011. Let's Play Kiss | +18
Lumity
Amity, sin importarle estropear aquel libro, lo cerró y arrojó al piso. Estaba harta de leer historias ajenas, romances que no le pertenecían.
«Odio tanto amarte como te amo, Lucía Noceda».
Con una botella de vino semi vacía en la mano, comenzó a deambular por la estancia, intentando no pensar en la única cosa que ocupaba su mente desde hacía días: su novia a kilómetros de ella, en otra ciudad, tan ocupada que apenas había podido hablar con ella.
¿Cuándo se había vuelto tan débil para permitir que la distancia se tornara en abstinencia?
Cuando dejó que Lu se convirtiera en una adicción, claro.
«Solo serán dos semanas, mi amor» había dicho, dándole muchos besos, suficientes para soportar su ausencia.
Solo dos semanas.
Amity recorrió con dos dedos la curva de su cuello donde ella le había dado algunos besos, aún con sus fantasmas sobre la piel, y relamió sus labios, pero el sabor a chocolate con leche ya se había desvanecido de su boca.
Esa última noche habían estado conversando en su habitación mientras veían una película y el mundo afuera era un diluvio.
«Amo las noches así» había dicho ella, con leche achocolatada manchando sus mejillas. Amity escuchó el latir de su corazón. Ella era feliz en ese momento, y ella, que quería que siguiera siendo feliz, no fue capaz de decirle cuánto la extrañaría.
Sus pasos subieron las escaleras sin ánimo, sus ojos dorados buscando otra cosa para limpiar. «Cuando regreses mi amor, no encontrarás una sola mota de polvo». Abrió la puerta de la habitación y se dejó caer en la cama. Con Lu o sin ella, su horario de sueño era un total desastre. Cerró los ojos.
Esa última noche, ella la había besado.
La película y el chocolate se habían terminado, la tormenta había empeorado, y ella simplemente había besado su frente. «No estés triste, mi amor, volveré más pronto de lo que imaginas» le había dicho, percatándose de los sentimientos que era incapaz de ocultar.
Y entonces había roto en llanto.
Porque la extrañaría.
Porque tenía miedo de estar sola tanto tiempo.
Porque la ansiedad ya se había apoderado de ella.
Porque era una estúpida con dependencia emocional.
«Volveré, te lo prometo, volveré» le había dicho, abrazándola muy fuerte. «Voy a volver mi amor».
Y luego la había besado otra vez, en la frente y la nariz, cuando su llanto había cesado.
El sueño se negó a venir, y sin darse cuenta, sus manos habían continuado recorriendo su cuerpo dónde ella la había tocado, y donde no lo había hecho.
Tocó sus pechos como Lu solía hacerlo cuando estaban a solas. «Esto me inspira para escribir» decía, pero ella sabía que la mitad del tiempo solo era una excusa para levantarle la blusa.
Oh, ella amaba esa excusa.
Se quitó la blusa y desabrochó su sostén, volviendo a acostarse en la cama. Sus dedos tocaron y apretaron como ella lo haría, y suspiro, porque mierda, ella siempre la hacía suspirar.
«Me encantaría que estuvieras aquí mi amor, me gustaría inspirarte un par de historias».
Su mano se deslizó lentamente sobre su abdomen, bajando hasta su vientre. Estaba pensando en ella, quería tocarse pensando en ella.
Y entonces su celular vibró.
Amity, semidesnuda y con su cuerpo clamando las caricias de su amante, tomó el celular que estaba en la mesita de noche.
Eran una nota de voz y una fotografía de ella en su habitación de hotel, con el cabello mojado por la lluvia y una bebida con cafeína y crema de espuma en la mano.
Amity sonrió, su mano volviendo a acariciar su cintura. Imagino besos con sabor a café en su boca mientras enredaba sus dedos en su cabello mojado. Reprodujo la nota, y el solo sonido de su voz, contándole los eventos más recientes de su día, envío dosis de calor por todo su cuerpo.
Lu tenía ese efecto en ella. La desbarataba solo con palabras.
Escribió un mensaje con su mano libre, la otra estaba buscando nuevamente su pecho.
»Te extraño mucho, escribió ella entonces, y esas tres simples palabras cambiaron por completo la atmósfera de su conversación.
»También te extraño, escribió Amity, y después de enviarlo, sintió que ese mensaje no reflejaba la magnitud de sus emociones.
Salió de la aplicación de mensajería y tocó el icono de la cámara. Con su mano aún jugando con sus pezones, tomó una foto.
»Estaba preguntándome si necesitarías inspiración, escribió al pie de la fotografía, y la envío.
Dejó caer el celular en la cama, sin esperar leer la respuesta ( aunque había visto que ella ya había leído el mensaje ) y usó sus dos manos para darse el placer que no había tenido desde hacía días.
