vii. king and lionheart [erwin's bday]
⇢˚₊· king and lionheart.
FANDOM: attack on titan.
RESUMEN: donde anna y erwin simplemente se adoran uno al otro.
NOTA: levemente subido de tono, fluff.
❝Cuando el mundo llegue a su fin yo estaré aquí para tomar tu mano, porque tú eres mi rey y yo tu corazón de león❞
Anna prefería estar afuera de las murallas, por más peligroso que pudiera ser, las personas no le caían muy bien si era brutalmente honesta pero al final de cuentas había elegido la división que peleaba por ellos. Le resultaba muy irónico. Sin embargo, no se arrepentía, jamás lo haría.
Maldijo entredientes cuando su pie golpeo su otro pie de una forma muy torpe y estúpida que casi logro hacerla caer. Había salido muy mal herida en la última misión, el hueso de su pierna se había roto al igual que sus costillas, aún recordaba con horror cuando el titán la sujetó entre su grotesca mano solo para apretarla cual uva, asfixiarla, expriminar o cortala a la mitad, tal vez la hubiera tragado de igual forma pero no había necesidad de usar tanta fuerza.
Había pasado cuatro meses y odiaba estar en cama tanto tiempo por más mimada que pudiera estar. Tal vez aún no se encontraba en condiciones para salir a luchar de nuevo pero al menos ya podía caminar, aún si tropezaba con el aire o su propio pie. Pasó sus manos por los libros del gran estante que se hallaba en la oficina donde se había instalado, leyendo los títulos de cada una hasta que llegó al ventanal. Observó la oscuridad de la noche y el brillo de las miles de estrellas en el manto oscuro la saludaron de vuelta, una tranquilidad se instaló sobre sus hombros antes de escuchar un suspiro pesado tras ella.
Volteó encontrando la espalda encorvaba del Comandante sobre su escritorio y tres montañas de papeles rodeándolo, la mirada de Anna se suavizó aún más y se acercó lentamente a su lado para no perturbarlo. Observó las hojas que leía, firmaba y ponía en otra pila perfectamente cuidada, se mordió el labio al darse cuenta de que se trataba. Informes, quejas de la asamblea, las amenazas de disolver la Legión, pero lo peor eran las que tenían el sello rojo, aquellos informes de la cantidad de muertes que Erwin debía firmar, de cada uno de los caídos. Muerto en acción, desaparecido en acción. Tragó con fuerza el nudo en su garganta, siempre le había parecido un tormento innecesario que lo hiciera.
Puso sus manos en los hombros tensos del rubio para darle pequeños masajes, algo común ya que Erwin se ahogaba en trabajo y cuando Anna no podía convencerlo de descansar —y digamos que la fuerza no ayudaba mucho al ella ser tan pequeña—, solía desaparecer un momento del radar del Comandante y traía a Levi, Erwin ya sabía lo jodido que estaba si ellos dos se ponían en su contra.
El rubio se inclinó con los ojos cerrados por el respaldo de su silla dejando que la castaña siguiera con lo suyo, puso una mano sobre su pierna y le dio ligeros toques con suavidad, aunque ya estuviera sana, no quería dañarla por accidente. Anna se inclinó dejándole un beso sobre su frente y aprovechó para despeinarlo un poco, sonriendo al ver que había arrugado el dorso de su nariz, alzó una de sus manos y con su dedo meñique la pasó por su frente hasta la punta de su nariz, lentamente y con la suavidad de una seda unas cuantas veces hasta que sintió que se había relajado lo suficiente.
—A este paso te saldrán canas con más rapidez —bromeó pasando esta vez sus manos por el corte del rubio, este sonrió pasando un brazo por la pequeña cintura de su pareja, obligándola a sentarse sobre el brazo de la silla.
—Ah, ¿te preocupa que envejezca más rápido? —preguntó alzando las cejas manteniendo los ojos cerrados, los mimos de Anna siempre funcionaban, aunque ya estaba pensando en volver a trabajar una vez deje de estar tensionado.
—Si, obvio, al salir pensaran que estoy con mi padre... o que beso a mi padre —se estremeció teatralmente para agregarle más drama al asunto, Erwin abrió los ojos para verla con una sonrisa burlona plasmada en su rostro—. Aunque eres más guapo que él —añadió con un dedo en su mentón, analizando mentalmente las pinturas viejas de su progenitor con el hombre a su lado, el rubio alzó una ceja en su dirección—. Si.
—Me siento halagado —ella le guiñó el ojo y a cambio él le sonrió, acarició su pierna de vuelta y con el brazo que rodeaba su cintura hizo lo mismo con sus costillas—. ¿Cómo te sientes?
