Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31: El huracán Heaven.

— Di algo, por favor...

Abro la boca y la vuelvo a cerrar. Estuve haciendo lo mismo desde hace quince minutos. No puedo evitarlo, me quedé sin palabras. Creo que jamás me había pasado antes y si sí, claramente destierra a cualquier otra situación similar donde me haya quedado sin respuesta.

Cuando tomé la decisión de contarle mi secreto a Rhett, durante esos pocos segundos que ocupe para llenarme de valentía, mi mente también creo pequeños escenarios de lo que podría pasar una vez que acabara.

Imaginé muchas cosas. Pensé que quizás podría odiarme o delatarme, y no lo hubiera culpado porque lo que hice estuvo mal.

Sí, Chase era un completo imbécil y merecía que cualquier cosa mala le sucediese. Sin embargo, sus acciones no me daban derecho a asesinarlo. Creí que me sentiría mejor al hacerlo, pero resultó ser lo contrario. Él se fue, pero eso no borra lo que me hizo. El abusó de mí y aquella noche, me guste o no, la recordaré por siempre.

No solo no ando repitiendo que lo asesiné porque es ilegal, sino también porque no es algo de lo que me enorgullezca. Cargaré con el peso de su muerte por siempre. Al final del día, me convertí en lo que quise destruir. Soy exactamente igual de basura que Chase.

Ahora esperaba que Rhett me percibiera de esa forma. Esperaba que su cariño por mí se desvaneciera o que al menos, lo pusiera en duda. Pero no, me cuenta su secreto y no sé qué diablos contestar a ello.

— No sé qué decir —decido contestar eso. Creo que es mejor aclarar que mi mente está en blanco a que piense cualquier cosa— Y quizás debas esperar dos horas para una respuesta —agrego.

Rhett suelta un suspiro de alivio.

— Creí que me tenías miedo.

Me detengo para verlo con una ceja arqueada.

— Eso sería algo hipócrita, ¿no crees? —le pregunto dándole una rápida mirada— Después de todo, ambos somos asesinos.

Decido continuar mi caminata en la sala. Rhett se recuesta en el umbral de la puerta de la cocina y me observa en silencio durante unos segundos hasta que dice.

— No somos asesinos.

Me río secamente aunque la situación no es graciosa, pero es como decido en este momento afrontar la confusión. Me quedo viéndole durante unos segundos, esperando ver algún signo de broma en su rostro, pero sigue viéndome con semblante serio.

— Lo somos —contradigo.

— No, no lo somos —vuelve a contradecirme.

Decido que es momento de detener mi caminata.

— Sé que te sientes mal por asesinarlo, pero no tenías otra alternativa. Tu padre iba a asesinar a tu madre —si decirlo me resulta difícil, no quiero imaginarlo que habrá sido para él que lo vivió— Me pasa lo mismo con Chase, pero es necesario admitirlo. No podemos vivir negando la realidad.

Rhett remoja sus labios, como si mis palabras lo irritaran.

— No me siento mal por asesinar a mi padre —frunce el ceño— Tú lo dijiste, era él o mi madre, y te aseguro que de haber tenido otra alternativa, hubiera preferido esta. Wayne era basura humana y Chase también. No debes sentirte mal cuando haces bien al mundo... —se encoje de hombros— Es como si estuviéramos reciclando.

— Asesinar está muy lejos del concepto de reciclar... —niego con la cabeza.

— Mi punto es que... —continua—... eran basura. No merecían vivir, Heaven.

No muevo más la cabeza, pero mí mirada habla por sí sola. Rhett se coloca frente a mí.

— Eran abusadores —me dice como si me costara entenderlo.

— ¿Crees que no lo sé? —frunzo el ceño.

— ¿Qué tal si salvaste vidas? —pregunta— ¿Qué tal si evitaste que le haga lo mismo a otra chica?

Me quedo en silencio, pensando en eso. Aunque suene estúpido, jamás había llegado a esa conclusión. Muerdo mis labios, confundida.

— Hiciste algo bien, Heaven —vuelve a insistir.

Evito verlo.

— ¿Y qué? ¿Eso quita el hecho de que sea una asesina? —Rhett resopla— ¿Te estás escuchando? Lo que dices no tiene sentido.

— Yo salvé a la persona que más amo en el mundo. ¿Eso me convierte en un asesino? No lo creo —hace una pausa— Heaven, tú te salvaste a ti misma. Lo hiciste por tu propio bien. No puedes castigarte por ello.

Suspiro. Jamás vamos a estar de acuerdo.

Me río secamente.

— Sí, bueno... —contesto sarcástica— Está discusión no tiene sentido —me encojo de hombros— Pensamos distinto y ninguno va a cambiar de opinión. No tenemos porqué malgastar nuestras ultimas horas juntos discutiendo.

