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🁥CAPÍTULO 2

Caminamos a la par ya que me negué a ir frente a él y él se negó a que yo fuera detrás de él.

El camino es estrecho, tiene demasiadas piedras incrustadas en él, los frondosos árboles hacen un movimiento de vaivén gracias al fuerte viento, el canto de las aves se escucha ya lejano.

Mido como un metro cincuenta y pico, asumo que él un poco más del metro ochenta porque voy a su lado dando saltitos cada dos pasos para mantener el ritmo.

—¿Vas cazando jovencitas por el bosque? —le pregunto tratando de romper el silencio.

Mueve la cabeza en un gesto de negación y sigue caminando.

Es lo que pasa cuando intento hacer bromas en momentos incómodos, se vuelven más incómodos.

—No toleras el silencio, ¿eh? —dice ignorando mi pregunta.

—No tolero muchas cosas, don amarguras —respondo molesta—, y sí, el silencio es una de ellas.

No dice nada más, salimos a lo que parece una carretera fantasma porque frente a nosotros pasa una pequeña tumbleweed arrastrada por el viento.

Es como estar en una película del viejo oeste.

¿Corrí tanto? susurro para mí.

—Oye, sé que esto va a sonar un poco estúpido ya que tengo tu móvil con el número de emergencia en marcado rápido, pero...—coloco mis manos detrás de mí, subo y bajo con las puntas de mis pies.

—¿Qué pasa chica conejo? —pregunta entrecerrando los ojos.

Dudo un momento antes de formular la pregunta.

—¿Cómo te llamas?

Es difícil para mí entablar una conversación o mantenerla, aún más con desconocidos, de seguro debe estar pensando que soy idiota.

—¿Es importante? —pregunta rascándose la nuca.

Su cuerpo está tenso, es como si me rogara que respondiera un no.

—¿Te llamas Pancracio?

—Me llamo —resopla—,...

Escucho un coche acercándose a gran velocidad, si me dijo su nombre no le hice caso, mi cuerpo dispara las alarmas y me aferro a su brazo con fuerza.

Él duda un momento antes de poner su mano sobre mi hombro.

No me gusta el contacto físico pero estoy tan nerviosa que pasa a segundo plano, mi corazón late agudamente como si quisiera abrir mi pecho y huir.

—Tranquila, es mi amigo, conduce como un demente.

El coche frena a raya frente a nosotros, es tan fino y elegante de color negro mate, sus vidrios polarizados dan la sensación de que solo transporta a gente importante.

El conductor baja el vidrio y me analiza de pies a cabeza.

—Eh, ¿hola? —sonrío aún aferrada al brazo de don amarguras.

—Aparta. —ordena él.

Como no tengo claro para quién fue, me suelto de su brazo.

—Tú no —pone los ojos en blanco—, él.

—¿El qué? —pregunta Gerald confundido.

—Baja del coche.

—Brother, no me vas a dejar aquí en medio de la nada, ¿no? —dice bajándose del coche.

Estoy entre el nerviosismo, el pánico y la risa, una mezcla un poco extraña, sé que está bromeando, no va a dejar a su amigo en este lugar... o ¿si?

Se miran fijamente como si estuvieran comunicándose por telepatía.

—Coff, Coff, Coff —interrumpo—, no quiero romper su momento romántico, pero si no nos damos prisa en menos de un minuto habrán helicópteros de la policía volando sobre nosotros.

—¿Policía? —pregunta Gerald— ¿por qué..., ¡auch!

Don amarguras le dio un manotazo en el abdomen para que este no siga hablando.

—Mi familia es policía. —digo sin importancia.

Gerald asiente aún con la mano sujeta a su abdomen, sin decir una palabra más, se sube en la parte trasera del coche.

¡Maravilloso!, ya no solo deberás escapar de uno, ahora son dos.

Sé que es absurdo e ilógico de mi parte ya que nadie en su sano juicio se subiría al coche de un desconocido, lo mejor será quedarme aquí y esperar a que mis padres vengan.

—Cuando estés lista. —comenta Gerald.

Don amarguras rodea el coche y abre la puerta de copiloto, me hace un gesto para que suba.

Dudo un momento, mis palmas ya están sudando, mi cuerpo empieza a picar y mi sistema nervioso no está ayudando mucho.

Está bien, no pasa nada.
Está bien, no pasa nada.
Está bien, no pasa nada.

Repito en mi mente para sacar la fuerza que necesito.