—Estoy bien, no te preocupes —se lo decía en serio, era un dolor de cabeza que su novio sea el Comandante y que ella esté en reposo, la haría quedarse en cama otro mes más si era por él. Pero aguantaban mucho, ambos sabían que si no era por Anna las obligaciones de los dos los haría colapsar—. ¿Cuando es la próxima expedición? —preguntó cuando sus ojos captaron la hoja de aprobación en el escritorio.
—En un mes —suspiró apretando su agarre en la cintura de la castaña, por más que ella le dijera que estaba bien veinte veces al día, él seguiría preocupado. Jamás iba a olvidar lo destrozada que estaba cuando Levi llegó con ella en brazos, porque el pelinegro la había salvado de una muerte segura, aún así se encontraba completamente derrotada y la sangre había sido tanta qué comenzó a manchar el uniforme del Capitán—. Anna...
—Déjame ir, por favor —lo interrumpió antes de que inicie su discurso de por qué debería quedarse y seguramente ella estaría lo suficientemente inspirada para obedecerle, era el encanto y carisma de Erwin Smith. Aunque ella lo llamaba manipulación—. Erwin, han pasado cuatro meses, me falta hacer ejercicio, mis músculos piden clemencia, dentro de un mes estaré estaré en perfectas condiciones y todos se olvidarán que estuve inactiva. No puedes mantenerme aquí por siempre.
—Lo sé, lo sé —suspiró, así de cerca Anna era capaz de notar mejor las ojeras del rubio, estaba cansado y su cuerpo rogaba por un descanso, en una noche no recuperaría todas las horas que pasó despierto pero al menos sería un avance. Los ojos celestes como el cielo la observaron y ella casi suspiró con aquella mirada que le regalaba—. Confío plenamente en tus habilidades y sé lo buena que eres peleando, pero... He sacrificado a miles de soldados y visto morir a muchos antes de tener este puesto, no quisiera que tu seas parte de esa lista... No quiero... —miró las hojas firmadas con las letras rojas—... No quiero tener que escribir tu nombre.
Anna lo entendía, claro que lo hacía, y lo conocía demasiado bien para comprender el miedo de perder a un ser querido... de nuevo. Habían entrado juntos a las tropas, habían pasado todo esto juntos y ella misma tenía muchísimo miedo en perderlo. Ágilmente se movió del brazo de la silla hasta el regazo del rubio, pasó una pierna a cada lado de él, sus manos se dirigieron a la mejilla del hombre obligando a mover sus ojos de los documentos que lo atormentaban. Erwin, por costumbre, llevó ambas manos a la cintura de su Líder de Escuadrón.
—Escúchame, Erwin —acarició su mandíbula marcada—. Créeme que quisiera prometerte que no me va a pasar nada, pero no puedo porque nadie sabe su destino, al igual que tú tampoco puedes hacer tal promesa. Pero lo que sé es esto, esto que te prometí hace años cuando nos graduamos, que vamos a pelear lado a lado y vamos a descubrir todo lo que nos ocultan, iremos más allá donde nadie ha ido, entre muchas cosas más pero lo haremos juntos, como siempre lo hemos hecho y yo apoyaré cada decisión que tomes si no me dejas en la banquilla, porque quiero estar a tu lado y no, escúchame, no vas a poner mi nombre en esa hoja.
» Sube la cabeza, creo que te enseñé bien que no voy a huir y tú tampoco —sonrió acariciando cada centímetro de su rostro, peinando aquel cabello del color del oro, la luz de la luna y las llamas de las velas impactaba contra ellos, formando una brillante corona sobre la cabeza del Comandante. Erwin la miraba atento, con el corazón en la mano y con un revoltijo de emociones—. Tú eres mi rey y yo tu corazón de león.
Habían dejado a muchas personas atrás, a sus amigos, a sus familias y ellos seguían caminando, ellos seguían corriendo con las manos unidas en una línea derecha, directa hasta las murallas, todos se iban pero ellos estaban ahí para quedarse. No importaba que terrores pudieran atravesar su camino, siempre terminaban siendo ellos dos contra el mundo.
Erwin sonrió sin mostrar dientes, suave, calmado mientras su agarre en la cintura de la mujer lo acercó a él, Anna era tal vez la única persona que podía dejarlo sin habla. La conocía desde que era pequeño, el orfanato era cálido gracias a ella, al igual que las tropas y la Legión, era su pilar y la persona más importante en su vida. El apoyo que le brindaba hasta en las ocasiones más oscuras lograba que solamente la adorara más, lo comprendía en momentos que ninguno podría hacerlo, ¿alguien lo culparía por querer protegerla cuando apareció inconsciente y con la vida escurriendo de sus manos?