Rhett se queda viéndome durante unos segundos, como si estuviera aguantando las ganas de decirme algo más, aunque finalmente se queda con las ganas, dándome la espalda.

— ¿Qué? —pregunto, molesta.

— Nada.

— No parecía nada hace unos segundos.

— Sigues pensando en irte —no es una pregunta.

Asiento con la cabeza y me percato de que no puede verme, así que contesto:

— Por supuesto.

— ¿Y eso es todo?

— ¿A qué te refieres? —pregunto.

— ¿Te vas y me dejas en este caso?

Elevo una de mis manos para posarla sobre su espalda, pero él se aleja cuando siente ese movimiento. Cierro mi mano en mi puño y vuelvo a bajarla.

— Es mejor para todos que me vaya.

— No para mí —voltea a verme con el ceño fruncido y los ojos tristes.

— En especial para ti —le contradigo.

Rhett niega con la cabeza.

— Ian está muerto por mi culpa... —comienzo a hablar lentamente. Me cuesta pronunciar esas palabras— El asesino...

Me detengo y busco mi celular. Con dedos temblorosos busco el mensaje para enseñárselo. No quiero seguir hablando de este tema. Le paso mi celular para que lea por sí mismo.

— Es un idiota —dice devolviéndome el celular— No eres culpable de nada.

— Así lo siento. ¿Crees que solo porque tú lo digas dejaré de sentirme culpable?

— ¿Y si el asesino te dice que eres culpable entonces si te sientes culpable?

Esta discusión es estúpida.

— ¡Sabe porque hizo lo que hizo! ¡Claro que voy a sentirme mal si me confirma que lo asesinó por mi culpa! —exclamo irritada.

— Asesinó a Ian porque quiso hacerlo. Intenta manipularte, ¿Qué no lo ves? ¡Quiere que te responsabilices por sus propias atrocidades!

Elevo ambas manos y vuelvo a cerrarlas en puños.

— No puedes entenderlo —murmuro, negando con la cabeza— Perdí a mi mejor amigo, Rhett. Creo que voy a sentirme como se me dé la gana.

— ¿No puedo entenderte? —repite como si lo que dije no tuviera sentido— ¿Crees que no he estado en tu lugar antes? ¿Crees que la muerte de Savannah no me afectó en su momento?

— ¡No estoy diciendo eso! —está malinterpretando todo lo que digo— Lo siento, pero esto no es lo mismo. Savannah se suicidó, a Ian lo asesinaron por la estúpida investigación.

Rhett suspira pesadamente.

— Heaven, no quiero discutir —dice— Tampoco quiero que estemos enojados.

Antes sus palabras hubieran alejado la molestia que siento en este momento, pero ahora por alguna razón no tienen efecto en mí. Creo que todo el enojo que siento hacía mi misma, lo refleje en Rhett y los temas que tocamos en esta conversación tampoco ayudaron mucho.

— Yo tampoco —concuerdo sin devolverle la mirada— Pero ahora quiero estar sola.

— ¿Así que estaremos separados durante tus últimas horas aquí? —pregunta más calmado, utilizando un tono suave y casi triste.

— Lamentablemente no creo que sean las últimas. Cerraron todo el internado. Nadie puede entrar, ni salir —le cuento mientras voy a sentarme en el sofá de la sala— Una vez que mi padre esté aquí verán cómo sacarme. Espero que a Brixtòn y Wilson le intimiden mis padres juntos —intento sonar amigable, pero un tono cortante es lo único que me sale.

Rhett no contesta, pero lo escucho acercarse.

— Buena suerte —deposita un corto beso en mi cien— Brixtòn no parece del tipo que se intimide.

Y se va.

(...)

Cierro la puerta de mi habitación.

Tuve que venir a mi habitación porque mi madre no me dejaba dormir. Estaba hablando con una colega que conocí cuando hicieron pasantía en el mismo bufete. Caroline Morgan, además de ser la madre de Jazzy también es una excelente abogada.

Pero en el camino el sueño se me fue, ahora me siento intimidada por una simple habitación. Se siente tan extraño estar aquí. Es como si ahora todo fuera más triste y oscuro aquí dentro.

Decido ignorar aquel sentimiento y camino hasta mi armario. Creo que si no voy a dormir, al menos puedo comenzar a empacar mi ropa.

Abro ambas puertas del armario y observo toda la ropa que tengo dentro. No puedo creer que haya empecatado tanto en vano porque la prenda que más utilicé fue el uniforme y luego iba repitiendo joggings, pantalones holgados, blusas y suéteres de cachemira.