—¿Suben a todas las chicas que encuentran a su coche? —pregunto para aligerar mis pensamientos.

—En realidad... —dice Gerald un poco nervioso.

—Solo a las que se creen conejo. —lo interrumpe su amigo—, sube. —ordena.

—¿Qué tal si soy una asesina en serie.

—Correremos el riesgo. —responde sin importancia.

Respiro profundo, verifico que el número de emergencia esté en la pantalla del móvil y me subo al coche.

El olor a cítricos invade mis fosas nasales, es una mezcla de limón con toques afrutados y otros verdes como el romero, es un aroma ligero, fresco, bastante clásico y seductor, no sé por qué pensé que iba a oler a cigarrillo con una mezcla de trago barato.

Estás en un coche que posiblemente valga más que tu casa y piensas que va a oler a trago barato. Me avergüenzas.

El cinturón —comenta sacándome de mis pensamientos—, coloca tus coordenadas en el GPS.

¡Mierda!, tamborileo con los dedos sobre mis rodillas.

—¿Te han dicho que eres muy mandón?

—Muchas veces, la dirección. —me recuerda.

—No me gusta dejar mi dirección en esos aparatos electrónicos —señalo con mi dedo índice—, llévame a la estación de policía que está cerca del Hospital Harborview Medical Center, por favor y gracias.

Asiente y enciende el coche, el motor se pone en marcha, el ruido me sobresalta, cierro los ojos con fuerza, me aferro al asiento por temor a que el coche despegue como si tuviera nitro.

—El demente es él. —dice haciendo referencia a Gerald.

Abro con lentitud mi ojo derecho, veo que ya estamos moviéndonos sobre la carretera, me suelto del asiento y abro por completo mis ojos.

—Por cierto, soy Gerald. —dice asomando su cabeza a un lado de mi asiento—, creo que no he preguntado tu nombre. ¿Cómo te llamas?

—Sé que eres Gerald. —le sonrío.

—¡Sabes que soy Gerald! —suelta emocionado con una chispa de brillo en sus ojos.

—Le he dicho yo. —aclara don amarguras.

—Soy Alrashe. —me presento por segunda vez.

—Un nombre muy original —hace una pausa Gerald—, es muy difícil encontrar personas que se llamen así.

—Es un nombre muy especial, ¿sabes cuál es el origen? —interviene don amargado.

—Mmm —dudo unos segundos—, cuando investigué no había mucho, pero me gustaría llamarme Zoila Rica. —bromeo.

Él eleva la comisura de su labio sin quitar la vista de la carretera, Gerald se queda callado y después de varios segundos retoma.

—No entendí —asegura—, ¿por qué querrías llamarte así?, cuando literal tienes un nombre muy original.

—¿Por qué naciste?, ¿por qué no le puedes explicar el color a un ciego?, ¿por qué soy tu amigo?, ¿por qué si un zombi revive no puede volver a morir?, son tantas preguntas y ninguna respuesta. —dice don amarguras burlesco.

—¡Qué gracioso eres! —responde Gerald sarcástico y le da unas palmadas en el hombro.

Después de eso todo vuelve a estar en silencio, mi pierna empieza a temblar y no me di cuenta en que momento comencé a morderme la uña de mi dedo pulgar.

La noche nos alcanzó y la carretera ahora está llena de una espesa neblina, no quiero hablar para no distraerlo, miro por el rabillo de mi ojo a Gerald el cual está dormido con la boca abierta.

—¿Crees que si una mosca volara directo a su garganta, moriría atorado?

—Depende, si es una súper mosca existe la posibilidad. —le sigo la corriente.

—Dejen de hablar de mi muerte como si yo no estuviera aquí, par de buitres. —se queja Gerald entre sueños.

—Pero —vuelvo hablar—, es más probable morir en un accidente de tránsito que por una inofensiva mosca.

Él sujeta con fuerza el volante, su expresión vuelve a ser fría y sin brillo.

Por alguna razón que desconozco cuando estoy nerviosa tiendo hablar estupideces, demasiadas, más de las que debería.

Te lo digo, defecto de fábrica.

—Parece que va a llover. —cambio el tema.

—Resulta pasa y acontece —habla Gerald entre dormido y despierto—, un día lluvioso fui a retirar unos documentos en el sexto piso de un edificio, estaba tan apurado porque tenía el tiempo justo para hacer los trámites, así que bajé corriendo las gradas —hace una pausa ahogando su risa—, no conté con que el piso estaba resbaloso y llegando a la planta baja tropecé con mis propios pies, literalmente volé como un pájaro —dice riendo—, volé sobre una persona con mi rasho láser y caí como un costal de papas al suelo, las personas del lugar se acercaron a ver como estaba, yo me reía a más no poder, fue insuperable. —termina riendo a carcajadas.

