1.
Eran casi las 8 a.m. cuando me encontraba caminando hacia la entrada del metro El Rosario, para así poder llegar a la universidad politécnica de la Ciudad de México. El detalle es que tendría que tomar un transborde y tardaría un tiempo en llegar, pues es la hora pico en que varios como yo, van hacia la escuela o universidad.
Y ojalá fuera solo eso, pero si agregamos el frío que suele haber casi todo el año, pasa de ser un "detalle" a un "problema" así que lo único que me consuela es escuchar música durante todo ese trayecto.
Después de un tiempo, tras pasar por varias estaciones, revisando que siempre tuviera mis pertenencias encima como la cartera y el celular, ya que si andas distraído puede que te roben sin que te des cuenta por la cantidad de gente que hay a tu alrededor. Llegué por fin al transbordo del Instituto del Petróleo y como suele ser un camino largo para recorrer, me lo tomé con calma mientras escuchaba un álbum con los mayores éxitos de los Hombres G.
Me encontraba en mi propio mundo, perdido en mis pensamientos acerca de la tarea que muy probablemente el profesor Nájera dejaría hoy jueves para entregar mañana o en el peor de los casos, mandarla por correo el sábado.
Pero de pronto mi estómago rugió de hambre, incluso después de haber desayunado temprano una torta de huevo con frijol y como no soy de los que se aguanta el hambre, decidí pasar a comprar una torta de tamal en un puesto que vi a solo unos pasos de donde estaba.
La señora fue muy amable, hasta me dio un vaso de champurrado dado que ya se estaba yendo y no quería que se quedara nada en la olla. No quisiera sonar presumido ni nada, pero suelen pasarme cosas buenas en los metros, cosas como que gente amable me regale comida. Una vez que le agradecí a la doña por el champurrado, me fui a un pilar cerca para poder apoyarme y comerme mi torta.
No pasaron más de 2 minutos, de hecho ni siquiera le había dado un mordisco a mi torta, cuando pude medio escuchar una voz temblorosa que parecía ser, la de una chica, pero no parecía que estuviera llorando, sino más bien tratando de hablar. Aunque esto último no puedo asegurarlo. De igual forma, tarde en decidirme, ya que por lo normal la gente esta pendiente de todo y por así decirlo "alertas". Pensaba hacer caso omiso y hacerme el que no había escuchado nada, pero algo dentro de mí me aseguro de que estaba cometiendo un gran error y a pesar de que no sabía si esto era correcto o no, sin miedo al éxito le dirigí la palabra.
—Disculpa, ¿Te encuentras bien? —al asomarme con discreción a un lado del pilar, solo pude verle el cabello amarrado que era de un color café oscuro, pero entonces la muchacha se giró a verme como si despertara de un mal sueño y al verle mejor su rostro, nunca esperé que me sucediese lo que suele pasar en las películas de romance. Es ese momento del encuentro entre ambos protagonistas, cuando al verse pasa todo en cámara lenta. Fue muy extraño, nunca lo había experimentado en mis 19 años en este mundo y para rematar no me había quitado un audífono, así que aún podía escuchar la playlist...
Fue muy vergonzoso para mí, pero al parecer ella no se había percatado de eso.
—¿Me hablas a mí? —respondió confundida de que le hablará y con mucha razón, nadie te hablaría en un metro, considerando los peligros que hay actualmente.
Asentí apenado y con discreción la observé. Para mi sorpresa, era a mis ojos, muy atractiva; tenía tez morena y ojos del mismo color solo que más oscuros. Respecto a su ropa, llevaba un lindo vestido largo de color amarillo, acompañado con un par de botas negras.
No tarde en darme cuenta de que a mi lado, yo parecía un chamaco cualquiera con un aspecto poco cuidado. Y aunque mi madre me consuele diciendo que soy más guapo que mi padre, parece más bien una indirecta.
—Estoy bien —respondió con la voz temblorosa y al final soltó una risilla —Solo estoy teniendo un pequeño episodio de pánico.
—¿Pánico? Entonces deberías salir de aquí —indiqué preocupado y confundido por como lo explico, como si no fuera nada.
