, provocando que este choque de manera seca contra la superficie de la pared, cayendo sin vida allí. Joy permaneció quieta, expectante y el monstruo se giró frente a ellos, enfrentándolos.

          Y como Joy pensaba antes: estar jodidos era quedarse corto.

          El monstruo los miraba a ellos.

          —Mierda—masculló Chris a su lado.

          —Jill—exclamó Joy mirándola de reojo—. Llévate el cuerpo de Rebecca, nosotros intentaremos darles más tiempo.

          —¿Y dejarlos aquí con esa cosa?

          —¡VETE!—gritaron Chris y Joy al mismo tiempo.

          Jill Valentine cargó con el cuerpo de Rebecca para salir corriendo hacia el pasillo, el Tyrant empezó a acercarse a ellos, lenta y peligrosamente cerca. Joy le quitó el seguro a su escopeta y apunto en dirección a su corazón.

          —¡Ven por nosotros, engendro de probetas!

          El monstruo gruñó.

          (Tal vez esa no fue una sabia elección de palabras.)

          —Ya lo hiciste enojar—exclamó Chris haciéndose a un lado.

          Los dos se hicieron a un lado, provocando que el monstruo se estrellara contra una terminal que empezó a lanzar humo y Joy disparó dirección a las partes vulnerables del musculo que poseía el Tyrant. Chris esquivó sus garras una vez, casi tropezando con un par de maquinaria. La pelinegra atrajo la atención del Tyrant con dos balas de escopeta, así dándole la oportunidad a Chris de recobrar su aliento e idear algún plan.

          —¡Puede que sea raro admitir esto ahora!—exclamó ella antes de esquivar un golpe—. ¡Pero estoy abierta a sugerencias!

          —¡¿Y tú piensas que tengo un plan?!

          —¡Sorpréndeme, maldito arrogante!

          —Mierda...

          Él observaba como Joy desviaba la atención del monstruo a ella constantemente, destruyendo la maquinaria del lugar. El castaño debía pensar rápido o los dos podrían morir allí y no llegarían a revelar la verdad de Umbrella. Chris vio el cadáver de Wesker en el suelo y se acercó rápidamente, buscando una señal o algo.

          Redfield realmente se sentía defraudado.

          Joy siempre tuvo la razón.

          (Él no la escuchó.)

          —¡Chris!

          Él se giró observando como su compañera venía hacia él, siendo seguida por el monstruo de cerca. Los dos se apartaron y Chris vio algo en la mano de Wesker: una granada. Rápidamente, él agarró la granada antes de lanzársela dentro de su cuerpo por la boca antes de quitarle el seguro. Joy exclamó algo, pero él no le dio tiempo a responder ya que la empujó para evitar la explosión que terminó tumbando al monstruo — dejándolo sin vida.

          Reinó el silencio.

          ¿Pero realmente había acabado?

          —Eso estuvo cerca—dijo Joy poniéndose de pie.

          Chris le miró fijamente al erguirse—¿Puedes explicarme por qué diablos hiciste eso?

          —¿Hacer qué?

          —¡Venir sin apoyo!

          —Era él o nosotros.

          —Esa es una patética excusa y lo sabes.

          Joy le señaló—No pienso discutir esto contigo.

          Ella dejó la habitación rápidamente, sintiendo sus hombros demasiado tensos. Al entrar en el pasillo, ella apretó el botón para llamar al ascensor y entró en él — esperando a Chris con los brazos cruzados. Los sentimientos encontrados de Joy sobre todo esto: la traición, el dolor y su incesante deseo de venganza hacia Umbrella era enorme; sin embargo, ella no quería hablar de ello, simplemente, después de todo, no podía hablar. El castaño se unió a ella rápidamente, ambos recorriendo el pequeño tramo en silencio, al menos hasta que al abrirse las puertas sonó una alarma que les hizo soltar un respingo.

          —El sistema de autodestrucción ha sido activado. Todo el personal debe evacuar la zona de inmediato. Desactivando y abriendo todas las cerraduras.

          —No me jodas—dijo Chris.

          Joy lo empujó para indicarle silenciosamente que la siguiera. Entre los largos pasillos, se toparon con Rebecca y Jill, quienes se abalanzaron sobre Joy.

          —¡Estoy bien!—exclamó ella feliz de ver a sus compañeras—. ¡Pero no es el maldito momento!

          Chris abrió la puerta principal del laboratorio—¡Por aquí!

          Subieron las escaleras rápidamente y encontraron otra puerta que los condujo a un pasillo largo. Chris y Joy se adelantaron rápidamente, dejándoles a los pequeños enemigos a sus compañeras y continuaron hasta doblar en una esquina.

          —¡Aquí...Brad!

          Joy se detuvo.

          ¿Brad?

          Chris sacó su comunicador, escuchando atentamente el mensaje.

          —Me estoy quedando sin combustible, esta es su última oportunidad—exclamó Vickers a través del comunicador—. Si queda alguien con vida, que me envíe una señal. Repito. Esta es su última oportunidad.

          Joy miró al castaño—Tenemos que llegar a la superficie ya.

          —Voy detrás de ti.

          Al correr por otro pasillo, encontraron un fusible que pertenecía a un ascensor que se encontraba a pocos metros. En cuanto lo conectaron, las puertas de este se abrieron, revelando una posible salida. Sin embargo, el chillido de esas bestias estaba cerca y eso hizo que todos se pusiesen en guardia.

          —Tres minutos para la detonación.

          —¡Mierda!

          —Brad sigue en el helicóptero.

          Otro chillido.

          Joy se estaba poniendo muy nerviosa.

          Rebecca apretó sus labios—Esas cosas se están acercando...

          —¡Chris, Joy!—añadió Jill—. Ustedes busquen la manera de contactar a Brad, nosotras nos encargamos de esto.

          Chris dio un paso adelante—Pero...

          —Ya dijo que ellas se encargan, baboso—declaró Joy tirando de su brazo—. Deja a las mujeres alfa hacer algo al respecto.

          Ella tironeó para hacer que Chris entre al ascensor y pulsó el botón para salir de allí. Subieron rápidamente, sintiendo que el aire cálido de verano venía con ellos y la luz del día se vino frente a los dos policías, cegándolos completamente. Ella soltó una carcajada de alegría y salieron del ascensor, buscando alguna cosa que les ayude a atraer la atención de Brad Vickers. Chris encontró una caja no muy lejos de allí, que poseía una pistola de bengalas.

          —Espero que esto funcione.

          Él disparó.

          El cielo se iluminó un poco más.

          Jill y Rebecca se les unieron.

          Y esperaron.

          Y esperaron.

          Repentinamente, una explosión proveniente del ascensor los hizo girarse y vieron como el majestuoso Tyrant salía de este.

          Imposible.

          —¡¿No era que eso estaba muerto?!—exclamó Joy.

          —¡No lo sé!—gritó Chris igual de alarmado que ella—. ¡Tú dime!

          El Tyrant le lanzó un puñetazo a Jill, el cual la lanzó contra unas cajas, rompiéndola. Rebecca empezó a dispararle en cuanto intentó acercarse a ella, pero se quedó sin balas. Joy no tardó en atraer su atención, disparándole con su escopeta. La castaña fue a ayudar a su compañera mientras que la ex piloto distraía al monstruo.

          —¡No me vendría mal una mano, idiota!—exclamó Joy esquivando un golpe con sus garras.

          —¡Chris!—exclamó Rebecca y señaló unas cajas—. Allí hay un lanzacohetes. ¡Úsalo!

          El helicóptero de Brad apareció en el cielo y Joy no pudo sentir más alivio al verlo. Desde la puerta los miraba Barry Burton, quien estaba vendando en su brazo, indicándole a Brad en forma de gritos de que se apresurara a aterrizar. La pelinegra esquivó otro golpe y rodó por el suelo con fluidez, alejándose un par de metros de él.

          —¡Joy!

          Ella miró a Chris.

          Lo que recibió fue un lanzacohetes.

          —Hola, bebé—sonrió ella antes de apuntar.

          El Tyrant tomó carrera.

          Y ella apretó el gatillo.

          Nunca vio tanta sangre chocar contra su cuerpo.

          (El asco que sintió después era un simple agregado.)

          Ella soltó lo que quedaba de la estructura del arma y vio como aterrizaba el helicóptero. Barry salió para ayudar a Jill junto a Rebecca y lograron subirse al vehículo, Chris fue el siguiente en subir y le indicó a Joy que hiciese lo mismo. Ella miró por última vez el ascensor del laboratorio y su puño se apretó. Estaba viva, se recordó, seguía con vida y sus compañeros del equipo Alfa también.

          Que todo se queme.

          Que las cenizas se queden en cenizas.

          Ella subió al helicóptero y este levantó vuelo, una explosión se originó detrás de ellos.

          El amanecer, tan cálido.

          La calma tan cerca.

           Jill se encontraba recostada en el suelo, siendo acompañada por Barry, Rebecca la examinaba con paciencia y con muchísima calma. Chris se encontraba en silencio, recostado contra la pared y Joy, simplemente, se sentía cansada y pensó en cerrar los ojos por un segundo, soltando una bocanada de aire que no sabía que contenía.

          (Ella no recordó haber recostado su cabeza en el hombro de Chris, sumiéndose en un profundo sueño.)




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