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歡送↳Ending Page

11 de enero del 2019, sábado.

En la vida de todo cambiaformas se le presentan dos puertas. Vives en un círculo cerrado donde nadie más puede entrar, donde nadie puede ayudarte a tomar una decisión y eres el único que puede decidir tu propio destino.

En la primera puerta se encuentra tu alma gemela, tu media luna que todo cambiaformas lobo tiene destinado. Si cruzabas por ahí siendo un Omega como yo, lo único que te espera son maltratos de parte de tu Alfa, prohibiciones ridículas y estar siempre dispuesto a satisfacer a tu pareja en cualquier momento.

Algo que yo, un Omega, no iba a permitir. Pero la otra puerta que la vida me tenía preparada no era muy alentadora.

Si decidías cambiar tu destino como Omega casamentero, te aguardaba una vida repleta de acoso por tu misma especie, te marginaban por no tener pareja, por ser un Omega inservible y estar trabajando en vez de criar a los mocosos de un Alfa cualquiera.

¿Entonces qué hice? Fui contra todo, contra viento y marea y escarbé bajo tierra para poder salir de ese círculo infernal que me oprimía catalogado como sociedad. Todos esperan algo de ti. Todos quieren saber de ti. Y más cuando se trata de tu propia sangre.

—JiMinnie, ¿para cuando nos traes un Alfa? Ya lo tengo todo planeado hijo mío, os casareis, tendréis montones de cachorros y serás el Omega más feliz JiMin, ya lo verás bebé. Somos Omegas, nuestro deber es quedarse en casa y estar para nuestro Alfa. Cuando encuentres a tu destinado espero que te quite esa idea de trabajar de la cabeza, le rezo a La Luna por ello todas las noches.

Y una mierda.

Su familia estaba podrida, se dio cuenta el mismo día que pudo ver cómo su padre, un Alfa aterrador y orgulloso, pegaba a su madre, una delicada y frágil Omega, por no haber hecho la comida a tiempo para cuando él llegó. Pero ella, su estúpida madre, sólo pedía disculpas cada vez que eso pasaba. Se arrodillaba, se humillaba a sí misma para demostrarle a ese Alfa que estaba a su merced. Todo aquello fue demasiado para él, que en ese tiempo contaba con la tierna edad de tan solo ocho años. Y ahora, a sus veinticinco y estudiante de medicina a punto de graduarse, ese maldito recuerdo sigue persiguiéndolo cada vez que pisaba aquella casa del terror, donde nacieron sus más grandes pesadillas.

Con la excusa de darle el regalo de Navidad a mi madre fui a visitarla, sin esperarme el sermón que me llegó. Diciéndome que tenía que cambiar, que me quitara esas horribles gafas negras, que empezase a usar ropa más ajustada y que dejase de estudiar. ¿Y por qué? Porque era un Omega; todo era por eso. Hasta los doce años no sabía qué parte era de la jerarquía, y mis padres me repetían que no importaba si era Alfa, Omega o un simple y vulgar Beta; ellos me repetían constantemente que me amarían igual.

Y cuando me presenté, no fue el sentimiento del celo lo que más me dolió, sino la mirada cargada de desprecio que me dirigió mi padre. Ese día supe que las mentiras dolían mucho más cuando venían de tu familia y la vergüenza por ser Omega remplazó cualquier recuerdo amoroso de mis padres. Desde ese día, solo era un inquilino que vivía en la misma casa que ellos.

En cuanto pude, me largué de aquel lugar que hace tiempo dejé de considerar mi hogar. Por suerte, pude conseguir un pequeño departamento compartido con un agradable Beta llamado JungKook del que me hice amigo suyo rápidamente.

Y después de meses que no volvía, lo único que me esperaba eran regaños por vivir a mi manera, por no tener pareja, por estar estudiando y por no estar concibiendo cachorros.

Sí, la vida era una completa mierda.

—Mamá, ¿por qué no puedes entenderlo? Yo no quiero un Alfa, no pienso casarme ni dejar de estudiar. Sólo quiero ser libre...—los recuerdos que tanto me empeñé en esconder estaban volviendo a mí, como un torbellino, pasando delante de mí sin piedad, rememorando, torturándome a mí mismo en el proceso.—Y mucho menos voy a querer cachorros.

Mi madre simplemente negó con la cabeza, rendida conmigo. Sus ojeras cada vez eran más prominentes y estaba preocupado por su salud. Desde que mi padre se había ido hace dos años y no volvió, mamá estaba muy frágil de salud, más de lo normal. En ese momento no sabía que era por mi culpa, por el estrés que le causaba a mi madre, por no ser un Omega perfecto, viviendo todos los días con ese dolor de cabeza constante que le recordaba que su único hijo era una paria para la sociedad.

