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(12) Empieza la caza.

«"Amar lo imposible" forma parte de la naturaleza del hombre, ser trágico a quien han sido dados el deseo y la imaginación, que lo inducirán siempre a querer romper los límites y alcanzar aquello que no es y que no tiene».

La verdad de las mentiras, Mario Vargas Llosa [*].


ᅳTenías razón.

ᅳ¿En qué?  ᅳle preguntó Helena a Jean Joseph.

Hoy había que sacarle la información con un sacacorchos. Estaba más cauteloso que de costumbre.

ᅳEn lo del de la ventana...

ᅳ¿Y?  ᅳel hombre parecía estar midiendo las palabras.

ᅳQue hay dos degenerados  ᅳaclaró rápido Jean Pierreᅳ. Seguramente tienes un imán que atrae a ese tipo de pirados.

ᅳPirados como tú, entonces ᅳlo picó ellaᅳ. Recuerda que estás aquí, en mi guarida.

  Habían tenido que posponer la reunión hasta hoy. Estaban en la casa de la chica. Jean Joseph, Madame Lucien y Helena se habían quedado charlando de manera amigable, aquel día en el bar, durante varias horas. No habían intentado retomar el tema del acosador. Aunque sí el de ofrecerle el piso a Jean Pierre, tratando de quitárselo a madame de la cabeza, pero no le había hecho caso. Tampoco Jean Joseph había ayudado demasiado, le parecía bien que el hermano se convirtiese en su vecino.

ᅳNo empecemos de nuevo  ᅳlos cortó Jean Josephᅳ. Si seguís así no vamos a avanzar nunca con el caso.

ᅳEra un chico... Gustave Renoir, dieciocho años  ᅳcontinuó Jean Pierreᅳ. No representa ningún peligro.

ᅳ¿Cómo lo sabes?

ᅳCréeme, Helena, lo sabemos  ᅳmanifestó Jean Josephᅳ. Vamos a mirar de nuevo lo que te enviaron, a ver si podemos clasificar las cartas y hacer un perfil entre todos.

  Helena ya había hecho el perfil. Y también las cartas. Le había llevado un par de días, con sus noches incluidas. Para no caer en errores se había estado documentando con varios libros, que había utilizado para el ejercicio de su profesión de abogada.La violencia y sus claves, El psicópata. Un camaleón en la sociedad actual, Violencia y psicopatía y unos cuantos más.

ᅳNo hay duda de que este hombre no es ningún niño  ᅳmanifestó Jean Joseph, ceñudo.

ᅳ«No» ᅳestuvo de acuerdo Helenaᅳ. «No lo es, tiene treinta años».

ᅳPensamos que puede ser peligroso  ᅳcontinuó Jean Joseph, como decidiéndose a hablar.

ᅳ«Sí que es muy peligrosa»  ᅳpensó la chicaᅳ   «en especial cuando la cabrean».

  Y estuvo a punto de soltar una carcajada. Reparó, de improviso, al ver el rostro grave de Jean Joseph, en que él se preocupaba por su bienestar. Los dos hermanos se lo estaban tomando muy en serio. Sintió un ramalazo de culpabilidad, muchos remordimientos.

ᅳ«¡Qué mal me estoy comportando!»

ᅳ¿No os parece que nos estamos alarmando de más?  ᅳles preguntó, quitándole hierro al problemaᅳ. Después de todo, desde que no acepté el libro, no me ha molestado.

ᅳEsto puede llegar a ser algo preocupante  ᅳmanifestó Jean Josephᅳ. Puede ser un desencadenante de... ᅳse detuvo y luego continuóᅳ: Si todavía no es un delincuente, podría llevarlo a cometer un delito grave por primera vez. Para ellos un rechazo amoroso representa un agravio. También la pérdida de un trabajo o algo similar. Creo que por un tiempo necesitas protección. Es algo positivo que mi hermano viva en el piso de al lado.

ᅳNo sé, creo que estamos exagerando un poco. Además, no me conoces de nada  ᅳmanifestó, mirando a Jean Pierreᅳ. ¿Mudarte aquí al lado para protegerme?

