Capítulo 43 Anais, Tienes Problemas
-Estamos planeando un ataqué pero es difícil- Explicó la directora, ella mostró los planos del cónclave y la ciudad de plata- Hace dos semanas nos informaron de un ataqué, así que decidimos mandar a los estudiantes a la ciudad de plata, pensamos que allí estarían a salvo. Pero luego los portales de Tele-transportación se cerraron y a todos los cerraron desde la central- Empezó a explicar- Después se formó un golpe de estado y tienes a toda la ciudad sometida, los estudiantes de la gran mayoría de academias estás allí y tomaron a Deneb como prisionero. Tratamos de abrir portales y no funcionó. Los traidores fueron tres miembros de cónclave. Siete guardianes, cuatro centinelas, nueve capitanes, dos cónsul y cinco profesores. Hemos mantenido contacto con el líder pero hace una semana no sabemos de él- Ella empezó a señalar los diferentes lugares- Se cree que Macristen entro a la ciudad por un portal interdimensional. Bajo las salvaguardas de seguridad así que el cónclave se volvió un blanco fácil para los demonios.
-No podemos perder más tiempo, Deneb está en peligro y las reliquias también- Contesté.
-Bueno pues, no es tan fácil. Nuestro líder pudo mantener a salvo dos de las reliquias. Pero Macristen tiene en su poder la Espada Luz del Alba- Abrí mi boca con sorpresa.
-¿Qué?.
-La espada le obedece a Macristen, Anais y es otra de las ventajas con la que cuenta.
-¿Cómo permitieron que esto pasará? Directora Hood al menos dígame que el βιβλίο των νεκρών y la Manzana del Pecado están a salvo.
-Sí, Deneb dijo que había logrado esconderlos. Ana te recomiendo que traigas a tu familia aquí. Macristen va a querer usarlos en su contra, es mejor ponerlos bajo custodia.
-Dudo mucho que mi padre lo acepta, pero iré a avisarle. Mis hermanos ya fueron por su madre- Ella asintió.
Dada por terminada la conversación decidí salir del centro de comando y me encamine directo al vestíbulo del castillo. Resulta que hace dos semanas empezaron a atacar a los institutos del mundo y empezaron a asesinar centinelas, así que en vista de esto el cónclave decidió que trasladarían a los estudiantes a la ciudad de plata. Estando allí, se infiltró Macristen y cerró los portales de tele-transportación desde la central, cuando hacen esto, ningún cazador puede abrir un portal para entrar a la ciudad de plata y aunque lo intentará no funcionaría. Así que la ciudad estaba aislada completamente y un blanco fácil para los demonios. Estábamos solos prácticamente. La directora Hood nos sugirió a mis hermanos y a mí traer a nuestra familia al castillo, así, podríamos ponerlos a salvo. Así que ellos fueron por Claudia para traerla. Sin embargo, conocía perfectamente bien a mi padre, él era demasiado testarudo y no iba a aceptar venir. Anoche se había comportado muy extraño, casi melancólico y un muy mal presentimiento se me había instalado en la boca del estómago. Aún tenía ganas de vomitar y un mareo recurrentemente me invadía. Salí de la academia, tomé el auto y decidí ponerme en marcha. Iba a ir a la casa de Derek primero y luego, en la noche iría hablar con mi papá. Salí por el sendero y me adentre a la carretera, la primavera entraba despacio, dejando ir al invierno. Todo empezaba a florecer y se veía más alegre el ambiente. Me adentre a la ciudad viajando por la principal. Había hablado con Aaron de lo que estaba sucediendo, dejo en claro que no quería involucrarse en una guerra, pero que participaría por nosotras. Aunque no obligaría a nadie de su clan para que peleará a su lado, si bien es cierto, los hombres lobos fueron creados para proteger la raza humana no le debían obediencia a los Cazadores de Demonios y en este