Sí, en aquella época no sabía nada.

Cuando salí de aquella casa con los ojos rojizos por el llanto que me causó mi progenitora con tan duras palabras que no pienso volver a recordar, no me permití pensar en nada. Los exámenes estaban cerca y tenía que darlo todo en esa prueba. Ahora que estaba de vacaciones tenía que aprovechar al máximo todo mi tiempo por el bien de mi futuro y carrera profesional, claro, pero ahí estaba, a las diez de la noche y llevando varios días sin abrir un libro. ¿Y el regalo de mi madre? En la basura de la cocina. Cuando se lo di tenía mucha ilusión, pensando que le gustaría y tal vez—solo tal vez— me daría un abrazo; pero ni siquiera se molestó en abrirlo y lo tiró a la basura directamente, delante de mí.

Sí, mi madre era una completa perra a la que le habían lavado el cerebro desde que era un cachorro.

Pero a mí no. Desde pequeño siempre me destaqué por no hacer caso a nadie y no escuchar nada de nadie; ese era un aspecto que no había cambiado con el pasar de los años, y vaya que agradecía eso.

En ese momento, mientras caminaba por las solitarias calles de Busan con la nieve cayendo fuertemente y con apenas un abrigo, me permití hacer algo que me prohibí hace mucho. En ese momento, soñé con otra vida, con otro destino, pensando qué habría pasado si hubiera elegido la primera puerta. En mi mente me imaginaba que era un Omega dócil e inocente, tal como le gustaban a los Alfas. Incluso pensé en tener una familia, en quedarme en casa con los cachorros mientras mi Alfa se iba a trabajar. ¿Pero porqué en ninguna de esas visiones me veía feliz? ¿Por qué no sonreía al estar con mi pareja?

Una risa cargada de sarcasmo salió de mis labios junto con un titubeo por el frío que me empezaba a invadir. Miré hacia la Luna Llena que se veía magnífica ese día; imperturbable, sin importarle si alguien moría o no, siempre en lo alto, sin importarle un comino lo que le ocurriera a los de abajo.

Sí, Diosa Luna mis huevos.

—¿Sabes qué te digo? ¡Que te den bien fuerte, puta Diosa de cuarta!—ya no pude más. Tenía que sacar toda la frustración que llevaba dentro. Y así lo hice.

Caí de rodillas en la nieve mientas me retorcía y gritaba contra la Luna. Varias veces le saqué el dedo de en medio para dejar en claro mi odio hacia ella y lo cruel que estaba siendo conmigo.

Destino y una mierda.

Pero ocurrió algo inesperado. Algo, que ni siquiera en mis más perturbadores sueños un Omega como yo, un Omega que reniega de la sociedad, se hubiera esperado jamás.

Se me había acercado un Alfa. Un maldito Alfa desconocido estaba a mi lado. Si no hubiera estado ya en el suelo podía jurar que me hubiera caído. 

Mi instinto, mi sangre y mi lobo clamaban por enseñarle la panza a ese estúpido lobo que no sabía meterse en sus asuntos, pero no iba a hacerlo. A mí nadie iba a dominarme y lo encaré como no había visto a hacer nunca a algún Omega.

—Aléjate de mí antes de que te deje estéril, maldito Alfa...—no pude evitarlo y esas últimas palabras me salieron destiladas de un asco inigualable, y no me arrepentí hasta que vi la cara apesadumbrada de ese Alfa simplón.

Poseía una tez pálida, y pude ver cómo le nacía un hermoso sonrojo natural en sus mejillas que cargaban con unas pecas apenas perceptibles; parecía un muñeco de porcelana, pero esos ojos afilados y de un color verde esmeralda dejaba en claro que el lobo que habitaba debajo de él era de temer. Pero lo que no sabía es que yo lo era aún más.

—Sólo quería saber si estabas bien, Omega.

Y aquello fue todo para que explotase. Nadie me llamaba Omega, no se lo permitía a nadie. Me recordaba lo débil que era y me hacía sentir inferior.

¿Una estupidez? Probablemente, pero en esos años no estaba en mis cabales. En esos años no era nada.

Así que con una fuerza desconocida empujé a ese patético Alfa al frío suelo repleto de nieve y me situé encima suya con las mejillas encendidas por el enfado, le grité, colérico y rabioso:

—¡No me llames Omega, no soy sólo un Omega, también soy humano, joder! ¿¡Por qué nadie lo entiende!?