Su risa es tan contagiosa que me es inevitable no reír con él, al instante dejo de hacerlo y vuelvo a colocar la mirada fija en la carretera.

—¿Tú has tenido alguna caída graciosa? —me pregunta aún riendo.

—Gerald. —lo llama don amarguras e intercambian miradas por el retrovisor.

Detesto que las personas hagan eso, siento que confabulan contra mí.

Resoplo irritada y apoyo mi cabeza en la ventana.

—Duerme un poco chica conejo, aún falta para llegar a tu destino.

—¿Por qué me llamas chica conejo.

—Casi saltas a un barranco —me recuerda—, al juzgar por la distancia como que corriste demasiado, no crees, ¿huías de tu cazador?

—Te recuerdo que si no me hubieras tacleado de la nada como un jugador de fútbol americano, yo seguiría con vida.

—De nada. —dice orgulloso.

—Por cierto, tu explicación es muy absurda, no me convence.

—Tampoco intentaba hacerlo.

Bufo y estoy segura que escuché una pequeña risotada.

—¿Tienes algún fetiche raro con los conejos?

—Esto es divertido —dice Gerald—, es como...

—Pondré música. —lo interrumpe.

Doy media vuelta sobre el asiento para hablar con Gerald.

—Como que no te deja hablar mucho ¿no? —susurro.

Gerald sonríe divertido.

—Duerme un poco, yo te despertaré en cuanto lleguemos.

—Estoy bien —miento—, no quiero que hablen sobre que pasaría si una mosca volara a mi garganta. —vuelvo acomodarme en el asiento.

La verdad es que estoy cansada, pero debo estar alerta en todo momento, no me puedo dar el lujo de dormir.

Ellos por alguna razón me hacen sentir segura, sin embargo, me es imposible confiar de nuevo en las personas.

Pero aquí estás en su coche, ironías de la vida.

—¿Puedo cambiar la canción? —pregunto nerviosa.

Don amarguras asiente.

Su playlist varía entre: Latin, Funk / Soul, Pop, Rock and Roll, Folk Pop, Punk, R&B, Salsa, Merengue, etc.

—Un popurrí de música el que tienes aquí.

—A mi chica le gusta. —suelta sin más.

Mi corazón se encoge por un momento y decido darle play a una canción que me llamó la atención.

«♪All of your friends have been here for too long

They must be waiting for you to move on (woo)

Girl, I'm not with it, I'm way too far gone

I'm not ready, eyes heavy now (woo)

Heart on your sleeve like you've never been loved

Running in circles, now look what you've done (woo)

Give you my word as you take it and run

Wish you'd let me stay, I'm ready now♪».

Mi respiración se vuelve pesada, una sensación horrible se apodera de mi cuerpo y no entiendo que está pasando.

—¡Para! —digo sujetándome el pecho—, ¡para el maldito coche!

Mi cabeza está doliendo como si alguien la estuviera taladrando por dentro, mi pecho sube y bajaba con fuerza, siento que en cualquier momento mi corazón se va a salir y estoy empapándome de sudor.

—¡Shit! —frena de golpe, sale a toda prisa del coche—, Gerald, baja y conduce, ve tan rápido como puedas, pero con mucho cuidado.

Don amarguras abre la puerta del copiloto.

Estoy sudando, no puedo respirar bien, mis uñas están clavándose con fuerza en mis palmas, mi vista empieza a volverse borrosa, siento todo mi cuerpo pesado.

—Tranquila, te llevaré al hospital. —dice mientras quita las uñas de mis palmas.

Tomo su mano con toda mi fuerza, necesito aferrarme a algo o alguien para sentir que estoy segura y que no me dejará ir.

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Quiúbole!♡

Si estás aquí, quiero darte las gracias por brindarme tu tiempo⏳ por comentar 💬 y votar✨.

Por el momento solo tengo wattpad🧡, no utilizo y tampoco tengo otras redes sociales porque mi vida es muy genial para ellas, es broma, no las entiendo, soy muy distraída😔 y de mi habitación no salgo, así que no hay mucho que compartir.

Gracias por existir. Te leo ❥

💋Con amor ♡, tinta y papel.
Eklow R
♡🍀🧿222🧿🍀♡

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