Lo único bueno de tener que empacar todo esto es que la ropa está doblada y limpia. Hay pocas prendas que hice bolita y metí en un estante, esas claramente las guardaré de la misma forma. Ni siquiera tengo ganas de guardar las demás.

En realidad me gustaría no guardar nada. Dejar todo esto aquí. Me gustaría irme sin ninguna de mis pertenencias, a ver si al dejarlas también se queda el equipaje extra que voy a cargar por siempre.

Una de mis manos toma una blusa y la otra mi camisa del instituto, la otra vuelve a tomar mi falda y así sucesivamente hasta que tengo que abrazar la ropa para que no se caiga.

Camino hasta el basurero que tengo en mi habitación, el cual solo es para hojas que hago bolita, como prefiero más Word, debe encontrarse vacío. Piso para que la tapa se levante y me congelo al ver lo que encuentro dentro: pétalos de rosas.

Están distintos desde la última vez que los vi. Yo también lo estoy.

Su color rojo ahora es más apagado, más triste. Sus bordes están violetas, pronto serán negros. Los bordes del pétalo se inclinan hacia adentro, como si se estuvieran abrazando para protegerse de aquella oscuridad que viene para quitarles lo poco que le queda de color.

Lo que no saben los pétalos es que ya están muertos. Desde el momento que cortamos las rosas, murieron. No importa que tanto se contraigan para evitar marchitarse, ya es tarde. No hay nada que puedan hacer. La oscuridad va a alcanzarlos.

— Perdón.

Me sorprendo al escuchar mi voz romper el silencio de la habitación. Ni siquiera me había percatado de que había tanto silencio. Es como si mis ruidosas vecinas se hubieran puesto de acuerdo para darme paz en estos días de tanto caos.

— De verdad, lo siento.

Ni siquiera sé para quién son mis disculpas, pero las digo fuerte y claro para quién sea que necesite oírla: Las rosas, la oscuridad de la que sigo escapando o Ian.

— No sé si estás escuchándome. No sé cómo funcionan estás cosas entre el más allá y este mundo —miro a mi alrededor, sin saber bien hacía donde dirigirme— Pero quiero que sepas que lo siento. Yo... —me detengo y suspiro— Esto es estúpido.

Vuelvo a buscar alguna señal, quizás ver al espíritu enojado de Ian, pero no pasa nada. Sentada en el suelo, recuesto mi cabeza y parte de mi espalda en la cama. Me siento estúpida hablándole a la nada, sin embargo, decido continuar.

— Dicen que, cuando un ser querido muere, siempre está contigo. Lo cual no sé si es verdad, solo creo que dicen para no hacerte sentir mal por su muerte. Ya conoces todas esas cursilerías —juego con mis dedos mientras hablo— Pero quiero intentar creerlas, porque así seguirás estando conmigo de alguna forma. De verdad, me esfuerzo, pero debes darme una señal. Golpea dos veces si estás escuchándome. Haz eso o algo típico de una película de terror y asústame, lo que sea, pero... dime que estás ahí, Ian.

Entreabro uno de mis ojos para ver si algo cambió, pero todo sigue igual.

— Rhett y yo discutimos hoy. Él quiere que me quede, pero no puedo hacer eso —vuelvo a cerrar mis ojos, imaginando y confiando en que está escuchándome desde algún lugar— Ya no puedo seguir aquí. No solo porque estoy harta de este lugar, sino porque no puedo continuar aquí como si nada. Camino por donde solíamos caminar juntos con los brazos entrelazados y café en mano, y siento que voy a desplomarme. Tengo ganas de retroceder con la esperanza de voltear y encontrarte, pero eso no va a pasar porque te metí en está maldita investigación. Y eso está matándome por dentro, Ian...

La voz se me quiebra al final. Comienzo a llorar y me abrazo a mí misma deseando que sea alguien más. El silencio se desvanece permitiéndole ocupar su lugar a mis sollozos.

— ¡Y Rhett quiere que investiguemos lo que pasó! —exclamo secando mis lágrimas en vano porque no dejan de caer más— Tú lo mereces Ian, créeme, mereces que encuentren a ese maldito y mucho más. Si tú... —me quedo en silencio, pensando si es buena idea o no decirlo. Suspiro, tomando valor— Si estás escuchándome, por favor envíame una señal. Tócame, rompe un vidrio, lo que sea... pero dame una señal de que estás ahí y quieres que me quede porque ya no sé qué hacer. Sin ti esto no es lo mismo. Nada es lo mismo. Yo...

Me detengo al sentir un malestar en el estómago. Llevo una de mis manos a mi estómago, frotándola extrañada. No sé porque me siento mal si no he comido nada en todo el día. Al sentir algo subir por mi garganta comprendo que no es solo dolor de estómago.