Seguí hablando encima de aquel desconocido por cinco minutos más. Él se había quedado callado, mirándome boquiabierto, sorprendido y estupefacto por el arrebato de un Omega cualquiera como yo. Cuando terminé de hablar no me había dado cuenta de que estaba llorando a mares, por lo que quise levantarme rápidamente de aquel extraño; me encontraba sumamente avergonzado, pero él no me lo permitió.

Me agarró fuertemente de la cadera y me posicionó encima suya mientras él se sentaba lentamente. Y cómo no, empecé a gritar y a patalear.

—Yo... No soy como los otros Alfas. Yo te escucho, se que aún tienes cosas que decir. Yo te entiendo.

Decidido, ese Alfa estaba loco. 

Pero por alguna extraña razón, me quedé quieto, deleitándome con la grave voz que poseía aquel extraño.

Y hablé. Le conté lo que pensaba de la sociedad, de los estándares que les imponían a los Omegas. Y él me escuchó en todo momento, su mirada siempre atento a todos mis movimientos. Aún cuando debería de tener el trasero congelado siguió sentado, escuchándome y asintiendo con la cabeza, dándome la razón junto con una pequeña y preciosa sonrisa que dejaba ver sus rosadas encías. Esa imagen junto con la nieve cayendo, es algo que siempre guardaré en mi memoria.

Después de un rato nos sentamos en un banco para seguir hablando. Me dijo que su nombre era Min YoonGi—aunque yo en ningún momento se lo pregunté— y que era el dueño de una empresa de joyería. A mí nada de aquello me interesaba. Sólo podía pensar que tal vez aquello era mi destino. Que aquel Alfa que tenía delante mía era la mitad que me complementaría. Y en vez de miedo, sentí afán, ganas de aquel futuro si aquel Alfa con olor a legumbres y hierba buena estaba a mi lado.

Porque así iba a ser. Estaría a su lado y no atrás.

Miré a la Luna, pensando que aquel regaño la había hecho entrar en razón y por eso me había mandado a aquel Alfa tan singular, tan distinto a todos pero tan igual a mí.

Lamentablemente, tardé un tiempo en comprender que aquel Alfa, en vez de ser un regalo, fue mi castigo.

12 de junio del 2019, viernes.

Aquello no podía estar pasando. Me rehusaba a creerlo.

Las cosas iban demasiado rápido para que pudiera comprenderlo todo. Antes estaba hablando con ese Alfa desconocido, y ahora en solo unos meses me encuentro viviendo con él y, además, comprometido.

Parecía que había estado viviendo en el limbo, sin saber lo que pasaba a mi alrededor y finalmente desperté de ese sueño, dándome cuenta de cómo había cambiado mi vida. Y no me gustaba. No me gustaba nada.

La casa—que parecía mansión— estaba repleta de fotos nuestras. En el parque, en una estación de esquí y... ¿En París? ¿Cuándo fui yo a París?

Tenía miedo. Estaba muerto de miedo. Me sentía desnudo en aquel lugar, a la merced de ese Alfa. Pero al ver las fotografías más de cerca pude ver mi sonrisa. Hacía tiempo que no sonreía así, y siempre al lado de YoonGi. Incluso a través de esas imágenes podía percibir el amor que nos profesábamos. Y los recuerdos volvieron de repente, mareándome por un momento.

YoonGi... Ese Alfa siempre me ha tratado bien. Nunca usó su voz de mando en mí ni en nadie. Mi corazón saltó al verlo entrar por la cocina con el pecho desnudo y sólo portando un pantalón de deporte. No podía creer todo lo que había cambiado mi vida.

Y seguía sin saber si me gustaba aquel cambio.

—Hola amor, ¿que tal dormiste? Te hice el desayuno, es lo mínimo que se merece el ser más hermoso del mundo.

Parpadeé, la mar de confundido. ¿Eso me lo decía a mí?

Un escalofrío me recorrió completo cuando cogió mi mano delicadamente, sin querer hacerme daño y sin usar esa fuerza de Alfa que poseía. Era tan tierno y cálido... Y sí, cuando me miró a los ojos con esas esmeraldas transmitiéndome todo lo que sentía por mí, supe que aquel era mi lugar, con él, porque era mi destinado, porque lo amaba y, sobretodo, porque me trataba como su igual.

Dejé que me guiara hacia la cocina donde me senté en la pequeña mesa que había; era un lugar acogedor, me gustaba.

No abrí la boca en todo ese tiempo, limitándome a observar todos los movimientos de mi supuesto Alfa. Era hermoso, maldita sea. Siempre estaba atento a mí, me acariciaba la mejilla esporádicamente mientras comía y me sonreía cada vez que conectábamos miradas.

Joder, era perfecto. Malditamente perfecto.

Y así pasamos el día; vimos una película de acción mientras me acurrucaba en su pecho, jugamos a las cartas y nos dábamos ligeras caricias despreocupadas cada cierto tiempo.

En ningún momento me pregunté por mi Universidad, por las clases que debería estar teniendo; tampoco de mis amigos que no me habían enviado un sólo mensaje al móvil. Solo disfruté de la cercanía de mi Alfa, incluso durante la noche cuando fuimos a dormir abrazados.

Hasta que me llegó una llamada en mitad de la noche. Me di la vuelta, somnoliento para cogerlo sin ver el contacto y contesté.

—¿Eh? ¿Quién es?

En la otra línea hubo un silencio y después un llanto tan desgarrador que hizo que me despertara completamente.

—Oh JiMin, pensé que te había hecho algo. ¡Al fin me contestas tú y no ese imbécil!

Lentamente salí de la cama sin querer despertar a YoonGi, que por suerte tenía el sueño pesado. Me coloqué mis zapatillas de conejito para no sufrir tanto por el frío del suelo y fui hacia el baño que estaba dentro de la habitación. Cerré la puerta lo más suave que pude para no causar mayor ruido y le puse el cerrojo, por simple seguridad.

—¿Kokkie? ¿Eres tú?

Aquella no era la voz que recordaba. Antes poseía una voz harmoniosa que siempre me calmaba, pero esta vez su garganta parecía estar desgarrada y no se le entendía nada debido a el llanto que intentaba contener. Ese no era el JungKook que conocía.

—JiMin en serio, sal de ahí. Ese Alfa te hace daño, por favor, ven conmigo. No te cases con él, no dejes que te marque, te lo ruego...

—No, no entiendo nada JungKook, ¿por qué dices eso? Él me ama y...—pero no me dejó contestar, por la otra línea pude escuchar como varios muebles caían al suelo y cómo la voz de su amigo Beta se hacía más potente.

—Si te amara de verdad te dejaría salir de esa casa y no te hubiera prohibido quedar con tus amigos. No te hubiera sacado de la facultad de medicina ¡cuando solo te quedaba un puñetero curso para graduarte! Y si te amara tanto como dices no contestaría a todas las llamadas de tu móvil. ¡Te está controlando, joder! ¿Es que no lo ves? ¿Donde quedó mi amigo independiente? ¿Donde quedó mi Omega valiente?

No podía negarle esos hechos que hasta ahora no me había dado cuenta. Pero sabía que YoonGi solo quería protegerme, era demasiado bueno para mí.

—JungKook, tú no sabes nada. Mi Alfa hace todo eso porque quiere protegerme y me ama. Es respetuoso y amable, ¡es el Alfa perfecto!

—¿Y yo?—aquella pregunta me dejó descolocado por un momento, sin saber a que se refería.—¿Por qué no me tienes en cuenta, JiMin? Hemos sido amigos desde que te mudaste, nos conocemos de años y nunca... Nunca te diste cuenta de mis sentimientos hacia ti. JiMin, yo no soy un Beta, soy un Alfa. Tuve que fingir porque sabía que me...

Iba a contestarle; tenía ganas de gritar y el dolor de la traición me empezaba a quemar por dentro. Mi lobo estaba dando vueltas, histérico. No sabía que estaba pasando, hasta que escuché un susurro tras la puerta que me puso los pelos de punta.

—¿Con quien hablas, cariño? ¿Con quién hablas? 

YoonGi había despertado y estaba intentando entrar a la fuerza. Los temblores se apoderaron de mi cuerpo y ya no sabía que hacer. ¿Si era mi Alfa por qué le tenía tanto miedo? ¿Por qué no respetaba mi privacidad?

—E-estoy hablando con mi madre...

Pude escuchar como JungKook empezaba a gritar a través de la otra línea. Mi lobo estaba aullando por ayuda y mi Alfa estaba empujando la puerta con todas sus fuerzas mientras me gritaba.

—¿¡Tienes un amante, verdad!? Siempre lo intuí, eres peor que una puta, maldito Omega patético. ¡Abre la puta puerta o la tiro abajo, decide de una vez, Omega!

Simplemente me quedé en una esquina del baño, viendo todo a cámara lenta. El móvil seguía en mis manos y las lágrimas empañaban mi visión.

JungKook tenía razón. ¿Dónde había quedado el Omega independiente y que nunca tendría un Alfa? ¿Dónde estaba aquel Omega deseoso de ayudar a los demás e ilusionado de por fin licenciarse de medicina como enfermero?

Ahora solo era una flor marchita oculta bajo la sombra de ese Alfa que parecía completamente distinto a como lo vi por la mañana.

Era un maldito cascarón vacío gracias a YoonGi, gracias a las palabras de amor que hicieron que cayera ante él.

Y lo peor es que lo perdonaría. Siempre le perdonaba todo porque después me pedía disculpas, me besaba y me llenaba de amor. ¿Cómo iba a ser un mal Alfa si hacía todo eso por mí, por un Omega tan patético como yo?

Por la mañana todo volvería a ser igual. No me dejaría salir de casa, veríamos películas, jugaríamos a las cartas y cuando cometiera algún error... Vendría el infierno.

Pero no pasaba nada, me lo merecía por ser un mal Omega, él siempre me lo decía, por eso tenía que cambiar para que pudiéramos ser felices.

No pasaba nada, él me amaba.

Y yo... Yo solo quería ser el Omega perfecto para el Alfa perfecto.

Tardé un tiempo en comprender que ya era perfecto tal y como era. Tardé demasiado tiempo en saber que aquello estaba mal. 

Tardé demasiado.

01 de agosto del 2019, sábado.

La sociedad estaba hecha de mierda.

Alfas, Betas y Omegas. ¿Por qué nos trataban tan distinto? 

Si eras Alfa tenías la vida solucionada, todo y todos estarían a tus pies. Si eras Beta, el mundo te dejaba en paz, podías ser libre y hacer lo que quisieras. Si eras Omega veían todas tus acciones con lupa, te criticaban por no hacer lo socialmente correcto y por no ser como todos.

Si eras Omega, tu destino ya estaba pactado.

Pero yo no iba a dejarme engañar; ya no más.

El otro día tuve una discusión muy fuerte con YoonGi, donde me exigía que le dejase que me marcara y tuve que decirle que quería esperar a la boda... A partir de ahí solo recuerdo los golpes y cómo me quedé inconsciente.

¿Y qué crees que pasó cuando me desperté? Al lado de mi cama se encontraba mi Alfa con una mirada arrepentida y con un ramo de cien rosas rojas. Me pidió perdón, me besó en los moratones que él mismo me hizo y, como cada vez que aquello pasaba, me hacía el desayuno y me dejaba salir de casa media hora.

Después de un tiempo de meditarlo, me di cuenta de lo que estaba pasando frente a mis narices.

Me estaba matando; estaba reprimiendo mi espíritu de luchador que tantas veces solté con orgullo y mi lobo, aquel lobo negro como el carbón que antes luchaba con garras y dientes contra cualquier Alfa que se pasase de listo, ahora estaba escondido en algún rincón, sin salir, sin darme fuerza. Pero aún así, lo supe.

Y cuando me di cuenta de todo, lloré. YoonGi ya se había ido al trabajo y me quedé en la cama, llorando mientras partía las rosas y gritaba. Las espinas me sacaron sangre, pero eso solo me hizo darme cuenta de cómo era mi Alfa.

Era hermoso por fuera, te atrapaba con sus palabras cálidas y reconfortantes y si seguías mucho tiempo con él, te mostraba sus espinas y acababas sangrando hasta morir.

Pero no iba a dejar que eso ocurriese.

No por nada antes me llamaban el Omega rebelde.

Sin embargo, tenía que hacer un plan y no se me ocurría ninguno. Ahora ni siquiera me dejaba usar mi móvil, lo tenía él y estaba prácticamente incomunicado y prisionero.

O eso creía hasta que esa tarde YoonGi me sorprendió diciéndome que íbamos a ir a casa de mi madre para hablar de los preparativos de la boda. No lo pude evitar y tuve náuseas al pensar en casarme con él. Sabía, tanto yo como mi lobo que permanecía en la oscuridad, que si nos casábamos con él, acabaríamos muertos, y tenía toda una vida por delante. Tenía todo hasta que él me lo arrebató tan lentamente que ni siquiera me opuse.

Muchos pensarán que fui estúpido, que cómo no pude darme cuenta, por qué no dije que no.

Porque estaba en el paraíso. Aquello parecía un sueño. ¿Que un Alfa como él se interesara en mí? Sí, era algo increíble, y los susurros de los demás tampoco ayudaban.

Y justo ahora, caminado de la mano de mi Alfa, ese espectáculo se volvía a repetir.

Lo que ocurrió es que me dejé llevar.

Me dejé llevar por el orgullo que sentía mi madre al verme al lado de un Alfa como YoonGi. Me dejé llevar por las habladurías de todos, felicitándome, deseándome un futuro con muchos cachorros.

Nadie me preguntó si estaba feliz.