—Si, lo sé, puede sonar algo alarmante, pero suele irse después de un rato.
No sabía que responder, es raro encontrarte con personas así y aunque no sabía bien como podía hacerla sentir mejor, lo único que se me ocurrió fue hablarle para que se distrajera.
—¿Vas a la universidad? —pregunté en voz baja, preocupado de incomodarla
—Si, ¿Y tú? —contestó fijando su mirada en mí, tratando de sonar lo más tranquila posible
—También, de hecho me paré para comprarme un tentempié —entonces le mostré mi torta de tamal y añadí— y para mi buena suerte me regalaron un vaso de atole, pero en general suelo tener suerte en estas cosas.
—¿En serio? ¿Y esa suerte se puede compartir? —preguntó curiosa con la clara intención de que así fuera.
—Ojalá se pudiera, pero creo que viene de nacimiento —dije sin evitar reírme un poco
—¡Entonces estoy perdida! Yo suelo tener muy mala suerte—expresó soltando un gran suspiro
Puede que suene ridículo, pero el gesto que hizo fue adorable. Lo mejor de todo es que lo es, cuando la otra persona lo hace sin intenciones de hacerlo.
—Tal vez no del todo, te topaste conmigo —respondí sin pensarlo mucho y cuando vi su sorpresa no pude evitar sonrojarme. Dado a eso hubo por un momento un silencio entre nosotros algo tenso, pero pronto se disipó cuando me pregunto mi nombre, muy apenada de no habérmelo preguntado desde un principio, pero en mi opinión, por la situación en que nos encontramos es normal no haberlo preguntado.
—Me llamo Fabián, ¿Y tú?
—Tamara, mucho gusto.
—Que lindo nombre —dije con una sonrisa, pensando que lo había dicho para mis adentros
—Gracias, él tuyo también, suena muy elegante —respondió nerviosa y desviando su mirada de mí, mientras se acomodaba su cabello tratando de disimular su sonrojo.
«Que rayos acabo de decir...» Pensé fingiendo mi clara vergüenza y ganas de irme corriendo con una sonrisa como si eso no fuera la gran cosa.
Estaba por venirse otro silencio, pero traté de evitarlo preguntándole acerca de su pánico.
—Si no es molestia puedo preguntarte acerca de tu repentino pánico...
—No te preocupes, es justo que lo preguntes —respondió tratando de encontrar la forma de explicarlo— Verás, a menudo suelo tenerles miedo o fobia a las grandes multitudes, pero no es siempre. Es en situaciones muy específicas como que de la nada corran muchas personas o empiecen a gritar, empujar etc. Algo que suele pasar en el metro y soy consciente de eso, por eso normalmente voy en horarios donde no hay tanta gente, pero hoy tuve que venir a esta hora.
—Y cuando estuve en la última estación antes de llegar a este transborde, fui aplastada por varias personas. Al pasarme esto me pongo nerviosa y siento que me empieza a faltar el aire... —añadió recordando la escena con miedo.
Cuando escuche su experiencia, aprendí que no todos tomamos el metro solo con valentía, como muchos hacen, más bien con una preocupación de por medio. Y si me pongo en sus zapatos, puedo asegurar que me pondría nervioso, pero como siempre ando en lo mío y en mi mundo, no puedo decir que lo entiendo a la perfección.
—Eso suena aterrador... ¿Cómo es que sigues viniendo aun así?
—Como sabes, es más rápido y barato el metro que el autobús o un taxi —explicó decepcionada del transporte de nuestra ciudad
—Tienes razón, pero aunque tenga algunas ventajas sigue siendo un problema para algunas personas. Si te soy sincero nunca había pensado que había gente que sufría de estas cosas en una ciudad como esta, que siempre suele estar en constante movimiento —expresé afligido y apenado por siempre estar metido en mis asuntos sin pensar en los que me rodean cada día.
—Suele pasar cuando lo vemos desde otra perspectiva, ¿no crees?
—Definitivamente —afirmé con la mirada un tanto perdida y Tamara lo pudo notar así que cambio el tema de conversación
—¿Quieres que te cuente de un objeto imprescindible para cuando tengo estos episodios?
