(18) DOPO IL BAGNO-1887, RENOIR. [1]
«Temo un mundo sin valores, sin sensibilidad, sin reflexión. Un mundo en que todo es posible. Porque entonces lo que se convierte en lo más posible es el mal».
El mundo de hoy. Autorretrato de un reportero, Ryszard Kapuściński[*].
Helena suspiró, mientras entraba sola en su habitación de hotel. Estuvieron en el Museo Renoir, en Cagnes-sur-Mer, los tres, pero no encontraron nada que los ayudase a resolver el caso policial que tenían entre manos.
La chica permitió, allí, que el aroma del sitio irrumpiese por sus fosas nasales, conquistándola. Pero nada, sólo respiraba humedad: parecía brotar de las paredes. Incluso, la puerta de acceso, de forma redondeada, le daba la sensación de que entraba en una cueva. Sí la impresionaron los olivos retorcidos que había en los jardines, casi como si sus formas fantasmales se cernieran sobre ella diciendo: «recuerda, recuerda, recuerda».
ᅳMira ᅳle dijo Jean Pierre, mirando en dirección a unas margaritasᅳ. Puedes ir probando.
ᅳ¿Probando? ᅳno entendió lo que le decía.
ᅳSí, probando con los pétalos de las margaritas. Los vas deshojando y ves con cuál de nosotros dos te quedas.
ᅳMuchas gracias, monsieurᅳle respondió con un gesto infantil, sacándole la lenguaᅳ. Pero no creo que sea necesario. A la vista está que ninguno de los dos quiere quedarse conmigo. Y menos los dos juntos...
Volvió a mirar los olivos. A caminar entre ellos. Parecía que siempre habían estado en la colina de Les Colletes. Controlando desde lo alto la zona, como si fuesen los vigías del lugar. La gente rotaba, iba y venía, pero ellos permanecían con sus raíces, firmes, plantadas en el sitio. Raíces o ramas, no sabía cuáles eran unas y cuáles otras.
ᅳ«O igual los pusieron aquí» ᅳpensó Helena, irónicaᅳ. «Como esos olivos centenarios con los que está de moda «decorar» los campos de golf».
Le desagradaba la mera idea de desenterrar esos cimientos gigantescos, para trasplantarlos en un territorio extraño.
ᅳ «Tal vez porque yo soy un olivo trasplantado, igual que ellos» ᅳvolvió a pensarᅳ. «Ya no encuentro acomodo en ningún sitio».
El virus del desarraigo había afectado a la chica de tal manera que, ni siquiera en el país de su nacimiento, se sentía en casa. Quizás porque la Tierra Prometida, añorada durante largo tiempo, se convertía, al arribar, en una isla desierta que había permanecido aislada por la niebla de los recuerdos.
ᅳ¿Qué pasa? ᅳle preguntó Jean Joseph.
ᅳNada ᅳle respondió, tristeᅳ. Sólo que estos olivos me dicen que ya no soy de ningún sitio.
ᅳ¿De verdad, madamoiselle? Pues ya que está, entonces, pregúnteles qué diantres buscamos en este lugar, así puedo volver a casa.
No se enfadó, no lo podía culpar. Le miró el rostro, ensombrecido, al acordarse del atentado terrorista de París. Lamentaba haber pedido vacaciones para ir a detener al asesino de niños, puesto que quería estar al lado de sus compañeros. Jean Joseph lo contuvo, luego de comunicarse por teléfono: la célula había sido desmantelada con anterioridad pero no habían podido evitar el último coletazo de uno de los huidos. Por desgracia se había llevado con la suya varias vidas. Helena se daba cuenta de que, lo que más perturbó a Jean Pierre, era la zona en la que había tenido lugar: cualquiera de ellos podría haber sido una víctima más. La chica notaba que ahora la tomaban en serio.
ᅳMira, se parece a ti ᅳle dijo Jean Pierre, mostrándole un retrato de Renoir en un puesto de venta.