Corro al baño y me acerco al retrete antes de vomitar en el piso. Sostengo mi cabello para que no se interponga en los deseos de mi estómago. Cuando termino de soltar todo lo que quedaba en mi cuerpo, me pongo de pie para lavar mis manos y enjuagarme la boca.

Primero lavo mis manos, luego las junto para acercar el agua a mi rostro. El líquido frio choca contra mi piel caliente, haciéndome estremecer y de alguna forma aliviándome del golpe de calor que tuve en todo el cuerpo. Mojo mis manos, llevándolas a mi nuca.

Veo mi reflejo. Mis ojos ya están hinchados y mis labios también. En solo un día mis ojeras están más marcadas y oscuras. Me veo como si hubiera estado despierta durante días. Supongo que eso causa la tristeza.

Le doy la espalda a la zombie en la que me he convertido en estas últimas horas para cepillar mis dientes, esperando quitarme este gusto amargo que me quedó en la boca.

Desde la posición que me encuentro puedo ver mi escritorio. Mi computadora está allí y algunos libros que utilice para completar mi toma de notas, pero hay algo más que capta mi atención; una botella de tequila. Es la misma con la que Ian y yo festejamos la noche antes del baile, pero la dejamos por la mitad o un poco más.

Escupo lo que tenía en la boca y dejo mi cepillo en el lavabo, ni siquiera tardo un segundo en estar parada frente al escritorio y sostener la botella entre mis manos. Puedo sentir como mis ojos se cristalizan nuevamente y mi labio inferior tiembla.

¿De verdad crees que vas a solucionar algo con alcohol? La respuesta es no. Solo ganaras una terrible resaca y posiblemente una discusión con tu madre. Pero de todas formas, bebe. Sobria tampoco solucionarías nada. Nunca lo haces. Eres una mala consecuencia para todos, Heaven.

Me río secamente. Mi conciencia tiene razón. Intento ayudar, intento resolver problemas, pero solo los creo y nada me sucede a mí. Solo a los que están a mí alrededor. Me sucedió con Crystal, sucedió con Ian, tarde o temprano pasará lo mismo con Rhett, y así sucesivamente con todas las personas que estén en contacto con el huracán Heaven.

Arrasas con todo a tu paso.

Mi mano tiembla y mi respiración comienza a ser irregular.

¿Por qué no solo te detienes?

Dejo la botella donde la encontré y con mis dedos temblorosos, peino mi cabello hacía atrás, el recorrido de mis dedos termina en mis orejas, cubriéndolas en un torpe intento de callar esa voz maligna que susurra en mi oído. Pero es en vano porque soy yo misma.

Me encuentro en los pétalos secos, lentamente marchitándose, peleando para no hacerlo, creyendo ingenuamente que sí se protegen de aquella oscuridad, no morirán. Siguen luchando por más que, inevitablemente la oscuridad los va a alcanzar, porque ya están muertos. Desde que corté el tallo, están muertas. Se marchitan porque pelean contra su destino. Solo debemos dejar que la oscuridad nos absorba y terminar con ello.

Vuelvo al baño y busco con la mirada mi rasuradora. Al instante la descarto, está algo gastada, así que opto por buscar una nueva en mi neceser. Lo bueno de que sean de plástico es que son fáciles de romper, algunos golpes contra el lavabo y una pequeña ayuda con unas tijeras, y obtengo lo que busco.

Me desplomo en el piso del baño, sintiendo que mis ojos están cansados de llorar y que mi cerebro parece palpitar dentro de mi cabeza, pidiéndome un descanso de aquellos pensamientos oscuros. Pero no puedo callar esa voz. No puedo callarme.

Al principio solo lo rozo contra mi piel, sin animarme a hacerlo con más fuerza. Cada roce me la oscuridad aumente, un sentimiento de ardor se extiende por la parte lesionada, pero vuelvo a repetirlo. Una y otra vez, no animándome a aplicar más fuerza. Puedo sentir mis venas debajo de mi piel lastimada, se siente tan fácil, pero no lo es.

Necesitas cargar con mucho para traspasar la línea que, a simple vista, es delgada, pero en realidad hay un largo camino por recorrer.

Si de verdad quiero ayudar, está es la única forma de hacerlo. Así que la coloco donde tuve que haber apuntado desde un principio, pensando que no voy a seguir dando vueltas.

Comienzo a hacer presión y duele, pero mi mano no está cooperando. Es como si de repente todas mis extremidades pesaran. A pesar de eso, sigo presionando y puedo sentir como de apoco la línea va a dejar de existir.

Aspiro armándome de valor, pero percibo otra cosa. Un perfume. Una fragancia que conozco bastante bien.

Toc.

Toc.

Esos dos golpes en mi puerta hacen que mi corazón vuelva a latir con fuerza.

