27- Boda y algo más
Hacía dos semanas que Shura había partido hacia España acompañado sólo por su guardia real.
No se despidió del menor de los príncipes, le dejó una carta en el despacho de Krest y tras los protocolos correspondientes, volvió a su país.
Francisco se veía abatido y Krest sabía perfectamente el motivo; lo llevó a su dormitorio y allí se recostaron juntos, el francés trazando círculos en su espalda baja, haciéndole saber que no estaba solo, que lo tenía a él para apoyarse...
El ibérico miró a los ojos al hombre que había aprendido a amar en tan poco tiempo y le sonrió agradecido... no eran necesarias las palabras, se dejaron llevar por los sentidos, por las manos del mayor que comenzaron a recorrer suavemente la silueta del mas joven, ese cuerpo que lo enloquecía y lo hacía sentir libre...
Volaba cuando estaba con el galo, era una sensación que nunca había experimentado y estaba tan agradecido de haberla conocido cuando ya creía que no había más para él.
Con pasión besó a su amante y lo fue despojando de sus atavíos, haciendo lo propio con sus ropas; miró con lujuria a su pareja y entre besos y caricias se entregaron al placer de los cuerpos, al fuego que los invadía cuando estaban juntos y los incitaba a poseerse uno a otro...
Habían recuperado la otrora juventud perdida, eran felices y se encargaban de demostrarse lo que sentían uno por el otro. Ahora que sus hijos ya estaban haciendo sus propias vidas, era tiempo que ellos también lo hicieran...
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La boda del príncipe Degel con Marié se llevaría a cabo en dos días y ya estaba todo listo.
Los jardines reales rebozaban de flores blancas en homenaje a la pureza de la futura reina y rojas como deseo del fuego de la pasión eterna...
De todos los demás países llegaban los invitados presentando sus respetos a la realeza francesa; el pueblo ibérico estaría representado por su rey, ya que el príncipe se había excusado mediante una misiva alegando enfermedad.
Camus se probaba su traje como padrino de la novia, puesto que ella no tenía familia y lo consideraba un hermanito menor y, también era el testigo real.
Estaba muy emocionado de ser partícipe en la boda de su amado hermano y su mejor amiga, aunque su semblante denotaba tristeza...
Shura se había ido sin despedirse, le había dejado unas pocas líneas en una carta, que estaba muy lejos de las hermosas citas que le había enviado cuando recién se conocieron.
La carta estaba llena de culpa y dolor... le pedía perdón en cada línea y le prometía cambiar... le pedía que lo esperara...
Quitando una lágrima que escapó rebelde de sus bellos pero tristes ojos, se miró una vez más al espejo e intentó una sonrisa, una forzada mueca que mostraba su corazón destrozado oculto tras su aparente felicidad por la boda del futuro regente francés...
El día siguiente sería de fiestas y alegrías y él, el menor de la dinastía gala, estaría a la altura de las circunstancias.
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La mañana les recibió con un sol radiante, Degel estaba en el despacho de su padre tomando los últimos detalles del protocolo nupcial cuando Camus entró y saludó sonriente.
-Llegó el gran día, Degel!
Lo abrazó con cariño y luego se separó para ir a saludar a su padre.
-Sí, hermanito! Marié será mi esposa al fín!
La felicidad de Degel era imposible de ocultar y muy fácil de contagiar.
Krest tenía abrazado a Camus y le acariciaba el largo y sedoso cabello...
-Hijos míos, ahora que Degel desposará a Marié y tú, Camus, cumplirás los dieciocho años, he decidido abdicar al trono y dejarlo en sus manos...
No es una decisión que tomo apresurado, lo he venido pensando desde hace un tiempo y creo que será lo mejor...
Degel reinarás en mi lugar junto a tu reina y Camus, decidirás tu futuro cuando te sientas seguro de tus sentimientos... sé que atraviesas un mal momento pero el tiempo y la distancia, te dejarán pensar y analizar mejor la situación...
Camus sintió que el corazón le estallaría de angustia... no podía arruinar el humor festivo de su familia, así que sólo intentó una sonrisa y se retiró sin decir palabra...
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La boda se llevó a cabo en medio de muchas emociones y la alegría del pueblo francés, que veía con felicidad como su amado príncipe se unía a la bella muchacha que había conquistado su corazón.
Degel había estado parado en el altar junto a Krest, cuando Marié se abrió paso por el corredor de la fastuosa catedral, tomada del brazo de Camus, quién no podía ocultar su enorme placer al ver a su mejor amiga caminando hacia su hermano, para desposarse y unir sus vidas...
La entregó en el altar dejando un dulce beso en su mano y se fue a sentar al lado de Francisco.
El monarca ibérico observaba al joven galo de reojo, estaba delgado y ojeroso, eso lo hacía sentir muy culpable aunque no debía, su hijo era en realidad el responsable de tanto dolor.
Sin darse cuenta, lo tomó de la mano y lo atrajo hacia sí mismo en un gesto paternal, sin palabras pues no eran necesarias...
Camus agradeció que no dijera nada y sólo se dejó mimar, sentirse seguro por el momento... los fantasmas volverían cuando se hallase en la soledad de su cuarto.
La fiesta fue una ceremonia que todos disfrutaron, con los padrinos de la boda dando sus bendiciones a los recién casados, luego bailando el vals, compartiendo ese gran momento con los habitantes del reino, quienes amaban y respetaban a la realeza gala y se lo demostraban al príncipe heredero...
Pasada la medianoche, la pareja se retiró a sus aposentos, la realeza hizo lo propio tiempo más tarde, aunque la fiesta continuó hasta altas horas de la madrugada.
Camus se retiró saludando a su padre y a Francisco pero en lugar de irse a sus aposentos, buscó a Kanon.
Los gemelos se hallaban vigilando la entrada al palacio y lo saludaron sonrientes.
-Buenas noches majestad! ya se retira?
-Buenas noches! yo... deseaba hablar contigo Kanon, por favor...
-Ve, yo me quedo aquí cubriéndote...
Saga tomó lugar en medio de la gran entrada.
Caminaron un rato en silencio hasta que Camus lo enfrentó de improviso...
-¿Me enseñarías a besar... a amar?
Los ojos de Kanon se abrieron a más no poder, no entendía el pedido, el por qué...
-Alteza... qué me está pidiendo que haga?
-Por favor... enséñame a amar... yo necesito aprender a ser lo que un hombre necesita, cómo complacerlo... me entiendes?
-Le entiendo majestad pero... yo no sé cómo hacerlo...
-Sólo ámame... eres el único que me puede ayudar y al único que se lo pediría... eres mi mejor amigo... por favor...
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