ᅳEs verdad ᅳestuvo de acuerdo Jean Joseph, mirándolaᅳ. Se parece mucho a ti... Se parecería más si tuviese los ojos claros...
ᅳSí, tenéis razón ᅳestuvo de acuerdo Helenaᅳ. Me lo llevo.
Se lo pagó a la vendedora y, una vez envuelto, se lo entregó a Jean Pierre.
ᅳ¿Y esto, madamoiselle? ᅳpreguntó, asombrado.
ᅳPara que lo cuelgue de su lado de la pared. Así recuerda que del otro lado del tabique hay una serpiente. Quizás con este recordatorio le resulte más fácil repelerla. Yo tengo de mi lado La noche estrellada, de Van Gogh. En esos momentos pensaré en que a usted le falta un tornillo...
El hombre lanzó un bufido pero no se lo devolvió. Jean Joseph, en cambio, una carcajada. La reproducción era Dopo il bagno- 1887. Pensándolo bien, debía sentirse halagada: la modelo del retrato era más joven que ella y no tenía las marcas de expresión de los treinta, que tanto molestaban a Helena. El pelo rojizo, los labios llenos, la piel clara con carne, los pechos turgentes, bien podrían ser los suyos. Creía recordar que era Aline Victorine Charigot, la que luego sería esposa y musa de Renoir. No parecía ser Suzanne Valadon, cuyo verdadero nombre era Marie-Clémentine Valade, modelo de Toulouse- Lautrec, Chavannes y Renoir, entre otros. Tenía una mirada más ingenua. A decir verdad, no se la imaginaba, como hacía Suzanne, portando un atado de zanahorias como si fuese un ramo de rosas, ni arrastrando una cabra para que comiera sus dibujos malos, ni dándoles a los gatos caviar los viernes.
ᅳ«¡Y después dicen que yo soy la rara!» ᅳpensó, haciendo una muecaᅳ. «¡Con todos los locos y extravagantes que hay y que hubo en este mundo!»
Gracias a Suzanne, además, quedaron inmortalizadas algunas de las rarezas de Van Gogh. En una de las reuniones/juergas de Lautrec ella contó que Vincent entró con una pieza echa un rollo debajo del brazo. Se sentó en un rincón apartado, con la tela del cuadro desenrollada, sin decir la más mínima frase, pendiente de los comentarios que alguien pudiese hacerle. Viendo que nadie reparaba en él y, sin expresar nada, volvió a enrollarla, se levantó y se fue.
ᅳNo necesito recordatorios, madamoiselleᅳmanifestó Jean Pierreᅳ. Usted se encarga de hacer que la recuerde todos los días. Se ha pegado a nuestro rabo.
ᅳ¿Yo, monsieur? Es usted el que pretende utilizarme como un servicio de información, así que no se queje.
ᅳAquí dice que vinieron en mil novecientos tres y que Renoir vivió en este sitio hasta su muerte ᅳleyó Jean Joseph en voz altaᅳ. También que está enterrado en Essoyes... ¿Tendremos que ir hasta ahí?
Helena casi se atrevía a asegurar que no: para ella la clave estaba en Niza. Así que, haciéndole caso, regresaron al hotel. Los dos hombres pensaban ponerse en contacto con su unidad para conseguir información acerca de un niño llamado Jérémie, por si había algo nuevo. Como buscar una aguja en un pajar...
Se sentó frente al ordenador portátil para escuchar música y relajarse. No debía agobiarse. Puso la canción del grupo A-ha, Take on me. ¿Por qué? Por el paralelismo con su situación, esa mezcla de realidad y fantasía. Quizás, mirando el video, consiguiera recordar algo de lo que había soñado y que se le estaba escapando. Las primeras imágenes, en blanco y negro y trazos de dibujante, muestran la partida de una carrera de motos, resaltando la figura de un chico, que es el que traspasa la línea de llegada en primer lugar. En una cafetería, una muchacha rubia, de carne y hueso, hojea la revista sentada a la mesa. El vencedor de la carrera, con una botella de champán, la sorprende guiñándole un ojo y saca la mano de dentro de la revista. La mano parece un holograma, en blanco y negro, como las pantallas de las televisiones antiguas. Ella mira a su alrededor, no sabe qué hacer, vacila, pero, al fin, le da la suya. Él la ayuda a bajar, cogiéndola de la cintura. Bailan, juegan a ponerse de un lado y del otro de un espejo que hay en el sitio, que los muestra como dibujos o personas de carne y hueso. Le recordaba al libro de Lewis Carroll A través del espejo y lo que Alicia encontró allí. La señora de la cafetería piensa que la muchacha se fue sin pagar por lo que, enfadada, hace una bola con la revista y la tira a la basura.
Allí dentro, en el mundo imaginario, los personajes se mezclan y, dos de los conductores que perdieron la carrera los siguen. Es una persecución frenética. El chico la ayuda a salir, para protegerla. Ella vuelve a la realidad pero él se queda dentro, en la ficción. Aparece al lado de la basura, toda sucia y desarreglada. La gente la mira con curiosidad. Coge la revista y huye. Llega a su piso, alisa las hojas, quiere saber cómo finaliza la historia, las lágrimas se le deslizan por las mejillas. Piensa, tal vez, que el chico ha muerto. Resumen del final: chico viene a chica, con mucho dolor.
Nada. Volvió a poner la canción. No recordaba ningún sueño. Helena decidió abandonar y ver el programa de El Hormiguero, para reírse un poco. Necesitaba desconectar. El invitado de ese día era Pablo Alborán. Le gustaba. Estaba presentando la canción Tanto. Mostraron el video, de una pareja, en un restaurante. No sabía bien por qué, pero al llegar a este punto la chica se puso alerta. Decidió buscarlo en Youtube. Observaba atentamente. Ahora ya sabía qué era lo que le había llamado la atención: las partes traseras de las sillas estaban decoradas con fragmentos de su cuadro favorito, Las Meninas, de Velázquez. En el pasado estuvo horas en el Museo del Prado de Madrid, delante de él, fascinada, contemplando cómo los ojos de los personajes parecían seguir a los visitantes mientras se desplazaban por toda la estancia. Ahí tenía que estar la clave...
Enséñame a rozarte lento,
quiero aprender a quererte, de nuevo,
susurrarte al oído, que puedo.
Una pareja que rompió, él desea volver. Una botella de vino tinto. Helena pensó en la de vino blanco que compartieron los tres.
Tú, que me enseñaste a ser sincero,
sin temor a lo que pienso, evitando la mentira,
tú, que siempre has estado presente
y cuando no estaba la gente que tanto me prometía.
El hombre se quedó solo y, recién ahí, pudo valorar lo que significaba la chica para él. La sinceridad de ella, al compararla con otras personas.
A Helena se le hizo la luz y recordó todo su sueño de esa noche. Se levantó y fue en busca de Jean Pierre y Jean Joseph. Debían encontrar a Jérémie Vien...
Take on me.
[*] Página 106 de, Anagrama, Barcelona, 2009.
[1] Es el retrato que aparece en la portada de esta novela.
NOTAS.
Dejo en multimedia la canción Tanto de Pablo Alborán, para que, además de escucharla, podáis comprobar que el tapizado de las sillas tiene trozos de Las Meninas. Muchos escritores me preguntan acerca de la inspiración en la obra que tengo en Wattpad y en la que doy consejos de escritura. Funciona así: uno se distrae, deja el cerebro en libertad, sin presionarlo y las ideas vienen solas.
Recordad que los comentarios y la estrella también existen. :) En el vínculo externo, como siempre, el enlace a la página de Facebook de esta novela.
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