–Oh, Lu– gimió.
El celular vibró dos veces con mensajes antes de comenzar a sonar. Ella la estaba llamando y, abrazando la almohada que tenía al lado, respondió el celular.
Su nombre en un suspiro fue lo primero que escuchó, seguido de un halago dicho con un poco de timidez.
–Gracias– dijo Amity, sintiendo palidecer sus mejillas. No importaba cuántas veces la hubiese visto desnuda o cuántas más hubieran hecho el amor, que la halagara siempre la hacía sentir mariposas en el estómago, y en el pecho, y en…
–¿Tú estabas…?– comenzó Lu, con ese tono de voz tímido que usaba cuando sus pensamientos definitivamente no tenían nada de timidez. –¿Te interrumpí?
Amity sonrió, las mariposas alzando vuelo dentro de ella.
–Creo que de hecho te invoque– confesó, y abrazó con más fuerza la almohada.
–¿Si?– preguntó Lu, y Amity casi pudo escuchar una sonrisa dibujarse en sus labios.
–Si– confirmó Amity, –he estado pensando mucho en ti.
Escuchó ruido al otro lado de la línea, zapatos caer al suelo y el vaso plástico de café ser colocado, vacío, en alguna superficie.
–Puede que yo también hubiera estado pensando en ti– dijo ella, y una fotografía fue enviada. Un pequeño juguete descansaba olvidado entre las almohadas.
–Tienes una cama muy bonita ahí, mi amor– dijo Amity con una sonrisa, imaginándose todo lo que su novia había estado haciendo la noche anterior.
–Es linda, pero sería más linda si tú estuvieras en ella.
Amity mordió su labio, acostándose boca abajo sobre la almohada.
–Si estuviera ahí, no estaría sobre la cama.
–¿No?
–No, tú lo estarías– respondió Amity.
–¿Y tú dónde estarías?
–Al borde de la cama, observándote «pensar en mí».
Un sonido, mezcla de una risa y un gemido, inundó la línea.
–No sabía que esa era una de tus fantasías, Amity Blight– dijo ella, y después de unos segundos en silencio, agregó: –¿Quieres verme pensar en ti?
El calor volvió a recorrer a Amity mientras suspiraba un «si».
Unos segundos después envío una fotografía de ella en la cama, en ropa interior y con aquel juguete ( ya encendido por la ligera distorsión en sus bordes ).
–Tu ropa es muy linda– susurró Amity, observando la sencilla prenda de color gris pálido y sus piernas desnudas.
–Apuesto a que la tuya es más linda– dijo Lu, y de fondo ella pudo escuchar el suave ronroneó de su juguete rosa.
Amity volvió a tocar el icono de la cámara y tomó otra fotografía.
|Imagen
»¿Qué ropa?, escribió un minuto después. En la fotografía no llevaba ni una sola prenda, solamente la almohada blanca, apoyada sutilmente sobre la mitad de su cadera, dejando muy poco a la imaginación.
–Como dije– suspiró Lu, –tú no necesitas ropa para verte preciosa.
A Amity, que escuchaba con atención cada sonido a través del auricular, los suspiros de su novia, acompañados del ronroneó del juguete, se le hizo el sonido más sexy del mundo.
–¿Eso significa que ya no quieres que use lencería para ti?– preguntó en tono coqueto.
–Mmm– fue lo único que ella gimió.
–Podemos cambiar de roles entonces– agregó Amity. –Me gustaría mucho verte con medias de encaje.
Del otro lado de la línea, la chica pasó su mano sobre sus piernas por instinto, acariciándose como ella lo haría.
–Consígueme algo bonito y lo usaré para ti– susurró Lu, lo más tranquila que pudo, mientras sus piernas temblaban de placer.
Amity comenzó a imaginarla luciendo pequeñas piezas de lencería color negro, no, rojo, y la imagen en su mente la hizo palidecer. Un momento después, recibió un vídeo de no más de un minuto, y algo en su pecho hizo cortocircuito. Su novia se introducía y sacaba, con delirante lentitud, aquel vibrador rosa, mientras sus suspiros y jadeos, y lo que parecía ser su nombre de gemidos, llenaba el aire a su alrededor.
»Pensar en ti se siente tan, tan bien.
Amity, reproduciendo el video otra vez, comenzó a imitar los movimientos del juguete con sus propios dedos, sintiendo su piel arder en contraste con el frío clima.
|Pensar en ti se siente tan, tan bien.
»Pensar en ti también se siente delicioso.
–Me gustaría ver eso– jadeó Lu, y Amity imaginó que ya no estaba jugando tan lento como en el vídeo.
