♦ Capítulo VIII ♦ (Parte 1)
Plan perfecto, caerás, Dian. Uriel vuelve
Estaba lista, completa, y absolutamente preparada para que Ellen no me respondiera nada.
Sí, así es, mi confianza se fue directo al tacho de basura. Ya vinieron a recogerlo y tirarlo en la basura. Tal y como expreso, estoy en estado de shock, nunca soy tan directa, siempre soy la tímida e indirecta.
Además de que en estos días pasaron cosas muy extrañas.
Al llegar al colegio, estampo mi cara sobre la mesa más de diez veces ¿Razón?, no existe, sólo es para desquitar mi frustración, eso me calma, además de lee libros, pero eso no funcionará en estos momentos.
Ellen llega muy agitada, tal vez se quedó dormida, y pensó que llegaría tarde. Siempre es así.
—Hola, Nia, cómo te fue ayer— me dio una sonrisa tranquila, como si ayer no pasó nada, sólo lo de siempre.
La miré de forma seria, ella sabía los sucesos de ayer, incluso ella tuvo peores. No entiendo por qué actuaba así.
—¿Tú cómo crees que me fue ayer, cuando mi mayor enemigo, alías "Dian Dammels Alis", entró a mi casa y se desmayó?— dije con una sonrisa sarcástica.
—¿Bien?
Genial, mi amiga se hace la idiota sólo para sacarme de mi sufrimiento interno, tranquila, Nia, respira profundo, no hagas ninguna locura, tu amiga está tratando de animarte, o eso quieres creer.
—¡Ellen!
—¿Qué?— preguntó incrédula.— Esa vez pudo ser una buena oportunidad para que dejaras tus berrinches de niña de primaria por Dian, la verdad no entiendo tu odio, él no te hizo nada.
Ella tiene razón, él no ocasionó mi odio. Ni siquiera sé por qué debería odiarlo.
Pero para no quedar como una completa idiota, decidí protegerme con una idea de la qué tal vez me iba a arrepentir.
—¿Y qué me dices de tu odio hacia el 99,8% de los chicos?— enarqué una ceja, esperando su respuesta.
— Tengo mis razones, pero no te las diré. Además, ya empezaron las clases hace un buen rato, shh— susurró acercándose a mí.
Era verdad lo que decía, todos posaron sus miradas sobre mí, incluyendo al profesor de Historia.
Dios, si estás ahí, leyendo mi historia, por favor, llévame al cielo.
— Señorita Nia — esbozó una sonrisa maliciosa.— ¡A LA DIRECCIÓN!
Bien, nada podría ser peor.
— Joven Dian, podría acompañarle por favor.— preguntó con etiqueta.
En ese mismísimo instante, deseé que Dian, siendo la persona inteligente que es, dijera un tranquilo y demandante: “No”. Pero conociendo mi suerte, pues, ya se sabe lo que dijo.
— Claro, profesor, con gusto.— se levantó de su asiento y caminó hacia mí, todos presenciaron sus pasos con efusividad, era una escena lenta de película en mi mente.
Cuando llegó a mi lado, me adelanté para ir delante de él, así no tendría que ver su tedioso rostro. Es cuestión de estrategias.
Claro que, no soy experta en ocultar mi nerviosismo, mis manos empezaron a sudar, y mi carta se tornaba de un color rojizo, el silencio y la distancia que había entre ambos era abrumadora. Aunque de mala gana, debía romper el hielo.
— ¿Te gustan los gatos?
Supe que soltó un notorio: ¿Ah?. Después de un par de segundos, respondió a mí pregunta extraña.
— En realidad, pues no — rió coqueto.— Sí, son tiernos, pero me dan...— no continúo con los demás.— Nada, olvídalo.
— ¿Te dan...? — volteó y enarco una ceja. Si eso era incómodo para él, me hacía sentir mejor.
En mi mente ya imaginaba miles de cosas que tal vez quiso decir, una cada vez peor que la otra. Dian, te veo en el averno.
La pregunta, tal y como imaginé, parecía ser incómoda para él, puesto que, se empezó a rascar a nuca con cierto nerviosismo, soltando una risa de igual manera.
— No es algo tan malo, sólo que... — desvió su vista.— Me dan miedo los gatos. — masculló entre dientes.
A pesar de su forma de decirlo, entendí cada palabra, quedé estupefacta. El gran “Dian”, ¿le tenía miedo a unos gatitos? Era difícil de creer, siempre lo veía como el chico valiente y fuerte que no le teme a nada.
— Ajá, y se puede saber por qué le temes a los tiernos gatitos.
— Cuando era pequeño, esto... pues mi madre había traído a casa a un gato que había encontrado abandonado en la calle, yo amaba acariciarlo día y noche, hasta que un día se hartó de mí, y me arañó por todo el rostro, en serio, mi rostro era toda una pintura abstracta.— explicó.
Supuse que su miedo se debía a razones más increíbles, o algo fuera de lo común, pero no, él es todo un adolescente normal.
— Oh, entiendo — asentí.
