iii. el libro de la maldición
DAÑO COLATERAL,
capitulo tres: el libro de la maldición!
IDENTIFICAR EL CUERPO DE KENNETH SULLIVAN NO FUE NADA AGRADABLE PARA JOY WILLIAMS Y CHRIS REDFIELD. La muchacha de cabellos oscuros soltó un suspiro al ver el chaleco que tenía la insignia de STARS en la parte izquierda de su pecho, dando a entender de que era otro miembro sin vida del equipo Bravo. Joy sintió profundo asco y un sentimiento de soledad tan oscuro que casi le provoca volver a vomitar por segunda vez en la negra noche que pasaba afuera de las paredes de la mansión. Chris simplemente permaneció en silencio luego de soltar una maldición cuando su compañera le confirmó de que se trataba de otro miembro más. Joy rebuscó entre los bolsillos de Kenneth, encontrando balas que podrían ayudarlos para salir de un aprieto luego y también encontró un cuchillo que lo enterró dentro de su bota. Sin embargo, al palpar uno de los bolsillos de su chaleco, Joy encontró una cinta de VHS.
—¿Qué diablos es esto?—preguntó ella en voz baja.
Chris chasqueó la lengua, mirando a la joven de cabellos negros con diversión—Es un VHS, algo tan obvio, a menos de que no sepas que es y dónde se pone.
Joy gruñó en voz baja y pisoteó el pie de su compañero con fuerza.
(Lo que menos esperó fue que este tirase de su brazo con tanta fuerza para levantarla de un maldito tirón del suelo.)
—No pienso preguntarte a qué diablos vino eso—gruñó Redfield mirando fijamente a la muchacha Williams.
Joy lo apartó de un empujón—Entonces déjate de estupideces y compórtate como el hombre maduro que eres—señaló la puerta que se encontraba detrás de ella—. Vamos.
Ambos se dirigieron hacia la puerta de madera y cruzaron el umbral, cerrándola detrás de Chris. Se encontraron con un pasillo vacío e iluminado por la luz de la luna; el papel tapiz apenas se podía distinguir de entre la oscuridad del pasillo, un poco de luz se vislumbró al final de este y Joy decidió avanzar con su arma en alto. Al girar, se encontraron con otro cuatro que tenía escaleras, así que se acercaron lentamente, encontrando otro cartucho para cargar el arma. La muchacha de cabellos largos sintió un tirón al ver que Chris se movía a su lado, mirando atentamente a otro cadáver, pero este lucía diferente que el resto. No era ninguno de sus compañeros, o del equipo Bravo.
—Parece como si hubiese muerto de repente—murmuró Chris en voz baja, simplemente para contárselo a su compañera—. ¿Alguna idea de lo que esté pasando?
Joy le miró seriamente, intentando de encontrar una respuesta concisa y al menos coherente; pero ella no podía darle más que silencio.
(Chris, de todas formas, no esperó una respuesta.)
Los dos cadetes de la unidad STARS empezaron por subir las escaleras, lo cual daba a otro pasillo, pero con una puerta frente a las escaleras, así que decidieron primero investigar aquella puerta. Allí entraron a lo que parecía un laberinto de pasillos con puertas y había espejos en algunas partes de las esquinas. Los dos caminaron en silencio para girar sobre uno de los corredores y ser interceptados por otro de esos monstruos. Joy jadeó con sorpresa e intentó quitarse al hombre en estado putrefacto cuando Chris tironeó de su brazo atrás con las esposas de metal y clavó su cuchillo en la cabeza del putrefacto. La muñeca de la muchacha de cabellos negros dolía como una quemadura al sol luego de estar todo un día afuera — pero Joy decidió reprimir un gruñido, apoyando la mano en el hombro de Chris para recuperar el equilibrio. El castaño simplemente quería dejarla caer, sin embargo, eso traería más problemas para el resto del trayecto.
—Aún no escuché un "gracias"—bramó él detrás de Joy cuando continuaron.
Joy miró por el rabillo del ojo—No me agradeciste cuando te salvé del asesino de Kenneth, así que estamos a mano.
Chris gruñó en voz baja.
Joy se detuvo en un pasillo donde se encontraban lanzas apiladas y ordenadas de forma perfecta, por no decir alineadas de forma precisa y puntillosa — dieron con dos estatuas de mármol ubicadas junto a las lanzas. Una flecha de oro bien tallada estaba clavada en una de ellas. Eso le pareció extraño a la joven Williams e intentó sacarla de aquel lugar poco usual. Al examinarla poco a poco, tiró de la punta y esta se separó fácilmente. Chris estuvo a punto de protestar por el acto torpe y Joy le miró a forma de advertencia, obligándolo a callar de inmediato. Williams lo agradeció en silencio y examinó la punta con detalles bien marcados. Si su memoria no fallaba, aquel era un tipo de esmeralda que ella desconocía el nombre, pero decidió guardarla en uno de sus bolsillos. Se acercó hacia el espejo y encontró otro cargador, el cual le entregó a Chris sin decir otra palabra.
Al girar, se encontraron con dos puertas más, una de ellas cerrada.
—Mira, esta tiene la llave puesta—anunció Chris girando la llave.
Los dos cruzaron otro umbral y se encontraron con un balcón, el cual se encontraba dentro de una gran habitación y Joy se asomó, encontrándose con la planta baja una gran mesa que se extendía por lo ancho de la habitación. Finalmente pudo ser consciente de dónde rayos estaban, no se habían alejado mucho del vestíbulo principal, lo que significó que podrían acceder a los pisos superiores sin problemas. Frente a ellos había otro de esos monstruos, el cual se percató de su presencia y empezó a caminar hacia ellos desde la otra baranda. No obstante, los ojos verdes de Joy se enfocaron en una pequeña figura azul que estaba posada en una estatua de piedra justo donde se encontraba el monstruo putrefacto. Los dos intentaron de ir en direcciones contrarias otra vez y Joy fulminó silenciosamente a Chris con la mirada, indicándole que por el lado izquierdo no los atraparían.
Un reloj sonaba abajo, marcando cada segundo.
Todo eso le puso los pelos de punta a Joy.
Ambos jóvenes se dirigieron a la otra baranda rodeando todo el espacio abierto, esquivando al putrefacto que los perseguía lentamente del otro lado y se acercaron hacia la estatua de piedra con completa rapidez. Joy intentó treparse para conseguir la pequeña figura azul y cuando intentó tirar de ella para sacarla — lamentablemente cayó sobre su propio trasero. Chris soltó una carcajada en voz baja y la muchacha de cabellos oscuros quería golpearle en la entrepierna por ello, pero supo que entablar una pelea en aquel momento con una de esas cosas rondando tan cerca no sería lo mejor para ambos. Chris también lo intentó y no tuvo éxito, sin embargo, miró que había una parte rota de la baranda.
Redfield chasqueó su lengua—Levántate y ayúdame a empujar esto.
Cuando Chris contó hasta tres, los dos empujaron la estatua hasta el borde, tirándola desde aquella segunda planta hacia el comedor que se extendía abajo — soltando un ruido seco y al mirar abajo, la estatua estaba hecha añicos.
—Vamos—murmuró Joy antes de sacar su arma y disparar en dirección a los pies del putrefacto, haciéndolo caer.
Joy tiró de las esposas y se dirigió a una puerta doble, sin antes encontrar una llave que la desbloqueaba y volvieron a encontrarse en el gran vestíbulo por donde entraron. Otro trueno resonó afuera y las ventanas iluminaron el ambiente lúgubre de la mansión, de alguna forma Joy se estremeció por ello, pero decidió continuar con su camino. Al bajar la primera tanda de escaleras, Chris se detuvo en seco, fijando su mirada en la puerta que estaba al final de las dos escaleras que se extendían a sus anchas en el vestíbulo — que, al principio, se encontraba cerrada. Joy casi pierde el equilibrio y Chris posó una mano en su espalda para evitar caer por quinta vez en la noche.
—¿Qué sucede?—preguntó Joy con poca paciencia.
—Esta puerta—señaló el ex piloto antes de mirarla de reojo—. Estaba cerrada antes.
Joy rodó los ojos y señaló el vestíbulo—Aún tenemos cosas por investigar.
—Alguien abrió esta puerta mientras nosotros investigábamos—insistió el muchacho de cabellos castaños con malhumor, Joy podía distinguir la molestia de ir caminando de habitación en habitación durante un largo momento—. Y no fue una de esas cosas, si no un puto ser humano. Lo prudente sería seguir ese rastro.
—Tú has visto muy pocas películas de terror.
—No estoy de humor para tu sarcasmo, Williams.
—Entonces sigamos por el lado seguro—replicó la joven de cabellos oscuros.
Chris rodó los ojos antes de meditar su siguiente movimiento, el cual fue ir por las piernas de su compañera para cargarla sobre su hombro. Joy se quejó en voz alta y forcejeó mientras que su compañero cruzaba el umbral de la puerta abierta. Repentinamente, ella sintió frío, el mismo frío que le calaba los huesos cuando bajó del helicóptero con sus compañeros para buscar al equipo Bravo — Joy no tardó en apretar sus dientes con fuerza, soltando un gruñido mientras que Chris bajaba las escaleras con ella hacia lo que sería un patio trasero. A pesar de sus protestas, el maldito bastardo continuó ignorándolas mientras inspeccionaba el nuevo terreno que tenía frente a él.
—¿Feliz, Redfield?—exclamó Joy con molestia y volvió a forcejear—. ¡Bájame ya!
Chris chasqueó su lengua—Muy feliz, gracias por preguntar.
(Joy se encargaría de pisotearle el pie después.)
Sin embargo, él la bajó de su hombro y continuó con su camino, tironeando de las esposas para que ella lo siguiera entre la oscuridad y luces blancas.
Aquel patio parecía algo demasiado siniestro para ella y más cuando bajaron otro par de escaleras. Las rejas negras no les daban más que un sentimiento de encierro incluso estando en el exterior y ver las lápidas a los alrededores realmente era catastrófico para mantenerlos alerta durante el tiempo que estuviesen allí. Chris se dirigió a un pedestal de piedra donde se encontraba un ángel tensando un arco y una flecha, tallado a la perfección y Joy hizo una mueca. La persona que tenía esta gran casa tenía un gusto muy siniestro para tener estatuas de ángeles por todos lados, más en un lugar donde todo era lúgubre. La lluvia era ligera, pero mojaba poco a poco los mechones sueltos del cabello oscuro de Joy. El frío no había aumentado, ya que seguía siendo el mismo y Joy se permitió ver el cielo: buscando algún rastro del helicóptero buscándolos u otro tipo de ayuda. La muchacha de cabellos oscuros se hizo una nota mental de intentar contactar con Brad luego de ver lo que sea que Chris quería investigar en ese lugar. Los dos se detuvieron frente al pedestal, mirándolo con atención.
—La punta—dijo Chris, repentinamente serio.
—¿Cuál punta...?—preguntó Joy y luego se detuvo al ver que había una parte que faltaba, ahí lo recordó: la punta de esmeralda que estaba en la flecha de oro—. Oh.
Ella rebuscó entre sus bolsillos y encontró la punta de esmeralda verde en su bolsillo izquierdo, tomándola con sus dedos para acercarse lentamente al pedestal — incrustándola por completo en el espacio faltante en la punta de la flecha. Los dos se sorprendieron al ver que aquella pieza encajaba perfectamente en el lugar hueco, pero lo que más les hizo sorprender era que frente a ellos una compuerta de piedra se deslizó hacia atrás, abriéndoles el paso hacia unas escaleras. Chris y Joy permanecieron quietos en sus lugares, observando con completo detenimiento el nuevo espacio que tenían frente a ellos y Joy no pudo evitar sentirse atraída por su propia curiosidad — además de que el miedo le estaba carcomiendo la cabeza luego de toda la mierda por la que ella pasó hace dos años. Chris, entretanto, se mantuvo en silencio por quinta vez en la noche; debatiendo mentalmente si bajar sería una excelente idea y no terminar muertos en el intento. Williams ladeó su cabeza para mirarlo y el ex piloto también hizo lo mismo, mirándose fijamente y decidir el próximo movimiento.
Ambos bajaron por las escaleras.
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Decir que estaban jodidos era quedarse corto.
