CAPÍTULO VEINTIDOS

Geon se encontraba sentada en la sala de espera del hospital, con las manos entrelazadas en su regazo y el corazón latiendo con fuerza en su pecho. A su lado, sus padres le ofrecían palabras de aliento y apoyo, pero la ansiedad aún pesaba sobre ella como una losa. Cuando llegó su turno, se levantó con las piernas temblorosas y siguió a su madre hacía la consulta del médico. La sala estaba impregnada de un aroma a desinfectante que le recordaba la seriedad del momento. El médico, un hombre de aspecto amable con una bata blanca, les dio la bienvenida y los hizo pasar.

Una vez dentro, se recostó en la camilla mientras el hombre comenzaba a hacerle preguntas sobre su salud y el desarrollo del embarazo. Geon respondió lo mejor que pudo, sintiendo la tensión acumulándose en su cuerpo con cada pregunta. Luego, llegó el momento de los exámenes físicos.

Le tomó la presión arterial, escuchó su corazón y palpó su abdomen con cuidado. Era poco decir lo incomoda que se sentía bajo su mirada experta, anualmente la escuela la obligaba a hacerse chequeos antes de comenzar a competir o entrenar, y en todas ellas, siempre odiaba la parte donde tocaban su cuerpo; sumando el hecho de que ahora cuenta con una barriga –aunque no muy notoria– que lleva una vida, sabía que era necesario para asegurarse de que tanto ella como su bebé estuviera bien.

Después de los exámenes físicos, el médico sacó un aparato ultrasónico y aplicó gel sobre el abdomen de Geon. El corazón de la joven latía con fuerza en su pecho mientras esperaba ansiosamente el sonido reconfortante del latido del corazón de su bebé.

Finalmente, el sonido del latido llenó la habitación, un ritmo constante y fuerte que hizo que los ojos de Geon se llenaran de lágrimas. Su bebé estaba ahí, vivo y saludable, y esa simple verdad llenó su corazón de una profunda sensación de gratitud y alivio.

Que fascinante es crear una vida, una vida que en meses estará entre sus brazos, y en el futuro verá convertirse en un adulto.

¿Así piensa su madre también?

El doctor continuó con el examen, asegurándose de revisar cada detalle y explicando cada paso del proceso a Geon y a sus padres. Cada palabra del señor era como un faro de esperanza en medio de la oscuridad de la incertidumbre, y se aferraba a ellas con todas sus fuerzas. Al final de la consulta, le dio algunas pautas sobre cuidados prenatales y le recordó la importancia de mantenerse saludable durante el embarazo.

Asintió con gratitud, sintiendo una renovada determinación arder en su interior.

— Llevas siete semanas de embarazo, pero aunque el feto en estos momentos es del tamaño de una aceituna, estoy seguro que si te cuidas y evitas estrés o ejercicios riesgosos, nacerá muy saludable como tú.

— Doctor Kim, ¿es recomendable que mi hija siga en sus clases?

— Bueno, no es muy común los casos de embarazo adolescente, así que no dudo en que la escuela no esté preparada para afrontar un caso así. Mi recomendación es que termine el semestre y luego siga de forma virtual, con la barriga ya más notaria Geon podría sufrir de algún accidente, y eso ocasionaría un aborto instantáneo. —la mueca de la menor lo hizo sacar una paleta del segundo cajón de su escritorio, se la extendió con una sonrisa— Eres afortunada de tener unos padres que te quieren mucho, y ese niño nacerá con una familia que lo va a amar con locura. Cuídate, Youn Geon.

—Sí, doctor.