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O18

CAPÍTULO DIECIOCHO

Cuando salieron de la sala de música –su lugar secreto para conversar cuando no quieren ser vistos por los demás– fue inevitable no sentir las miradas de todos ellos encima. Tal como hace semanas ocurría, eran el centro de atención, aunque ya no era una broma, ahora se sentía real. La idea de que ambos jóvenes atletas tengan un hijo en común… bueno, ya no era gracioso e irreal. Jeom los guió a la oficina del director, con sus corazones acelerados trataban de tomar coraje para lo que les esperaba una vez atraviesen la puerta de roble. Al detenerse frente a ella, el muchacho miró a su amigo deseándole suerte con sus ojos antes de marcharse y dejarlos solos.

— No sabía que tocabas el piano. —Geon dijo, queriendo sobrepasar el ambiente tenso— Lo haces bien.

— Gracias. —asintió, sus manos grandes se acercaron a las puntas onduladas del largo cabello de la chica, las acarició como hizo una vez— Lo siento tanto, todo es mi culpa…

— No lo es. JungKook, nada de esto es tu culpa, cosas así suelen suceder a nuestra edad, y… y al menos tú estás aquí a mi lado aunque no me soportas.

¿No la soporta? Oh, es verdad. Ha pasado mucho tiempo insultándola, tanto, que a veces olvida la razón principal de su odio. Y en esas últimas semanas, después de lo sucedido en la fiesta de Yug Jeom, ni siquiera se tomó el tiempo de dirigir su odio a ella, sólo pensaba en lo linda que lucía con sus mejillas regordetas, o comiendo los panes dulces; también se cuestionaba la razón de porque parecía tan lenta en los entrenamientos, le enojaba pensar que ella no se tomaba en serio el deporte, ¡Era humillante!

Pero, la verdad es que… le gusta estar cerca de Geon, ver sus distintas facetas de a lo lejos o cerca. La forma en que sonríe comiendo, como se enoja cuando JiHyo actúa como una engreida, y como cierra sus ojos cuando le toca el piano. Le gusta su rostro, e imaginar a un pequeño con esas características que lleve su sangre, lo hace sonrojar ante la ansiedad de ya tenerlo en sus brazos. Le emociona.

— Prometo que todo va a salir bien. Voy a cuidarte a tí, y a él también. —sus dedos bajaron a la barriga no tan pronunciada, la palma de su mano se posó allí con una tímida sonrisa.

Las mejillas de Geon se sonrojaron.

— Al fin llegan. —la puerta se abrió mientras estaban distraídos, y al girar, el rostro arrugado de la secretaría los hizo ponerse firmes con los hombros tensos— Sus padres están adentro, pasen. —cediendo el paso, los dejó ingresar a la sala de espera. Allí, podían oír los gritos en el interior de la oficina— Suerte. —les dijo, dando una mirada de arriba a abajo hacia el menudo cuerpo de la menor.

La castaña tomó aire en sus pulmones antes de avanzar al picaporte de la segunda puerta cerrada, que aunque lo quisiera, no podía guardar los gritos de unos padres enojados. A punto de girarlo, una mano más grande se colocó encima. JungKook la detuvo.

—¿Qué sucede?

—Yo… —dudó, para luego negar— Olvídalo, entremos. —ambas manos unidas giraron el picaporte de plata, dejando expuesta una discusión nada tranquila que se vio obligada a ser detenida con sus llegadas. Cinco pares de ojos giraron a toda prisa hacía ellos.

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