Arrojo mi boleto de ida al lavabo, manchando con sangre. Puedo sentir que mis muñecas me duelen y ciento algo escurrir por ellas, pero no me importa. Solo bajo las mangas de mi suéter.

Esa fue la señal. ¿Estás esperándome del otro lado?

Abro la puerta y me encuentro con una mujer de cabello rojizo. Se ve mayor, pero no debe pasar los cincuenta. En sus brillantes ojos verdes puedo ver confusión y timidez. Lleva un pantalón de vestir negro y un bléiser del mismo color. Me resulta conocida de alguna forma. Debe ser uno de los agentes del FBI.

Abre la boca para decir algo, pero decido interrumpirle.

— No voy a hablar sin un abogado presente y tampoco si no tengo ganas. En estos momentos no tengo ninguna de ellas.

Intento cerrar la puerta en su cara, pero me detiene.

— ¡Heaven, espera! —exclama.

Hay algo en su tono de voz apagado que me hace obedecerle. Asomo mi rostro por la puerta, viéndola con interés.

— Soy Rebecca Hunt —elevo las cejas, sin saber quién es— Soy la madre de Ian.

Mis cejas caen al igual que mi mirada. Abro la puerta lentamente, avergonzada por haber sido tan descortés con la madre de mi mejor amigo. Me hago a un lado, permitiéndole pasar. Gracias al cielo, no espera que lo diga verbalmente y se adentra.

— Lamento haberle hablado así, señora...—

— Rebecca, por favor —me interrumpe.

Rebecca se mantiene mirando mi habitación con interés. En otra ocasión no me hubiera apenado que vea mi cuarto, después de todo no hay mucho que ver. Solo está mi cama, el armario y mi escritorio. Pero ahora la situación es diferente, mi ropa está esparcida en el suelo, el basurero está tirado haciendo sobresalir a los pétalos y unas bolitas de papel, hay varios libros tirados en el suelo que arroje cuando buscaba una tijera.

Mi habitación es un desastre por no mencionar el baño.

— Lamento haberte hablado así —vuelvo a decir— Pensé que eras una agente.

— Jueza federal, en realidad —me corrige centrándose en mí— Pero ahora mismo, solo soy una madre.

Ahora puedo ver que el brillo que tiene en los ojos en realidad son lágrimas.

— Lo siento —Rebecca asiente con la cabeza, apretando los labios— Quería muchísimo a Ian...

— Lo sé —asiente con una sonrisa— Lo sé, querida.

Se acerca para tomar mis manos, es un movimiento que me toma por sorpresa, entonces cuando mis suéter roza mis heridas, debo apretar fuerte los labios para no chillar del dolor.

— Quería hablar contigo antes de irme —me dice— Solo quiero agradecerte.

— ¿Agradecerme? —frunzo el ceño.

Rebecca asiente.

— Ian jamás me hablo de alguien del instituto. Tenía conocidos, pero nunca tuvo amigos aquí en Saint Rose hasta que llegaste tú. Eras su mejor amiga, Heaven —las comisuras de mis labios se inclinan hacia abajo al mismo tiempo que sus ojos vuelven a cargarse de lágrimas— Por te agradezco. Por esta para mí, hijo.

Quiero decir algo, pero otra vez aquel nudo...

— Dios sabe cuan selectivo era Ian con sus amigos —niega con la cabeza, soltando una risa triste— Fuiste muy afortunada de quedar entre los elegidos —eleva sus cejas, divertida.

Imito su risa.

— Me siento honrada de haber sido la amiga de Ian —le aseguro— Él era mi mejor amigo y jamás voy a olvidarlo.

Hablar de ti en pasado me duele.

— Era el toque de mi niño —se encoje de hombros sonriendo con lágrimas en los ojos.

Sé que sí. Fuiste inolvidable, amigo.

Como si hubiera estado aguantando las ganas antes, se abalanza sobre mí para abrazarme. Este gesto me resulta tan inesperado que debo ser rápida para no caerme. Al principio me encuentro sorprendida, pero con el pasar de los segundos comienzo a sentir calor y comprensión. Si bien el dolor no es el mismo, ambas lamentamos perder a Ian.

Y aunque suene extraño, en sus brazos te encuentro a ti.

— Fue un placer conocerte, Heaven Nova —me dice cuando nos separamos, analiza mi rostro como si intentara grabárselo por siempre— Si alguna vez gustas charlar —saca una pequeña tarjeta del bolsillo de su bléiser y me la entrega— Este es mi número.

— Gracias, Rebecca —asiento con una pequeña sonrisa— Sé que a Ian le hubiera gustado que seamos amigas.

— Opino lo mismo —dice extrañada porque pensamos lo mismo— Cuídate.

En cuanto se va, asomo mi cabeza para verla caminar por el pasillo. Aquella mujer que jamás conocí acaba de brindarme un poco de luz en este oscuro momento. Llegó justo en el momento que iba a decir adiós. Segundos antes de que tocara, sentí el perfume de Ian.

Me río mientras miro la puerta donde Rebecca golpeo dos veces.

— Esta fue tu señal —digo acariciando la madera.

(...)

Rhett abre la puerta y me observa extrañado. Por sus ojos achinados y el pelo revuelto creo que estaba durmiendo. Se hace a un lado para dejarme pasar y así lo hago.

En efecto, su habitación está en completa oscuridad. Aunque no tarda en encender la lámpara que tiene junto a su cama, la cual no ilumina por completo la habitación, pero nos permite vernos al menos.

— Tenías razón —le digo sonriendo levemente, esperando que ya no esté enojado conmigo— Voy a quedarme.

Sonríe aun algo dormido, pero también sorprendido.

— ¿Puedo preguntar cómo llegaste a esa conclusión? Porque honestamente no creo que hayan sido mis palabras.

Me río. Tiene razón.

— Se lo pregunté a Ian —Rhett frunce el ceño— Sé que suena a completa locura y quizás esté teniendo un brote psicótico en este momento, pero se sintió tan real. Hablé con él y... le pedí una señal, y me la dio —sonrío recordando cómo evito que siguiera haciéndome daño— ¿Piensas en llamar a tu madre para que me dé un calmante? —hago una mueca.

Rhett se ríe.

— Estaba pensando en que también solía hablar con Savannah cuando murió, solo que jamás me envió una señal —contesta pensativo— Gracias al cielo porque me hubiera dado un infarto —agrega divertido.

Me percato que estamos bastante cerca. Quizás todo este tiempo lo estuvimos, pero nuestra conversación nos distrajo de la poca distancia que nos separa. No me sorprende tampoco, nuestros cuerpos tienden a acercarse de más cuando estamos juntos, como si fuéramos dos imanes. Atraídos el uno por el otro, inevitablemente acercándonos.

Me acerco a Rhett y lo abrazo. Aspirando su aroma, cerrando los ojos y permitiéndome sentir sus brazos mí alrededor. Nuestra discusión está tarde se siente tan lejana y tan incorrecta. No debí haberle hablado así.

— Lamento haber minimizado tu dolor —me disculpo en voz baja— No importa como haya sido, perdiste a Savannah y eso te duele. Debo respetarlo.

— No importa. Estabas enojada y triste —contesta acariciando mi cabello.

— Estuve mal. No debí decir esas cosas —frunzo el ceño— Así que lo siento.

— Está bien. Te perdono, Nova —me pega más a él.

Me siento muy distinta a como me sentía hace unas horas. Es como si de repente toda la oscuridad que me rodeaba fuera absorbida por una aspiradora. Me siento con esperanza.

— ¿Cómo podemos seguir la investigación? —la pregunta va más para mí misma— Debemos analizar el baile. Las personas que estuvieron presentes. Quizás Ross pueda darnos información sobre el expediente del forense... Quizás...

— Heaven, podemos hacer eso mañana —me interrumpe con una pequeña risa.

— Creí que querías que investiguemos esto. ¿Y ahora me callas? —finjo estar ofendida.

— Ahora solo quiero estar con mi novia —me separa lo suficiente para que nos veamos— Te extrañé.

Acerca lentamente sus labios a los míos. El solo roce hace que todo dentro de mí sienta la necesidad de tomar su rostro entre mis manos. Rhett sonríe en nuestro beso antes de introducir su lengua. La mía lo sigue, sin inseguridad. Puedo recordar a la perfección nuestras dos semanas de constantes »casi« y siento que ya no puedo esperar más.

Quiero que pase.

— Creo que podríamos hacer algo más está noche —digo entre sus labios.

— ¿Algo como qué? —su voz está ronca y solo hace que lo desee más.

— Ya sabes a qué me refiero...—

— Tu madre debe estar preocupada —dice separándose— Debería llevarte a tu habitación.

Paso una mano por mi cabello, colocándolo sobre un sólo hombro. Nuestro pequeño momento hizo que me acalore.

— Mi madre está ocupada intentando crear una estrategia legal que le permita sacarme de Saint Rose —contesto echando un vistazo al reloj que tiene en la pared— Tardara mucho. Ese agente Brixtòn parece dispuesto a declararle la guerra.

Intento sonar casual, como si no me estuviera molestando en lo absoluto que Rhett se haya alejado.

— Brixtòn llegó para enemistarse con todos. Solo le interesa cerrar el caso. Admiro eso —comenta sin voltear.

Entorno los ojos.

