iv. don't let me go
⇢˚₊· don't let me go.
FANDOM: real life, sam heughan x fem!oc.
RESUMEN: donde sam pasa tiempo con su novia luego de que esta tuviera un accidente de tráfico.
NOTA: un poco cursi, un poco (demasiado) angst.
❝Llévame cerca como las gotas de lágrimas en tus ojos. Todo lo que puedo darte son recuerdos, llévalos contigo y nunca me iré❞
No recordaba nada, no llegaba a estar en blanco, pero se encontraba confundido. Abrió los ojos encontrándose con las tejas claras de su casa en Glasgow, parpadeó antes de voltear su cabeza hacia la derecha encontrándose con un lugar vacío, sin embargo, las sábanas estaban arrugadas. Se sentó de inmediato ignorando el vertigo de moverse tan rápido luego de haber estado dormido, sacó un quejido por aquello cerrando sus ojos por un segundo y al abrirlo decidió volver a pisar tierra.
Suspiró masajeando su nuca fijándose en la playera tirada de Led Zeppelin en la silla que ella usaba para maquillarse, sonrió de lado. El accidente que tuvo su novia fue hace un mes atrás, había estado trabajando cuando le llegó la llamada de que Annalise Black fue arrollada por un Range Rover 4x4.
Como si su mente hubiera hecho click, se incorporó al instante y salió disparado de la habitación hasta el primer piso. Con la respiración agitada bajó las escaleras de dos en dos hasta frenar en la entrada de la cocina donde vio a la chica de piel morena y cabello afro cocinando mientras susurraba una canción, suspiró aliviado, tal vez demasiado audible ya que ella lo escuchó. La morena miró sobre su hombro sonriendo al verlo recién levantado y con el cabello rubio alborotado.
— Buenos días, bello durmiente, ya era hora —comentó luego de ver como el reloj de pared de la cocina marcaba las diez en punto de la mañana.
— ¿No deberías estar en cama? —preguntó acercándose más tranquilo, ella se movía correctamente y parecía estar muy bien, lo ignoró—. Annalise —ella jadeó dándose la vuelta completamente.
— No digas mi nombre completo o entro en pánico —dramatizó llevando su mano lleno de anillos a su pecho, Sam no pudo evitar reír levemente hasta que se puso frente a ella. La inglesa podría ser alta más el escocés seguía siendo la Torre Eiffel a lado de cualquier persona promedio—. ¿Qué?
— Deberías estar en cama, Ann —musitó posando una mano en el mentón de su novia, la aludida, sin embargo, se limitó a hacer un sonido con su garganta hipnotizada por aquel acento escocés—. Ann, no me obligues a decir tu nombre completo —advirtió bromeando sabiendo que odiaba que al menos él le dijera de esa forma.
— Si vienes conmigo —murmuró aún cegada con el acento y pérdida en el océano que tenía por ojos, el escocés achicó sus ojos y ladeó la cabeza antes de sonreír.
— Conozco ese tono y aunque me encantaría, no, debes descansar —finalizó soltando su mentón, Annalise refunfuñó lanzándole una mala mirada, por más que le dijera mil veces que se encontraba de maravilla, el rubio estaba pasando por una etapa de protección y negación—. Al menos en el sofá.
— Bien, muévete, Heughan, o te derramo aceite caliente —advirtió dándose la vuelta y el actor acató lo que decía, ella podía cumplir con su palabra si se lo proponía. Sonrió besando su mejilla rápidamente antes de correr fuera de la cocina para que no cumpla con su amenaza.
Subió las escaleras manteniendo su sonrisa, con rapidez se lavó los dientes y se cambió para ir junto a ella esperando encontrarla. Al llegar a la sala la vio sentada con la mirada centrada en un cuadro que colgaba en la pared a lado del televisor, la fotografía que contenía era de ellos dos en uno de sus viajes a las Tierras Altas en Escocia, suspiró recordando como Annalise le había pedido ir y él claramente no se opuso, amaba su país, con gusto se lo iba a enseñar las veces que quiera. Su mirada volvió a centrarse en ella, en como doblaba una pierna y estiraba la otra, en como jugaba con el anillo de compromiso en su dedo anular y mordía su labio inferior cada vez que estaba concentrada. Había visto muchas veces aquella vista, aunque ahora parecía pérdida, más lejana, congelada en lo más profundo de su memoria.
Se acercó entonces y se sentó a su lado llamando su atención, la mirada café golpeó su alma dándole un escalofrío, nadie dijo nada. Annalise alzó una mano hasta su mejilla dejando la otra sobre su pecho, encima de su corazón, Sam movió su mano poniendo sobre la de ella, sintiendo el latido tortuoso de su corazón. Nunca dejaron de mirarse. Su corazón dolió por un momento, un músculo golpeado, un beso fantasmal, un abrazo para recordar. Ella sonrió y todo aquello desapareció, acostó su cabeza en su hombro con el peso de una pluma mientras agarraba sus manos dejando a relucir la joya redonda alrededor de su dedo.
Un anillo que reforzaba el vínculo que se formó desde aquel día en que se conocieron en la Convención de San Diego, cuando quedó encantado con su sonrisa con el labial azul que ella se había puesto para la ocasión. Siempre resaltando entre todos, con una capa y un funko pop de Drogon haciendo referencia a Daenerys Targaryen. Se había preguntado, ¿cómo es posible que alguien se vea tan hermosa con un labial azul?
— Te amo —murmuró viendo sus manos unidas, ella se alejó para mirarlo y sonrió sin mostrar dientes con añoranza, feliz por aquella declaración que había escuchado muchas veces pero que nunca se cansaría de oírlo. Cuando abrió la boca para responderle lo mismo el teléfono del escocés sonó interrumpiendolos.
Miró el objeto sobre la mesa transparente vibrando sobre el vidrio dejando ver el contacto de su madre. Dudó por un momento, ya había desviado muchas llamadas suyas en este mes, segundos antes de que la llamada se cortara se estiró para alcanzar el teléfono y contestar, ya hacía tiempo de que dejara de huir de ella.
— Ay, Sam, estaba preocupada —musitó la mayor aliviada al oír que le había aceptado la llamada.
— Estoy bien, mamá —suspiró, se oía realmente preocupada y se sentía culpable por negarle tantas llamadas en este último mes—. ¿Sucede algo?
— No, no, claro que no —contestó de inmediato moviendo sus manos del otro lado de la línea aunque nadie pudiera verla—. Solo intentaba contactar a mi hijo, saber como estaba, ver si me deja ir a visitarlo.
— No tienes por qué hablar de mi en tercera persona —murmuró un poco más animado, era su estrategia y lo sabía, apreciaba que lo intentara al menos—. De verdad estoy bien, no te preocupes, necesito... solo necesito más tiempo —se oyó un suspiro del otro lado.
— Lo entiendo, solo no quería que lo sobrellevaras solo, una madre siempre estará preocupada por sus hijos, especialmente si solo tiene uno —respondió sabiamente, Sam suspiró, él no estaba solo, pensó, o eso creía—. ¿Has salido de esa casa?
— No, ¿para qué? —tragó saliva.
— Sam, no creo que te haga nada bien estar encerrado, puedo ir y hacerte tu comida favorita, ¿qué opinas? —suspiró cuando el rubio no contestó, esperó unos segundos y con cautela preguntó lo siguiente—: ¿Has ido a visitarla?
— ¿A quién?
— A Annalise.
La descripción de lo que sintió no se compara a decir que fue golpeado solamente por una cubeta de agua fría, también había que agregar que fue apuñalado directamente al corazón y el hueco en su pecho se apretó. Abrió los ojos mientras volteaba y encontraba el lugar vacío, en silencio y sin nadie más. La realidad lo azotó, las lágrimas se aglomeraron en sus ojos pero no las dejó salir, no aún.
— No —respondió en un susurro bajo, incluso así la casa estaba tan silenciosa y vacía que creyó oír su propio eco—. No creo que pueda.
— Necesitas desahogarte, hijo, tal vez te haga sentir mejor.
— Lo pensaré, te llamo luego.