La miré intrigado por ese dichoso objeto capaz de calmarla, pero cuando notó que solo la miraba sin responder, ¿se molestó...?
—¿Si quieres saber o no?
—¡Claro...! ¿Acaso tenía que responder literalmente con un "sí"?
—Deberías, pues si solo me miras sin responder, es obvio que me ponga nerviosa... —explicó en voz baja entretanto sacaba la cosa de su mochila.
No sé si sea bueno pensarlo o no, pero me alegre que no fuera el único que se sentía nervioso. También me alivié, pensaba que estaba actuando como un tonto.
—Es este libro llamado "La pócima de cupido" —comentó mostrándomelo con entusiasmo y aunque trato de hacerlo sonar muy interesante. El título no es muy ¿cursi? La verdad no le tenía mucha fe a este libro.
—¿De qué trata? —le cuestioné sin muchas ganas de saberlo, pero lo hice para que pudiera ella hablar y olvidarse de su pánico.
—Trata acerca de un amor a primera vista entre una mujer y un hombre ya grandes que nunca pensaron en volverse a enamorar, pues pensaban que su tiempo de "enamorarse" había ya pasado.
Sé que dije que no me interesaba mucho, pero ahora quiero leerlo. En fin, la hipotenusa.
Y así inicio nuestra plática acerca de este libro con un título muy malo en mi opinión, pero con una premisa que llama la atención. Tamara después de un rato se le notaba más alegre y como este tipo de cosas duran poco, llego el momento en que ambos teníamos que tomar caminos separados.
—Fabián —dijo llamando mi nombre y continuó diciendo— ¿Crees que nos volveremos a ver?
Yo también lo había estado pensando y aunque quería responderle que así será. La verdad no estaba tan seguro de eso.
—Te apuesto que si nos volvemos a ver, no será una mera casualidad —respondí con una sonrisa con la esperanza de que lo que había dicho se cumpliera.
—Entonces esperaré a que así sea
Tal vez sean alucinaciones mías, pero puedo asegurar que nos encontrábamos en el mismo sentir. Ambos sentíamos una tensión y solo era cuestión de tiempo para que uno de nosotros diera el paso.
Sin embargo, parecía que ninguno tenía el valor para dar el paso, así que Tamara fue la primera en irse mientras se despedía con una gran sonrisa, pero cuando volteo una última vez, notó que no me movía. Al parecer ella parecía comprender que si no me decía lo que tenía en mente no podía marcharse sin algún arrepentimiento. No solo ella, yo también sabía que si me iba, me arrepentiría por mucho tiempo de haberla dejado ir sin decir nada a una chica que me había cautivado desde el inicio y no lo digo solo por su apariencia física. Su forma de hablar, sus expresiones, la forma en que le contó a un completo extraño como se sentía cada día fue lo que verdaderamente me confirmo que alguien como ella, solo hay una y el universo me ha permitido conocerla.
Sería una verdadera tontería dejarla ir.
Tamara volvió a paso apresurado a donde estaba yo y con una seguridad me preguntó:
—Dime Fabián, ¿Crees en el amor a primera vista?
—No, pienso que es una fantasía absurda, —respondí con total honestidad y pude ver la decepción en su rostro, aun así continué— pero mi opinión cambio cuando te vi. Y al parecer es algo que solo pasa una vez en la vida así que, no puedo darme el lujo de hacerme el loco.
—¿Aunque tengas buena suerte siempre?
—No se debe jugar con la suerte, ¿sabes? —respondí firme con una sonrisa pícara y añadí— Por lo tanto, confieso que me he enamorado de ti a primera vista
Por lo visto, Tamara tomo eso como luz verde para tomarme por la chamarra y robarme mi primer beso.
—También me he enamorado de ti a primera vista —dijo con una sonrisa traviesa, sabiendo lo que hizo
—¿No se supone que eso lo dices antes del beso? —le cuestioné un poco ofendido por su forma de confesarse
—¿Acaso importa el orden?
—Supongamos que no —respondí vencido por su atrevimiento y ahora con mi consentimiento, confirmamos nuestra relación con un delicado beso en el lugar menos esperado, un metro.
Fin.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro