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CAPÍTULO TRES
Los padres de Yug Jeom son dos adultos despreocupados que decidieron darle a su hijo la casa por una noche en lo que ellos iban a acampar con sus amigos, al joven le pareció una oportunidad digna de ser aprovechada, así que invitó a todos sus amigos –y algunos desconocidos– a celebrar su fiesta de cumpleaños. Se supone que a los menores de edad no les venden alcohol, aunque cada uno tenía su técnica de soborno para conseguir las botellas. El problema, el único en realidad, es que si hacían un poco de ruido de más, el vecindario se daría cuenta y entonces estaba perdido, porque la policía los encontraría. La vida no es como en las películas, definitivamente ellos no están en Estados Unidos o algún país liberal, así que mientras la noche pasaba, sentían mucha presión.
Excepto JungKook, quien al principio se mostraba reacio a celebrar un cumpleaños con tantas personas haciendo bullicio, terminó siendo el más escandaloso. Bebiendo botellas llenas, y riendo de bromas absurdas, nadie podía reconocerlo como el típico deportista agrio narcisista que solía ser, parecía un tipo diferente. Al igual que su contrincante, Youn Geon caminaba por la sala comedor con una sonrisa en sus labios, saludaba a todos y participaba de los juegos que en realidad no entendía.
De un segundo a otro, Jae Bum, un compañero de salón que es buen amigo del anfitrión, decidió encender unos parlantes que estaban escondidos, y colocó la música al tope. Entre festejos, la fiesta llegaba a su final cuando la puerta fue tocada.
—Mierda. —el castaño miró a su mejor amiga— Chae Won, dile a todos que se vayan. ¡Ya! ¡Si la policía nos atrapa con botellas mis padres me mataran! —ya saboreaba la costosa multa que le harían pagar desde la estación de policía— ¡Oculten las botellas y váyanse!
—Mira a JungKook, ni siquiera puede estar de pie sin caerse, ¿qué hacemos con él? —en medio de la desesperación, cuando tiraban las botellas vacías dentro de los muebles para no ser vistas, el pelinegro se hallaba acostado en el sofá apenas pudiendo hablar.
—¡Joder, no lo sé! Tiralo en mi habitación.
Con la mayor fuerza que podía, Chae Won intentó tomar a su amigo de los brazos para arrastrarlo a las escaleras, aunque le era una tarea difícil teniendo en cuenta que pesa cerca de ochenta kilos en pura masa muscular, era un monstruo de proteínas. Gruñendo, diviso a otra persona cerca que no sabía por dónde correr, los demás se escapaban por el jardín trasero en una medida de desesperación.
—¡Youn Geon! —la llamó, ella giró, sus ojos estaban algo adormilados— ¿Estás bien, no? ¿Crees poder ayudarme con él? —la contraria no le dio una respuesta concisa, solo se acercó y con su fuerza dejó que el muchacho se apoyara en su espalda, pese a que se tambaleaba, Chae sabía que era su única oportunidad por llevarlo. Permaneciendo detrás de ellos para sujetarlo en caso de que se cayera, subieron las escaleras hasta la última habitación del pasillo— Esperen, abriré la puerta. —sacando la llave que su amigo le dio, lo hizo y corrió al interior para despejar la cama— Déjalo aquí. —y de un sopetón, ella lo tiró— Oh, gracias por tu… —lo que no tenía previsto es que también se acostase a su lado, cerrando los ojos— ¿Segura que estas bien?
No obtuvo respuesta una vez más, y el tiempo se le acababa. Dejarlos a ambos solos en una misma habitación estando pasados de copas no era su idea, pero no tuvo otra opción, así que suspirando cerró sus ojos con fuerza y corrió a la planta baja. Su mejor amigo estaba desesperado, tratando de limpiar lo más posible mientras la policía seguía golpeando la puerta.
Yendo a la entrada fue quien los recibió.
—Hola, ¿sucede algo, señor?
—Tuvimos denuncias por parte de los vecinos, dicen que vieron muchos jóvenes menores de edad entrar y salir con alcohol. Además de oír música fuerte.
—Oh, qué extraño. Solo hacíamos una pijamada con mis amigos. ¿Puede que haya sido en la casa de al lado? Escuche que son universitarios…
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