Me bajo del escritorio dando un pequeño salto. Espero unos segundos a que voltee, pero no lo hace. Sigue hojeando aquel cuaderno de historia que ya no utilizaremos.

Decido quitarme los zapatos y me inclino para quitarme los calcetines, los arrojo a un lado de la habitación. Me quito los pantalones, sintiendo que a medida que los deslizo el frio ya no parece afectarme. Porque nada en mí tiene frio. Tengo calor, mucho calor.

Rhett voltea lentamente, como si temiera encontrarse con un monstruo o algo parecido. Sus ojos recorren lentamente mis piernas desnudas. Toda la valentía que sentí hace segundos se desvanece por completo al estar bajo su mirada. Me maldigo mentalmente por esto y me esfuerzo por no comenzar a temblar como gelatina.

— ¿Estás segura? —asiento con la cabeza— ¿Cien por ciento segura? —arquea una de sus cejas.

— Cien por ciento segura —susurro.

Creo que puedo ver el momento exacto cuando sus ojos marrones se oscurecen.

Se acerca a mí despacio y me quedo quieta. De alguna forma esa mirada ardiente, llena de deseo logro paralizarme. No puedo apartar mis ojos de los suyos.

Los dedos de Rhett rozan la piel de mi cintura cuando los desliza para quitarme la blusa, dejándome semi desnuda frente a él. Cuando vuelve a llevar una de sus manos a mi cintura y me empuja suavemente para acercarme a él, hace que suelte un jadeo de sorpresa.

Se inclina y me besa. Nuestros labios se acoplan a la perfección, comenzando con un beso lento. Nuestras lenguas se encuentran y me acerca más a su cuerpo, permitiéndome sentir lo que causo en él. Se me escapa un gemido que lo hace sonreír antes de volver a besarme. Esta vez sus labios trazan un camino de besos hasta mi cuello, haciéndome suspirar más de una vez.

Mis manos recorren su espalda, bajan a sus bíceps y luego se detienen en su rostro. Lo separo de mi cuello, por más que ame que bese ahí, me gusta más que bese mis labios. Sus manos recorren mi cintura, bajando lentamente hasta mi trasero y me empujan, acortando la distancia que creamos sin querer.

— ¿Sigue siendo un cien por ciento? —pregunta con la respiración agitada, separándose solo unos centímetros de mi rostro.

— Creo que ahora es mil por ciento —contesto de la misma forma.

Lentamente comenzamos a dirigirnos a la cama, cuando la siento detrás de las rodillas me detengo y Rhett acaricia mi barbilla antes de volver a besarme. Sus manos vuelven a escabullirse a mi espalda, donde abrochan mi brasier dejándome expuesta ante él.

Sus ojos se detienen allí varios segundos y quiero decir algo ingenioso, pero mi valentía se acabó cuando me quite los pantalones. Rhett remoja sus labios y vuelve a verme a los ojos.

— No tienes idea de cuan perfecta eres —murmura. Me toma de la cintura y con un movimiento suave, hace que le dé la espalda. Sus manos encuentran mis senos y me hacen suspirar— ¿Te he dicho que tu piel es extremadamente suave? —susurra en mi oído.

Tengo que esforzarme por no retorcerme del deseo.

Hecho la cabeza hacía atrás cuando vuelve a besar mi cuello y sus manos. Oh Dios, sus manos. Una de ellas se desliza por mi abdomen lentamente, juega con el dobladillo de mi braga haciéndome contener la respiración. Cuando cree que me torturo demasiado, introduce lentamente una de sus manos en mi ropa interior y entonces siento como si una corriente eléctrica me recorriera todo el cuerpo hasta la ingle.

— Heaven... —susurra. Su voz está llena de deseo.

Durante estas dos semanas, me encontraba a mí misma viendo sus manos e imaginando que podría hacerme con ellas, pero ni en mis mejores fantasías hubiera imaginado esto.

Mis piernas tiemblan, mi pecho sube y baja sin parar, pero lo detengo. Volteo a verlo. Se encuentra confundido y siento ganas de reír, pero me limito a darle una sonrisa seductora. Este frenético deseo por acortar cualquier distancia que pueda existir entre nosotros, me da la valentía de decir lo siguiente:

— Quiero sentirte a ti —señalo elevando las cejas.

Esas palabras logran quitar su confusión al instante.

Rhett se quita los pantalones de chándal que tiene puestos y también la ropa interior. Todo eso sin dejar de verme con tanta seguridad que me hace verlo con la boca entreabierta, posiblemente babeando.

Lo empujo suavemente a la cama.

Me coloco encima de Rhett, me apoyo en sus hombros y él se encarga de colocarse dentro de mí. Cuando comienzo a bajar lentamente, Rhett arquea la espalda.