ᅳEsos son los disparates típicos de mi hermano, no me mire  ᅳaclaró Jean Pierreᅳ. Yo no tengo la menor intención de hacer de niñero. El piso estaba a un precio excelente y en una zona adecuada a mis necesidades. Además, no estoy para preocuparme por nadie, y menos por una mujer como usted, con las hormonas revueltas. Deseo vivir tranquilo. Si tiene algún problema con su psicópata particular, madamoiselle, le ruego que grite a todo pulmón. En caso de que se cuele en su madriguera, por supuesto. No intente despertarme por cualquier tontería. Tengo el sueño muy profundo.

ᅳPude comprobarlo esta noche, monsieur, ronca muchísimo, ¡vaya vecino!

ᅳNo ronco pero duermo profundo  ᅳexpresó Jean Pierre, cortante.

ᅳClaro que sí, monsieur, estuvo roncando toda la noche, sin parar. No pude conciliar el sueño. ¿No pensó en comprar algún dispositivo anti-ronquido?

ᅳ¿Y usted no pensó en comprar un cierre anti-soplapolleces? Algo que le cierre la boca antes de que diga tonterías. Aunque me temo que eso no impediría que las siguiese haciendo.

ᅳEl que se pica, ajos come, sabes perfectamente que roncas  ᅳinsistió Helena.

ᅳSí que roncas  ᅳse rio Jean Joseph.

ᅳNo creo que ronque, nunca me he escuchado. Pero si fuera así, a mí no me molestan mis ronquidos, no tengo por qué comprar nada. Cómprese usted, mejor, unos tapones para los oídos.

ᅳHe estado considerando cambiar de habitación, no tiene por qué preocuparse, monsieur.

ᅳNo tengo ninguna preocupación, madamoiselle  ᅳaclaró Jean Pierre.

ᅳCreo que la otra habitación sería más conveniente para mí, no hay vecinos. Estos tabiques son muy delgados y yo me despierto con el vuelo de una mosca.

  Era mentira: no había estado durmiendo sino falsificando las cartas. Que Jean Pierre roncaba y movía muebles, techos y paredes era una verdad como un templo.

ᅳNo te cambies de dormitorio. Me siento más tranquilo si Jean Pierre está del otro lado  ᅳy miró a su hermano cortándole lo que iba a decirᅳ. Es un buen profesional.

ᅳ¿Profesional del arte de roncar, acaso? ¿Trabaja en algún circo?

ᅳMás o menos, soy un pantera negra.

ᅳCon razón ve panteras por todos lados. ¿De esos que van con cazadoras de cuero en las motos?

ᅳNo...Helena, te vamos a contar algo pero tienes que mantener la discreción. Jean Pierre es un pantera negra, un miembro de la RAID.

ᅳ¿Raid?

Recherche Assistance Intervention Dissuasion  ᅳmanifestó con orgullo, haciéndole un guiño a la chica.

ᅳComo si me dijera que es un payaso de circo, no me entero de nada, no se olvide de que soy extranjera.

ᅳEs verdad  ᅳmanifestó él, desilusionado.

Quizás había utilizado esta estrategia con las mujeres francesas para ligar.

ᅳExperto en escalada de la Primera Sección  ᅳsiguió aclarando.

ᅳ¿Piensa, acaso, caminar por las paredes y el techo de mi piso? No creo que sea necesario  ᅳse burló la chica.

ᅳ¡Eso sí que tiene gracia!  ᅳy Jean Pierre lanzó una carcajada, sin ofenderse.

ᅳEs algo así como los GEO de España  ᅳle explicó Jean Josephᅳ. Yo estoy en la Troisième Section, Gestion de Crise et Negociation.

  Aquí sí que Helena empezó a asustarse. Los GEOs eran un grupo, dentro de la policía, especializados en operaciones de alto riesgo: la élite de la élite. ¿Y si descubrían que les estaba tomando el pelo? ¿Qué utilizaba esto sólo para acercarse a Jean Joseph? O, peor aún, se les podía dar por poner a trabajar a toda la RAID para encontrar a la propia Helena. Presentar denuncias falsas era un delito en la mayoría de sitios.

ᅳPor favor, no se lo digáis a vuestros superiores ᅳrogó la chicaᅳ. Estoy aquí de forma legal pero no quiero tener rollos con la policía. Ya te lo comenté desde el principio.

ᅳLo estamos haciendo por nuestra cuenta, aunque esto no nos está permitido. Los procedimientos son muy rigurosos pero mi hermano... ᅳy le echó a Jean Joseph una mirada de reproche.

ᅳMejor impedir que un problema vaya a mayores. No nos cuesta nada. Así evitamos que moleste o le haga daño a alguien. Mejor antes que después.

ᅳBueno, pues empecemos de nuevo con la historia. La historia completa, por favor, y desde el principio. Soy todo oído ᅳmanifestó Jean Pierre.

ᅳ¿Otra vez? Acabo de hacerlo ᅳse quejó Helena.

ᅳSí, pero quiero escuchar todo de nuevo.

  Helena tenía el guión bien elaborado, por ahí no la iba a pillar. El único inconveniente era que no existía nadie a quien buscar y dar captura.

ᅳBueno. Tengo por costumbre, desde hace algún tiempo, sentarme en la plaza de aquí a escribir o a leer. En el asiento que está debajo del ciprés. Así fue como me di cuenta de que alguien me espiaba. Sentí que me estaban mirando. Bueno, tengo algún don que otro. Ése es mi secreto, como el del trabajo vuestro. Espero que tampoco lo contéis.

ᅳ¿Como lo de Madame Lucien? ᅳpreguntó Jean Pierre, interesado.

ᅳSí, más o menos por el estilo ᅳcontestó ella, sin aclarar demasiadoᅳ. Me empezaron a dejar cosas debajo del banco. Estas cartas ᅳdijo señalándolasᅳ. Ropa. El libro. No las acepté, las dejé ahí. Tú no me contestabas los mensajes.

ᅳ¿Desde cuándo comenzaron a dejarte cosas? ᅳpreguntó Jean Pierre.

ᅳLa fecha exacta no la recuerdo, pero fue al otro día de nuestra charla en la biblioteca y el café. ¿Un mes quizás? No tengo ni idea. Como estoy escribiendo he perdido la noción del tiempo.

ᅳ¿Y qué te ha enviado? ᅳvolvió a preguntar.

ᅳTodas estas cartas. Una blusa verde, un bodie, verde también, decía que para que me hicieran juego con los ojos, puedes leerlo en la misiva. Otro conjunto de ropa interior negro. El libro ése, caro. Carísimo...

ᅳSí, un libro muy raro. Una pena que no lo hayas aceptado, hubiera sido muy fácil dar con él ᅳmanifestó Jean Pierre, con sospecha.

ᅳPensé que era un objeto personal y valioso para Jean Joseph. Una herencia familiar o algo así. Estaba fuera de lugar, ¿cómo lo iba a aceptar si no me lo daba personalmente? Ni siquiera contestaba mis mensajes, yo no entendía nada. Por eso pensé que quería jugar. Juego pero tengo mis límites.

ᅳBien ᅳalejó Jean Pierre las dudasᅳ. Estuve averiguando con los libreros de París y nadie compró ningún Quijote de ese siglo.

ᅳEntonces tenía razón, no me equivoqué. Era algo personal.

ᅳY un libro muy raro, es verdad, valorado en alrededor de tres mil euros. No hay muchos pero es imposible dar con el coleccionista privado que lo tiene. Conseguí los nombres de algunos tíos, ya te traeré la lista la próxima vez que nos reunamos.

ᅳ¿La próxima vez que nos reunamos? ᅳse asombró Helena.

ᅳClaro, vamos a intentar dar con este degenerado ᅳexpresó Jean Pierreᅳ. Vamos a sacarlo de circulación, como dijo mi hermano, para evitarnos problemas futuros.

ᅳ¿Y si no lo podemos encontrar? ᅳpreguntó Helena y enseguida se arrepintió, porque Jean Pierre se la quedó mirando fijo.

ᅳLo encontraremos ᅳafirmó, decididoᅳ. No se me va a escapar.

ᅳNo sé...

ᅳ¿Y no podrías intentar saber algo de él? ᅳpreguntó Jean Pierre, curioso.

ᅳ¿Intentar?

ᅳSí, si supiste que la madre de Madame Lucien necesitaba ayuda, podrías hacer algo con esto.

ᅳNo sé... nunca he probado ᅳdijo dudosaᅳ. Nunca lo he intentado de esa manera, siempre me lo dicen.

ᅳ¿Te lo dicen? ᅳpreguntó Jean Joseph.

ᅳSí, voy a poner algo de música ᅳmanifestó, para ganar tiempo.

  Helena no sentía deseos de compartir sus experiencias con ellos. Como algo genérico, sí. Entrar en los pormenores no, no la entusiasmaba. La gente podría asustarse y salir disparada, era lo que sucedía cuando intervenían muertos en los sueños. O, por el contrario, pensar que le faltaba un tornillo. Se escuchó:

You gotta be bad, you gotta be bold,

You gotta be wiser, you gotta be hard,

You gotta be tough, you gotta be stronger,

You gotta be cool, you gotta be calm,

You gotta stay togegher,

All I know, all I know, love will save the day.[i]

ᅳMe encanta esta canción...Des'ree... You gotta be...

ᅳ¿Te lo dicen? ᅳvolvió a interrogarla Jean Pierre, impaciente.

ᅳ¿No podemos hablar de otra cosa? ᅳinquirió Helena.

ᅳ¿Por qué? ¿Es que no quieres encontrar a este tío? ᅳpreguntó él, otra vez con cara de sospecha.

ᅳEs que nunca lo he comentado con nadie. A Madame Lucien la convencí de que fuera a visitar a su madre, sin entrar en demasiados detalles. Me cuesta mucho. Podrían pensar que no estoy bien de la cabeza.

ᅳTranquila, nosotros ya lo pensamos ᅳla calmó Jean Pierre, riendoᅳ. Y sin necesidad de hablar de fenómenos paranormales. Puedes entrar en materia sin problemas.

ᅳJa, qué gracia me hace ᅳmanifestó la chica, mirándolo con desdén.

ᅳPor favor, de nuevo no ᅳpidió Jean Josephᅳ. Me cansan vuestros rifirrafes.

ᅳTrataré ᅳdijo Helenaᅳ. Pero tu hermano me lo pone muy difícil...

ᅳ¿Difícil? ¿Si me porto como un santo con esta mujer?

ᅳYa vale, Jean Pierre ᅳlo cortó el gemelo.

ᅳÚltimamente he soñado mucho con niños...

ᅳ¿Con niños? ᅳquiso saber Jean Pierre.

ᅳSí, sus caras estaban en las nomeolvides, en mi sueño. Las nomeolvides son flores en tonos violetas. Muchos, muchos niños. Uno se llamaba Jérémie. Me pedían que no me olvidara de ellos. El de hoy fue el peor de todos.

ᅳ¿El peor? ¿Por qué? ᅳle preguntó Jean Joseph.

ᅳPorque yo era uno de los niños, creo que Jérémie. Un hombre me estaba persiguiendo por la arena y me gritaba que me fuera con él, que lo mandaba mi mamá. Pero yo sabía que era mentira. Reconocería esa voz en cualquier sitio. Si volviera a escucharla, claro, estoy segura de que la reconocería. Era francés, con acento de otra ciudad. De otra región, parisino no. No me acuerdo de qué sitio, pero estoy segura de que esa entonación la escuché con anterioridad. Pero no lo recuerdo.

ᅳNo ha desaparecido ningún niño llamado Jérémie ᅳaclaró Jean Joseph.

ᅳEntonces todavía no ha desaparecido. Nunca me equivoco. Pero eso no era lo peor.

ᅳ ¿No? ¿Qué puede haber peor que te persiga un lunático y que te quiera atrapar? Pregúntaselo a Jean Joseph ᅳinterrogó Jean Pierre, escéptico, levantando una ceja.