Nadie se me acercó para saber cómo me sentía.

Nadie me dijo si mi Alfa se portaba bien conmigo.

Nadie se dio cuenta de las lágrimas retenidas a punto de estallar y volverse huérfanas de mis ojos.

Porque para todos, YoonGi era el Alfa perfecto comprometido conmigo, un Omega rebelde. Y aunque nadie lo dijera, todos esperaban que ese Alfa lograra amaestrarme para ser un buen Omega. Para ser como todos.

—¡Hola YoonGi! Ah, cada vez que te veo estás más guapo.—mi madre como siempre tan cariñosa con mi Alfa para no hacerle tener ningún motivo para romper conmigo, porque sabía que seguía sin explicarse cómo había acabado con alguien como yo.—Ah, y hola JiMin. Venir, venir, vamos a hablar de la boda. ¿Va a ser en marzo, verdad?

Mi labios estaban sellados y mis lágrimas eran retenidas a base de fuerza de voluntad, o la poca que me quedaba.

Solo me entretenía contando los segundos para que nos fuéramos de aquel lugar donde yo no pintaba nada. Aquella no parecía mi boda; no quería el color verde, tampoco un traje de color blanco ni mucho menos un carruaje de caballos para llegar a la ceremonia.

Pero nada de eso importaba, porque lo único que tendría que hacer ese día era sonreír y estar hermoso, según palabras de YoonGi.

El supuesto día más feliz de mi vida, iba a ser un completo infierno.

Pero el infierno se adelantó sin que yo pudiera detenerlo.

Esa noche, cuando nos acostamos en cama e intentaba relajarme lo más posible al estar a su lado, YoonGi empezó a acariciarme debajo del pijama. Le dije que no quería. Le supliqué.

Le dije que haría todo lo que quisiese pero que parara, que hoy no quería. Pero él se situó encima de mí y me agarró de las manos sobre mi cabeza, inmobilizándome. Me repartía besos por todo el cuerpo que yo sentía como ácido. No paraba de llorar y patalear para que me dejara, pero su fuerza como Alfa hacía que no pudiera hacer nada.

Estaba a su merced.

Me desnudó lentamente, sin dejar de mirarme en ningún momento, mordiendo cada parte que veía. Usaba su voz de mando para que dejara de moverme, pero solo causaba efecto de unos segundos porque en seguida me rehusaba, y por una vez desde hace mucho tiempo, mi lobo apareció para luchar conmigo.

—¡Quédate quieto, Omega, esto te va a gustar! Lo estabas deseando, no lo niegues...

Ya no me acuerdo de todo lo que grité esa noche, pero lo que sí recuerdo fueron las palabras que me dijo después de que... De que me violara. Perdón, es que recordar esto es muy duro, lo lamento.

—No te voy a marcar, ahora no, porque primero pienso divertirme tanto contigo hasta que tu cuerpo quede irreconocible, cariño.

Aún recuerdo la sensación de sus manos paseándose por mi piel, cómo me gritaba y gemía en mi oído... Lo recuerdo todo.

Pero entre todo el dolor, entre todos los gritos y lágrimas que solté aquella noche, un pensamiento llegó a mi mente.

Querían que fuese como todos, pero como siempre, no contaban con que era un espíritu libre y mucho menos, que ya amaba a alguien que no era YoonGi.

Me amaba a mí.

15 de septiembre del 2019, martes.

Al fin estaba viendo un poco de luz en aquel túnel que parecía interminable.

Los nervios me carcomían, no voy a mentir. Hacer aquello hizo que mi adrenalina se disparara y no pudiese dormir por varios días.

Pero al final lo conseguí, mi teléfono.

Sabía que muchos no me contestarían por la falta de comunicación al igual que otros ya me habrían olvidado, por eso mismo llamé a la única persona que sentí que necesitaba a mi lado para hacer aquello que me aterrorizaba, pero que sabía que era lo correcto.

Un tono. Dos tonos... Y al tercero al fin cogió.

Con una voz calmada, intentando que no se notara mi alivio y desesperación por volver a escuchar su dulce voz, hablé:

—Hola JungKook, soy JiMin, no sé si me recuerdas pero... Necesito tu ayuda, por favor. Por favor. Ya me da igual que seas un Alfa porque antes de eso fuiste mi amigo, y sería muy hipócrita discriminarte tal y como hicieron conmigo durante toda mi vida. Así que, por favor, ayúdame.

El resto de los días pasó igual. Escondiéndome en el baño mientras hablaba con JungKook sobre la demanda que le pondría a Min YoonGi, mi Alfa, con el que me iba a casar en unos meses.

Vaya drama, ¿verdad?

Lo peor fue cuando le llegó la carta del tribunal, lástima que no pude ver su reacción porque yo ya no estaba ahí, ya que por orden del abogado que contrató JungKook, me aconsejó que me fuera de esa casa para evitar algún altercado que pudiera enterceder con la decisión del juez.

Y cuando llegó el día, pasaron tantas cosas que me cuesta recordarlas todas.

Una vez vino YoonGi al hotel que me estaba hospedado y me suplicó de rodillas que quitara la demanda, que lo hacía por mí ya que iba a ganar al tener los mejores abogados del país.

También me regaló varios chocolates y osos de peluche para que quitara la dichosa demanda. Hasta vino mi madre a gritarme que estaba siendo un insensato.

Y cuando vino la prensa, todo fue un descontrol.

Al parecer mi caso había llegado al oído de periodistas carroñeros queriendo alguna novedad y desgracia ajena que publicar, ¡y qué mejor que la de un Omega que iba a denunciar a su Alfa! Era carne fresca.

Pero gracias a mi abogado que a pesar de estar recién licenciado era muy profesional, pude salir de ese mar de periodistas sin tener que hablar más de lo debido, pero eso no impidió los miles de artículos hablando sobre mi sinsentido y locura, por lo que no me sorprendí en el día del juicio cuando supe que era uno abierto donde cualquiera podía venir y, mucho menos, cuando vi a varios reporteros sentados con su portátil en las piernas, listos para escribir cualquier asunto jugoso que saliese de esa sala.

Para ellos era simple trabajo, pero para mí significaba mi vida entera.

Al principio estaba muy nervioso. A pesar de tener a JungKook a mi lado en la mesa, apoyándome como mi amigo fiel, el juez que estaba en lo alto era un claro ejemplo de Alfa perfecto. Casi podía saber el veredicto que diría ese juez, y no sería uno bueno para mí.

Cuando empezó el juicio, ambos, abogado y fiscal estaban en una batalla rebatiendo un dato sobre otro, menos mal que TaeHyung—mi abogado— tenía todo preparado y pudo desmentir todo lo dicho por el fiscal.

Pero cuando me llamaron a declarar, el miedo se apoderó de mí.

Cada pregunta hecha por el fiscal era como una bala en el corazón. Me estaba echando la culpa por la violación que sufrí; me echaba la culpa por el aislamiento que me impuso ese Alfa con la excusa de que era un Omega rebelde que debía ser disciplinado. Ese juicio parecía de risa; menos mal que cuando tuve que responder las preguntas de TaeHyung ya estaba más preparado para lo que viniese.

—¿Qué fue, exactamente, lo que le hizo el acusado Alfa Min YoonGi?

Le relaté en detalle los constantes golpes, las veces que me forzaba a tener relaciones sexuales con él, el aislamiento que tuve que soportar, la carrera que tuve que dejar por sus amenazas... Estaba llorando, relatar todo aquello era como volver a revivirlo y mi lobo había sufrido ya bastante.

YoonGi intentó llegar a mí después de que el juicio terminara— aunque aún teníamos que esperar unos días para el veredicto del juez—pero lo aparté de un manotazo y corrí hacia JungKook y TaeHyung, que estaban hablando naturalmente hasta que me vieron llegar. Lo que no sabía es que YoonGi se me había acercado con la intención de arreglar las cosas. Pero yo tenía amor propio, no iba a volver con un Alfa que tanto daño me había hecho.

Me negué a hablar más el resto de los días. Solo quería que esa pesadilla se acabara de una vez por todas.

Y un jueves 24 de septiembre, ya estaba lista la sentencia.

Agarré la mano de JungKook y miré a TaeHyung, dándole las gracias por su gran trabajo, a ambos.

Y el juez habló:

—En todos mi años como juez, jamás había visto a un Omega demandar a su Alfa de tal manera. Una demanda por violación, aislamiento y maltrato tanto físico como psicológico. He revisado este caso exhaustivamente. La prueba de violación dio positiva y los médicos aportaron que el Omega estaba desgarrado por dentro debido a la ferocidad impuesta en el acto sexual que, desde luego, no fue algo consentido. Las fotografías donde se le ven los moratones al joven Omega se ve claramente todo el maltrato sufrido por el Alfa Min YoonGi, por lo que yo, el juez Kim NamJoon, declaro al Alfa Min YoonGi culpable de todos los cargos en primer grado. Su sentencia será de 13 años de prisión más 5 por los agravantes causados en el joven Omega Park JiMin, un total de 18 años, sin posibilidad de revisión.