—Siempre sabes que decir —alzó una mano para pasar un mechón de su cabello tras su oreja, era tan hermosa, recorrió su brazo hasta tomar su mano y llevarla hasta sus labios, dejándole un beso en los nudillos—. Te amo —murmuró y la castaña se estremeció bajo su mirada, era impresionante, ni con los años que llevaba conociéndolo quitarían el hecho que su mirada afectaba cada parte sensible de su cuerpo, pero Anna casi deja el mundo con sus siguientes palabras—: Pero si yo soy el Rey, tú eres mi Reina.
—Ah, ya veo —asintió tratando de mantener una voz firme, odioso hombre que podía alterarla con unas simples palabras—. ¿Entonces llevarás a tu Reina a la exploración? En ajedrez, sin ella el Rey puede perder.
—Y qué sería del Rey sin su Reina —murmuró, y Anna ya no aguantó, por lo que acercó su rostro al del rubio uniendo sus labios.
Lo sujetó del cuello y la nuca para mantenerlo cerca, el rubio pasó sus manos por su espalda y cintura aprovechando la posición en la que se encontraban. El beso fue lento y llenó a ambos de un calidez agradable, uno de esos donde transmitían todo lo que sienten y que llenaba de gozo a cada uno. Sin embargo los toqueteos y la curiosidad de sus manos los conducían a no tratar de devorar la boca del otro. Pronto la calidez comenzó a ser molestoso y el calor bajó por la columna de la castaña, Erwin enredó sus dedos en el cabello de la castaña, demostrando lo pequeña que ella podía ser en comparación y un ligero gemido escapó de sus labios cuando el rubio estiró su cabello, inclinó su espalda y su cuello quedó expuesto para él.
Besó su cuello, Anna apretó su agarre con sus brazos y piernas, sintiendo al escritorio tras ella.
—¿Entonces dejarás el trabajo para mañana, Comandante? —preguntó con la voz más ronca de lo habitual, dejó escapar un sonoro suspiro al sentir que la había mordido, sonrió para si misma sabiendo lo que causaba en él llamarlo por su título en momentos como estos—. ¿Comandante?
Apretó el agarre en su cintura, tratando en vano de resistirse, Anna era especialista en provocarlo y vaya que sabía cómo, porque tuvo la audacia de esperar una respuesta, como si no fuera obvia. No le respondió como quisiese, en cambio movió su silla hacia atrás para tener espacio y entonces la levantó sin ningún problema, la castaña enredó sus piernas por la cadera del rubio, él pasó sus manos por la pierna lastimada delicadamente. Movimientos que contrastaba cuando dejó de ocultarse en su cuello y volvió a besarla. Anna, que sabía jugar de ambos lados, pasó una mano por su cabello e hizo lo mismo que él, lo estiró para tener acceso a su cuello.
Mientras la llevaba a su habitación que la tenía a un lado de su oficina, ella se dedicó en besar, morder y lamer su cuello, si quedaba una marca no la molestaría para nada. Al escuchar el cerrojo cerrarse, el aroma varonil la envolvió y sus sentidos volaron. Erwin la dejó delicadamente sobre la cama, tuvo mucho cuidado, Anna aún no entendía como alguien tan caballeroso podía estar quitándose la chaqueta sin sacarle el ojo encima con claras intenciones, intenciones a los cuales ella sonrió. Esta era otra forma de sacarlo de la montaña de trabajo y era su favorita.
Lo atrajo de vuelta hasta ella cuando se inclino a la cama poniéndose sobre ella y unieron sus labios con las respiraciones agitadas. Hambrientos. Anna claramente no perdió tiempo en mover sus manos por su abdomen, estirando su camisa para quitársela, Erwin puso su peso en sus rodillas para que sus manos recorrieran el cuerpo de su persona favorita. Movió la pierna —ya no tan— lastimada y la tocó como si fuera a romperse. Le recorrió un escalofrío.
—Querías hacer ejercicio —murmuró con la voz ronca sobre sus labios, ella sonrió, vaya que lo iba a disfrutar.
Los besos, las respiraciones agitadas, los jadeos y suspiros llenaron la habitación mientras se entregaban uno al otro, demostrando el amor que sentían y como se adoraban incluso con todos los demonios que cargaban. Porque el mundo podía acabarse al día siguiente y ellos seguirían amándose como el primer día.
Porque él era el Rey y ella su corazón de león.
Not me escuchando the weeknd y chase atlantic en la última parte, si me conocen no soy yo me hackiaron 🧍🏻♀️.
En fin, FELIZ CUMPLEAÑOS, COMANDANTE ERWIN SMITH. Te amo un mundo, mereces todo lo bueno que existe.
(ahora quiero hacer un fic, Anna me caes super bien *va a escuchar false god de taylor swift*)
Espero les haya gustado, lo hice exclusivamente para este día pq Erwin se lo merece, merece mucho más que esto pero es lo que puedo dar 🥺
¡Nos leemos! (posiblemente para el 25 de diciembre cofcofcof)
Mag.
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