Cuando volvieron al vestíbulo otra vez, Joy intentó procesar lo que decía el libro que encontraron en aquella habitación subterránea. Ella terminó llamando ese espacio "Horno de Cadáveres con máscaras estúpidas", pero Chris lo llamó "Catacumbas" y la única cosa que pudieron encontrar fue un maldito libro titulado "Libro de la Maldición" — detrás de él había una llave incrustada. Joy recibió el libro y Chris inspeccionó la llave, sin dejarle más opción a la pelinegra que abrir el libro e investigar alguna pista concreta para poder seguir adelante. Algunas hojas del libro se encontraban gastadas, por lo cual no se podía leer muy bien y además se encontraban otras hojas rasgadas — sin embargo, Joy encontró otras a la mitad del libro que se leían con claridad.
"Las Cuatro Máscaras:
La primera no dice vilezas, la segunda no huele la inmundicia, la tercera no ve la malicia y la cuarta ni dice, ni huele, ni ve las perfidias...
Cuando las cuatro estén en su lugar, la depravación se extenderá."
Joy no tardó en cerrar el libro, dirigiendo su mirada hacia los huecos que pertenecían a las respectivas máscaras desaparecidas. Cuando recordó la frase "la depravación se extenderá", sus orbes verdes miraron el ataúd que se encontraba colgando por cadenas en la oscuridad mullida de aquella catacumba subterránea y un escalofrío recorrió su espalda, provocando que ella temblase antes de salir de allí. La misión era demasiado clara al principio: encontrar aquellas cuatro máscaras faltantes y ver qué diablos había dentro de aquel ataúd.
—Entonces, a ver si entendí—declaró Joy rodando los ojos, apoyándose contra la columna que se encontraba en el pie de la escalera del vestíbulo—. Hay cuatro máscaras: una que no tiene boca, otra que no tiene nariz, otra que no tiene ojos y la última que no tiene ninguna de las tres cosas—miró a Chris con exasperación—. ¿Y tenemos que buscarlas como si fuese un puto juego de rompecabezas por toda la mansión? Esta noche es una maldita mierda.
—No eres la única—murmuró Chris en voz baja.
Joy se encogió de hombros antes de erguirse—¿Qué sigue?
—Tendremos que investigar la parte derecha de la mansión, puede que con esta llave podamos ampliar más nuestro panorama—declaró el ex piloto mostrando la llave.
La muchacha Williams pensaba en volver al territorio conocido, pero se dio cuenta que no tendría sentido entablar otra discusión con él así que decidió asentir en silencio — siguiéndole por la puerta que se encontraba a su izquierda, abriéndola de par en par. Allí vieron otra habitación, donde una de sus puestas se encontraba bloqueada y la otra estaba cerrada con llave, al acercarse rápidamente, Chris sacó la llave que habían adquirido y logró encajarla en la puerta, girándola dos veces para poder abrirla. Joy permaneció bastante sorprendida cuando vio que el ex piloto logró abrirla sin problemas; probablemente llegó a la conclusión de que se podían abrir otras puertas bloqueadas de la mansión con aquella llave. Al entrar por el umbral, se encontraron con otro pasillo mejor iluminado que el resto, junto con unas ventanas que, luego de un poco de movimiento se rompieron ligeramente y los dos ex pilotos decidieron detenerse en seco. Otro trueno resonó afuera y el cielo se iluminó.
—La tormenta no parará jamás—gruñó Chris caminando hacia adelante.
Joy prefirió que el silencio fuese su nuevo amigo.
Había momentos donde Chris demostraba ser un adulto maduro y otros parecía que se trataba de un mocoso que poseía un poco temperamento, pero aún así demostraba ser eficiente para hacer el trabajo que se le encomendaba. De todas formas, él era como ella, un soldado que seguía ordenes — ¿a qué costo llegaría eso? Joy se preguntó una y mil veces mientras realizaba el servicio militar en ambas unidades, ¿hasta donde llegaría su verdadera lealtad? Chris la llevó ciegamente por entre otros pasillos más y repentinamente terminaron en un baño. Joy alzó una ceja ante el cambio lúgubre de espacio y cuestionó las acciones de Chris.
—Sí estás pensando en ese estúpido juego de 7 minutos en el paraíso, te juro que...
—Ugh, no—replicó Redfield haciendo una mueca—. No eres de mi tipo.
Joy apretó sus labios—Bien, entonces quedamos en la misma página—señaló el baño—. ¿Estamos en un baño para una ocasión en especial? Por qué este baño apesta.
Chris miró en dirección a una bañera larga que se extendía detrás de ellos y Joy se pinchó el puente de la nariz al ver que se trataba de otra obra en descomposición con olor fétido y asqueroso; pero ella se aseguraría de no vomitar esta vez. Chris le miró y le señaló con la cabeza en dirección en la bañera—Después de usted, bella dama.
—Ew, no—se quejó ella—. Está llena de agua sucia.
Chris le miró serio—Sólo quítale el tapón, Williams.
Joy apretó sus labios en una fina línea otra vez y se acercó a la bañera, haciendo una mueca de disgusto en su rostro, así hundiendo su mano en el agua sucia, tanteando el terreno para buscar el tapón hasta encontrarlo. Cuando tiró de él, la joven sintió la presencia de Chris a su lado, observando que podría haber ahí dentro. Al menos esa era la idea cuando otro putrefacto se levantó de entre el agua sucia, provocando que Joy soltase un chillido de horror para caer de espaldas al suelo. Chris permaneció confundido por un segundo, pero agarró su cuchillo y lo incrustó en la cabeza del putrefacto. Este no tardó en caer sin vida al suelo y Joy no pudo evitar sentirse sonrojada de la vergüenza.
Eso, damas y caballeros, sí que daba miedo.
—¿Ya mojaste tus pantalones?—preguntó Chris sonriendo de lado.
—El próximo en recibir una patada en el trasero eres tú, Redfield—murmuró Joy apretando los dientes y se levantó pesadamente, para luego acercarse lentamente a la bañera—. Dios Santo, eso no lo vi venir—rebuscó entre la suciedad y se topó con una llave—. ¿Enserio?¿Otra llave?
Chris se inclinó detrás de ella para mirarla—Es una llave vieja, probablemente podríamos abrir una de las puertas viejas que hay en este pasillo.
Joy, a pesar de todo el susto, decidió seguir a su nuevo compañero y ambos salieron por el pasillo, intentando la llave en todas las puertas posibles, pero al ver que casi todas estaban abiertas, se dirigieron a una puerta metálica. Entre todo aquel cumulo de emociones, Joy no se percató de que habían salido al exterior y que Chris cargó en su hombro una bolsa de químicos. Aquello podría servirles en el futuro, ninguno de los dos lo sabía, pero decidieron continuar su investigación en las habitaciones restantes. Al notarse que había más putrefactos rondando en las habitaciones, Chris y Joy se dieron cuenta de que lo mejor era mojarlos con un poco de queroseno y prenderles fuego, así sus cadáveres no largarían olor y así no volverían a levantarse después de darles una bala en la cabeza.
Cuando observaron que no había más espacios para investigar, volvieron por el mismo camino que antes, siendo iluminados por el gran pasillo tapizado, las ventanas recibiendo el resplandor de los relámpagos.
—Volveremos de vuelta al vestíbulo, ¿verdad?—preguntó Joy.
Chris asintió—Ya hemos investigado lo suficiente aquí.
Y, para agregarle más tensión a la situación en la que estaban apretados, las ventanas se rompieron, dejando entrar a uno de esos perros que querían devorarlos hacía una hora atrás.
—¡Oh, vamos!—se quejó Chris en voz alta.
Joy disparó al primero dos veces, siendo eficiente con su puntería y corrió hacia adelante al ver que el canino estaba muerto, Chris protestó otra vez y la siguiente ventana por la que pasaron se rompió otra vez, revelando a otro perro. La muchacha de cabellos oscuros volvió a disparar y el perro cayó rendido al suelo, logrando que Williams soltase un respingo antes de continuar hacia la siguiente puerta. Allí volvieron a realizar todo el recorrido de una vez, pasando por otra nueva habitación que daba a una cocina, de la cual estaba todo se encontraba en mal estado y sucio — pero sin nada interesante. Cuando recorrieron el pasillo oscuro, se encontraron con un par de cuervos rondando sobre un tubo de metal encima de ellos y Joy se detuvo en seco al ver que el cuerpo que se encontraba allí ya no estaba. Chris se giró a mirarla, a punto de decirle que no pierda su tiempo, pero Joy fue más rápida.
—Aquí encontramos un cuerpo antes—recalcó la muchacha de cabellos oscuros—. Y ya no está.
Chris rodó los ojos—Tú sí que has visto demasiadas películas de terror.
(Sin embargo, él no descartó por completo el simple hecho de que aquel cuerpo volviese a la vida para quedar como esas cosas.)
—¡No estoy para bromas, Redfield!—exclamó Joy con hostilidad—. Puede que estos putrefactos sean muertos vivientes.
—Entonces seguiremos adelante—respondió Chris de forma seria—. Esta mansión oculta algo y no lo sabremos hasta que lo investiguemos.
Joy estuvo a punto de protestar una vez más, ¿pero qué opción le quedaba? Volver a salir a ese bosque era una misión suicida y las pocas habitaciones seguras se podían contar con sus malditos dedos y con los de su compañero — así que la única forma de continuar viviendo era seguir a su compañero para revelar cualquier tipo de misterio que la mansión tenía para ellos y, repentinamente, ella se preguntó si todo esto era intencional o solo una completa y trágica casualidad. Al continuar rondando por los pasillos, descubrieron más y más habitaciones, hasta incluso encontraron una escopeta estropeada, una habitación donde guardaron un par de cosas que serían útiles y una bodega llena de sueros de distintos colores. También fueron a una habitación donde sus paredes estaban talladas con ángeles y demonios, lo cual fue demasiado aterrador para Joy.
(El dueño de aquella mansión tenía un fetiche con esas cosas, según la ex piloto.)
No obstante, en la habitación contigua, los dos ex pilotos encontraron una escopeta que estaba en perfectas condiciones y al quitarla, algo se bloqueó en la puerta — Joy gruñó en voz baja y colocó la escopeta estropeada en el mismo lugar donde estaba la otra antes y la puerta se desbloqueó. Cuando volvieron a recorrer los pasillos, Joy empezó a confundirse al ver tantos nuevos pasillos y por un momento creyó que se habían perdido. Durante el recorrido, encontraron un silbato para perros — cosa que a Joy le pareció algo estúpido — y luego una habitación con trampas, la cual contenía una llave que necesitarían — pero debían reemplazarla con una falsa. Al salir, buscaron en los pasillos para ver si encontraban otra puerta como la de metal que había antes y utilizaron la misma llave vieja para entrar, encontrándose en un balcón largo que se extendía hacia una esquina y continuaba por el otro lado. Allí se escucharon ladridos y Joy se detuvo, parando a Chris en sus pasos.
—Sería bastante prudente volver por donde vinimos—murmuró Joy en voz baja.
—Uno de esos perros tiene un collar especial que ese tal Spencer quería que tuviesen—respondió Chris en el mismo tono de voz que su compañera—. Tú dispara con la escopeta y estaremos bien.
—No quiero convertirme en comida para perro.
Chris suspiró—No serás comida para perro, Williams. Ahora apunta y dispara cuando se acerquen.
El muchacho de cabellos castaños sopló el silbato para perros y los ladridos se hicieron más claros, Joy apuntó la escopeta y disparó en seco al primer perro que se acercó, luego, dispararon a un segundo que saltó frente a ellos de repente. La joven de cabellos largos se acercó a uno de ellos y encontró un collar metálico que se desprendía del medio — donde, al presionar un botón, salió la estructura de una llave falsa. Joy sonrió abiertamente con triunfo, mientras que Chris sintió más que alivio al ver que no habían malgastado sus balas en vano. La vuelta fue rápida para tener la verdadera llave en sus manos y continuaron con su recorrido hacia las habitaciones que estaban en el lado oeste del vestíbulo, encontrándose con un pasillo que estaba poco iluminado, pero tenía una puerta allí. Se escuchó un ruido seco del otro lado y eso los hizo mantener alerta a los dos ex pilotos. Chris intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada.
—¿Y si me lo permites, caballero de hojalata?—se burló Joy sacando la nueva llave adquirida.
Chris rodó los ojos, pero se hizo a un lado, dejando a la pelinegra actuar. Los dos alzaron sus armas y Joy giró dos veces la llave, desbloqueando la puerta para abrirla de una patada.
Ver a Rebecca Chambers sentada contra una pared era lo que menos esperaban.
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sin editar
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