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"Reencarnar.

Un concepto surrealista e incoherente. ¿Cómo podría nuestra conciencia renacer después de la muerte?

Era estúpido, ilógico e impensable.

Pero ¿Quien podría imaginar que tú y yo, dos simples e insignificantes personas eran la viva representación de esta idea?

En una época de guerras y actos atroces, tu muerte resultó inevitable. Tus lágrimas cayeron como cascadas, fusionandose con la sangre que estaba vertida en el suelo.

La terquedad y negatividad se habían hecho presentes en cada espacio de mi mente, impulsandome a ir en contra de lo establecido.

Reencarnamos.

Sin embargo, nuestras memorias sufrieron las consecuencias.

Uno de los dos se olvidaría del otro.

No había punto de negociación, transformando nuestras vidas en un ciclo donde la historia se repetía:

Nos conocemos, nos enamoramos y nos recordamos.

Tres pasos que se han convertido en puntos fundamentales para cada una de nuestras nuevas oportunidades.

Una cruel separación fue quien marco el fin de nuestra historia pasada. No obstante, a su vez nos dio la oportunidad de experimentar una nueva época, dónde la paz y tecnología predominan por todo el país.

Mi vida ha sido irrelevante ante los ojos de la sociedad, pues solo soy un maestro más dentro del montón. Sin embargo, aquello no me molesta, después de todo mi única razón para seguir en este mundo eres tú.

Mi corazón, mi alma y mi cuerpo son completamente tuyos, existiendo solo por y para ti.

Porque eres el amor de mi vida.

Y no sé que es de ti en estos momentos, no tengo la menor idea de dónde te encuentras.

Y me duele aún no tenerte a mi lado.

Necesito verte, abrazarte y besarte.

Te extraño.

Atentamente:

Joo Jaekyung."





La luz dorada e intensa empezaba a inundar cada rincón del lugar, iluminando de esa forma la oscuridad que lo rodeaba. Sus ojos se abrieron lentamente a causa de los rayos intrusos, quienes lo incomodaban y provocaban la perdida de su sueño.

La sensación de cansancio, —provocada por una mala noche llena de insomnio—, lo inundó una vez que miró fijamente al techo, perdiéndose en una lucha interna contra las ganas de volver a dormirse. No obstante, al sentir como iba perdiendo en su propia guerra, él optó por sentarse en la cama, dirigiendo y manteniendo su vista en un nuevo punto fijo de la habitación.

Otro día de mierda fue el primer pensamiento que apareció en su mente mientras se incorporaba.

Aún con desánimos se dirigió hasta su ducha, dónde dió inicio a su secuencia matutina: bañarse, arreglarse, desayunar y partir a una escuela llena de mocosos ineficientes que odiaban y despreciaban su clase.

Algo tan rutinario como mecánico, llegando a convertirse en un patrón estúpido al no cambiar en ningún aspecto. ¿Resultaba aburrido seguirla todos los días? Sí, realmente era fatigador y poco atrayente la idea de seguir esos pasos marcados por él mismo. Aún así, a pesar del rechazo que le tenía, él no se despegaba de dichosa rutina, pues era su confort para no perder la coordinación en esa patética vida que llevaba.

Pero, ¿por qué era tan despectivo a la hora de hablar sobre su vida? ¿Acaso se encontraba en una mala situación para ser tan negativo?

No.

Esa sola palabra resolvía la pregunta respecto a su calidad de vida, siendo tan simple que resultaba particularmente irónica. Entonces, gracias a ello, la verdadera pregunta salía a relucir, ¿por qué era tan apático y amargado?

Aquello era un buen cuestionamiento, ¿cómo podría actuar de esa forma tan apagada si tenía todo lo que cualquier persona podría desear? Un buen puesto de profesor en la mejor escuela de su país, una buena estabilidad económica, belleza y atractivo, inteligencia, cualidades deportivas naturales, en fin, el hombre a quién envidiar. Entonces ¿Por qué era ese su comportamiento?

¿Qué era lo que faltaba en su vida?

Su respuesta era corta, tan sencilla y directa que resultaba extremadamente íntima y secreta.

En su vida únicamente faltaba él.

Faltaba aquella presencia a su lado, animandolo y apoyándolo para convertirse en alguien mejor. Le faltaban sus besos, caricias y palabras, aquellas acciones que solían enloquecerlo. Le faltaba poder verlo, estar allí con él y jurarle nuevamente su amor eterno.

Dan era lo único que faltaba en su vida.

Necesitaba estar a su lado, tomarlo de las manos y repetirle un 'te amo' hasta que fuera la cosa más frecuente entre ellos, pero al mismo tiempo, una frase especial que no perdía la relevancia y devoción que transmitía.

Sin embargo, pese a su más anhelado y ansiado deseo, la vida y el destino no podrían dejarle el camino despejado. Además, agregando cosas a la lista, el simple hecho de ir contra las leyes plasmadas en el universo era un factor relevante para que su situación empeorase.

Estupidas reglas —pensó con enfado, sintiendo el enojo generarse a causa de la injusticia que le provocaba su situación.

Su coche avanzaba por las calles extensas y extremadamente transitadas del centro, dónde constantemente solían crearse aglomeraciones que atrasaban a la gente apurada.

En aquel día, para suerte suya, aquella ruta se encontraba libre, provocando que su llegada fuera más rápida. A la distancia visualizo el prestigioso y elegante edificio donde trabajaba, sumergiéndose en este una vez que le dieron acceso al estacionamiento.

Estuvo tranquilo en todo momento, sintiendo el mismo desinterés de siempre. No obstante, cuando estacionó el coche y se bajo de este, un repentino y misterioso presentimiento inundó a su cuerpo, provocando que se detuviera en busca de descifrarlo. Aquella sensación era extraña, algo que jamás le había pasado, llegando a ser rara y causando varias incógnitas en su mente.

Después de todo ¿Qué podría pasar en un día común y corriente?

Sin prestarle más atención a eso —y poniendo de excusa que era a causa del sueño—, él impartió caminó hasta el primer salón donde daría clases ese día, encontrando a un montón de adolescentes adormilados y sin ganas de aprender.

El bullicio fue disminuyendo conforme él caminaba hasta su escritorio, quedando en un tenso silencio a la hora de dejar sus cosas en aquella mesa de madera.

—Buenos días profesor —dijeron al mismo tiempo, utilizando un tono tan robótico que parecía grabado en sus cabezas.

Sus ojos divagaron por todo el salón, notando el nerviosismo de sus alumnos ante la falta de respuesta que estaban sufriendo. Cada uno de los presentes se encontraba parado frente a su asiento, siendo está una forma de demostrar el respeto adecuado a un profesor cómo él.

Tipico de primer grado dijo en su mente, pareciendo fastidiado por tanta falsedad.

Tras una ligera seña que indicaba el permiso para volver a sentarse, él inicio con su clase, sumergiéndose en los recuerdos que le provocaban estos temas. Sus palabras fluyeron serenas, explicando con exactitud y total claridad el tema que indicaba el plan de estudios.

Y es que, en momentos como ese, él dejaba de ser un simple profesor de historia, convirtiéndose y reviviendo a la persona que en el pasado vivió en diversas épocas.

Su narrativa era impecable, tan precisa que parecía estar grabada en lo más profundo de su ser. A su vez, la forma en la que se desenvolvía y transmitía su conocimiento era magnífica, pareciendo que había memorizado hasta el más mínimo detalle de la historia.

Porque ¿Quien en su santo juicio imaginaria que él había sufrido de cada suceso que enseñaba?

Al terminar de explicar todo lo que había sucedido en un evento relevante, él había agotado su tiempo límite, cosa que indicaba su partida para que otro profesor tomará su lugar.

Sin decirles ninguna palabra él salió de aquel salón, correspondiendo algunas despedidas con un simple ademán. Notó como una maestra entraba apresurada al mismo lugar del cuál había salido, teniendo una cara de preocupación al saber que el mínimo segundo de soledad provocaba un disturbio en ese espacio.

—¡Ah, profesor Joo! —exclamó antes de cerrar la puerta, mirando de reojo hacia el interior—. Antes de que se me olvide, el director lo ha mandado a llamar.

—¿El director? —repitió con confusión, sintiendo que aquello no era correcto. ¿Había hecho algo malo? Imposible— ¿Sabes para que me necesita?

—No es nada grave, solo desea presentarte al maestro que se acaba de incorporar —le respondió con una sonrisa—. Ya nos lo presento a algunos, pero aún hay profesores como usted que no lo conocen.

—Ya veo —su preocupación e interés habían desaparecido gracias a esas palabras, devolviendole su actitud antipática de siempre— ¿Dónde van a estar?

—En la sala de maestros.

—Bien, muchas gracias por informarme.

Su conversación finalizó en ese instante, brindándole total libertad para retirarse del sitio. Por ello había empezado a caminar lentamente, mirando cada detalle de los pasillos en un intento de retrasar su llegada y no tener que soportar a los demás maestros.

Pese a su intento, el destino tenía planes diferentes, haciéndolo llegar mucho antes que el director. Por tal motivo, además de la estruendosa y molesta plática que tenían los otros docentes; él se sentía irritado, deseando irse a cualquier otro lugar donde estuviese solo.

—¡Buenos días a todos! —la animada voz del director se hizo presente tras diez minutos de su llegada
—. Perdón por la demora, pero intentaré ser directo con esto.

En una breve pausa aquel hombre aprovechó para avanzar, quedando justo en el centro de la habitación. Su postura se mantenía erguida, mostrando de esa forma una enorme sonrisa que reflejaba el orgullo de su posición.

No obstante, lo más destacable de aquel hombre era la ausencia del nuevo integrante que había en el plantel, causando un ligero revuelo entre los presentes.

Para él era irrelevante está situación, después de todo no pensaba socializar con el nuevo. Sin embargo, aquel sentimiento raro que había experimentado en el estacionamiento regresó a su cuerpo, confundiendolo de sobremanera al no tener la menor idea de que se trataba.

¿Tenía algo que ver con esa nueva persona?

—Denle la bienvenida al maestro Kim.

Antes de poder responder a su propia pregunta, las palabras del director hicieron que desviará su atención a la persona que presentaba.

Y gracias a ello, finalmente había encontrado la razón de toda su existencia.

Los murmullos, —quienes fallaban en su intento de ser silenciosos—, resonaban por toda la habitación, creando una atmósfera llena de sorpresa. En su mayoría eran comentarios referentes a su apariencia, pues nadie se imaginaria que un simple chico de cabelleras acarameladas y estatura promedio, —teniendo la apariencia de un adulto joven—, sería el recién egresado.

¿No es muy joven?

Es atractivo...

¿Que asignatura da?

Los comentarios de diversos tipos sonaban por la habitación, desapareciendo a la par que el castaño avanzaba en dirección al centro.

Sus pasos resonaron como ecos en la sala, atrayendo la mirada de todos los presentes. Su presencia reflejaba tranquilidad, pero a su vez era cautivadora, hipnotizando a toda persona que lo observará.

Sus ojos marrones, tan curiosos como animados se encontraban indagando por todo el cuarto, buscando detallar a la perfección el sitio. A su vez, Dan buscaba memorizar los rostros de sus próximos compañeros, a los que trataria con tanta amabilidad y respeto que sería impresionante ver que en ningún momento se agotaría su paciencia.

Tomó menos de cinco minutos para que todos se acercarán al castaño, quien de forma tímida respondía sus preguntas. Y él, desde su rincón de siempre lo único que podía hacer era apreciarlo, experimentando como su corazón se aceleraba a causa de la simple figura del chico.

Él estaba ahí...

Estaba frente a él después de mucho tiempo. Por ende, sus instintos habían empezado a exigirle que se acercará, mientras que su corazón le ordenaba un beso. Sin embargo, su mente le recordaba un punto importante:

Dan no tenía la menor idea de las historias que habían experimentado juntos.

Aquello se repetía constantemente en su cabeza, destruyéndolo de la forma más agonizante y desgarradora que pudiese existir. Y es que, tenerlo ahí le recordaba esa distancia impuesta por el destino, quien era el castigo más torturoso que había recibido en todos sus años de existencia, condenandolo a sufrir cada que era su turno de recordar los sucesos.

Si, ambos estaban a una distancia considerablemente corta si nos referíamos a lo físico. No obstante, en lo emocional estaban divididos por niveles colosales, desconociendo cada aspecto de la vida contraria.

O así era para Dan.

Porque ante la perspectiva del castaño ellos no eran más que simples desconocidos. Por otro lado, bajo su perspectiva ambos eran los amantes perfectos, quienes se mantenían unidos a pesar de los obstáculos impuestos por el universo.

Aquellos que habían desafiado a la misma muerte.

De un momento a otro, aquellos orbes avellanas se postraron en él, analizandolo de arriba a abajo como si lo reconociera de alguna parte. Las personas a su alrededor ya se habían dispersado, incluso el director, dejándolos completamente solos en aquel lugar.

Rápidamente se levantó del asiento, caminando con lentitud hasta donde estaba. Una vez frente a frente, la hermosa sonrisa que tanto adoraba se le fue brindada, pareciendo tan surreal que parecía salida de un sueño.

—Un gusto —dijeron al unisono, manteniendo la típica cordialidad de dos desconocidos.

****




Acabe el primer cap.

La VDD es que estuve sufriendo de un bloqueo de escritor, así que perdón si esto no es realmente bueno 💔 fue lo único que se le ocurrió a mi cabeza, además de que estaré ocupado.

Cómo sea, espero les guste.

Voten, disfruten y si pueden recomienden ✨

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