Y todo aquello que llevaba guardado dentro de mí, por fin pudo salir. Di las gracias al juez una y otra vez, me derrumbé en mitad de la sala y lloré como sino hubiera un mañana; pero esta vez era de felicidad, de puro alivio y alegría.

Pude ver cómo los policías se llevaban a YoonGi esposado, pero se paró en frente de mí y se atrevió a hablarme con una pequeña sonrisa.

—Podríamos haber sido felices, JiMin.

Yo negué con la cabeza, sin sonreírle de vuelta. Por mucho que lo hubiéramos intentado yo no sería feliz. Al final yo habría muerto en vida.

En ese momento no sabía que mi destino había sido marcado, por uno que yo mismo decidí seguir. En ese momento no sabía que con mi pequeño acto de valentía, había cambiado el mundo.

01 de julio del 2020, jueves.

Ésta ha sido la historia del Omega del momento, Park JiMin, que se enfrentó a todo y ahora es presidente de una organización creada por él mismo a favor de la igualdad para los Omegas, ayudando a miles de éstos a llevar su caso al tribunal.

Tal y como él nos ha confesado en exclusiva, él también fue víctima de abusos por parte de su antigua pareja. Él mismo nos contó que tuvo que asistir a terapia psicológica para dejar atrás los diferentes problemas que aquello le supuso, mas pudo salir adelante. Además, nos ha comentado que a pesar de todo lo que sufrió, le da las gracias a su anterior pareja ya que gracias a él pudo encontrar un propósito: De ahí nació Ending Page, el nombre de dicha organización.

Hasta ahora se ha desconocido el significado tras el nombre de la agencia, pero hoy nos resolvió dicha incógnita:

❝Cuando conocemos a nuestra Alma gemela, a nuestro destinado, te imaginas miles de escenarios futuros con esa persona a tu lado. Te preguntas cuál será la última página de vuestra historia, y en este lugar hacemos que las historias de Omegas violados, maltratados y torturados se terminen lo antes posible para poder empezar una nueva. Aquí es cuando se termina la historia.❞

A pesar de todo el dinero que podría poseer, él usa todo ese dinero en agrandar su organización y para que pueda expandirse por todo el mundo, porque como él dijo al final de nuestra entrevista:

❝Me quitaron mis sueños. Me arrebataron a todos a quien alguna vez llegué a amar. Éste no puede ser el mundo en el que vivo y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que los Omegas sean tratados con igual de derechos que los Alfas. Porque un Omega no ha de quedarse en casa sino quiere. Porque un Omega no ha de tener cachorros sino quiere.
Porque un Omega merece todo lo que el mundo tiene por ofrecerle. Y yo voy a hacérselo saber.❞

5913 hermosas palabritas.

DrunkMafiaSquad

Moraleja: No insultes a la Diosa Luna o te enviará un YoonGi, ahre

Esta es la primera vez que escribo en primera persona porque quería superarme, espero que no se haya notado mucho. Y sí, JiMin estaba en una entrevista y estaba recordando todo eso hasta el punto donde está ahora, siendo un Omega empoderado y poderoso, además de vivir bien feliz siendo soltero.

Omegas to power, bitches!

Ahora voy a responder algunas preguntas que yo mismo me hice.

¿Por qué JiMin y YoonGi no terminan juntos?

Veréis, he leído muchas historias donde YoonGi (o JiMin) es un capullo de mierda y al final el otro le perdona todo y viven felices y comen perdices. No, cariño, así no va la cosa. Aquí quise plasmar mis valores, el amor que se ha detener a uno mismo y que, con un mísero acto, se puede cambiar el mundo. Todo lo aquí escrito puede haberle pasado a alguien, y lo peor es que posiblemente así sea.

Con esta historia quiero que os deis cuenta que por mucho que améis a una persona, primero tenéis que pensar en vosotros, en vuestra salud (tanto mental como física) y que, hay veces en que ese amor es simplemente la más vil de las mentiras y a pesar de amar con todo tu ser a la otra persona tienes que dejar ir esa relación por tu salud y amor propio.

¿Por qué hiciste una clase de Omegaverse así?

Quería hacer algo distinto. Con una trama original y nunca antes vista, y bueno, nunca leí algo como esto. Además, JiMin es la personificación de todas aquellas personas (tanto hombres como mujeres) que fueron maltratados y quería explicar mi punto a partir de esta historia. Si en algún momento llegué a ofender a alguien, esa no fue mi intención y lo lamento profundamente.

Y eso es todo. Espero que hayáis disfrutado de este pequeño One Shot hecho con mucho amor.

¡TENER UN BUEN DÍA AMORES! ♡♡

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