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CAPÍTULO TREINTA Y UNO
Las mañanas cuando tiene que ir a la escuela solían ser fáciles, solo se levantaba y todo estaba resuelto. Había un delicioso desayuno en la mesa, su uniforme planchado, dinero en los bolsillos para comprarse un snack en medio de las clases, su uniforme de esgrima bien pulido, y claro, a su padre disponible para llevarlo en auto a la puerta del instituto. ¡Una vida llena de comodidades! Pero, todo tiene un costo, una parte oscura que a veces ignoramos. El privilegio que gozaba era una jaula que lo mantenía rehén.
Ahora, goza de libertad absoluta como un mundano. Debe levantarse dos horas antes de lo común, cocinar un desayuno simple que no se compara al que le hacía su madre llenó de proteínas, ordenar la sala, quehaceres aburridos, planchar su uniforme lavado y tomar el bus a la escuela. «¿Morire a los veinte?» se cuestionó bajando del camión, con su cabeza doliendo y nariz roja de tanto estornudar. Caminó unos pasos más reflexionando acerca de lo difícil que es la vida cuando tienes el control. Y se detuvo en otra parada, con una anciana masticando ruidosamente un caramelo de miel que se le antojó.
Entonces ella lo miró, extendió su mano preguntando:
— ¿Quieres? —y se le hizo imposible negar ante tal propuesta, dando una inclinación agradeció el gesto— ¿Estás esperando a alguien? —asintió— ¿Es tu novia?
—¡N-No, no lo es! —carraspeó avergonzado— E-Es una amiga, abuela.
— ¿Y por qué estas rojo?
— Porque… —antes de responder, el ruido del autobús estacionandose lo había salvado de una anciana muy chismosa. Ella se puso de pie para subir.
— Ella es muy bonita. —le dijo, despidiéndose con una mano siendo agitada en el aire.
La perdió de vista cuando el vehículo volvió a arrancar yendo a su próximo destino, y no reaccionó a su alrededor hasta que una mano se posó en su hombro. El caramelo en su boca se había disuelto dejando un gusto agradable, pero no tanto como girar y verla allí, de pie, con una coleta alta que dejaba a la vista sus mejillas redondas.
— Tiene razón. —salió de entre sus soñadores labios.
— ¿Quién? —cuestionó Geon ajena a sus pensamientos.
— ¡Ah, nadie!
— ¿Me estabas esperando, no? —comenzó a caminar a su lado. JungKook asintió avergonzado, sus mejillas sonrojadas que trataba de disimular viendo a un costado— De cualquier forma iba a buscarte, quería darte esto. —del bolsillo de su uniforme gris, sacó un folleto doblado que le dio con una cara de pocos amigos— Mamá insiste en que vayamos.
El folleto era claro. Hablaba brevemente de un curso para padres primerizos, lo otorgaba una clínica privada experta en maternidad, que ofrecía servicios premium a embarazadas, con todas las comodidades. Por lo que entendió, la madre de Geon desea que hagan el taller para padres, y luego firmar los papeles necesarios para que sea internada allí en el momento de su parto.
Un estornudó salió de su nariz. Estaba sorprendido, y también algo nervioso.
— Oh… —asintió.
— ¿Es todo lo que dirás? —le arrebató el volante de las manos— Ella es tan molesta, no entiendo qué necesidad hay de ir a un estúpido taller de maternidad. No quiero escuchar a todas esas señoras juzgonas hablar de mi o…
— Creo que es interesante. —la interrumpió— No importa lo que digan esas señoras, todos los que vamos sereremos padres por primera vez, estamos en la misma situación. Y necesitamos aprender, ¿no? porque no tengo idea de cómo cambiar un pañal. —rió entre dientes. Geon lo observó para luego chasquear la lengua con disgusto.
— Bien, iremos. Es el sábado.
— ¡Hola! Lamento haber tardado tantoo en actualizar, la verdad que el trabajo consume mucho mí vida, al punto de no tener energías para nada. Estuve escribiendo, pero no actualizando jaja. Sin embargo espero que estén al tanto de las nuevas actualizaciones entre hoy y mañana (mí único día libre de la semana) ¿Que otra historia les gustaría que actualice?
PD : Espero que puedan votar y comentar, besos muak muak.
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