No volvimos a argumentar palabra alguna. Bueno, según mi perspectiva él parecía que quería volver a hablar conmigo. Se me ocurrió una idea estúpida, pero que si la realizaba, entonces, algo muy gracioso saldría de ahí.
— ¿Quieres ver Netflix en mi casa? — vamos Dian, muerde el cebo.
— ¿Lo dices en serio?
— Sí, por supuesto.
— Claro, por qué no— asintió, y me dedico una sonrisa dudosa.
Dian, hoy será el feliz día de tu muerte. Cualquier cosa que afecte a Dian, mi eterno enemigo, es factible para mí, lo sé, lo sé, soy toda una genio.
Dian y yo, estábamos caminando tranquilamente hacia la dirección, todo muy tranquilo, tranquilo, tranquilo...
En serio, cómo es posible que nada malo me haya pasado hoy.
No, olvídenlo, llegó el profesor “buenote”, oh, Nia, si no le dan un golpe contundente en este momento, te arrepentirás. Pero, tranquila, guarda tu ira para después.
— Nia.— pasó de largo, pronunciado mi nombre.
— Imbécil — dije con sorna.
Noté que Dian también le tenía rencor al profesor, no sé por qué, su mirada era fría y violenta. Todo un perfecto cliché de Wattpad.
Ya estábamos a unos pocos pasos de la dirección, así que lo dejé, y me fui con toda la velocidad que pude obtener, igual, si sólo me daría una ficha de incidencia, qué chiste tiene.
En serio, los colegios peruanos, deberían ser más drásticos. Por eso estamos como estamos, luego nos daremos un balazo en la cabeza a lo Alan, aunque siguiendo mis ideas, tal vez no esté muerto.
No, olvídenlo, mi pequeño cerebro no sirve para pensar mucho.
Entró a la dirección, con relajo, como si fuera el Brayan en una pasarela. Horrible.
La secretaria y el auxiliar, me ven con cara de: ¿Tú de nuevo? Tengo una relación amor-odio con ellos, en el fondo sé que me quieren siempre les brindo mi compañía, y les habló sobre temas interesantes. Nadie como yo.
— Hello, ya llegó por quién lloraban.— los saludé.
— Hola, Nia. — respondieron con un típico rostro aburrido. — Ten tu ficha y lárgate.
— No no no, les haré compañía, y Auxi (apodo para el auxiliar), qué tal los hijos.
— Igual de siempre.
— Bueno, eso es todo, me voy.— giré la perilla de la puerta y me fui.
Sorpresa que me llevé, pues, Dian estaba esperándome a unos pasos de la puerta. Bien, bien, Dian, eres todo un caballero.
— Nia, ya terminó la clase, así que el profesor me envió a recogerte, por favor, serías tan amable de seguirme.
Cuánto ron de etiqueta se tomó, él no es así. Bueno, de ser el príncipe del salón, sí lo es, pero su escencia es diferente, algo así como una mierda natural.
— Qué elegancia la de Francia.
— Qué rareza la de Tessa.
— No me iguales a Tessa, estúpido, yo me bastó y me sobró sin ningún chico en mi vida.— sonrío antipaticamente.
Ellen vino corriendo de no sé dónde, y me abrazó, me hizo mimos, dijo que me calmara que a todos nos pasaba eso. Tal vez, Dian le compartió la droga, sí, eso puede ser.
— De qué estás hablando.— la alejé.
— ¿Qué? Se supone que debes estar triste cuando vas a la dirección, ¿no? — sujetó mis dos hombros.
— Ajá, debes saber que yo, no me derrumbo por nada ni nadie.
— CofcofUrielcofcof — Ellen fingió tocer exageradamente.
Le dediqué una mirada rara, como la del meme de una rata que todos conocen, y Ellen dejó de tocer salvajemente, gracias a Dios.
— ¿Por qué me miras así?
— Es para que dejes de hacer estupideces.
Al parecer ya era el receso, así que fui al salón, y cerca de este vi a la persona que tanto había extrañado después de tanto tiempo, puede que haya cambiado mucho en el exterior, pero seguía siendo el mismo niño temeroso que siempre querré.
Era Uriel, y estaba hablando con el director, ahora que lo recuerdo, me dijo que hoy nos encontraríamos en la salida, no pensé que lo vería tan pronto.
— ¿Entiendes? — preguntó el director.
— Sí, señor, gracias por su hospitalidad.— respondió.
Me miró de reojo, dedicándome su delicada sonrisa, y yo sin dudarlo me acerqué a él, bueno, me lancé sobre él sin pensarlo.
— ¡Uri!¡Uri!¡Uri! Te extrañe mucho.— lo abracé aunque estuvieramos tirados en el suelo.
— Yo igual, Nia, ahora quiero hacer esto.— se acercó a mi cara, quedándose a unos centímetros de distancia.— No, mejor te esperaré.
***
Ya pasaron casi dos meses desde que no actualizo, y esta obra ya llegó a más de 1K de lecturas, les agradezco su apoyo, muchas gracias.
Y como no puedo estar a su lado para celebrar, les comparto un helado a la distancia para cada uno de mis lectores 💚🍨
¡Disfrútenlo!
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