tipo de guerras siempre estábamos solos. Al cónclave nunca le gustó involucrar a las demás criaturas de las sombras. Debía buscar apoyo en las demás hermandades no podíamos solos con ella. Mi hermano pelearía a nuestro lado y si pudiera convencer a los demás licántropos sería mucho más fácil, las brujas estaban con Macristen, así que sería prácticamente imposible convencerlas de estar de nuestro lado, los Sílfide jamás se veían involucrados en estos asuntos. No sabía si la Corte Imperial Vampírica nos ayudaría, así que tenía que hablar de eso con Derek. Quizá los Assassins nos ayudarán incondicionalmente, para ellos la lealtad está ante todo, además, jamás perdían oportunidad para defender a lo que ellos considerará correcto. Aquí el problema es que quizá no considerén correcto nuestra lucha y sí así era, estaríamos peleando solos completamente. Aparque el auto al frente de la mansión y bajé, toque con dos suaves golpes y me abrió Rose, iba a gritar, pero le cubrí la boca de inmediato, no quería que Derek escuchará. La salude rápidamente, le di un beso en la sien, ella me indico que estaba en el estudio. Así que le dije que lo llamará a la habitación, subí al segundo piso, entre en nuestra habitación y como todo estaba oscuro me escondí en las sombras. El atardecer empezaba a verse presente. La puerta de abrió y cuando entró le salte encima, él cayó a la cama un poco sorprendido y antes de que pudiera reaccionar lo bese, sus labios danzaron con los míos y me correspondió. El tacto era importante para mí, así que pase mis manos los sus hombros, su cuello y rostro.
-Anais- Habló después de separarse de mí parcialmente- Me sorprendiste.
-Esa era la gracia, aprendí cosas con los Assassins- Derek me quito algunos mechones de cabello del rostro, sus ojos color esmeralda relucieron- Llegue ayer, no había venido porque fui con papá- Le di otro pequeño beso en la nariz, el paso sus brazos por mí espalda.
-¿Estás enterada de lo que ha sucedido?- Preguntó, empecé a besar su cuello y a desabrochar su camisa.
-Sí, estoy enterada de todo- Le quite la prenda deslizandola por los brazos- Solo déjame ser feliz, en un rato hablamos de eso- Él sonrió y beso de nuevo mis labios- Te amo, te amo Derek Cranwell y me hacías mucha falta- Me quito la blusa y empezamos una lucha por saciarnos el uno del otro.
...
-Anais amor- Escuché mi nombre en un eco lejano, poco a poco mis ojos se abrieron- Debemos volver al instituto. La directora Hood acaba de llamarnos.
-¿Qué hora es?- Pregunté medio adormilada.
-Las once de la noche- Lo miré- Es una emergencia, ponte la ropa hay que irnos- Me senté recostado mi espalda contra el respaldo de la cama.
-Tengo que ir con mi padre- Le dije- Adelantaté al instituto yo iré a hablar con papá.
-Yo te acompañó.
-No, no te preocupes. Iré sola, nos vemos en la academia- No muy convencido asintió, me dio un beso en al sien y se fue. Solté un suspiro, me levanté de la cama y empecé a vestirme. Toda la ropa estaba tirada por doquier. Me la puse rápidamente y antes de ponerme la blusa una ganas horribles de vomitar invadieron mi estómago. Corrí al baño, abrí la tapa del retrete y expulse lo poco que había comido. Del otro lado de la puerta escuché dos golpes.
-Anais, ¿Estás bien?- Preguntó Carson, jalé la cadena, baje la tapa y me senté en ella. Realmente estaba mal, fue en ese momento cuando me di cuenta que estaba en sostén- Anais.
-Estoy bien Carson- Contesté, cerré mis ojos un segundo- Hazme un favor, en la cama hay una blusa de tirantes dámela- Abrí un poco la puerta para que pudiera pasar su brazo y darme mi prenda. Después me la puse y salí.
-No te oías muy bien- Me senté en la cama y empecé a ponerme los zapatos.
-He estado así por una semana, es la comida que daban en el campamento, se me pasará- Tomé las llaves del auto y salí. Él vino detrás de mí. Al llegar a las escaleras un mareo me invadió y si Carson no me hubiera sostenido de la cintura quizá hubiera caído rodando. Cuando me estabilice de nuevo pude observar su semblante, había cambiado radicalmente. Estaba pálido, muy pálido. Sus ojos abiertos de par en par se habían quedado mirándome fijamente- Carson, ¿estás bien?- Ahora él parecía el enfermó.
-Anais, tienes problemas.
-¿Qué quieres decir?.
-Estas embarazada.
-¿Qué?.
...
Mis manos temblaban, temblaban demasiado. Mi respiración estaba acelerada y mi corazón palpitaba desenfrenado, incluso, podía escucharlos tamborear en mis tímpanos. Sostenía la prueba de embarazo en mis manos y aún no salía ninguna raya. No le creí a Carson, le dije que estaba loco y salí de la casa apresuradamente. Entre en el auto y cuando encontré una farmacia abierta compre una prueba de embarazo de la más cara. Él no me dijo nada más, realmente no le creía. O sea, sí, los vampiros podían tener hijos con humanas, pero yo no era humana y científica, biológica, fisiológicamente una cazadora no podía tener hijos con criaturas de las sombras. Primero era por los genes, segundo por la sangre y tercero porque nunca se había visto algo como esto. Solté un suspiro de alivio cuando salió solamente una raya en la prueba. Me lleve las manos al pecho y respiré con más facilidad. Pero entonces apareció una segunda raya roja y en la pequeña pantalla dónde se marcaba las semanas apareció "4-6 Semanas" Abrí mi boca y no pude contener mis lágrimas. Yo no estaba lista para ser mamá, no en este momento, no ahora. Aún después de esto no lo creía, así que mentalmente saque la cuenta de la última vez que estuve con Derek a parte de está noche y la última fecha de mi regla y sí, efectivamente todo estaba completamente descuadrado. Sollocé y me quedé allí, sentada en la tapa del retrete, no podía dejar de llorar. ¿Cómo le diría a Derek? ¿Cómo lo tomaría? ¿Aaron y papá? Seguramente estuvieran muy decepcionados de mí, solamente tenía veinte años, suficiente tenía con Megan. Estaba a punto de entrar en una guerra, estaba en medio de una constante peligro y si no era capaz de protegerme a mí ¿Cómo protegería a un ser humano en mí vientre? Nunca de me había cruzado por la cabeza ser madre, nunca lo pensé y supongo que tampoco lo desee, yo no sabía nada de maternidad y contaba con la suerte de que Megan ya era mayor. Además, para ella jamás sería su madre, era más como una buena amiga. Escondí el rostro entre mis manos y seguí llorando en completo silenció, estaba en un completo dilema. Escuché tres golpes en la puerta así que me sobresalté, era mi padre preguntando porqué tardaba tanto. Escondí la prueba en la pretina de mis jeans y me puse de pie, me acerque al lavamanos hice una cuenca y me moje el rostro, así por lo menos no sabría que estuve llorando. Me eché agua dos veces y luego abrí la puerta. Mi padre estaba poniendo la mesa y Marcus le ayudaba con la comida, me acerque a ellos y al ver el plato lleno de pasta me dieron unas horribles ganas de vomitar, me aguante, trague saliva y me aleje un poco de la cocina, no soportaba el olor. A mí siempre me había encantado la pasta, ¿Por qué ahora no? El teléfono de la casa resonó en todo el lugar. Iba a contestar pero mi padre se adelantó y contesto desde la cocina, por su tono de voz lo más probable es que fuera de la policía. Quizá para cubrir algún turno. No pude evitar quedarme mirándolo más de la cuenta, sus canas, su barba, su cabello color chocolate y sus ojos amarillos. Las tres habíamos heredado todo el físico y los genes de los Franklyn. Marcus se parecía muchísimo a él. Se acercó a mí y me miró de forma extraña.
-Ana, ¿Estabas llorando?- Me preguntó. Negué- Tienes algo distinto, te sentó bien estar fueea- Ladeó un poco la cabeza.
-No, me moje el rostro con algo de agua, ¿Pasó algo?- Le devolví la pregunta.
-Parece que quieren que vaya a la comisaría, pero tú quédate y come con tu tío.
-No papá. Debo volver a la academia, la pasta se ve deliciosa pero tengo que irme. Yo sólo vine a informarte lo que estaba ocurriendo.
-Bueno pues espérame y nos vamos juntos- Asentí, él entró a su habitación para cambiarse. Marcus se acercó a mí y se quedó mirándome.
-¿Te caígo mal Anais?- Me preguntó de un momento a otro, fruncí el ceño.
-No, no Marcus, pero es que no te conozco se lo dije a papá- Sonrió de medio lado, aunque si debía admitir que me sentía algo incómoda con él.
-Yo si conocí a tu madre, es una lástima que haya muerto- Fruncí el ceño.
-Fue hace mucho- Contesté cortante.
-Cuando Marco me contaba del gran parecido entre tú y mi Elif no podía creerlo, pensé que era una exageración de su parte- Mi padre salió de nuevo con su uniforme de policía.
-Bueno pues vamos- Asentí.
-Adiós Marcus- Le dije, salimos a la calle- Vine en un auto diferente, que te vaya bien en la comisaría y papá piensa lo que te dije de ir a la academia- Él asintió.
-Te amo, hija.
-Yo también te amo papá, me siento orgullosa de ti-
Me sonrió, esa sonrisa que me calmaba el alma. Amaba verlo y más aún verlo tan recuperado después de todo lo que pasó. Tenía un mal presentimiento, sin embargo lo ignore, hasta ahora todo iba relativamente bien, solté un suspiro y me metí en el auto y prendí el motor, él estaba al otro lado de la calle, afuera de su vehículo, lo vi por el retrovisor mientras me alejaba de él. Pero luego detuve el auto en seco al ver como le disparaban y él caía al suelo. Salí y corrí la media manzana que había recorrido. Solté un grito al verlo desangrándose en el pavimento, las lágrimas salían sin poder detenerlas, caí arrodillada a su lado mientras atraía su cuerpo hacía mí, tres disparos en el pecho, sus ojos permanecían abiertos, me había quedado en shock, ni siquiera asimilaba lo que estaba ocurriendo, la sangre salía y su vida se iba en mis brazos.
-No me dejes- Le susurré- Mírame, no te dejaré, aquí estoy- sollocé- ¡PAPÁ!- Grité- Papá mírame- Miré hacia el frente y la vi salir desde la oscuridad y me miró- ¿CÓMO PUDISTE, MACRISTEN?.
-Yo te dije que acabaría con cada una de las personas que amas, Anais- Me dijo fría he impenetrable, lloré mientras sostenía su cuerpo- Tú lo mataste.
-¡No, tú le disparaste!- Exclamé.
-Sí, puede que yo le haya disparado pero tú lo sentenciaste a muerte, fuiste tú la que decidiste jalar el gatillo- No me dijo nada, vi como abría un portal y desaparecía en él.
-MARCUS- grité- MARCUS- mi tío salió de la casa y al ver a mi padre en el suelo corrió a nosotros- Llama a un ambulancia, rápido- Él, al igual que yo estaba en shock, entro de nuevo a la casa y me dejo ahí- Papá- Susurré- No me dejes papá- Sus heridas estaban esparciendo mucha sangre- Papá no te mueras, mantente despierto. No me dejes sola- Sus ojos estaban abiertos y me miraban fijamente sin decir nada.
-He... He llegado a mi novena sinfonía- Negué, su mano ensangrentada acarició mi rostro- La... La flor más rebelde de mi jardín.
-Estoy embarazada, vas a ser abuelo- Me sonrió, una lágrima se deslizó por el rabillo del ojo.
-Vas... Vas a... A ser una gran madre- Sus ojos se cerraron y se quedó así, con una sonrisa en su rostro. Sostuve su mano con la mía y supe que había sucedido.
-Papá, no- Sentí un dolor tan agudo en el pecho que lo único que pude hacer fue gritar- No, no, no papá, papá.
Les recomiendo que escuchen la canción que deje en multimedia, es una de mis favoritas.
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