  Su hermano movió la cabeza como diciendo «mira que eres tú el que siempre empieza con las peleas». El gemelo se dio por aludido.

ᅳContinúa ᅳle pidió Jean Josephᅳ. ¿Qué pasó después?

ᅳEscuché las noticias. Muchas veces me sucede, me entero antes de que lo diga el telediario. Es muy confuso porque no sé si lo están repitiendo o soy yo.

ᅳNo me extraña que seas tan rarita ᅳmanifestó Jean Pierreᅳ. Debe de ser muy confuso, por eso siempre pareces un poco volada. No sabes si subes o bajas, si sales o entras.

ᅳYa vale ᅳse enfadó Jean Joseph.

ᅳQuita esa mirada, Jean Pierre, ya me tomarás en serio cuando escuches tú mismo las noticias ᅳy expresó dirigiéndose a Jean Josephᅳ: Decían que en el callejón de la Rue de la Capitale habían encontrado un miembro infantil, un brazo.

ᅳNo han filtrado a la prensa lo de las piernas seccionadas que han estado encontrando ᅳle manifestó Jean Pierre, grave, al gemelo.

ᅳNo, tenemos que tomar muy en serio lo que dice Helena ᅳestuvo de acuerdo Jean Joseph.

ᅳYa, ¿pero cómo? ¿Un informante? ᅳlo interrogó el gemelo.

ᅳPuede ser, ya veremos. Al jefe hay que decirle la verdad, estamos hablando del Enemigo Público Nº1 de Francia. Alguien tiene que hacer guardia en ese callejón, por si acaso, no tenemos nada más por dónde empezar.

ᅳNo terminé ᅳcontinuó Helena, suspirandoᅳ. También decían que iban a hacer las pruebas forenses para saber si la víctima estaba viva o muerta cuando se lo quitaron. Pero yo ya sabía que había fallecido antes de que se lo cortaran. Hablaban de que la RAID  estaba buscando al o a los asesinos. Yo sabía que era sólo uno... el que me quiso atrapar. Lo que no sabía era que la RAID  tuviera que ver con la policía. Pensaba que era una marca de insecticida.

ᅳYa, lo noté, no estabas demasiado impresionada ᅳexpresó Jean Pierre, molesto.

ᅳNo se preocupe, monsieur, usted nunca me impresiona, a diferencia de su hermano ᅳél la miró con cara de enfadoᅳ. Estuve en la cabeza del psicópata. Por mi profesión he tenido que leer muchos libros sobre el tema, me los he traído a París. Sólo pensaba en barcas llenas de trozos humanos... de niños. Y en mucho odio, odiaba todo y a todos. Muchas veces mis sueños son complicados y tienen muchos planos distintos... pero éste era muy sencillo.

ᅳEspera un momento ᅳmanifestó Jean Joseph y se dirigió a la otra habitación.

ᅳEstá hablando por teléfono ᅳle explicó Jean Pierreᅳ. No te preocupes, te ha tomado en serio. Te hemos tomado en serio. Con tal de que no le sigan haciendo estas barbaridades a los niños, estamos dispuestos a tomarnos en serio a cualquiera que nos proporcione datos. Aunque te aparezcas desnuda diciendo que recibes mensajes de los marcianos.

ᅳDisculpa, yo no recibo mensajes de marcianos ᅳse enfadó Helenaᅳ. Pero sí de personas que han fallecido. En mis sueños se mezclan sus mensajes con los personajes de mis autores literarios favoritos y la Política. Si quieres me desnudo y ahorramos tiempo.

ᅳVale, chérie, desnúdate si lo deseas, no me voy a quejar.

ᅳ¡Ja, ya quisieras!

ᅳMira, sé que estás como una cabra pero, por las dudas, te vamos a hacer caso. Lo que nos has dicho tiene lógica. Lo que has hecho hasta ahora para llamar la atención de mi hermano, no. Que quede bien claro.

ᅳ¡Habló la voz de la experiencia, el hombre que todo lo sabe! Gracias, monsieur, como siempre tan amable. Puede que el que esté como una cabra sea usted, ya que ignora cómo funciona el Universo.

ᅳSí, cinco mil millones de personas y yo.

ᅳ¿Entonces para qué me preguntas? ¿Para reírte?

ᅳNo, disculpa ᅳle dijo Jean Pierre cogiéndole una mano y acariciándoselaᅳ. Yo creo en los fenómenos paranormales, no en vano mi hermano y yo somos gemelos pero hay demasiados sinvergüenzas.

ᅳDemasiados sinvergüenzas, te entiendo. ¿Qué segundas intenciones puedo tener yo al decirte esto?

ᅳEstás escribiendo un libro... Podrías venderlo mejor...

ᅳEs verdad. O quizás puede que me guste escribir sobre estos temas y darle difusión... que todos se enteren.

ᅳTambién, lo reconozco ᅳmanifestó Jean Pierreᅳ. En honor a la verdad, no pareces una tía interesada.

ᅳ¡Gracias, al fin un halago! Estos últimos días han sido bastante complicados. Es tan difícil separar todo. La realidad, la literatura, los sueños ᅳexpresó Helena, con un suspiro.

ᅳQuédate tranquila ᅳy Jean Pierre se le acercó más, pasándole el otro brazo por el hombro, una mano la tenía ocupada con la de Helenaᅳ. Nosotros nos lo hemos tomado en serio, lo que nos has dicho no va a caer en saco roto.

ᅳ¿De verdad?

ᅳDe verdad de la buena ᅳdijo, acariciándole ahora con dulzura la caraᅳ. ¿Cómo vamos a quedarnos mirando impasibles mientras cortan en trozos a nuestros niños? Si veías barcas enteras, esto no va a parar.

ᅳ¡Ojalá me equivoque! Pero gracias, me sacas un peso de encima ᅳvolvió a suspirar Helena.

ᅳ¿Por qué no pruebas hacerlo a voluntad?

ᅳPodría. Antes ni siquiera lo intenté. ¿Para qué iba a hacerlo si tenía que guardar para mí misma estos sueños abominables? Era abogada, hubieran dejado de tomarme en serio. Y no hubiese podido ayudar a nadie ᅳexpresó, apretándole la mano.

ᅳMe tengo que ir. Tú quédate aquí ᅳmanifestó Jean Joseph, con apremioᅳ. Acaban de encontrar un brazo en el callejón de la Rue de la Capitale, tal como ella nos dijo. Pero nadie vio nada. Las cámaras de la zona están rotas. Ahora ya no contamos con esa ayuda. A ver por dónde seguimos.

  Helena y Jean Pierre se miraron a los ojos, horrorizados y el hombre abrazó con más fuerza a la chica.

ᅳSí sabemos por dónde seguir ᅳlo contradijo Helenaᅳ. Tenemos que buscar a Jérémie.


¿Qué tal uno de panteras negras?


https://youtu.be/y8bzAq3JNsk



[*] Página 282, Grupo Santillana de Ediciones, S.A, Madrid, 2002.

[i] Tienes que ser mala, tienes que ser valiente,

Tienes que ser más sabia, tienes que ser dura,

Tienes que ser resistente, tienes que ser más fuerte,

Tienes que ser más fría, tienes que estar tranquila,

Tienes que estar conmigo,

Todo lo que sé, todo lo que sé, el amor salvará el día.


NOTA.

  ESTE CAPÍTULO SE LO DEDICO A TODOS LOS NIÑ@S Y ADOLESCENTES DESAPARECIDOS Y A SUS FAMILIAS. AQUÍ EN ESPAÑA LOS DISTINTOS CUERPOS DE LA POLICÍA HACEN SU TRABAJO PERO EL GOBIERNO DE TURNO (YA SEA ÉSTE O LOS ANTERIORES) NO PONE LOS MEDIOS SUFICIENTES. ESTAMOS A AÑOS LUZ DE LOS PAÍSES MÁS AVANZADOS EN LA MATERIA.


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