Luego de despedirse cortó la llamada dejando el teléfono sin nada de delicadeza de vuelta sobre la mesa, frotó su rostro pensando en lo que le había dicho su madre. Él nunca había pisado tierra cada mañana que despertaba y se engañaba a si mismo diciendo que lo hacía. Observó el cuadro una vez más antes de ponerse de pie, se fijó una vez más en el lugar vacío y sin saber que estaba haciendo caminó escaleras arriba, se puso su chaqueta, agarró la figurita que descansaba en la mesa de noche y volvió a bajar dirigiéndose hasta la puerta.
Dejó que sus pies lo guiaran, caminó sin parar y con la mirada triste hasta llegar a su destino, la necrópolis de la ciudad. El corazón le palpitaba de una forma horrible, no como aquella vez que se atrevió a besarla, no como aquella vez que se la quedaba mirando y mucho menos cuando le propuso matrimonio y le dijo que si, era una ansiedad severa, él no quería estar ahí. Sus pies siguieron moviéndose hasta llegar frente a una lapida, más blanca que las demás por ser más nueva, aún decorada con flores y otros objetos. Se desplomó frente a la roca pulida de mármol queriendo correr de aquel lugar de inmediato pero simplemente no pudo. Levantó la cabeza y sus ojos lo engañaron al leer la inscripción.
Annalise Black.
1988 ─ 2019.
Amada hija, amiga, tía y novia.
Y lloró arrodillado frente a la lápida de la mujer que amaba, lloró como lo había hecho el día en que llegó al hospital y le informaron que su prometida había muerto, lloró como cuando fue su funeral sabiendo que no la iba a ver nunca más. Lloró tanto que las lágrimas tocaron el suelo. Había huido y escondido junto a su memoria tanto tiempo que ahora no podía parar.
Una mano se puso en su hombro y rápidamente subió la mirada, ahí estaba su chica inglesa mirándolo con empatía, soltó un sollozo al verla. Annalise se arrodilló hasta su altura alzando sus manos para limpiar sus lágrimas, realmente era ella a quien veía o todo el dolor lo volvía loco.
— Mi amor, necesito que seas fuerte, yo sé que lo eres —murmuró con cariño acariciando sus mejillas rojas por el llanto.
— No soy nada sin ti, tenía una vida planeada, contigo —murmuró entre sollozos, los ojos de la morena se aguaron al verlo tan destrozado.
— No podemos controlar el futuro, la vida sigue, nada se detiene... tenía una vida planeada también, pero la vida es quien decidió por mi —bajó una mano hasta su corazón, sonriendo por los latidos—. Siempre voy a estar contigo, aquí. Protegiendo, amando, sintiendo como tu corazón abraza el mío, viéndote triunfar.
— No quiero dejarte ir, no me pidas que haga eso, por favor.
— No me dejes ir, puedes sostenerme con tu corazón latiente, no me iré mientras me sigas recordando —volvió a limpiar otras lágrimas rebeldes—. Es una promesa.
— Es una promesa —repitió en un susurro, ella le sonrió, no quería verlo caer por culpa suya y se mantendría cerca hasta que eso cambie.
— Te amo también, Sammy —susurró cortando la distancia para besar su labios en un beso fantasmal que fue demasiado real para el escocés.
Cuando abrió los ojos, ella ya no estaba pero seguía sintiendo su aura salvaje. El llanto cesó y se sintió bien, tal vez era a causa de ella. Miró la lápida y sacó el funko pop de Drogon de su bolsillo, miró la figura con añoranza antes de ponerlo en el suelo recostado sobre el marmol con un suspiro.
Se retiro momentos despues, triste pero con el corazón calmado, y así fue cada vez que volvía ella estaba ahí para recibirlo y escuchar su día a día, sus noticias y proyectos nuevos. Siempre con una sonrisa hasta que logró avanzar y finalmente Annalise Black tuvo paz.
⇢˚₊· Nathalie Emmanuel es Annalise Black.
*:・゚*:・゚
gif del principio por newtmas- uwu
NA: eSTO ME DOLIÓ MUCHO PERO LA CANCIÓN VA ASÍ PTM CASI LLORO, PERDÓN NO ERA MI INTENCIÓN 😔
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