–Dame un minuto– dijo ella, y volvió a coger la almohada con la que había posado hacía un rato, colocándola entre sus piernas. Otra fotografía.
|Imagen
»Yo no tengo juguetes :(
–Puedo ser tu juguete, si quieres– le dijo ella, y Amity gimió un «si».
Otra fotografía. Ella estaba jugueteando con sus pechos.
–Me encantaría tocarte así– gimió Lu.
/Video
»¿Así?
–Si, justo así– jadeó ella –Inspírame, mi amor.
Amity rio, un sonido impregnado de complicidad y excitación.
Grabó otro video, un poco más largo y explícito, penetrándose a si misma con sus dedos, mientras su boca su boca jadea y sus caderas se movían en vaivén sobre la almohada.
–Te quiero aquí, Lu– susurro –te quiero debajo de mí, quiero tus manos entre mis piernas. Quiero besarte con lentitud, quiero que me toques mientras lo hago… yo… mmm…
Su cuerpo tembló ligeramente, su respiración era un desastre, el placer nubló su mirada, y sus manos casi dejan caer el celular.
–Lo haré– prometió Lu. –Cuando regrese, te haré todo eso y más, ¿Si?
–Te quiero aquí ya– confesó Amity, dejándose caer una vez más sobre las sábanas. Su cuerpo estaba exhausto y echaba en falta los besos post-sexo que su novia le daba antes de abrazarla.
–Solo dos días más, amor. Y luego podrás tenerme en tu cama todo el mes si quieres.
–Esa es una tentadora idea– ronroneó Amity, moviéndose en la cama, mientras recibía otra foto. Era una selfie borrosa de su novia, cubierta solamente por la sábana beige de su cama, el cabello aún mojado y revuelto, y una sonrisa que deseaba comer a besos.
–Amity– susurró ella, con ese tono de placentero cansancio que ella también debía tener.
–¿Si?
–Te amo– le dijo, en un tono bajo y risueño, como si le estuviera contando un secreto. –Y amo que sepas cómo hacerme el amor incluso a la distancia.
Amity volvió a reír. A este punto estaba borracha de placer.
–Esto es tu culpa, por dejarme sola a mi y mis ganas de besarte cada hora– le dijo, comenzando a sentir el frío de la noche en su piel. –Pero no deseo repetirlo– agregó, –por favor, no vuelvas a irte.
–Amity, sabes por qué…
–Lo sé, lo sé, es solo que, te extraño mucho. Y no solo por el sexo. Extraño tu voz, y tu aroma, y tus tonterías. Extraño cada cosa de ti y sé que estoy siendo posesiva, pero… no, no tengo excusa. Estoy siendo egoísta.
Amity, con los ojos cerrados, casi esperó que su novia la regañara por aquel gesto de capricho, sin embargo, ésta solo rio.
–Yo también te extraño tontita, ¿lo sabés, no?
–Lo sé…
–…y he estado contando los días para volver a verte…
–¿No crees que estoy un poco loca?
Ella volvió a reír. –Creo que las dos lo estamos, mi amor.
Amity sonrió, dejando que la ansiedad que la había consumido esos últimos días se disipara.
–Cuando regreses…
–Te haré el amor, te lo prometo.
–Iba a pedir que me abrazaras. Es lo que más extraño de ti. Pero si quieres llevarme a la cama después no me opondré.
Del otro lado de la línea, ella rio antes de permanecer unos segundos en silencio.
–También extraño abrazarte– confesó Lu, su tono tornándose triste. –Despierto por las mañanas y no estás a mi lado, es tan raro.
–También es raro para mí– dijo Amity, y suspiró. Lu era muy comprensiva con ella. Lo mínimo que debía hacer era no volver aquella más difícil. Solo serían dos días más. –Pero te amo– agregó, –te amo lo suficiente para soportar esto.
–¿No me odiarás por esto?
–No mi amor– rio ella, poniéndose de pie y tomando una última fotografía.
–Además, te tenía una sorpresa– dijo, enviando la foto.
–Que sexy– musitó Lu, mirando de arriba a abajo la pieza de lencería negra.
–Me alegra que te guste– dijo ella, –dado que ahora vas a lucirméla tu a mi.
–¿Cuándo prometí eso?– preguntó ella, con el rojo subiendo por sus mejillas.
–Cuando estabas jadeando mi nombre.
–Mmm, está bien– se rindió Lu, y no pudo no imaginar lo que su traviesa novia le haría.
–Te verás preciosa– le susurró al teléfono, guardando en el armario el sexy vestidito. «Solo dos días más», se recordó, buscando su bata de baño.
–Sueña conmigo esta noche– le susurro mientras se despedían.
–Oh, lo haré– le prometió ella antes de que la llamada finalizará. «Estaré pensando en ti».
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