O16
CAPÍTULO DIECISÉIS
La madre de JungKook, Hae Min, había sido de las mejores pianista de su generación, amaba la música tanto como respirar y la creía indispensable para vivir. Tenía como meta tocar en grandes auditorios, viajar por el mundo mostrando melodías que lleguen al corazón de las personas. Pero, su sueño se acabó cuando alguien dijo que no tenía el suficiente talento, luego, dedicó su existencia entera a cuidar de la misma persona que nunca confío en ella, quien la llamaba un estorbo. Su novio decía que tocar el piano no la haría ganar dinero, que debía concentrarse en ser una buena mujer, más tarde, tuvieron a su primer hijo, lo que la llevó a abandonar las prácticas y concentrarse en su aburrida vida como ama de casa.
Hae Min pasó el restó de su vida, después de terminar la universidad, preguntándose qué hubiera sido de ella si Jae Kyung no le hubiera arrebatado la juventud y obligado a casarse para no tener que darle su apellido a un niño fuera del matrimonio, pues le avergonzaba. Cada día, se cuestiona si todas las personas que la llamaron prodigio musical se habrán sentidos defraudados cuando abandonó aquel mundo del arte.
Y sus padres… ¿Se hubieran sentido orgullosos de ella?
De cualquier forma, el destino le tenía un futuro diferente al que imaginó en su infancia; su vida era un asco y como si no fuera suficiente, la de su hijo también lo sería.
Desde pequeños, a JungHyun y JungKook les inculcó la disciplina, buscó desesperadamente en ellos algo de lo que ella había sido en su juventud. A su hijo mayor le fascinaba el arte, dibujaba más que excelente así que lo llevó a las mejores escuelas. Y al menor le resultaba atractiva la esgrima, era bueno en los deportes, además de estricto consigo mismo, siempre en busca de la perfección. Tal vez les exigía bastante para ser solo unos niños. Si no lo hacía, estaba convencida de que al crecer ellos creerían que no son suficientes, que no tienen talento. ¡Y si lo tienen! Porque no solo se trata de talento, sino de dedicación, una ardua tarea constante para pulir sus dotes.
Colocó todas sus frustraciones en ellos, esperando verlos florecer en grandes personas.
Sin embargo, le era más que una decepción que su hijo menor haya resultado ser igual a ella.
Tan frágil, tan bueno, tan fácil de manipular.
— ¿Qué es lo que ese chico dijo? —parpadeo desesperada, dando un paso dentro de la habitación. JungKook quedó en silencio, con su cuerpo temblando— ¡Responde! ¡Dime si es verdad!
— ... lo es. —susurró.
El llanto de su madre fue desgarrador, sentía su decepción.
— Tantos años pagando los mejores maestros, gastando dinero para llevarte a competencias, financiando equipamiento de mejor calidad… todo para… para que lo eches a perder en un maldito niño.
— Mamá, por favor. —intentó acercarse, pero ella lo empujó— ¡Es mi deber hacerme cargo!
— ¡Quiere aprovecharse de ti! ¡Quiere dinero!
— ¡Youn Geon no es así!
— ¿Youn Geon? —sorprendida repitió— La niña de los campeonatos mixtos, ¡¿Es ella?! —dudó en responder, hasta que terminó asintiendo. Su madre negó, sin creerlo del todo— No puede ser, esto… —limpio sus lágrimas— son dos mocosos irresponsables.
— Buscaré un trabajo, y no voy a descuidar los entrenamientos ni la escuela, lo prometo. —planteó en súplica.
— Hablaremos más tarde. —no dijo nada más que aquello, mientras se daba la vuelta y cerraba de un portazo, dejando los cristales allí esparcidos.
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