Al sentirlo dentro de mí suelto un jadeo, Rhett entreabre la boca como si no pudiera creerlo. Sonrío levemente sintiendo que está vez soy yo quién tiene el control.

Apoyo mis rodillas sobre el colchón, poso mis manos sobre la almohada que está detrás de su cabeza para sostenerme y comienzo a moverme con lentitud. Es un ritmo tortuoso para él, puedo saberlo por sus jadeos y sus manos presionándome suavemente para que me mantenga allí un poco más.

No lo hago solo por diversión, sino porque no quiero acabar tan rápido. Sé que eso pasará si me dejo llevar por mis deseos, Rhett ha logrado dejarme al límite. Quiero seguir disfrutando tenerlo dentro de mí un poco más.

Mi propio juego termina siendo mi tortura, entonces comienzo a acelerar mis movimientos. Rhett echa la cabeza hacía atrás cuando hago esto, soltando un gemido que solo me incita a no detenerme. Arqueo la espalda y me retuerzo del placer, comienzo a girar mis caderas sobre las suyas.

Rendida por aquel violento clímax que azota todo mi cuerpo, me dejo caer sobre Rhett. Él, sin embargo, todavía no estaba listo para terminar. Coloca sus manos en mi trasero, moviendo las caderas con fuerza, llenándome por completo. Una de mis manos sostiene con fuerza uno de sus hombros, clavando mis uñas y gimiendo por la oleada de placer que sigue desprendiendo por todo mi cuerpo.

Al acabar, levanta las caderas y me levanta a mí. Ambos acabamos rendidos, como si llegáramos a la meta de algún maratón. Rhett sale de mí y con las pocas fuerzas que me quedan, me acuesto a su lado. Se inclina para tomar la manta que tiramos al suelo y la extiende sobre nosotros.

Me duelen las muñecas por las lesiones. Me sorprende que no se haya percatado de esto último y lo agradezco al mismo tiempo. Me hubiera privado de tener las piernas temblando.

— Eso fue... —intento decir.

— Fantástico —me interrumpe.

Lo encuentro sonriendo. Su pecho sube y baja pausadamente.

— No tienes idea cuantas veces imaginé esto —comenta.

— ¿Ah sí? ¿Y cumplió tus expectativas? —pregunto juguetona.

— ¿Tú que crees?

Se acuesta de lado para verme y pasa uno de sus brazos sobre mi abdomen para abrazarme.

— Fue la mejor interrupción de sueño de mi vida —dice cerrando los ojos.

— Yo no tengo sueño —hago una mueca. Perdí las ganas de dormir hace horas.

— Antes de dormir está tarde... —vuelve a hablar—...tuve una idea estúpida.

— Te escucho —me acuesto de la misma forma que él.

— No, vas a reírte —contesta sin abrir los ojos.

— Posiblemente, pero dime —me río.

Rhett no vuelve a hablar, entonces muevo uno de sus brazos hasta que comienza a sonreír.

— Bien —dice rendido— Pensé en incluir a los demás en la investigación. Como no tenemos nada, creí que sería buena idea unirnos a los demás. Debe haber algo que Ian les haya dicho o quizás... quizás él sabía algo más del asesino. Sé que es imposible, pero...

De repente, las últimas palabras que Ian me dijo aparecen en mi mente.

Tengo un regalo para ti. Está en tu habitación, más precisamente debajo de tu cama.

¿Qué...? —lo veo sin entender.

Escríbeme cuando lo encuentres —hace una mueca divertida y se separa de mí.

¿Qué? —me pregunta Rhett siendo consiente de mi confusión.

Nada... —me río negando con la cabeza.

Ian siendo Ian.

— Debajo de mi cama —repito.

— ¿Qué? —me pregunta Rhett.

— Creo que quizás si tenemos algo más —le digo apoyando uno de mis codos para incorporarme. 

Fue algo fuerte para mí escribir la escena de Heaven en el baño porque me hizo acordar muchísimo a un momento que viví. Por favor, no recurran a este tipo de cosas, busquen ayuda, pero no se rindan! son importantes y fuertes. Sé que parece que todo es eterno y no se imaginan saliendo de esa oscura habitación sin salida, pero les prometo que si hay salida. Todo pasa. No se dejen vencer. 

Pasando a otro tema, por finnnnnnnn los famosos DETALES!! espero que no los haya decepcionado y si sí, perdón :/ es mi primera vez describiendo una escena sexual. Aunque... ¿Hay algo que faltó, no? 

¿Creen que van a encontrar algo importante debajo de la cama de Heaven? y... ¿Conocen a Rebecca de algún otro lado? Pista: La conocieron en su adolescencia!!

Gracias por leer, votar y comentar!! 

Nos leemos :)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro